sábado, abril 07, 2007

El Buey Apis (3)



La segunda razón es que el secreto del arte sacerdotal que era de una naturaleza no comunicable sin haber probado la discreción y la prudencia de aquellos a quienes se proponían iniciar, los jóvenes sacerdotes que allí se disponían para las instrucciones, tenían siempre estos jeroglíficos ante los ojos, sentían despertar su curiosidad y se encontraban animados por su presencia en la búsqueda de lo que ellos podían significar. Pasaban un noviciado de siete años en recibir estas instrucciones y en ejercer sobre lo que estos animales representaban, a fin de saber perfectamente la teoría antes que darse a la práctica.
Es preciso también tener en consideración lo poco que se quería instruir en el fondo del misterio y el hecho de emplear explicaciones figuradas pero con un aire de verosimilitud, que pudiera al menos impedir suponer el verdadero fondo de la cosa. Sin esta destreza los sacerdotes no habrían podido guardar tranquilamente un secreto que el pueblo habría conocido totalmente. Las ideas de la religión que este pueblo acomodó también se volvían un freno para su curiosidad. El fuego mantenido perpetuamente en el templo de Vulcano podía haber irritado a este pueblo, pero las simuladas explicaciones y las fábulas alegóricas que se declamaban a este respecto, impedían poner atención a su verdadero objeto.
La materia del arte filosófico era pues, designada por Osiris e Isis, cuyo símbolo jeroglífico era el toro, en el cual los egipcios decían que las almas de estos dioses habían pasado tras su muerte, lo que hizo que le dieran el nombre de Serapis y los llevaba a rendirle los mismos honores que a Osiris e Isis. Diremos dos palabras de esto después.
Los griegos, instruidos por los egipcios, representaban también a la materia filosófica por uno o más toros, como se ve en la fábula del Minotauro encerrado en el laberinto de Creta, vencido por Teseo con la ayuda del hilo de Ariadna; por los bueyes que Hércules robó a Gerión; los de Augias; por los bueyes del Sol que pasaron a Trinacria; los que Mercurio robó; por los toros que Jasón se vio obligado a poner bajo el yugo para llegar a conseguir el Toisón de oro y también otros como se puede ver en las fábulas. Todos estos bueyes no eran negros y blancos como debía de ser Apis, puesto que los de Gerión eran rojos; pero es preciso observar que el color negro y el blanco que le sucede en las operaciones de la obra no son los dos únicos que sobrevienen a la materia, el color rojo viene también tras el blanco y los que han inventado estas fábulas han tenido en cuenta estas diferentes circunstancias. Las velas del barco de Teseo eran negras, después de que hubo vencido al Minotauro y las del barco de Ulises lo eran también, cuando partió para llevar a Criseis a su padre, pero las puso blancas para su retorno, porque las dos circunstancias eran bien diferentes, como veremos en sus historias.
Apis debía ser un toro joven, sano, animoso; es por los que los filósofos dicen que es preciso escoger la materia fresca, nueva y en todo su vigor; no la toméis si no es fresca y cruda, dice Haimon.[1] Se mantenía a Apis durante unos cuatro años y su alojamiento estaba en el templo de Vulcano. Pasado este tiempo se le hacía ahogar en la fuente de los sacerdotes y se buscaba uno parecido para sucederle, y es que siendo finalizada la primera obra en el horno filosófico es preciso empezar la segunda, parecida a la primera, según el testimonio de Morien.[2]
El horno secreto de los filósofos es el de Vulcano, donde se mantiene un fuego
perpetuamente encendido, para indicar que el fuego filosófico también de estar conservado sin interrupción, es por lo que han dado a su horno secreto el nombre de atanor. Se dice que Vulcano significa el fuego. Si este fuego se extinguiera un instante y la materia sintiera el menor frío, Filaleteo, Ramón Llull, Arnaldo de Vilanova y todos los filósofos aseguran que la obra estaría perdida. Ellos aportan respecto a esto el ejemplo de la gallina que incuba, si los huevos se enfrían un instante solamente, el pollito perecería.
Las cuatro estaciones de los filósofos y los cuatro colores principales que deben aparecer en cada obra, están indicados por los cuatro años de mantenimiento de Apis, estos cuatro años, tomados en el sentido natural, significan también alguna cosa, pero cuando los filósofos hablan del tiempo que dura cada disposición, por utilizar el término que utiliza Morien, hablan tan misteriosamente como del resto y no quieren declarar por qué se ahoga el toro en el quinto año. Daremos algunos esclarecimientos al respecto cuando tratemos de las fiestas y juegos de los antiguos, en el cuarto libro de esta obra.
 Así como el toro era símbolo del caos filosófico, los otros animales significaban las diferentes cualidades de la materia, como su fijeza, su volatilidad, su ponticidad, su virtud resolutiva, voraz, sus variados colores, según los diferentes progresos de la obra, y sus propiedades relativas a los elementos y a la naturaleza de estos animales. El pueblo al haberlos visto esculpidos o pintados junto a Osiris, a Apis, a Isis, a Tifón, a Horus, etc., empezaron primero por tener un cierto respeto por ellos, relativo a los pretendidos dioses cerca de los cuales los veían. Este respeto se fortificó poco a poco, la superstición se metió en parte y se creyó que merecían un culto particular, así como Apis tenía el suyo. No se vio dificultad y no se encontró extravagante el adorar un carnero, así como el rendir culto a un buey, el león valía tanto como el carnero, al que se le concedió el suyo y así los otros, según cómo el pueblo fuera afectado por ello. Las supersticiones se incuban a la chita callando, y enraízan hasta el punto de que es casi imposible destruirlas.


Los sacerdotes a menudo sólo eran instruidos cuando el remedio fuera capaz de agriar el mal. El progreso va siempre a su paso, se fortifica cada vez más. Los sucesores de Hermes bien podían desengañar al pueblo de Egipto de estos errores, y lo hacían sin duda, tenemos una prueba de ello en la respuesta que el gran sacerdote dio a Alejandro, en las instrucciones que dieron a los griegos y las otras naciones que tomaron lecciones en Egipto, pero era preciso para estos sacerdotes la circunspección y la prudencia, desengañando al pueblo corrían el riesgo de desvelar su secreto. Si por ejemplo, explicando la expedición de Osiris, hubieran dicho que no se debía de entender una expedición real y que las pretendidas enseñanzas que se dio a las diferentes naciones sobre la manera de cultivar las tierras, de sembrarlas y en recoger los frutos, debían de entenderse del cultivo de un campo bien diferente que el de las tierras comunes ¿se les habría preguntado cuál era este campo? ¿Habrían dicho, sin violar su juramento, que este campo era la tierra foliada de los filósofos[3] donde todos los adeptos dicen que es preciso encerrar el oro? Basilio Valentín ha hecho de ello el emblema de su octava llave. Seguidamente hubieran estado en la necesidad de decir lo que entendían por esta tierra foliada. Es en el mismo sentido que los griegos hablaban de Ceres, de Triptolemo, de Denis, etc.
Este error del pueblo, respecto a los animales, lo condujo insensiblemente a estos ridículos cultos que se reprocha a los egipcios. La ignorancia hizo tomar el símbolo por la realidad, así de superstición en superstición, de error en error, el mal se acrecentó siempre e infectó a casi todo el mundo, cada ciudad encontró ocasión de elegirse un dios según su fantasía y tomó su nombre como el de su dios, bajo la forma de este animal había estado el fundador.
Se ve entonces a Bubaste, así llamado por el buey, Leontópolis por el león, Licópolis del lobo, etc.[4] hablando del culto que los egipcios rindieron a los animales, dice que Saites y los tebanos adoraban particularmente al buey, los latopolitanos al latus, pez del Nilo, los licopolitanos al lobo, los hermopolitanos al cinocéfalo, los babilonios a la ballena. Los de Tebas también adoraban al águila, los mendesienses al macho cabrío y la cabra, los atribitos a la rata y la araña. Sólo hablaremos de algunos como el perro, el lobo, el gato, el macho cabrío, el ichneumón, el cinocéfalo, el cocodrilo, el águila, el gavilán y el ibis, se podrá juzgar a los otros mediante éstos.
Estrabón

[1] . Haimon, Epístolas.
[2] . Morien, Conversación con el Rey Calid.
[3] . Michael Maier, Atalanta Fugiens, emblema 6.
[4] . Estrabón, Geórgicas. Lib. 17.

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