domingo, mayo 13, 2007

Historia de Atalanta



La fábula de Atalanta está ligada de tal manera con la del jardín de las Hespérides que depende de ella absolutamente, puesto que Venus tomó de allí las manzanas que dio a Hipómenes. Ovidio sin duda había aprendido de algún antiguo poeta que Venus había cogido estas manzanas en el campo Damaseo de la isla de Chipre.[1] El inventor de esta circunstancia ha hecho alusión al efecto de estas manzanas, puesto que el nombre de este campo donde se supone que crecían, significa vencer, domar, de δαμάω, subigo, domo; cualidad que tienen las manzanas de oro del jardín filosófico, lo que está tomado de la naturaleza misma de la cosa, como veremos después.
Se ha variado sobre los parientes de esta heroína, unos la tienen con Apolodoro como hija de Jafo y otros como hija de Esqueneo, rey de Arcadia. Algunos autores han supuesto otra Atalanta, hija de Metalión, de la que dicen que era tan ligera en la carrera que ningún hombre, por vigoroso que fuera, podía atraparla. El abad Banier parece distinguirla de aquella que asistió a la caza del jabalí de Calidón, pero los poetas la hacen comúnmente hija de Esqueneo, rey de Eschitre.
Era virgen y de una sorprendente belleza. Había resuelto conservar su virginidad,[2] porque al haber consultado el oráculo para saber si debía de casarse, le respondió que no debía ligarse con un esposo, pero que sin embargo no lo podría evitar. Su belleza le atrajo muchos amantes, pero los alejaba a todos mediante las duras condiciones que imponía a los que pretendían desposarla. Les proponía disputar con ella una carrera, con la condición que corrieran sin armas, que los seguiría con un venablo y a los que pudiera atrapar antes de llegar a la meta los mataría con esa arma, pero que el primero que llegara antes que ella sería su esposo. Muchos lo intentaron y perecieron. Hipómenes, biznieto del dios de las aguas,[3] impresionado él mismo del conocido valor y de la belleza de Atalanta no se echó atrás por la desgracia de los otros pretendientes de esta valerosa hija.
Invocó a Venus y obtuvo tres manzanas de oro. Provisto de esta ayuda se presentó para correr con Atalanta en las mismas condiciones que los otros. El amante, según lo convenido, pasó delante, Hipómenes mientras corría dejó caer diestramente estas tres manzanas a cierta distancia una de la otra y Atalanta se entretuvo en recogerlas, él siempre tuvo ventaja y llegó primero a la meta. Mediante esta estratagema venció y desposó a esta princesa. Como ella amaba mucho la caza, practicaba a menudo este ejercicio. Un día que estaba muy fatigada, se sintió alcanzada por una violenta sed junto a un templo de Esculapio. Golpeó una roca, dice la fábula, e hizo salir una fuente de agua fresca con la que se sació. Pero seguidamente profanó con Hipómenes un templo de Cibeles, él fue transformado en león y Atalanta en leona.
Es vano querer considerar esta ficción como una verdadera historia, pues todas las circunstancias tienen un aire fabuloso. Aquellos que encuentran en todas las fábulas reglas para aplicar a las costumbres ¿podrían salir airosos diciendo que esta fábula es el retrato de la avaricia y de la voluptuosidad? o que esta rapidez en la carrera ¿indica la inconstancia que sólo puede ser fijada por el atractivo del oro? y que sus metamorfosis en animales ¿hace ver el embrutecimiento de aquellos que se libran sin moderación a la voluptuosidad? Todo ello no encuentra dificultad en mi sistema. Atalanta tiene a Esqueneo por padre o una planta que crece en los pantanos de σχοϊνος, juncus, (junco), era virgen y de una sorprendente belleza, tan ligera en la carrera que le pareció a Hipómenes que corría tan veloz como vuela una flecha o un pájaro.
El agua mercurial de los filósofos tiene todas estas cualidades; es una virgen alada, extremadamente bella,[4] nacida del agua cenagosa del mar o del lago filosófico. Tiene las mejillas coloradas y es nacida de sangre real, tal como Ovidio nos representa a Atalanta, en el lugar citado: Inque puellari corpus candore, ruborem traxerat. Nada más volátil que esta agua mercurial; no es sorprendente, pues, que sobrepase a todos sus amantes en la carrera. Así mismo los filósofos a menudo le dan los nombres de flecha y de pájaro. Fue con estas flechas con las que Apolo mató a la serpiente Pitón; Diana las empleaba en la caza y Hércules en los combates que tuvo contra ciertos monstruos; la misma razón ha hecho suponer que Atalanta mataba con un venablo, y no con una pica, a aquellos que corrían delante de ella, Hipómenes fue el único que la venció, no solamente porque era descendiente del dios de las aguas, y en consecuencia de la misma raza que Atalanta, sino porque obtuvo la ayuda de las manzanas de oro del jardín de las Hespérides, que no son otra cosa que el oro o la materia de los filósofos fijada y fijativo.


Sólo este oro es capaz de fijar el mercurio de los sabios coagulándolo y transformándolo en tierra. Atalanta corre, Hipómenes corre a causa de ella, porque es una condición sin la cual no podría desposarla. En efecto, es absolutamente requerido en la obra que el fijo sea primeramente volatilizado antes de fijar al volátil y en consecuencia la unión de los dos no puede hacerse antes de esta sucesión de operaciones; es por lo que han figurado que Hipómenes había dejado caer sus manzanas a cierta distancia una de otra. Finalmente Atalanta se enamoró de su vencedor, el esposo, y viven juntos en buena inteligencia y se hacen inseparables, pero se dan aún a la caza, es decir, que después de que la parte volátil está reunida con la fija, se produce el matrimonio, es este famoso matrimonio del que los filósofos hablan en todos sus tratados.[5] Pero como la materia entonces no está absolutamente fija, se supone a Atalanta y a Hipómenes todavía dedicados a la caza.
La sed de la que Atalanta es alcanzada es la misma que aquella que abrasaba a Hércules y a los argonautas cerca del jardín de las Hespérides, y este pretendido templo de Esculapio sólo difiere de este jardín en el nombre. Hércules en el mismo caso hizo salir, como Atalanta, una fuente de agua viva de una roca, pero a la manera de los filósofos, cuya piedra se transforma en agua. Pues como dice Sinesio,[6] todo nuestro arte consiste en saber sacar el agua de la piedra o de nuestra tierra y en remitir este agua sobre su tierra. Ripley se explica poco más o menos en los mismos términos: Nuestro arte produce el agua de la tierra y el aceite de la roca más dura. Si no cambiáis nuestra piedra en agua, –dice Hermes–[7] y nuestra agua en piedra, no lo lograréis. He aquí la fuente del Trevisano y el agua viva de los sabios. 
Sinesio, al que acabamos de citar, había reconocido en la obra una Atalanta y un Hipómenes, cuando dice:[8] Sin embargo si ellos piensan entenderme sin conocer la naturaleza de los elementos y de las cosas creadas y sin tener una noción perfecta de nuestro rico metal, se engañarán y trabajarán inútilmente. Pero si conocen las naturalezas que huyen y las que siguen, podrán, por la gracia de Dios, llegar donde tienden sus deseos. Michel Maier ha hecho un tratado de emblemas herméticos, que ha intitulado Atalanta Fugiens. 
Aquellos de entre los antiguos que han dicho que Hipómenes era hijo de Marte, en el fondo no son nada contrarios a los que dicen que descendió de Neptuno,[9] puesto que el Marte filosófico se forma de la tierra proveniente del agua de los sabios, al que también llaman su mar. Esta materia fija es propiamente el dios de las aguas, de ella es compuesta la isla de Delos, de la que se dice que Neptuno fijó para favorecer la retirada y el parto de Latona, donde puso en el mundo a Apolo y a Diana, es decir, la piedra al blanco y la piedra al rojo, que son la Luna y el Sol de los filósofos y que no difieren en nada de Atalanta cambiada en leona y de Hipómenes metamorfoseado en león. 
Son el uno y el otro de una naturaleza ígnea y de una fuerza capaz de devorar los metales imperfectos, representados por los animales más débiles que ellos, y de transformarlos en su propia substancia, como hace el polvo de proyección al blanco y al rojo, que transmuta estos bajos metales en plata o en oro, según su cualidad. El templo de Cibeles donde se produjo la profanación que ocasionó la metamorfosis, es el vaso filosófico en el cual está la tierra de los sabios, madre de los dioses químicos.
Aunque Apolodoro haya seguido una tradición un poco diferente de la que acabamos de referir, el fondo es el mismo y se explica también fácilmente. Según este autor, ella fue expuesta desde su nacimiento en un lugar desierto, encontrada y llevada por cazadores, lo que le hizo tomar mucho gusto por la caza. Se encontró a aquel monstruoso jabalí de Calidón, luego los combates y los juegos instituidos en honor a Pelias, donde luchó contra Peleo y se llevó el premio. Después encontró a sus parientes, que la apremiaron a casarse y ella consintió en desposar a aquel que pudiera vencerle en la carrera, tal como se ha dicho. El desierto donde Atalanta es expuesta es el lugar mismo donde se encuentra la materia de los filósofos, hija de la Luna, según Hermes:[10] su padre es el Sol, su madre la Luna, el viento lo ha llevado en su vientre, la Tierra es su nodriza, pues Atalanta tenía a Menalion por madre, que parece venir de μηνη, Luna, y de λήιον, seges, (mies).
Los cazadores que la encontraron son los artistas a los que Raimon Llull[11] da el nombre de cazadores en esta misma circunstancia. El artista con cuidado, la pone en el vaso y le da el gusto por la caza, es decir, la dispone para la volatilización; cuando tuvo la edad de sostener la fatiga, en la que fue ejercitada, asistió a la caza del jabalí de Calidón, es decir, al combate que se da entre el volátil y el fijo, donde el primero actúa sobre el segundo y lo vence como Atalanta hirió la primera con una flecha al fiero animal y fue causa de presa, es por lo que se le adjudicó la cabeza y la piel. 
A este combate sucede la disolución y la negrura, representadas por los combates instituidos en honor de Pelias, como lo veremos en el cuarto libro. En fin, tras haberse llevado el premio contra Peleo encontró a sus parientes, es decir, que después de que el color negro ha desaparecido la materia empieza a fijarse y a volverse Luna y Sol de los filósofos, que son el padre y la madre de su materia. El resto ha sido explicado antes.

[1] . Ovidio, Metamorfosis, lib. 10, fab. 2.
[2] . Ovidio, op. cit.
[3] . Ovidio, ibid.
[4] . Tomad la Virgen alada después de haberla lavado bien, purificado y preñado con la simiente espiritual del primer macho, pero que, sin embargo, permanezca todavía virgen e impoluta, por más que esté en cinta; la descubrirás por sus mejillas teñidas de un color rojo. Espagnet, La Obra Secreta de la Filosofía de Hermes. Canon 58.
[5] . Espagnet, La Obra secreta de la Filosofía de Hermes, can. 58.
[6] . Sinesio, Sobre la obra de los Filósofos.
[7] . Hermes, Los Siete Capítulos.
[8] . El Trevisano, Filosofía de los Metales.
[9] . Hipómenes se acercó a la suspirante y sudorosa vencedora y le dijo ¿por qué no aceptas mi desafío? Sospechas que voy a vencerte ¿verdad? Pues si es así no te pesará, yo soy noble, hijo de Meagro y biznieto de Neptuno. Ovidio, Metamorfosis, lib. X, fáb. XI.
[10] . Hermes, La Tabla de Esmeralda.
[11] . Raimon Llull, Teórica Testamento, cap. 18.



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