La naturaleza del carnero que se considera como cálido y húmedo, respondía perfectamente a la del mercurio filosófico, los egipcios no olvidaron poner este animal entre el número de sus principales jeroglíficos. Seguidamente contaron la fábula de la huida de los dioses a Egipto, donde dijeron que Júpiter se ocultó bajo la forma de un carnero y en consecuencia lo representaron con una cabeza de este animal dándoles el nombre de Amún o Ammón. Conductor de rebaños se hace Júpiter –dice Ovidio– por eso aún representan al libio Ammón con retorcidas cornamentas, (Ovidio, Metamorfosis, lib. 5)
Todas las otras fábulas que los antiguos han contado a este respecto no merecen ser aportadas. Una de entre todas será suficiente para hacer ver que sólo fueron inventadas, para indicar el mercurio filosófico. Baco, dicen, estando en Libia con su ejército se encontró extremadamente oprimido por la sed e invocó a Júpiter para tener ayuda contra un mal tan apremiante. Júpiter se le apareció bajo la forma de un carnero y lo condujo a través del desierto a una fuente donde se refrescó y donde, en memoria de este acontecimiento, se levantó un templo en honor a Júpiter, bajo el nombre de Júpiter Ammón y se representó a este dios con cabeza de carnero. Lo que confirma mi sentimiento es que este animal era uno de los símbolos del Mercurio.[1]
El carnero se apareció a Baco en Libia, porque Libia significa piedra de donde fluye el agua de λιψ, viniendo de λειζω, yo destilo, el mercurio cuya naturaleza es cálida y húmeda se forma por la resolución de la materia filosófica en agua: Buscad –dice el Cosmopolita–[2] una materia de la cual podáis sacar una agua que pueda disolver el oro sin violencia y sin corrosión, sino naturalmente. Esta agua es nuestro mercurio, que sacamos en medio de nuestro imán, que se encuentra en el vientre del carnero. Herodoto[3] dice que Júpiter se apareció a Hércules bajo la misma forma y que es por esto que se consagra el carnero a este padre de los dioses y de los hombres y que se le representa teniendo la cabeza de este animal. Este favor que Júpiter acordó al instante por el ruego de Hércules, caracteriza precisamente el deseo violento que tienen todos los artistas herméticos de ver al Júpiter filosófico, que sólo se puede mostrar en Libia, es decir, cuando la materia pasa por la disolución, porque ellos tienen entonces el Mercurio tras el cual han suspirado tanto. Probaremos en el quinto libro que tanto en Egipto como en Grecia, Hércules fue siempre el símbolo del artista o filósofo hermético. La alegoría de la fuente ha sido empleada por muchos adeptos y en particular por el Trevisano[4] y por Abraham el judío en sus figuras jeroglíficas presentadas por Nicolás Flamel.
Hablaremos aún del carnero en el libro 2, cuando expliquemos la fábula del Toisón de oro. El carnero era una víctima que se sacrificaba a casi todos los dioses, porque el Mercurio, del cual era el símbolo, los acompaña a todos en las operaciones del arte sacerdotal, pero se decía que Mercurio, aunque mensajero de los dioses, lo era más especialmente de Júpiter y en particular para los mensajes graciosos, en lugar que Isis por la que casi siempre era enviado nada más que para asuntos tristes, guerras, combates, etc. La razón es totalmente natural para un filósofo que sabe que se debe entender por Isis los colores variados del arco iris, que se manifiestan durante la disolución de la materia, tiempo en el cual se da el combate entre el fijo y el volátil.
[1] . Pausanias, en Corintia.
[2] . El Cosmopolita, Nueva Luz Química.
[3] . Herodoto, Lib. 2, cap.42.
[4] . El Trevisano, Filosofía de los Metales.
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