Sin acercarme escrupulosamente a la sucesión cronológica de los reyes de Egipto, puesto que su historia entera no entra en mi plan, paso a algunos de los que han dejado los particulares monumentos de la obra hermética y me atengo a Diodoro de Sicilia para evitar discusiones. Simandio, según Hecateo y Diodoro, hizo cosas tan sorprendentes en Tebas que sobrepasó a sus predecesores. Hizo erigir un monumento admirable por su grandeza y por el arte con el que fue trabajado. Tenía diez estadios, la puerta por donde se entraba tenía dos arapendes[1] de largo y cuarenta y cinco codos de altura. Sobre este monumento había una inscripción que decía en estos términos: Soy Simandio rey de reyes, si alguien desea saber lo que he sido y donde estoy, que considere mis obras. Omito la descripción de este soberbio monumento, ésta se puede ver en los autores citados, solamente diré con ellos que entre las pinturas y las esculturas emplazadas sobre uno de los lados de este famoso peristilo se ve a Simandio ofreciendo a los dioses el oro y la plata que hizo durante todos los años, la suma estaba señalada y ascendía a 131.200.000.000 de minas, según el mismo Diodoro. Después de este monumento se veía la biblioteca sagrada, sobre cuya puerta había escrito: REMEDIO DEL ESPÍRITU. Sobre la parte trasera había una bella casa donde se veían
20 cojines o pequeñas camas arregladas para Júpiter y Juno, la estatua del rey y su tumba. Alrededor habían distribuidos unos apartamentos adornados con pinturas, que representaban todos los animales reverenciados en Egipto y todos parecían dirigir sus pasos hacia la tumba. Este monumento estaba rodeado por un círculo de oro macizo, de un codo de espesura y su circunferencia era de 365. Cada codo tenía un cubo de oro marcado con divisiones. Sobre cada una estaban gravados los días, los años, la salida y la ocultación de los astros y todo lo que significaba, según las observaciones astrológicas de los egipcios. Se dice que este círculo fue levantado en el tiempo en que Cambises y los persas reinaron en Egipto.
Lo que acabamos de relatar de la magnificencia de Simandio muestra suficientemente, tanto por la materia de la que estaban hechas estas cosas como por la forma que se les dio, por qué razón y con qué intención se las había hecho así. Cualquier interpretación que los historiadores puedan darle ¿cómo podrían suponer que Simandio había podido sacar, ya sea de las minas ya sea de los impuestos, tan prodigiosa cantidad de oro? Y aún cuándo pudieran suponerlo ¿habría tenido Simandio el derecho de hacerse una gloria particular y de hablar de ello como de su obra? Si los otros reyes tenían la misma renta hubieran podido glorificarse como él. ¿Hubiera tenido la locura de hacer gravar sobre su tumba lo que tenía en riquezas así como lo de sus exacciones y la puerilidad de indicar la suma de estas riquezas que sacó anualmente de la tierra? Una tan gran suma parecería en verdad increíble, pero no lo es para los que saben lo que se puede transmutar de una cantidad de polvo de proyección, multiplicado en calidad tanto como lo pueda ser.
La inscripción puesta encima de la puerta de la biblioteca anuncia cuán útil es la lectura, pero parece haber sido puesta sólo para señalar el tesoro que había encerrado allí, es decir, los libros que los egipcios llamaban sagrados, o los que contenían en términos alegóricos y en caracteres jeroglíficos toda la filosofía hermética o el arte de hacer oro y el remedio para curar todas las enfermedades, puesto que la posesión de este arte hace desvanecer la fuente de todas las enfermedades del espíritu, la ambición, la avaricia y las otras pasiones que lo tiranizan. Siendo esta ciencia la de la sabiduría, se puede decir con Salomón:[2] el oro sólo es arena vil en comparación a la sabiduría y la plata sólo es barro. Su
adquisición vale más que todo el comercio del oro y la plata, su fruto más precioso que todas las riquezas del mundo, todo lo que se desee no puede comparársele. La salud y la longevidad están a su derecha,[3] la gloria y las infinitas riquezas están a su izquierda. Sus vías son bellas operaciones, loables y no despreciables; estas no se hacen con precipitación ni con prisa sino con paciencia y atención durante un largo trabajo; es el árbol de vida para los que la poseen; ¡dichosos son los que la tienen en su poder! Comúnmente se explican estas palabras de la sabiduría y de la piedad; pero aunque se posea todo, aún cuando se posee a Jesús-Cristo y se es fiel en observar su ley, la experiencia de todos los tiempos nos demuestra que la salud, la longevidad, la gloria y las riquezas no son el atributo de todos los santos. ¿No lo habría dicho Salomón de la sabiduría hermética, puesto que allí todo conviene perfectamente y es propiamente su definición?
[1] . Medida antigua romana de superficie. Medida agraria francesa que variaba entre 35 y 50 áreas. (N. del T.)[2] . Sabiduría, 7.
[3] . Proverbios, 3.
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