Diodoro y los otros historiadores aportan muchas de las cosas que prueban las inmensas riquezas de los egipcios y de los babilonios, y que sacaron su origen mediante Belus. Pero lo que habría de sorprender a estos historiadores y a todos los que vieron la estatua de Ops es su actitud y sus atributos. Yo querría que nuestros eruditos me explicaran ¿por qué se había puesto un cetro de piedra en una de las manos de esta diosa y una serpiente en la otra? ¿Se pone cetros de piedra a una estatua de oro?
Una tal idea pasaría por ridícula a los ojos de los que no ven en ello nada alegórico, pero si se toma herméticamente, es natural representar a la diosa Ops así, porque el oro de los filósofos es llamado piedra y su mercurio serpiente. Ops o la tierra, que era la materia, tenía estos dos símbolos en la mano para indicar que contenía estos dos principios del arte. Y como este arte era la fuente de las riquezas, Ops fue considerada como diosa. Así mismo la cosa se ve más particularmente designada al poner junto a Ops dos leones y dos serpientes, puesto que los filósofos emplean ordinariamente la alegoría de estos animales para significar los principios materiales de la obra durante el curso de las operaciones. Júpiter y Juno, hermano y hermana, esposo y esposa, se encontraban en esta sala con su abuela y ante ellos una tabla de oro común a los tres, porque salen de un mismo principio aurífico, del cual se extraen dos cosas, una humedad aérea y mercurial y una tierra fija ígnea, que reunidas sólo son una y misma cosa llamada oro hermético,
común a los tres porque está compuesto de ellos, y el verdadero remedio del espíritu, del que hemos hablado, al cual Diodoro da el nombre de Nepentes, porque está echo de la pretendida hierba que tiene este nombre, de la que Homero[2] dice que en Egipto se compone un remedio que hace olvidar todos los males y conduce al hombre a una vida exenta de dolor y melancolía, propiedades tan alabadas en el oro hermético. El mismo poeta añade que este remedio era el de Helena, hija de Júpiter, la que ocasionó la guerra de Troya. Veremos las razones de ello en el sexto libro. El origen egipcio del remedio y de la manera de hacerlo es una prueba, que Homero nos da de paso, de que él estaba instruido en la naturaleza de este remedio, de sus propiedades y del lugar donde estaba en boga.
Él ha podido, pues, tomarlo como objeto de su alegoría de la toma de la ciudad de Troya, donde, al menos, lo habría tomado de una guerra y de un asedio real para formar una alegoría de la gran obra, como lo probaremos comentando todas las circunstancias de este asedio. Si bien Homero, para dar un aire de vorosimilitud a su ficción, ha introducido nombres de ciudades y de pueblos existentes, y se ve obligado a declarar que conoce ïtaca, las Cimerias, la isla de calipso y muchas otras cosas que hay en sus obras ¿Dónde se vio jamás a los arimaspes, los isedones, los hiperbóreos, los acéfalos, etc.? Pero se convendrá en que las fábulas tienen su origen en Egipto u Fenicia, es, pues, por las que se declaman en aquellos países, que se ha de juzgar a las otras, al menos las más antiguas.
No pienso encontrar contradicciones sobre este artículo ¿pero no se convendrá conmigo en que todos los monumentos de los que he hablado son una prueba convincente de que el arte hermético era conocido y practicado entre los egipcios? Los eruditos por poco de acuerdo que estén entre ellos, han fortificado mediante sus obras el prejuicio que nació en el relato de antiguos historiadores.
Se ha creído que estando más cerca que nosotros de esos tiempos oscuros, lo mejor que se puede hacer es seguir el camino que ellos han trazado, persuadidos de que estaban en el caso de todo esto. Sin embargo se sabe, y lo dicen los mismos antiguos, que los sacerdotes de Egipto guardaban un secreto inviolable sobre el verdadero significado de sus jeroglíficos, pero no se ha reflexionado mucho sobre eso. Se trataría pues, de desnudarse de todo prejuicio respecto a ello, examinar las cosas sin prevención y comparar las explicaciones que los anticuarios o los mitólogos han dado de los jeroglíficos y de las fábulas egipcias con las que yo he dado, y juzgar seguidamente sobre la verdad de unas y de otras. Por este método se encontrará uno en estado de decidir si la moral, la religión, la física y la historia han suministrado materia a estas fábulas y a estos jeroglíficos o si no es más simple darles un sólo y único objeto, así como un secreto tan precioso y de una tan gran consecuencia como puede ser aquel que conserva a la humanidad en todo el estado perfecto del que es susceptible, procurándole las fuentes de riquezas y de salud.
[1] . Plinio, lib. 26, cap. 12.
[2] . Homero, Odisea, lib. 4, v. 221 y ss.
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