En este retorno Orfeo hace recorrer a los argonautas las costas orientales de Asia, atravesar el Bósforo cimerio, las lagunas meotidas, después un estrecho que no existió jamás por el cual entraron después de nueve días al Océano septentrional, de allí llegaron a la isla Peuceste, conocida por el piloto Anceo, después a la de Circe, seguidamente a las columnas de Hércules, reentraron en el Mediterráneo, costearon Sicilia, evitaron a Escila y Caribdis mediante la ayuda de Tetis, interesada por la vida de Peleo su esposo, abordaron el país de los feacios, después de haber sido salvados de las sirenas por la elocuencia de Orfeo, al salir de allí fueron arrojados sobre las Sirtes de África, en las cuales un tritón les aseguró la nave mediante un trípode. Al fin ganaron el cabo Maleo y después Tesalia.
Parece que Orfeo ha querido declarar abiertamente que su relato era absolutamente una ficción, por la poca verosimilitud que ha puesto en él, pero Apolonio de Rodas aún ha pujado mucho sobre Orfeo. Los argonautas, según él, habiendo recordado que Fineo les había recomendado volver a Grecia por una ruta diferente de la que habían tenido yendo a Cólquide y que esta ruta había sido marcada por los sacerdotes de Tebas en Egipto, entraron en un gran río que se les cortó y no pudieron seguir. Fueron obligados a llevar el barco sobre sus espaldas durante doce días hasta que encontraron el mar, siendo perseguidos por Absirto, hermano de Medea, del que se defendieron cortándolo en pedazos.
Entonces el roble de Dodona pronunció un oráculo que predecía a Jasón que no volvería a ver su patria si no se sometía a la ceremonia de expiación por esta muerte. En consecuencia, los argonautas tomaron la ruta de Aea, donde Circe, hermana del rey de Colcos y tía de Medea, tenía su morada. Ella hizo todas las ceremonias usadas en las expiaciones y después los despidió. Su navegación fue dichosa durante algún tiempo, pero fueron arrojados sobre las Sirtes de África de donde sólo se retirarían con muchas fatigas y en las condiciones relatadas por Orfeo.
Es evidente que estos relatos son absolutamente falsos. Se excusa a estos autores por la falta de conocimiento de geografía y de navegación que en aquellos tiempos aún no estaba muy perfeccionado. Pero estos errores son tan groseros y tan evidentes, que el abad Banier, como muchos otros mitólogos que admiten la veracidad de esta expedición, no han podido evitar decir[1] que era el colmo de la ignorancia, así como una ficción pueril, que estos autores sólo se hayan dedicado a exponer lo que se sabía en su tiempo sobre los pueblos que habitaron aquellas lejanas comarcas. Este erudito mitólogo vio también que la mayor parte de estos pueblos son desconocidos y no existieron en el tiempo de Orfeo, o de Onomácrito. Sin embargo era necesario encontrar en estos poetas algunas cosas sobre las cuales el abad Banier pudiera establecer su sistema histórico. Apolonio le ha proporcionado un fundamento bien poco sólido en verdad. Son las pretendidas columnas de Cólquide, sobre las cuales este poeta dice que habían grabadas todas las rutas conocidas en aquel tiempo.
Según este mitólogo, Sesostris es precisamente quien hizo levantar estas columnas. Desgraciadamente Sesostris vino al mundo mucho tiempo después de esta pretendida expedición, aún admitiendo la realidad de este viaje en el tiempo en el que este erudito fijó la época. Pero esta dificultad no tenía consecuencia para él. Apolonio –dice– poseía sin duda la historia de Sesostris, y aunque fue posterior a la expedición de los argonautas, ha podido hablar anticipadamente de los monumentos que este conquistador dejó en Cólquide. Dejo al lector juzgar la solidez de esta prueba.
Yo prefiero explicar a Apolonio por él mismo y decir con él que la ruta que ha hecho hacer a los argonautas es la misma que les había sido marcada por los sacerdotes de Egipto.
Esto es insinuar claramente que todo es una pura ficción y un relato alegórico de lo que pasa en las operaciones del arte sacerdotal o hermético. Era de estos mismos sacerdotes que Orfeo, Apolonio y muchos otros habían tomado la ruta que se había de recorrer para llegar al fin que se propone la práctica de este arte. Parece ser, pues, que estas pretendidas columnas eran de la misma naturaleza que las de Osiris, de Baco, de Hércules, es decir, la piedra al blanco y la piedra al rojo, que son los dos términos de los viajes de estos héroes. Las faltas de geografía que se reprocha a estos poetas, sólo son faltas cuando son consideradas desde el punto de vista que presentaría una historia verdadera, pero de ningún modo en una alegoría de este género, puesto que allí todo conviene perfectamente.
Los lugares que se encontrarían naturalmente siguiendo la ruta de Cólquide a Grecia, no habrían sido propuestos para expresar las ideas alegóricas de estos poetas que, sin preocuparse mucho de conformarse a la geografía, han sacrificado la verdad por aquella que tenían a la vista. Yendo de Grecia a Cólquide todo se encuentra dispuesto como le era preciso, Lemnos se presenta primero, después de esto vienen las Cianeas y todo el resto, pero Fineo tenía razón al prescribirles otra ruta para la vuelta, porque la operación figurada mediante este retorno, debía ser parecida a la que era figurada por el viaje a Colcos, no habrían encontrado una Lemnos al salir de Fasis, ni las rocas Cianeas. Hubiera sido invertido el orden de lo que debía de acontecer en esta última operación.
La disolución de la materia, el color negro que le debe suceder y la putrefacción designada por Lemnos y el mal olor de las mujeres de esta isla, estarían entonces encontradas en el relato, al final de la obra, en lugar del comienzo, que es donde deben de aparecer, puesto que son la clave. Era preciso, pues, imaginar otra alegoría a riesgo de apartarse de lo verosímil en cuanto a la geografía. Esta disolución ha sido designada en el retorno por la muerte de Absirto y la división de sus miembros, por el presente que Eurípilo hizo a Jasón, es decir, un terrón de tierra que cae al agua, donde Medea habiéndola visto disolverse predijo muchas de las cosas favorables para los argonautas. Esta tierra es la de los filósofos que está formada de agua, para lograrlo es preciso reducirla a su primera materia, que es el agua, es por lo que se figura que un hijo de Neptuno había hecho este presente y que había sido dado en custodia a Eufemo, hijo del mismo dios y de Mecioni, u Oris, hija del río Eurotas, otros le dan por madre a Europa, hija del famoso Titio.
[1] . Banier, Ibid. p. 242.
Parece que Orfeo ha querido declarar abiertamente que su relato era absolutamente una ficción, por la poca verosimilitud que ha puesto en él, pero Apolonio de Rodas aún ha pujado mucho sobre Orfeo. Los argonautas, según él, habiendo recordado que Fineo les había recomendado volver a Grecia por una ruta diferente de la que habían tenido yendo a Cólquide y que esta ruta había sido marcada por los sacerdotes de Tebas en Egipto, entraron en un gran río que se les cortó y no pudieron seguir. Fueron obligados a llevar el barco sobre sus espaldas durante doce días hasta que encontraron el mar, siendo perseguidos por Absirto, hermano de Medea, del que se defendieron cortándolo en pedazos.
Entonces el roble de Dodona pronunció un oráculo que predecía a Jasón que no volvería a ver su patria si no se sometía a la ceremonia de expiación por esta muerte. En consecuencia, los argonautas tomaron la ruta de Aea, donde Circe, hermana del rey de Colcos y tía de Medea, tenía su morada. Ella hizo todas las ceremonias usadas en las expiaciones y después los despidió. Su navegación fue dichosa durante algún tiempo, pero fueron arrojados sobre las Sirtes de África de donde sólo se retirarían con muchas fatigas y en las condiciones relatadas por Orfeo.
Es evidente que estos relatos son absolutamente falsos. Se excusa a estos autores por la falta de conocimiento de geografía y de navegación que en aquellos tiempos aún no estaba muy perfeccionado. Pero estos errores son tan groseros y tan evidentes, que el abad Banier, como muchos otros mitólogos que admiten la veracidad de esta expedición, no han podido evitar decir[1] que era el colmo de la ignorancia, así como una ficción pueril, que estos autores sólo se hayan dedicado a exponer lo que se sabía en su tiempo sobre los pueblos que habitaron aquellas lejanas comarcas. Este erudito mitólogo vio también que la mayor parte de estos pueblos son desconocidos y no existieron en el tiempo de Orfeo, o de Onomácrito. Sin embargo era necesario encontrar en estos poetas algunas cosas sobre las cuales el abad Banier pudiera establecer su sistema histórico. Apolonio le ha proporcionado un fundamento bien poco sólido en verdad. Son las pretendidas columnas de Cólquide, sobre las cuales este poeta dice que habían grabadas todas las rutas conocidas en aquel tiempo.
Según este mitólogo, Sesostris es precisamente quien hizo levantar estas columnas. Desgraciadamente Sesostris vino al mundo mucho tiempo después de esta pretendida expedición, aún admitiendo la realidad de este viaje en el tiempo en el que este erudito fijó la época. Pero esta dificultad no tenía consecuencia para él. Apolonio –dice– poseía sin duda la historia de Sesostris, y aunque fue posterior a la expedición de los argonautas, ha podido hablar anticipadamente de los monumentos que este conquistador dejó en Cólquide. Dejo al lector juzgar la solidez de esta prueba.
Yo prefiero explicar a Apolonio por él mismo y decir con él que la ruta que ha hecho hacer a los argonautas es la misma que les había sido marcada por los sacerdotes de Egipto.
Esto es insinuar claramente que todo es una pura ficción y un relato alegórico de lo que pasa en las operaciones del arte sacerdotal o hermético. Era de estos mismos sacerdotes que Orfeo, Apolonio y muchos otros habían tomado la ruta que se había de recorrer para llegar al fin que se propone la práctica de este arte. Parece ser, pues, que estas pretendidas columnas eran de la misma naturaleza que las de Osiris, de Baco, de Hércules, es decir, la piedra al blanco y la piedra al rojo, que son los dos términos de los viajes de estos héroes. Las faltas de geografía que se reprocha a estos poetas, sólo son faltas cuando son consideradas desde el punto de vista que presentaría una historia verdadera, pero de ningún modo en una alegoría de este género, puesto que allí todo conviene perfectamente.
Los lugares que se encontrarían naturalmente siguiendo la ruta de Cólquide a Grecia, no habrían sido propuestos para expresar las ideas alegóricas de estos poetas que, sin preocuparse mucho de conformarse a la geografía, han sacrificado la verdad por aquella que tenían a la vista. Yendo de Grecia a Cólquide todo se encuentra dispuesto como le era preciso, Lemnos se presenta primero, después de esto vienen las Cianeas y todo el resto, pero Fineo tenía razón al prescribirles otra ruta para la vuelta, porque la operación figurada mediante este retorno, debía ser parecida a la que era figurada por el viaje a Colcos, no habrían encontrado una Lemnos al salir de Fasis, ni las rocas Cianeas. Hubiera sido invertido el orden de lo que debía de acontecer en esta última operación.
La disolución de la materia, el color negro que le debe suceder y la putrefacción designada por Lemnos y el mal olor de las mujeres de esta isla, estarían entonces encontradas en el relato, al final de la obra, en lugar del comienzo, que es donde deben de aparecer, puesto que son la clave. Era preciso, pues, imaginar otra alegoría a riesgo de apartarse de lo verosímil en cuanto a la geografía. Esta disolución ha sido designada en el retorno por la muerte de Absirto y la división de sus miembros, por el presente que Eurípilo hizo a Jasón, es decir, un terrón de tierra que cae al agua, donde Medea habiéndola visto disolverse predijo muchas de las cosas favorables para los argonautas. Esta tierra es la de los filósofos que está formada de agua, para lograrlo es preciso reducirla a su primera materia, que es el agua, es por lo que se figura que un hijo de Neptuno había hecho este presente y que había sido dado en custodia a Eufemo, hijo del mismo dios y de Mecioni, u Oris, hija del río Eurotas, otros le dan por madre a Europa, hija del famoso Titio.
[1] . Banier, Ibid. p. 242.
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