jueves, noviembre 29, 2007

Don Quijote un Hermetista operativo (artículo del traductor)


He aquí una nueva muestra de lo útil e incluso imprescindible que es citar la obra de Pernety, especialmente cuando se trata de unir Mitología y Alquimia, que en este caso ensambla en un triángulo puesto que Pere Sánchez Ferré, colaborador de la revista LA PUERTA y autor de libros como el presente: EL CABALLERO DEL ORO FINO, con el subtítulo de Cábala y alquimia en el Quijote, nos presenta la obra de Cervantes, y cito sus mismas palabras: En nuestro estudio del Quijote partimos, pues, de la convicción de que el pensamiento hermético preside esta obra; por lo tanto, la interpretación que ofrecemos a la consideración de los lectores está basada en una concepción hermética del texto cervantino. Obra muy apreciada para mí, la de P. Sánchez, cuya lectura recomiendo encarecidamente a todo buscador que haya percibido cierto perfume en la obra de Cervantes donde vive aquel que nació “por el querer del cielo, en esta nuestra edad de hierro, para resucitar en ella la de oro” (Quijote, I, p. 238).[1]

[…] Don Quijote no es un especulativo, -dice P. Sánchez- sino un hermetista operativo que resucita en España el Arte Real de los Adeptos, por eso vence según el orden divino, aunque en el mundo parezca un perdedor o un vencido. Como todo héroe de verdad, para vencer desciende primero a los infiernos, lugar de los tristes y secreto del mundo, donde le será revelada la edad de Oro, como a Eneas. De ello deja estampa en su escudo de armas: por tal visita a los infiernos herméticos se llamará “caballero de la Triste Figura”.
En el libro de Daniel –citado por Cervantes como otro libro de caballería- el profeta vence a los leones con la ayuda de Dios (6, 16-22). Por eso don Quijote dejará la Triste Figura para adoptar el nombre de “caballero de los leones”. Sabemos que uno de los nombres de Cristo es León de Judá.
Como la mayoría de los mortales de ayer y de hoy, los eclesiásticos no creen en la existencia de caballeros ni en las realidades de la caballería; don Quijote responde con ajustado enojo a un cura ignorante que cada cual sigue su camino:
“Unos van por el ancho campo de la ambición soberbia; (…) yo, inclinado de mi estrella, voy por la angosta senda de la caballería andante.” (II, p. 283)
El caballero tampoco transige en lo tocante a su misión, pues ante la negativa opinión que manifiesta un canónigo sobre los libros de caballerías, don Quijote replica:
“Hallo por mi cuenta que el sin juicio y el encantado es vuestra merced.” (I, p. 579)
Las aventuras caballerescas son de “encrucijadas” (I, p.147), y Diana es la diosa de las encrucijadas, como también Mercurio, quien aconseja y guía siempre por el camino de la derecha, aunque sea estrecho y sinuoso, pues, si bien el de la izquierda es ancho y fácil, sólo lleva al Tártaro y a la perdición. Yendo por el primero –la “angosta senda de la caballería andante”- llegaremos al palacio infernal de Plutón, y de allí a los Campos Elíseos.[2] No obstante, para realizar este viaje hace falta un guía, como lo tuvo Eneas en la Sibila, Dante en Virgilio y don Quijote en su “estrella”, la misma que guió a los magos hasta el pesebre donde brillaba la luz del Salvador. Recordemos que “el lecho de don Quijote estaba primero en mitad de aquel estrellado establo” (I, p.201), y que fue también en un establo donde lo armaron caballero. Este es el lugar de “las asperezas por donde los buenos suben al asiento de la inmortalidad” (II, p. 283), pues “el cielo del estiércol sabe levantar los pobres”, según le escribe el caballero a su escudero.[3]
[Veamos el fragmento de Pernety que P. Sánchez cita a propósito de los Campos Elíseos: Estaban aún en plena conversación, cuando la sibila temiendo que se extendieran más de la cuenta, advirtió a Eneas que empezaba a aparecer la aurora y que el tiempo fijado para las operaciones iba pasando. Eneas, le dijo ella, he aquí que pasa la noche y perdemos el tiempo en llorar. Aquí el camino se divide en dos, uno lleva a los muros del palacio de Plutón y a los Campos Elíseos, el otro, que está a la izquierda, conduce al Tártaro. Eneas levantó los ojos y de pronto vio los elevados muros sobre la roca que estaba a la izquierda, estaba rodeado de un río de llamas muy rápido que se llama Flagetón y hace un gran ruido por el choque de los guijarros que arrastra. En frente había una vasta y gran puerta que tenía a los lados dos columnas de diamantes, que los mismos habitantes del cielo no podrían cortar con el hierro, una torre de hierro se elevaba en los aires, Tisífone guarda su entrada día y noche.
(En la nota explica Pernety):
El camino que conduce al Tártaro es el que toman la gente de la que acabo de hablar, el que lleva a los Campos Elíseos es el que sigue Eneas y con él los filósofos herméticos. Los primeros encuentran en la entrada a Tisífone y las Furias y no encuentran más que un aire apestado, una morada sombría y tenebrosa, con un trabajo penoso e infructuoso. Los segundos, al contrario, seguros de su hecho porque tienen a la sibila como guía, perciben desde el principio los muros y la puerta del palacio del dios de las riquezas; todo lo que tiene la naturaleza de más agradable se presenta ante sus ojos. Se puede recordar en esta ocasión lo que aporté según los filósofos, respecto a la morada de Baco en Nisa y de Proserpina en Sicilia, es una descripción de los Campo Elíseos bajo otros nombres. Es suficiente con gemir como Eneas por la desdichada suerte de aquellos que no están guiados por la sacerdotisa de Apolo, estos toman el camino del Tártaro pero no se les ha de seguir, es perder el tiempo así como distraerse contemplándoles; es mejor continuar el camino e ir a colocar el ramo de oro. Empezaba a aparecer la aurora, cuando percibieron los muros del palacio, es decir, que el color negro significado por la noche, empezaba a dar paso al color blanco, llamado luz y día por los filósofos. Caminaron, pues, y habiendo llegado a la puerta Eneas colocó allí el ramo de oro, porque la materia en este estado de blancura imperfecta empieza a fijarse y, en consecuencia a volverse oro de los filósofos. Es por lo que se dice que Eneas hundió su ramo en el umbral de la puerta, pues la puerta indica la entrada a una casa, así como este color blanco imperfecto es un signo del principio de la fijación.
(El lector puede encontrar este fragmento y el artículo completo de las Fábulas de Pernety en este blog en:
http://humanadivinitas.blogspot.com/search/label/Eneas
continuemos con el Quijote según P. Sánchez.]
[…] A los infiernos herméticos se desciende para obtener un tesoro; la tradición original lo llamó reino de Plutón y en Dante está encarnado en la figura de Dite, congelado en su parte inferior, cuyo nombre –como hemos dicho- proviene del latín dis, ‘rico’. Hay algo de muy preciado en ese fondo tenebroso: la rama dorada cortada por Eneas, llamada por los alquimistas su Mercurio,[4] que se encuentra protegida por la selva de un oscuro valle. El infierno es, pues, el reino de las riquezas congeladas, y todos los héroes han descendido a este misterioso lugar para liberar su secreto, ser divinizados y establecerse en los Campos Elíseos. Es en el infierno donde Eneas se reencuentra con su padre Anquises –con el Padre- donde éste le revelará su sagrado destino, que es la edad de Oro.[5] Dante llama “dulce padre mío” a su guía y maestro Virgilio.[6]
Don Quijote y Sancho realizan la misma hazaña que sus predecesores y para dar testimonio de la realidad de esta estancia en los infiernos, el caballero adoptará un epíteto apropiado, que revele la condición de quienes han entrado y salido del Hades para traer el siglo de Oro a este mundo, como se verá en el capítulo siguiente.
Cuando el escudero dice que el caballero tiene “la más mala figura, de poco acá, que jamás he visto” y lo llama “Caballero de la Triste Figura” (I, p. 234). Don Quijote no toma las palabras de Sancho inadecuadas o como una observación de tono peyorativo, sino todo lo contrario, piensa llamarse así a partir de ese momento, e incluso se propone hacer pintar en su escudo “una muy triste figura”.[7]
Es común que en un escudo puedan estar cifradas las cualidades y la naturaleza de la persona o linaje que representa; por eso don Quijote piensa incluir la triste figura en su escudo, así dará testimonio de que su conocimiento del infierno no es libresco, sino experimental: ha estado en el Hades y ha salido vivo de él revelándose a su criado, al que también llama hijo en varias ocasiones, por esa razón puede y debe ser llamado “Caballero de la Triste Figura”.
En alquimia, el conocimiento de los infiernos conlleva lo que se llama la “disolución”,[8]proceso de purificación que termina con la coagulación o manifestación de nuestro salvador o León de Judá, que es como pasar de la tristeza (solve) a la alegría (coagula).
El fragmento de Pernety al que se refiere Sánchez lo puede encontrar el lector pulsando la palabra Antíope, y es el siguiente:
Veamos cual puede ser el objeto de las alegorías de Antíope y de su hijo Anfión. Algunos dicen que era hija del río Asopo y muchos filósofos llaman a su materia con este mismo nombre, Asopo, otros Adrop, otros Atrop y dicen que se forma en un arroyo, una fuente, un agua, un jugo al cual dan el nombre de jugo de saturnia vegetable.(5) Este jugo se espesa, se coagula, se vuelve sólido, ¿no es entonces esta Antíope? De αντι y de πύς es decir, que no hay más jugo, que está coagulado, que no está fluido. Aquellos que dicen que es Nicteo el padre de Antíope, han tenido el mismo objetivo a la vista, es decir, la coagulación de la materia al salir de la putrefacción, durante la cual la materia se vuelve negra y es llamada noche, tinieblas; pues de νύξ, noche, ha sido hecho Niceto, por lo que se ve que Antíope tiene el mismo carácter que las otras amadas de Júpiter.
El Caballero de la Triste Figura testimonia su paso por la noche infernal de la disolución hermética, y el Caballero de los Leones es el atributo de la manifestación corporal de la aurora diurna y solar, que es la coagulación. En ello consiste la Obra del Arte Real, que Cervantes explica varias veces a lo largo de su novela.
[1] . Pere Sánchez Ferrer, EL CABALLERO DEL ORO FINO, Cábala y alquimia en el Quijote, ed. mra, Barcelona 2002, pgs. 41-43 y 123-125. La edición del Quijote que este autor ha usado para su trabajo es la realizada por L. A. Murillo, ed. Castalia, Madrid, 1991, del que cita volumen y páginas.
[2] . Véase A. J. Pernety, Les Fables Égyptiennes et Grecques dévoilées, La Tabla d’Émeraude, París, 1982, II, p. 620.
[3] . Tomado del salmo 113, 7.
[4] . Enéida VI, 137. La rama dorada es la raíz de la vida, el “húmedo radical”.
[5] . Virgilio, Enéida, VI, 712-791; E. d’Hooghvorst, El Hilo de Penélope, p. 121.
[6] . La Divina Comedia, Purgatorio, 27, 52, donde Dante llama a su maestro “dulcísimo padre; Virgilio, el cual para mi salvación, se me entregó”; véase también 30, 50 y 27, 129, donde Virgilio lo llama “hijo”.
[7] . Según sus orígenes legendarios, las armerías proceden del arcángel san Miguel y de nuestro padre Adán. Véase la obra del marqués de Avilés, Ciencia Heroyca, Madrid, 1780, I, 1-2.
[8] . Véase A. J. Pernety, Fables Égyptiennes et Grecques…, vol. II, p.231.

sábado, noviembre 17, 2007

LA CAÍDA DE ÍCARO (artículo de Nadine Coppin)



LA CAÍDA DE ÍCARO Nadine Coppin[1] Quien ha obtenido el agua de la tierra debe buscar la tierra del agua para perfeccionar la obra del Señor. L. Cattiaux[2] La Caída de Ícaro, de Breugel, expuesta en el Museo de las Bellas Artes de Bruselas, es un extenso y apacible paisaje del que se dice que Ícaro sólo sería el pretexto. El señor van Lennep[3] discierne allí la ilustración minuciosa de un tema alquímico. ¿Era alquimista Bruegel? Fuimos –dice él– el primero en suponerlo, a la vista de su obra donde el pensamiento alquímico queda evidente en el transcurso de una evolución cuya culminación son la Dulle Griet y la Caída de Ícaro. Instruido por su ilustre predecesor Jerónimo Bosch (el Bosco), cuya enigmática obra pictórica está repleta de ciencia hermética, Pieter Breugel dicho el Anciano,[4] imprimió en el Renacimiento flamenco su truculencia. Como escrupuloso observador de la naturaleza y de su tiempo, ilustra el humanismo particular de su época donde se imponen Erasmo y Rabelais. Circulaban entonces, tanto en Flandes como en Italia,[5] alquimistas de renombre que sembraban la Europa en fermentación con textos tanto antiguos como contemporáneos salidos de las imprentas de los primeros impresores. Aunque sospechosa, su ciencia no había conocido aún el oprobio de la Iglesia, los príncipes se dedicaban a ella abiertamente. Los textos griegos atribuidos a Hermes, descubiertos en el 1460 y traducidos por Marsilio Ficino,[6] rejuvenecían la antigua ciencia hermética venida del fondo de las edades. El decorado estaba a punto para suscitar un sabio imaginero. LA FÁBULA Dédalo construyó en Creta para el rey Minos un laberinto para encerrar al Minotauro. Acusado de haber indicado a Ariadna la tan conocida astucia que permitió al héroe Teseo salir de allí vencedor, fue encerrado con su hijo Ícaro. Huyendo del reino de Minos, su prisión, Dédalo después de haber osado confiarse al cielo con unas ligeras plumas se escapó por un inusual camino,[7] no sin haber recomendado a su hijo la vía del medio, por temor que demasiado abajo las olas entorpecieran las alas y muy alto el fuego las consumiera... Pero el muchacho empezando a regocijarse del audaz vuelo abandonó a su guía, y atraído por el deseo del cielo, tomó un camino más elevado. El acercamiento al rápido Sol ablandó las olorosas ceras que ataban las alas derritiéndose. Sacudía los brazos, y desprovisto de remo, no percibió ninguna brisa, y sus gritos clamando el nombre del padre fueron acogidos por la azul agua, que sacó de él su nombre.[8] El oleaje devolvió al padre su hijo sin vida que enterró en la arena de la orilla antes de reemprender su viaje. Pernety que dice escribir para aquellos que no pudiendo salir del laberinto donde se encuentran atrapados... buscarán aquí un hilo de Ariadna, nos acompañará a lo largo de este estudio. A sus ojos las fábulas describen todo lo que pasa sucesivamente en la gran obra. Esto es porque el adepto es el único capaz de dar a las fábulas la verdadera explicación que les conviene.[9] También nos apoyaremos sobre dos pasajes de Giovanni Bracesco, donde cita respectivamente a Raimon Llull y a Geber.[10] DÉDALO Las figuras mitológicas siempre tienen varios grados de lectura. Dédalo artista conduce la obra dando alas al fijo y un sepulcro al volátil. Constructor del laberinto extravía al buscador, de oscuras enseñanzas, en enigmas inexpugnables. Es necesario el hilo de Ariadna para tener éxito y volver a salir, es decir, que es preciso ser dirigido por un filósofo que él mismo haya hecho la obra.[11] Seguiremos aquí la lectura más sabia de Bracesco. El nombre de Dédalo –dice– es un término griego que significa «vario» en latín, y para nosotros designa el azufre... se le llama con el nombre de Marte. Es muy variado porque se transforma de un color a otro y de una naturaleza a otra. Dédalo, materia de la obra, toma los colores significativos de las operaciones que se suceden, azufre y mercurio circulan para desembocar en la fijeza perfecta. El azufre de los sabios –precisa Pernety– no se distingue sensiblemente de su mercurio... el verdadero azufre de los filósofos es el grano fijo de la materia, el verdadero agente interno que actúa, digiere y cuece su propia materia mercurial, en la cual se encuentra encerrado.[12] Para el sabio benedictino [Pernety], Dédalo e Ícaro son el símbolo de la parte fija del magisterio que se volatiliza. Dédalo representa el primer azufre, más espeso, de donde nace el segundo, que tras haber sido sublimado hasta lo alto del vaso, recae en el mar de los filósofos.[13] Maier ayuda a comprender cómo, según un proverbio de los filósofos, dos cosas pueden ser una sola. La materia del arte –dice– es Osiris. Este es disuelto, desmembrado por su hermano Tifón y después coagulado, es decir, que Isis reúne y une estas partes. Isis y Osiris son un solo y mismo sujeto en el cual se encuentra Osiris el macho e Isis la hembra,[14] tal hermano y tal hermana provienen los dos de un mismo cuerpo. Mercurio es tomado por el todo e Isis y Osiris por las partes. Aunque se les pueda decir tres son sin embargo dos, y en realidad uno. Pues uno saca su nacimiento del otro.[15] En efecto, –dice la Escritura– si la mujer ha sido sacada del hombre, el hombre también nace de la mujer, y todo viene de Dios.[16] ¡Qué poeta –exclama Emmanuel d’Hooghvorst– aquel discípulo del Arte que prepara y dispone este comercio donde Isis y Osiris se conocerán, dos en uno, leído Pan! [...]Los novios del Arte son, pues, como dos sentidos, el solve y el coagula leídos en uno solo.[17] La disolución es llamada negrura, tiempo de Saturno. Luego sigue la blancura, que es coagulación en el fondo del vaso. Bruegel ha escogido el momento preciso en el que, superada la negrura, finalmente se contempla el tiempo del Arte. ÍCARO Repasemos, en el laberinto o dédalo de los textos, el periplo de Ícaro. Aunque su caída a menudo sirva de imagen para las desgracias del alquimista extraviado, víctima de su ignorancia y su temeridad, la sudorosa escuela[18] de Hermes interpreta este drama como una feliz caída. Sin el volátil cayendo en el mar filosófico no hay nada de la obra, el desierto mar es: oculta vida de Ícaro no engendrada donde el ángel sólo vuela en sueño.[19] ¿Quién es Ícaro? Para Bracesco, el azufre muy fijo es pariente de otro azufre, muy sutil y fusible, pius volátil, llamado arsénico, pues según Geber: «el arsénico es de una materia sutil, parecida al azufre».[20] La materia del arte sacerdotal –dice Fabre du Bosquet– es un limo compuesto de tierra y agua, es decir, de dos sustancias una fija y otra volátil. La obra requiere que se separe el agua de la tierra y que tras, haberlas purificado, se las reúna de nuevo. «Sube de la tierra al cielo y de nuevo desciende a la tierra»; esta operación sucede en el vaso del artista; es el efecto de la circulación, por medio de la cual las virtudes de la sustancia volátil se comunican, se mezclan y se confunden con las de la sustancia fija que está en el fondo del vaso.[21] El agua comunica su volatilidad a la tierra, después recae en forma de lluvia y recibe de la tierra la fijeza hasta que se vuelve tierra. Dicho de otra manera: reaz el barro y cuécelo.[22] El arsénico, en tanto que fusible, también es un veneno, cualidad expresada por la negrura. En la putrefacción –dice Pernety– nacerá un cuervo que poco a poco levantará su cabeza... desplegará sus alas y empezará a volar... lavado y blanqueado por una constante lluvia.[23] Pues este cuerpo imperfecto, su luna, su hembra, debe ser purificado. El signo de su perfecta sublimación o depuración es un color blanco, celeste, resplandeciente como el de la plata más fina... ent
onces esta prostituida hembra es restablecida a su estado de virginidad intacta.[24] Lo que el Mensaje Reencontrado describe en tres etapas: El transeúnte de Dios abre el frasco santo que la vieja prostituta conservaba escondido bajo sus oropeles. Al primer sorbo vuelve a ser joven y bella... Al segundo trago, todo el cuerpo de su belleza resplandece de la dulce luz de Dios y sus harapos yacen consumidos a sus pies. A la tercera toma, canta... y velada por su cabellera dorada, danza con las vírgenes el paso de la vida libre y santa.[25] Los tres colores de la obra están aquí ilustrados, los oropeles para el negro, la luz divina para el blanco, la cabellera para el dorado o rojo. Tras el color negro, llave de la obra, confirma Pernety, el segundo signo demostrativo o el segundo color principal es el blanco. Hermes dice: ...El buitre grita desde lo alto de la montaña: Soy el blanco del negro; porque la blancura sucede a la negrura. Morien llama a esta blancura humo blanco. Alfidius la llama plata viva de los sabios. Salido de un primer azufre calificado de macho, el segundo azufre define su propiedad volátil por la cualidad femenina y mercurial. Esta plata viva... extraída de esta negrura muy sutil, es el mercurio tingente filosófico. Se le llama mercurio purificado, arsénico, oro blanco, fundamento del arte, Luna en su plenitud, menstruo, mercurio en su poniente, sal, azufre blanco, velo blanco.[26] Pernety precisa que este principio volátil, que hace el oficio de hembra, su Luna,[27]es de dos clases. La primera, su agua mercurial llamada Isis, mediante el arte se convierte en otra, la Isis hermana y mujer de Osiris, es decir, aquella misma agua mercurial volátil, reunida con su azufre, y llega al color blanco.[28] Estas dos Isis devienen, en nuestra fábula, padre e hijo. Así el hijo se define como mercurio animado, mercurio doble, es decir, mercurio de los sabios animado del azufre metálico.[29] La llama también Saturnia vegetable, llamada Venus, espuma del mar Rojo, su Luna y su hembra. Se la cualifica vegetable, porque vegeta durante las operaciones, y porque ella encierra el fruto del oro.[30] Se dice que Venus es la esposa de Vulcano, para indicar que la materia del arte contiene el fuego central como Isis contenía a Osiris en su seno, y como Juno contenía a Júpiter.[31] Se piensa en el piadoso Eneas que, al salir de la ruina de Troya, leamos la disolución, llevaba sobre sus espaldas a su padre, ciego y paralítico.[32] Así mismo en la Escritura, Noé dejó ir al cuervo, que salió yendo y viniendo, hasta que las aguas se secaron encima de la tierra. Dejó ir la paloma... pero la paloma al no haber encontrado donde poner la planta de su pié volvió hacia él... esperó aún siete días y de nuevo dejó ir a la paloma... la paloma volvió hacia él llevando en el pico una hoja de olivo totalmente fresca... Espera aún otros siete días y deja ir la paloma y esta ya no vuelve.[33] De esta arca que contiene todo se escapa una materia negra y volátil, circulando, yendo y viniendo, hasta volverse blanca, siempre volátil, no encontrando donde poner el pié. Finalmente fijada en cuerpo, la piedra al blanco vegeta como un brote verde, hasta la rojez o piedra perfecta. Breugel sólo pinta de Ícaro dos minúsculas piernas pálidas flanqueadas por unas alas blancas. Entorno a él la sombría ola se fragmenta en pequeñas olas también blancas. LAS ALAS ¿De qué manera el fijo se vuelve volátil? Bracesco explica con detalle la naturaleza de estas alas con las que intentan volar y elevarse a las alturas... Los cuerpos que tienen necesidad que se les administre las cosas que levantan y exaltan, son Venus y Marte, a causa de su fusión, es decir, solución, lenta (el grano fijo llamado azufre volatilizándose en último lugar). Venus tiene necesidad de la tutía, y Marte del arsénico, pues por ello se elevan y se dirigen fácilmente hacia lo alto, habiéndose dado que haya entre ellos una gran correspondencia. Y en efecto ¿no son calificados de parientes? Para su sublimación Venus tienen necesidad de la tutía. Por la tutía es significada el agua mercurial que, por destilación, expresa de dicha sal extraída de la piedra, a Venus que designamos con el nombre de Ícaro... Las alas con las que Marte se eleva de dicha piedra, designan el arsénico. Bracesco describe aquí la materia que se volatiliza: azufre fijo, azufre volátil, agua mercurial, lo más sutil llevando consigo lo más espeso. En efecto, Dédalo necesita a Ícaro para sublimarse, así como Anquises, ciego y paralítico necesita a Eneas para escapar de la destruida Troya. Pues la humedad y la acritud del vinagre –explica Bracesco– disuelven y atraen hacia ellas la sustancia de la sal, con la cual también atraen al sutil azufre llamado arsénico, encerrado en la profundidad de la misma sal. Y puesto que este sutil azufre es de la sustancia de este azufre llamado Marte, este azufre sutil llamado arsénico, al mismo tiempo que la sal, atrae hacia él y hace subir y sublimar a aquel que es más espeso, llamado Marte. Puesto que entonces están ligados juntos, y uno no puede elevarse sin el otro... Pues a causa de la ligadura de los azufres, en esta putrefacción, el arsénico atrae a Marte y hace que se dirija hacia lo alto y sublime. Entonces se comprende mejor porqué Breugel no ha representado al padre desconsolado. Pues llevado con él, en él, no puede ser disociado de su hijo. EL NAVÍO Pero por la susodicha agua –nos precisa aún Bracesco– es proyectado sobre la orilla, es decir, en la superficie, en esta película [de espuma] y dicha navecilla. ¿Qué es esta navecilla? Apuleyo, haciendo hablar a Isis, describe este bendito momento: Cuando las tempestades del invierno serán apaciguadas, el agitado mar, turbio y tempestuoso, será calmado, apacible y navegable, mis sacerdotes me ofrecerán una navecilla en demostración de mi pasaje por mar en Egipto bajo la conducción de Mercurio y comandado por Júpiter.[34] En Egipto, donde ha amainado, es un viento suave,[35] guiando las navecillas filosóficas. La obra –confirma Fulcanelli– ofrece una gran analogía con las travesías marítimas y las tempestades que allí les acogen. Es un mar agitado y de gran oleaje que presenta en pequeño la ebullición constante y regular del compuesto hermético... Entonces resurge la calma, el aire se purifica... una película cubre toda la superficie, y... señala el fin del diluvio... el nacimiento de Diana y Apolo, el triunfo de la tierra sobre el agua… la armonía resultante del perfecto equilibrio de los principios,[36] armonía pintada majestuosamente por Breugel para expresar, no obstante, la dramática caída de Ícaro. Cerca de Ícaro las caídas alas se hunden en el agua, blancas como el velo perdido por Proserpina en el lago de la ninfa Cianea.[37] Pues –según Bracesco– la parte oleosa siempre sobrenada. Para Pernety, el aceite incombustible, es su azufre,[38] y Artefius dice que la blancura viene de lo que el alma del cuerpo sobrenada por encima del agua como una crema blanca... Los espíritus... han perdido su volatilidad.[39] Entonces la Isis mercurial navega en su navecilla con las velas extendidas al dulce céfiro, huella de su pasaje por la tierra filosófica o santo Egipto[40] donde Ícaro será amortajado. La inhumación filosófica no es otra cosa que la fijación, o el retorno de las partes volátiles.[41] Es por lo que –continúa Bracesco– una vez desecada el agua, el azufre mismo fue amortajado en la arena, es decir, en este azufre llamado Marte, sutilizado en forma de arena muy sutil y muy luminosa. EL SOL El sol que brilla en el horizonte –señala justamente van Lennep– normalmente debería encontrarse lo suficientemente alto como para explicar la caída de Ícaro, extraño anacronismo... Sólo la filosofía hermética que prevalecía, entre los humanistas, en el siglo de Breugel puede explicar esta singularidad. El gran secreto es blanquear el latón... En este momento crucial, el nuevo cuerpo resucita bello, blanco, inmortal, victorioso. Es por lo que se le ha llamado resurrección, luz, día.[42] Este color blanco es Diana ayudando como partera al glorioso nacimiento del Apolo solar, de color rojo. El color citrino sigue inmediatamente al blanco. Breugel ilumina el cielo libre de amarillo por el sol victorioso. Se adivina por encima de la tierra aún oscura, la elevación de los vapores en el aire, donde se condensan en nubes.[43] Cuando el sol se levanta aleja las nubes, la tempestad filosófica se aleja, el invierno deja paso a la primavera. Saturno a Júpiter. Es el alba de un nuevo día. El alquimista, tras el largo periodo del sombrío Saturno, puede contemplar finalmente la gloriosa obra que se desvela en su atanor.[44] LOS PERSONAJES Los testigos del fabuloso vuelo, descritos brevemente por Ovidio, ocupan aquí todo el cuadro. Los debió ver alguien que pescaba con la trémula caña o un pastor cogido a su cayado o un labrador inclinado sobre la mancera del arado y quedaron estupefactos (obstupuit).[45] Por lo tanto ninguno de los personajes de Breugel parece ver el drama. El pescador se gira hacia el mar, pero no ve más allá del extremo de su caña. El verbo obstupescere parece tomado aquí por Breugel en su sentido etimológico: «quedarse inmóvil,
insensible, paralizado», «adormecerse». El mundo adormecido (entorpecido), y siendo incapaz Ícaro de coger el éter,[46] no percibe nada de lo que se cumple ante sus ojos de ciegos.[47] En la obra el labrador prepara la tierra, imagen del fijo. La mirada del campesino se dirige hacia el sol, y el color rojo de su camisa es el que en la tradición se asocia a la tierra. Sólo un caballo, a menudo tomado por los filósofos herméticos como símbolo de las partes volátiles de su materia, a causa de su ligereza en la carrera,[48] puede abrir la tierra dormida. Si el caballo pone en movimiento al fijo, el bastón estabiliza al pastor que, vestido de color azul celeste, confirma su función volátil contemplando el cielo. A sus lados, el perro, símbolo del mercurio, está curiosamente inmóvil.[49] También puede ser, a sus pies se encuentra un perro enmudecido que sólo inicia en los aullidos solitarios.[50] Estos dos, fijo y volátil, separados no pueden participar en la obra y por lo tanto le dan la espalda. En la parte baja del valle, muy ensombrecido por la vegetación, reposa un enigmático personaje. Se pregunta a menudo –prosigue van Lennep– a propósito de este hombre que yace bajo un zarzal. Dos interpretaciones alquimistas son posibles. Podría tratarse de la «cabeza muerta» (capuz mortuum) de la que Pernety dice que «son las heces que permanecen en el fondo de la cucúrbita... tras la sublimación.[51]... La segunda interpretación, es la de la nigredo, es el grano que se pudre. Basilio Valentín muestra un sembrador esparciendo el grano ante una tumba y un yaciente. El texto explica que «no puede germinar ninguna simiente sin que primeramente se pudra».[52] En la recopilación de Milius, el adepto siembra en plena tierra. Esta bordea el mar donde se tienen en pie los esposos reales alados... Este mar se encuentra de nuevo en Breugel así como la alusión a las alas, imágenes de la volatilidad. Vestido de blanco, el pescador tiende hacia el mar su caña. Su sombrero rojo y azul parece reunir las dos materias. Pero en la iconografía tradicional, el tocado o sombrero indica el pensamiento. Lo que aquí no sería más que un deseo que no puede realizar en cocción de Arte, pues la década no ha llovido en su pote. Además pote emplazado en tierra cerca de él y que parece, pues, vacío sin Arte, sus ideas no tienen ningún peso... es una obra en espíritu.[53] Escudriña vanamente el mar donde no ve ni gota. ¿Quién puede, pues, pretenderse discípulo de la alquimia sin haber visto, en la luciente copa, tierra y fuego fluyendo del aire que llueve?[54] Dejemos al señor van Lennep la última palabra: La caída de Ícaro de Breugel... puede aparecer como una deslumbradora síntesis de la filosofía hermética... Que Breugel haya sido como Bosch, instruido particularmente en los símbolos y preceptos alquímicos, para nosotros no cabe ninguna duda. El sabio se aplicará en interpretar Las expresiones, las sentencias y Los enigmas de los antiguos sabios. Salomón.[55]
[1] . [N. del T] Artículo aparecido en la revista virtual nº 2 de http://ww/w.beyaeditions.com y aprovecho esta nota para agradecer a Beya y a madame Nadine Coppin su amabilidad al permitir publicar una traducción de su magnífico artículo en este vuestro blog. [2] . Le Message Retrouvé, V,9, dans: L. Cattiaux, Art et hermétisme, Beya, Grez-Doiceau, p.78. [también en : El Mensaje Reencontrado, ed. Sirio, Málaga 1996, vers. V, 9.
[3] . Señalamos que las citas del señor J. van Lennep están sacadas de su excelente obra Alchimie, Crédit comunal, 1984, pp. 253-255 (sobre el laberinto) y pp. 309-366 (sobre la relación de Bosch y Bruegel con la alquimia). Precisemos también que en este artículo todas las citas están puestas en cursiva. [4] . Nacido cerca de Brada hacia el 1525-1530, recibió el franc-maitre en 1551, murió en Bruselas en 1569. [5] . Bruegel viajó allí en 1552-1553. [6] . Marsilio Ficino (1433-1499), italiano humanista platónico. [7] . Virgilio, Enéida,VI, 14 y 15. [8] . Ovidio, Metamorfosis, VIII, 204-205 y 223-230. [9] . Dom A. J. Pernety, Dicctionnaire mito-hermétique, Denoël, 1972, p. 228, s.v. «métaux», [También ed. Índigo, traducción de S. Jubany, Barcelona 1993, “metales”. [10] . G. Bracesco, Dialogue, p. 565, y Le Bois de vie, p. 911, en : j.j. Manguet Bibliotheca chemica curiosa. Chouet etc, Genève, 1702 (reed. Arnaldo Forni, Naples, 1976) Señalamos que todas las citas de estos dos textos tan próximos están sacadas de las páginas 584, 923 y 924. [11] . Dom A. J. Pernety, op., cit., p. 183, s.v. “labyrinthe” [«laberinto»] [12] . Ibid., p. 338 y 339, s.v. “labyrinthe” [«laberinto».] [13] . Ibid., p. 169, s.v. «Ícaro». [14] . Michael Maier, Les Arcanes très secretets, Beya, Grez-Doiceau, 2005, p. 33-34. [15] . Ibid., p. 42. [16] . S. Pablo, I Corintios, XI, 12. [17] . E. d’Hooghvorst, Le fil de Pénélope, t. I, La Table d’émeraude, Paris, 1996, p. 81. [también en El Hilo de Penélope, Arola Editors, Tarragona 2000, p. 85] [18] . Ibid. [19] . Ibid. [20] . Geber, La Somme de la Perfection, en: J. Mangin de Richebourg, Bibliothéque des philosophes chimiques, t. I, Beya, Grez-Doiceau, 2003, p. 170. [21] . Fabre du Bosquet, Concordance mito-physico-hermétique, Le Mercure dauphinois, Grenoble, 2002, p. 40 y 55. [también en ediciones Obelisco, Barcelona,1986.] [22] . Le Message Retrouvé, dans L.Cattiaux, op.cit., p. 178. [El Mensaje Reencontrado, XV, 68 y 68’] [23] . Dom A. J. Pernety, Les Fables egyptiennes et grecques, t. I, Paris, 1786 (red. La Table s’émeraude, Paris, 1982) p. 191. [24] . Idem. Dictionaire mito-hermétique, op. cit., p. 88 y89, s. V. «corps». [ibid « cuerpo »] [25] . «Le Message Retrouvé», XXX, 11 à 14, en L. Cattiaux, op. cit, t.i, p. 338. [26] . Dom A. J. Pernety, Les Fables egyptiennes et grecques op. cit., t. I, p. 183-185. [27] . Idem, Dictionnaire mito-hermétique, op. cit. P. 58, s. v. «arsenic». [28] . Ibid, p. 197, s, v, «Lune». [29] . ibid, p. 224, s, v, «mercure». [30] . Ibid, p. 326, s, v, «Saturne» [31] . Fabre du Bosquet, op. cit., p. 43 [32] . E. d’Hooghvorst, op. cit., p. 25; también p. 110. [Hilo de Penélope, 25-115] [33] . Génesis, VIII, 7-12. [34] . Apuleyo, El Asno de Oro, XI, 5. [35] . E. d`Hooghvorst, op. cit., p. 62 y 63. [Hilo de Penélope, 64-65.] [36] . Fulcaneli, Les Demeures philosophales, t.II, Pauvert, Paris, 1979, p. 187 y 188. [37] . Dom A. J. Pernety, Le Fables Egyptiennes et grecques, op. cit. T.II, p. 282. Recordemos que cianea quiere decir azul. [38] . Idem, Dictionnaire mytho-hermétique, op.cit., p. 161. [39] . Idem, Les Fables Egyptiennes et Grecques, op. cit., p. 185. [40] . E. d`Hooghvorst, op. cit., p. 218. [41] . Dom A. J. Pernety, op.cit., t I, p. 304. [42] . Ibid. [43] . Ibid, p. 95. [44] . Estamos de acuerdo con la opinión del señor van Lennep que reconoce en el cuadro un sol levante. Sin embargo un pasaje del Consejo de las bodas citado por Maier (op.cit., p. 177) invita a la prudencia: «La [piedra] blanca empieza a aparecer al ocultarse el Sol sobre la faz de las aguas... mientras que el rojo lo hace a la inversa puesto que empieza a subir por encima de las aguas cuando el Sol se levanta...» [45] . Ovidio, Metamorfosis, VIII, 217-219- [46] . Ibid., 219. [47] . Cf. Message Retrouve, XXI, 53, en: L. Cattiaux, op, cit., p. 250. [48] . Dom A. J. Pernety, Dictionnaire mito-hermétique, op, cit., p.80, s.v. «cheval». [caballo] [49] . Cf. Ibid, p. 80, s.v. «chien». [perro] Maier, op.cit., p.64, precisa que el perro y el lobo son dos partes en un solo sujeto de las que una es más domesticable y más tratable, es decir, menos fugaz. [50] . E. d’Hooghvorst, op.cit., p. 74. [Hilo de Penélope, p.77.] [51] . Pernety, Dictionnaire mito-hermétique, op.cit., p. 351, s.v. «tête de corbeau». [cabeza ce cuervo] [52] . Cf. Las Doce Llaves de Filosofía, : J. Mangin de Richebourg, op.cit., t. II, p. 40-41. [53] . E. d’Hooghvorst, op.cit., p. 74. [Hilo de Peélope, p-76.] [54] . Ibid., p. 108. [Ibid., p. 113.] [55] . Salomón, Proverbios, I, 6.