domingo, mayo 13, 2007

La Cierva de los Cuernos de Oro y los Pies de Bronce



La historia de la caza de la cierva de los cuernos de oro y de los pies de bronce es tan manifiestamente una fábula que ningún mitólogo, pienso yo, se empeñará en tratarla de otra manera. El mismo abad Banier[1] ha sentido bien que los cuernos, y más los cuernos de oro dados a una cierva, que no suelen llevar de ninguna clase, provocaban una circunstancia que convierte la historia en alegórica por lo menos y que los pies de bronce deben de hacer alusión a alguna cosa, pero ha aportado simplemente el hecho de los cuernos sin dar ninguna explicación, aunque tuvo deseos de dar esta ficción como una historia verdadera. Hubiera hecho bien en callarse también sobre los pies de bronce. Hércules –dice él– persiguió durante un año a una cierva que Euristeo le había ordenado llevársela con vida; después se publicó que tenía los pies de bronce, pero era una expresión figurada, que señalaba la rapidez con que corría. ¿Pensará el lector con este mitólogo que los pies de bronce serían apropiados para dar ligereza a un animal argumentando así su rapidez? Para mí, si hubiera querido explicar esta fábula según el sistema de este erudito, habría supuesto al contrario que el autor de esta ficción habría fingido estos pies de bronce para volver el hecho más creíble, no en cuanto a los pies de bronce mismos, sino para dar a entender figuradamente que esta cierva era de una naturaleza mucho más pesada de lo que lo son comúnmente las ciervas, en consecuencia mucho menos ligera en la carrera y más fácil de ser apresada por un hombre que la persiguiera.
Pero salvada esta dificultad le queda aún la de los cuernos de oro, la de la persecución de un año entero, la de no poder ser muerta mediante ninguna arma, ni apresada en la carrera por ningún hombre, a no ser por un héroe como Hércules, finalmente todas las otras circunstancias de esta ficción. Una historia de esta especie se volvería un cuento pueril y un hecho muy poco digno de ser puesto entre el número de los trabajos de un tan gran héroe si no encerrara algunos misterios.
Se dice que esta cierva estaba consagrada a Diana. Habitaba en el monte Ménale y no estaba permitido cazarla con perros ni con arco, era preciso cogerla durante la carrera, en vida y sin pérdida de su sangre. Euristeo encomendó a Hércules que se la llevara. Hércules la persiguió sin descanso durante un año entero y la atrapó al fin en la selva de Artemisa, consagrada a Diana, cuando este animal estaba a punto de atravesar el río Ladón. La cierva es un animal de mucha rapidez en la carrera y ningún hombre podría presumir de atraparla. Pero esta tenía los cuernos de oro y los pies de bronce, en consecuencia era menos ligera y más fácil de atrapar y a pesar de esto fue preciso un Hércules.
En toda otra circunstancia quien se atreviera a atrapar una cierva consagrada a Diana en el bosque de esta diosa, etc., se habría expuesto inevitablemente a la indignación de la hermana de Apolo, extremadamente celosa de lo que le pertenecía, castigando severamente a los que le faltaran. Pero en este caso Diana parece haber actuado en concierto con Alcides, puesto que parecía hacer lo propio para proporcionar materia a los trabajos de este héroe. El león de Nemea y el jabalí de Erimanto son prueba de ello. Hércules que lanzaba sus flechas contra el mismo Sol ¿habría temido al coraje de Diana? Pero por temerario que hubiera podido ser, él que estaba en el mundo para purgarlo de los monstruos y de los malhechores que lo infectaban, ¿habría osado atacar a los dioses si hubiera considerado a estos dioses como reales y si no hubiera sabido que eran de una naturaleza como para poder ser atacados impunemente por los hombres? El bravo Neptuno, Plutón, Vulcano, Juno. Todos buscaban su impedimento poniéndole obstáculos. Pero tales son los dioses fabricados por el arte hermético, ellos dan la inquietud al artista, pero éste los persigue a golpes de flecha o de maza y los vence al conseguir lo que se propone. En la persecución que hace a esta cierva no emplea tales armas pero el mismo oro del que están hechos los cuernos de este animal y sus pies de bronce favorecen su empresa.
Es, en efecto, lo que se necesita en el arte químico donde la parte volátil, figurada por la carrera ligera de la cierva, es volátil hasta el punto de que es preciso nada menos que una materia fija como el oro para fijarla. El autor del Rosario empleó figuradamente expresiones que significan la misma cosa cuando dice: La plata viva volátil no sirve de nada si no es mortificada con su cuerpo; este cuerpo es de la naturaleza del Sol [...] Dos animales están en nuestra selva –dice un antiguo filósofo Alemán–[2] uno vivo, ligero, alerta, bello, grande y robusto; es un ciervo, el otro es el unicornio.[3] Basilio Valentín, en su alegoría sobre el magisterio de los sabios, se expresa así: Un asno ha sido enterrado, se corrompe y se pudre; ha venido un ciervo que tiene los cuernos de oro y los pies de bronce, bellos y blancos; puesto que la cosa cuya cabeza es roja, los ojos negros y los pies blancos, constituye el magisterio. Los filósofos hablan a menudo del latón que es preciso blanquear. Este latón o la materia venida al negro por la putrefacción es la base de la obra. Blanquead el latón y romped los libros, dice Morien, el azoth (azogue) y el latón os son suficientes. Se ha figurado, pues, con razón que esta cierva tenía los pies de bronce. De este bronce eran aquellos vasos antiguos que algunos héroes de la fábula ofrecían a Minerva; el trípode que los argonautas ofrecieron como presente a Apolo; el instrumento con el que Hércules hizo ruido para cazar a los pájaros del lago Estimfalo; la torre en la cual Danae fue encerrada, etc. Todo en esta fábula tiene una relación inmediata con Diana. La cierva le está consagrada, habita sobre el monte Ménale, o piedra de la Luna, de μηνη, luna, y de λάας, lapis, piedra, ella fue presa en la selva de Artemisa que significa también Diana. La Luna y Diana son una misma cosa y los filósofos llaman Luna a la parte volátil o mercurial de su materia: el que explica la Luna de los filósofos, o el Mercurio de los filósofos como si fuera mercurio vulgar, o engaña a otros o se engaña a sí mismo.[4]
También llaman Diana a su materia llegada al blanco: No hace mucho tiempo, y hablo como entendido, que muchas personas, de alta y baja condición, han visto a esta Diana totalmente desnuda, dice el Cosmopolita en el prefacio de sus doce tratados. Es entonces que la cierva se deja coger, es decir, la materia que era volátil se vuelve fija. El río Ladón fue el término de la carrera, porque tras larga circulación se precipita al fondo del vaso en el agua mercurial, donde el volátil y el fijo se reúnen. Esta fijeza está designada por el presente que Hércules hace a Euristeo, pues Euristeo viene de ηύρυς, latus, amplus, fuerza, brillante, y de ςταω, flo, maneo, exhalar, mantenerse firme. Como se ha hecho también de Εύρυσθεύς firmiter slans, o potens, firmemente, fuerte, de Εύρύς, latus, fuerza, y de στέιος, robur, firmeza. 
Es, pues, como si se dijera que el artista, tras haber trabajado en fijar la materia lunar durante el tiempo requerido, que es el de un año, tiene éxito al hacer su Diana, o a llegar al blanco, y le da seguidamente el último grado de fijeza significada por Euristeo. Este término de un año no debe de entenderse de un año común, sino de un año filosófico, cuyas estaciones no son tampoco las estaciones vulgares. Ya he explicado lo que era esto en el tratado hermético que se encuentra al principio de esta obra y en el diccionario que le sirve de índice.
Esta persecución de un año habría de hacer suponer algún misterio oculto bajo esta ficción. Pero los mitólogos, al no estar en el caso de este misterio, no han podido ver más que lo fabuloso. 
Cada cosa tiene un tiempo fijo y determinado para llegar a su perfección. La naturaleza actúa siempre lentamente y aunque el arte pueda abreviar sus operaciones no se tendría éxito si se precipitaran mucho los procedimientos. Es en medio de un dulce calor pero muy vivo, como el de la naturaleza, que se puede premadurar una flor o un fruto, pero un calor muy violento abrasaría la planta antes que hubiera podido producir lo que se esperaba. Es preciso, pues, la paciencia y el tiempo en el artista, así como el trabajo y el gasto, dice Espagnet.[5] Ripley nos asegura en otro lugar,[6] y muchos otros, que es preciso un año para llegar a la perfección de la piedra al blanco o la Diana de los filósofos, que este autor llama cal. Nos es preciso –dice él– un año, para que nuestra cal se vuelva fusible, fija y tome un color permanente. Zachaire y la mayor parte de los filósofos dicen que son precisos 90 días y otras tantas noches para llevar la obra al rojo después del verdadero blanco y 275 días para llegar a este blanco, lo que hace un año entero, al cual el Trevisano añade siete días.
Algunos mitólogos han hecho de esta fábula una aplicación muy extraordinaria. Dicen que Hércules es la figura del Sol, que hace su curso todos los años. Pero cuando es preciso decir qué es esta cierva que el Sol persigue se quedan en el camino, ¡cuán verdad es que toda explicación falsa cojea siempre por algún lado!

[1] . Banier, t. 3, p. 276.
[2] . Rythmi German.
[3] . El dibujo aquí presentado pertenece a Lamsprink. N. del T.
[4] . Espagnet, La Obra secreta de la Filosofía de Hermes, can. 44.
[5] . Espagnet, La Obra secreta de la Filosofía de Hermes, can. 35.
[6] . Ripley, Las Doce Puertas.

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