Una expedición tan peligrosa, una navegación tan penosa, la ruta que los argonautas han seguido tanto al ir como al volver, requiere más tiempo del que algunos autores comprenden. Unos aseguran que todo fue acabado en un año, lo que no estaría de acuerdo con los dos años de permanencia de Jasón en la isla de Lemnos. Sería preciso entonces computar tres años, tiempo que los barcos de Salomón emplearon para buscar el oro en la isla de Ofir. Pero los mitólogos, en vano intentaron determinar la duración de la navegación de los argonautas. Si Jasón era joven cuando partió hacia Cólquide, es cierto que Esón no era viejo, no más que Pelias. Sin embargo los autores nos los representan como dos viejos decrépitos, en el retorno de los argonautas. La prueba es simple en la tabla genealógica que sigue.
Eolo tuvo por hijos a:
Creteo que tuvo de Tiro a Esón y este con Alcimede tuvo a Jasón.
Atamas con Nefelé tuvo a Frixo que con Hele tuvo a Argos, Frontis, Melas y Cilindo.
Salmoneo tuvo a Tiro y ésta con Neptuno a Neleo y Pelias y este a Acasto.
Se ve en ello que Pelias, Esón y Frixo debían de ser casi de la misma edad, Calcíope, mujer de Frixo, era hermana de Medea e hizo todo lo que estuvo en su poder para favorecer la pasión de Jasón por su hermana. Frixo era joven cuando desposó a Calcíope, que no debía de ser vieja, cuando Jasón, de edad de unos veinte años, llegó a Colco, puesto que Medea, su hermana, también era joven. Es preciso, pues, que los mitólogos concluyan o que la expedición de los argonautas ha durado muchos años o que Pelias y Esón no eran tan viejos como los autores dicen. Esta dificultad no sería fácil de resolver con toda claridad para los mitólogos. Pero parece que los autores de los relatos del viaje a Cólquide no están muy apenados de lo que podría resultar de ello.
Los que estaban en el caso del arte hermético sabían bien que estas pretendidas dificultades desaparecían a los ojos de los filósofos, cuya manera de comprender los meses y los años es bien diferente de la del común de los cronólogos. Se ha visto en el tratado de este arte sacerdotal que los adeptos tienen sus estaciones, sus meses, sus semanas y que su manera de comprender la duración del tiempo varía según las diferentes disposiciones u operaciones de la obra. Es por lo que no parecen estar de acuerdo entre ellos cuando fijan la duración de la obra, los unos dicen un año, los otros quince meses, otros dieciocho, otros tres años. Incluso se ve que lo suben hasta diez y doce años. Se puede decir en general que la obra se acaba en doce meses o cuatro estaciones que son el año filosófico, pero esta duración, aunque compuesta de las mismas estaciones, es infinitamente abreviada en el trabajo de la multiplicación de la piedra, y cada multiplicación es más corta que la que le precede. Explicaremos estas estaciones en el diccionario Mito-Hermético, que comprende un seguimiento necesario para esta obra. Es en este sentido que se ha de explicar la duración de los viajes de Osiris y de Baco; también se ha de poner atención a que cada fábula no es siempre una alegoría entera de la obra completa. La mayor parte de los autores sólo tienen una parte como objetivo y más comúnmente las dos obras, la del azufre y la del elixir, pero particularmente éste último, como siendo el fin de la obra antes de la multiplicación, que puede dispensarse de hacer, cuando uno se quiere quedar allí.
La historia de Nefelé es una fábula, dice el abad Banier, (tom. III, p. 203). La del transporte del Toisón de oro a Cólquide, lo es también puesto que dice: Para explicar las circunstancias tan visiblemente falsas, los antiguos mitólogos inventaron una nueva fábula, y dijeron, etc. Se puede dudar de que el viaje de Jasón desde el monte Pelión a Yolcos, la pérdida de su zapato y su pasaje del río Anaure, o Enipea según Homero,[1] sobre los hombros de Juno, no estén señalados también en el mismo lugar. Ciertamente no se creerá que la nave Argo hubiera sido construida con robles parlantes. Casi todos los trazos que componen la historia de los compañeros de Jasón, cada uno en particular, son reconocidos como fabulosos, ya sea en su genealogía, puesto que todos son hijos de dioses, o en sus descendientes. Sería muy largo entrar en detalle respecto a esto.
He aquí lo que ha precedido a la partida; veamos la navegación. La infección general de las mujeres de Lemnos, ocasionada por la irritación de Venus, no es verosímil como para hacer desaparecer la ira de la diosa, o lo que sería tener mala idea respecto a la delicadeza de los argonautas, que querían bien a las Lemnianas y lejos de hacer en esta isla una estancia de dos años, ¿cómo habrían pasado allí dos días?
El abandono de Hércules en la Troada, quien fue a buscar a Hilas raptado por las ninfas; los gigantes de Cícico que tenían cada uno seis brazos y seis piernas; la fuente que la madre de los dioses hizo salir de la tierra para que Jasón pudiera expiar la muerte involuntaria de Cícico. La visita hecha a Fineo, molestado sin cesar por las harpías, cazadas por los hijos de Bóreas, es una ficción que oculta sin duda una verdad;[2] los choques entre sí de las rocas Cianeas o Simplégades, es una fábula. La fijación de las rocas y la paloma que pierde su cola en el trayecto, no son más verdad. Los pájaros de la isla de Arecia, que lanzaban desde lejos sus mortíferas plumas a los argonautas, no existieron jamás. En fin, helos aquí en Cólquide y todo lo que pasó allí son fábulas tan extraordinarias como difíciles de explicar. El encantamiento de Medea, el dragón y los toros con los pies de bronce, los hombres armados que salieron de la tierra, las hierbas encantadas, el brebaje preparado, la victoria de Jasón, su partida con Medea se ha podido decir solamente que todas estas fábulas no son más que un puro juego de la imaginación de los poetas. Vayamos al retorno de los argonautas. Los poetas han imaginado la muerte de Absirto. Los relatos de este retorno son extravagantes.
El de Onomácrito no es verosímil y el de Apolonio lo es aún menos. Es una ficción. Los pueblos citados por estos autores son o desconocidos o inexistentes en el tiempo de estos poetas, donde están emplazadas estas aventuras. Lo que pasa en el lago Tritónide es un cuento sobre el cual se debe de ver poca verdad. La historia de Jasón y la de Medea están, en fin, tan llenas de ficciones que se destruyen unas a otras, y es bien difícil de establecer algo de cierto respecto a ellas. ¿No debe de sorprender que después de tales declaraciones, el abad Banier haya emprendido la tarea de dar estas fábulas por historias reales y que haya querido hacer el esfuerzo de hacerlas verdaderas con las pruebas que aporta? Yo no me he propuesto discutir todas sus explicaciones, lo dejo al juicio de los que no se dejan deslumbrar por la gran erudición.
[1] . Homero, Odisea, lib. 2, vers. 237.
[2] . Banier, op. cit. p. 229.
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