
Los grandes servicios que este pájaro rindió en todo Egipto, ya sea matando las serpientes de las que hemos hablado ya sea rompiendo los huevos de los cocodrilos, vino a propósito para que los egipcios determinaran rendirle los mismos honores que a los otros animales. Pero había otras razones para incluirlo entre sus jeroglíficos.
Mercurio huyendo delante de Tifón tomó la forma de ibis, además Hermes bajo esta forma veló, según Abenefis,[2] por la conservación de los egipcios y los instruyó en todas las ciencias. Señalaron también en su color, su temperamento y sus acciones mucha relación con la Luna de la que Isis era el símbolo. He aquí por qué dieron a esta diosa una cabeza de ibis y por qué ella era a un mismo tiempo consagrada a Mercurio. Pues se ve entre Isis y Mercurio una tan gran analogía y una relación tan íntima que no se les separó casi nunca, también supusieron que Hermes era consejero de esta princesa y que actuaban siempre en concierto, esto era con razón, puesto que la Luna y el Mercurio filosóficos sólo son en cierta manera una misma cosa y los filósofos los nombran indiferentemente al uno por el otro.

Por los colores negro y blanco del ibis se ve la misma relación de la Luna con el toro Apis que por eso mismo se vuelve símbolo de la materia del arte sacerdotal.

Tales son las razones simples y naturales que los sacerdotes egipcios tenían para introducir los animales en su aparente culto de religión y en sus jeroglíficos. Inventaron cantidad de otras figuras, tal como se ve en las pirámides y los otros monumentos egipcios. Pero todas tenían alguna relación cercana o lejana con los misterios del arte hermético. En vano se harán grandes comentarios para explicar estos jeroglíficos en otro sentido que el químico. Si Vulcano y Mercurio no son la base de todas estas explicaciones se encontrarán a cada paso dificultades insuperables y aunque se torture uno para encontrar verosimilitudes, a imitación de Plutarco de Diodoro y otros griegos antiguos y modernos, siempre se sentirá que estas explicaciones están sacadas como de lejos, que son forzadas y que no satisfacen. Se tendrá siempre ante los ojos a este Harpócrates con el dedo sobre la boca que nos anunciará sin cesar que todo este culto y estos jeroglíficos encierran misterios que no a todo el mundo les estaba permitido penetrar, que es preciso meditarlos en silencio, que el pueblo no estaba instruido y que no se desvelaban a estas gentes de las que los sacerdotes estaban persuadidos haber venido a Egipto sólo para satisfacer su curiosidad.
Los historiadores están entre el número de estos y no son más creíbles en las interpretaciones que dan de lo que lo era el pueblo de Egipto que rendía los honores del culto a los animales porque se les había dicho que los dioses habían tomado esa figura. Hasta aquel lugar pretende que llegó Tifón el terrestre y se escondieron los dioses adoptando una falsa figura. Conductor de rebaños se hace Júpiter, dice, por eso aún representan al libio Ammon con retorcidas cornamentas; Delio es un cuervo, el hijo de Semele un macho cabrío, Diana, la hermana de Febo, una gata, la saturnia Venus en pescado y Mercurio con alas en un ibis. (Ovidio, Metamorfosis, lib. 5)
[1] . Herodoto, lib. 2, cap.75 - 76.
[2] . Abenefis, Del Culto Egipcio.
[3] . Espagnet, La Obra secreta de la Filosofía de Hermes, can. 44 y 24.
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