martes, abril 17, 2012

Arcana arcanissima-7, LA GUERRA DE TROYA

LIBRO VI

LA GUERRA DE TROYA

I. SEIS ARGUMENTOS QUE PRUEBAN QUE LA GUERRA DE TROYA SÓLO ES UNA LEYENDA


Querer, como algunos pretenden, rememorar la ruina de Troya, mientras que hay tantas citas que afirman que fue construida por los troyanos exiliados después de esta guerra,[1] equivaldría a blanquear un etiopio o a perder todo su aceite y toda su pena. He aquí por qué no nos endosamos tal carga. Sin embargo pensamos poder mostrar como con el dedo, sucintamente y sólidamente, cuán cerca está el asunto de ser una fábula o una historia jamás ocurrida, dejando a cada uno, eso sí, la libertad de ostentar su propio juicio, en tanto que se pueda creer o no la realidad de los hechos sin herir la conciencia de nadie.

Sin embargo lo que vamos a decir no deseamos someterlo al dardo más que natural de las críticas. Con el viento de sus palabras tendrían facilidad en disipar estos propósitos u otros del mismo tipo, a pesar de la verdad inquebrantable de la cosa.

¡No! Pues es para los cándidos amantes de la física secreta para quien los proponemos y es a su juicio a quien los entregamos.

Hay un tal Dictis de Creta que “cretiza[2] haber estado allí en el momento de la guerra de Troya. Pero como no conocía la gran época antigua que debía extenderse más allá de Hesiodo y de Homero, aunque parece haber tomado prestado de ellos todo lo que allí incumbe, lo omitiremos en tanto que autor facticio y fabuloso que ha editado este escrito bajo un falso nombre y con otra intención.

1. LOS FUNDADORES DE TROYA SON LEGENDARIOS

He aquí el primer elemento que demuestra que la guerra de Troya toca a la fábula: todos los fundadores de Troya son legendarios, y sacan su origen de la genealogía de dioses fabricados; es el caso de Tros o de Laomedón, al cual Neptuno y Apolo han otorgado su participación durante la construcción de los muros por una determinada recompensa (es Júpiter quien se los ordenó porque querían liar a Júpiter y a los otros dioses, o porque aquel había matado a los Cíclopes con sus flechas). Así Ovidio, en la Epítola de Paris, describe en estos versos cómo Apolo participa en la edificación de las murallas de Troya tocando su lira:

Tú verás a Ilión, y sus firmes murallas de altas torres, construidas por el son de la lira de Febo.[3]

Virgilio cuenta que estas murallas han sido fabricadas en otro tiempo por la mano de Vulcano.[4] Y si esto es tal como lo hemos olfateado, si esto se produce por el artificio de Vulcano, estas murallas no existen sin fuego.

Neptuno, al que se considera como dios del agua, ha aportado su ayuda a Vulcano, pues en los dominios humanos tenemos comúnmente necesidad del agua y del fuego, hasta el punto de no poder hacer casi nada sin ellos. Así aquellos que se veían privados del agua y del fuego eran, por así decirlo, privados de vida civil y de la posibilidad de frecuentar a los hombres.

Pues en este artificio, que sin ninguna duda Homero ha ido a buscar a Egipto para transmitirlo a sus sucesores, el fuego y el agua son necesarios, es decir, Vulcano y Neptuno o sus funciones. Es por lo que Aros y Calib dicen:

En toda nuestra obra, el mercurio (que se refiere al agua) y el fuego te son suficientes, en el medio y en el fin, pero no al comienzo.[5]

Pues también hay otras cosas que deben ser descartadas por la fuerza de Vulcano.[6]

No hay nada de increíble en el hecho de que las piedras acudieran por ellas mismas a las murallas en construcción por su propio gusto y espontáneamente cada una a su lugar, puesto que Apolo tocaba la cítara a ritmo. Piedras, bestias salvajes e incluso árboles, estupefactos por el canto de Orfeo, dejaban su lugar para acudir donde él estaba.

Este canto producía el mismo efecto sobre la nave Argo guardando así su curso en línea recta, pero empezaba a errar sobre las olas cuando el canto cesaba. Hemos aportado este hecho más arriba. Para los paganos esto constituía sus artículos de fe, pero no para nosotros.

La verdad es que es evidente que los primeros autores han escrito estas historias alegóricamente, como ellos lo han hecho para Atenas de la que dicen que en parte fue fundada por Neptuno y en parte por Palas, probablemente han querido entender por ello que florecía gracias a las artes de Palas y que gozaba de los dones de Neptuno puesto que era marítima y enviaba cantidad de barcos a la mar.

Pero en realidad, una es la razón para Troya y otra la de Atenas. Pues ésta fue durante largo tiempo maestra de Grecia y ha alimentado a muchos e ilustres genios. Era conocida por sus armas y sus letras mientras que fue floreciente, como así lo resaltan los textos históricos. Al contrario de Troya que fue impedida de serlo cuando aún no había comenzado. Sobre su caída numerosos autores han multiplicado sus escritos, pero sobre su reino, sobre las hazañas de sus reyes, nada, absolutamente nada. Sólo se trata de su ruina. Y aquel que es reputado como constructor de esta Troya tan célebre y popular tiene un hijo que ha visto su ruina.

Como si, políticamente hablando, fuera posible que una enorme ciudad sea fundada por uno solo y que haya poseído tales fuerzas como para resistir durante mucho tiempo a un poderoso ejército de griegos. Es evidente que para el crecimiento de grandes ciudades, un asiento real mantenido durante mucho tiempo tiene un valor muy importante, además de otras ventajas de la región. Para sea lo que sea, raramente se empieza a lo grande desde el principio, mientras que lo que debe durar muy a menudo proviene de un pequeño origen. Y como se dice vulgarmente, “lo que rápido se hace, rápido perece”.

Pues se dice que Troya fue fundada por Laomedón y se considera que creció con una rapidez increíble hasta llegar a ser una ciudad enorme. Se presume que fue no solamente muy popular y poderosa, sino que también se dice que allí se encontraban los artistas y las pinturas más sutiles. Y esto en un pequeño lapso de tiempo, el de un solo rey. Esto no ha podido suceder. Pero así como ha sido llevada a la cima de la dignidad, igualmente ha sido reducida a cenizas, por un solo y mismo autor, hasta el punto de que un poeta ha dicho y no sin verdad:

Es el campo donde estaba Troya.[7]

Efectivamente, ha sido destruida en presencia de las cenizas de su constructor, Laomedón, como se mostrará más adelante.

Además de esto si se hace una buena indagación sobre el origen del mismo Laomedón, se encontrará que se trata de un personaje legendario como todos sus ancestros. Es decir, que nace de personas que jamás han existido en realidad, tomados en gran parte por los dioses que a su vez ellos mismos descendían del Cielo y de la Tierra. Esto ha sido suficientemente evidenciado en el libro III.

2. LOS DEFENSORES DE TROYA SON LEGENDARIOS

La segunda razón es que también son legendarios y fabulosos todos aquellos que han construido Troya y la han defendido en el momento de su toma. Cualquiera puede verificar sus genealogías y sus increíbles aventuras puesto que ello se encuentra al alcance de todos.

Pues después de Homero ¿Quién ha olvidado la ruina de Troya y sus vestigios? ¿Quién no habría reconocido a Príamo, el desgraciado padre de tantos hijos, que anteriormente tenía el nombre de Podarco? ¿Quién no conoce a su esposa Hécuba? ¿Cuáles son las orejas que no han oído hablar del sueño que tuvo cuando estaba en cinta de Paris? ¿Quién no ha leído u oído la Ilíada de los infortunios?

Allí es donde se encuentra la destacable prueba de que la lengua de los frigios era muy diferente de la lengua de los griegos y de los otros pueblos, sin embargo se aprecia que los nombres de todos los troyanos son puramente griegos y de origen griego. Está establecido que los frigios tenían un idioma diferente al de los griegos, puesto que Frigia se encuentra sobre las últimas riberas del Asia menor, y que los griegos no habitaban allí en aquel tiempo antes de Alejandro el Grande. Más bien eran los colquidianos y los colonos egipcios quienes la ocupaban, ya lo hemos dicho más arriba, y esas gentes tenían una lengua muy diferente de la que se usaba en Grecia.

Además, y esto resalta de la historia que he aquí es mencionada por Herodoto: había un rey (egipcio) que tenía una discusión con las naciones vecinas y que cada una de ellas pretendía tener la lengua más antigua, confió un bebé a un pastor del desierto ordenándole que nadie profiriera palabra alguna en presencia del niño y que se pusiera atención a la primera palabra que pronunciara. Se le alimentó con leche de cabra y al cabo de un año y medio el niño que ya tenía hambre se puso a gritar cuando el pastor se acercaba: “Beccum, beccum”, como si quisiera comer. Se le comunicó al rey que enseguida hizo una indagación para saber lo que significaba beccum. Se encontró que la palabra beccum era del frigio y significaba “pan”, que era lo que el niño reclamaba. Y es así como el mérito de la antigüedad permanece entre los frigios.[8]

Sin embargo los egipcios objetaron que no había nada sorprendente en que la primera palabra que salió de la boca del niño fuera el sonido beccum, pues regularmente lo había oído emitir por la cabra, su nodriza, por lo tanto lo había aprendido antes que ningún otro sonido.

Resumiendo, puesto que todos los nombres troyanos son nombres griegos y de ello se infiere fácilmente que han sido dados a los niños por sus padres griegos, es decir, por los poetas y los escribanos, todo ello no es otra cosa que el efecto de una invención y una ficción griegas.

Además de esto y para confirmar el mismo razonamiento, está el hecho de que todos los troyanos, así como los sitiadores griegos, no solamente sacan su origen de los dioses y descienden, según la tradición, de un principio que jamás ha existido, sino que igualmente han sido muertos de muerte indigna y han ido poco más o menos que a la nada, exceptuando aquellos que han ganado las orillas extranjeras, y han dejado una progenie que iba a dominar numerosas y enormes ciudades que luego se construirían, según lo que se puede ver en muchos autores. Tales fueron los hermanos de Jasón y de Cadmo, nacidos espontáneamente de la tierra por un súbito prodigio de la naturaleza, luego desaparecieron todos a la vez, hasta el punto que no hubo uno sólo que contara a los otros el desastre de los supervivientes.

Así, en los dos campos, tanto el troyano como el griego, han aniquilado en poco tiempo a sus enemigos así como a sus descendientes, y finalmente ellos son extinguidos a causa de un fatum sorprendente. La causa es que en la realidad, es decir, en el primer sentido, no han tenido lugar. Ellos no han sido más que en figuración, es decir, en segundo grado.

3. LAS CAUSAS DEL SITIO DE TROYA SON LEGENDARIAS

La tercera razón es que las causas que concurren en el sitio de Troya y en su destrucción son inventadas y fabulosas. Pues igual que en un huevo se encuentra potencialmente el pollo, y que en la manzana se encuentra el manzano, así mismo en una manzana y un huevo, se encuentra oculta toda la guerra de Troya y los griegos y empieza a existir según su virtud.

Que se quite la manzana y el huevo como se retira un segundo plato, las golosinas o un desierto, o que se imagine que estos dos alimentos no han existido o no eran así y toda la guerra de Troya desaparece. Pues sin el huevo no hay Helena, premio a tanta fatiga, la más bella de las mujeres nacida, contra toda regla humana, de un huevo, como hija de un cisne blanco, alimentada con leche de pollo y teniendo a Júpiter por padre.

Y sin la manzana de Eris no habría ningún contencioso por el mérito de belleza entre las diosas Juno, Palas y Venus. Nada de Paris como árbitro de las diosas, nada de Venus prometiéndole a Helena, y él no hubiera sido raptor ni adúltero. Nada de Menelao para recuperarla con la ayuda de los griegos, para vengar la injuria y para despoblar Troya. Dicho brevemente, quitada la causa el resultado sería así.

Y si quitamos a los dioses Neptuno, Apolo y Vulcano que han fundado Troya, Júpiter que ha quitado a Ganímedes de Laomedón por un incesto, si quitamos a las diosas Juno, Palas y Venus quienes por su querella han llevado adelante la antorcha de la guerra, si suprimimos a Peleo, Tetis, la diosa Eris y las otras, no les quedaría a los griegos la menor razón de alzarse en armas contra los troyanos. Es más, ningún motivo para Eneas y Ulises de ser durante tanto tiempo la presa de enormes olas a causa de la cólera de Venus hacia uno y de Juno hacia el otro.

Pero ya hemos demostrado más arriba lo que se comprendía primitivamente por los dioses y diosas de los paganos y por qué se ha llegado a la superstición humana. Nosotros pues, las hemos anulado. Entonces si el sueño de Hécuba no ha sido más que un sueño, es decir doblemente[9] nunca mejor dicho, ¿no es verdad que todo lo que depende de ello equivale a los sueños: el nacimiento de Paris, su educación, su arbitraje en el litigio, la promesa de una mujer, la expedición a Grecia, el rapto de la adúltera o la prostituta, dicho brevemente: todo lo que ha provocado el incendio de Troya?

Ya hemos demostrado en numerosos lugares que todo lo que se dice de Helena era legendario, ella fue la causa principal de la guerra de Troya, y los Argonautas sus hermanos, y esto calculando el tiempo mucho más lejano de lo que se cuenta que han vivido. Pero a decir verdad, los paganos han venido en ayuda de esta paradoja persuadiéndose de que Helena era de buena fe inmortal y nos lo enseñan en sus escritos para que nosotros les añadamos fe. Así Servio dice:

El tiempo indica que Helena era inmortal. Pues es cierto que sus hermanos han ido con los Argonautas. Los hijos de los Argonautas han luchado contra los tebanos, y son los hijos de esos lo que han hecho la guerra contra Troya. Si Helena no hubiera sido inmortal no habría podido perdurar tantos siglos, en esto no cabe ninguna duda.[10]

Nosotros negamos su inmortalidad, a menos que se la pruebe con otro argumento. Pues ella no ha durado todo aquel tiempo. Y se reconoce como fábula todo lo que se dice de Helena y de la guerra de Troya causada por ella. Para corroborar esto está lo que el mismo autor enseña, entre otras cosas, que Teseo anteriormente había confiado Helena a Proteo en Egipto,[11] el Proteo que algunos inventan que había sido rey de Egipto, como se dice más arriba.

4. EL TIEMPO ES IRREAL

El cuarto argumento sale del tiempo: ningún determinado autor podrá asignarle una realidad. Inspirándose en Varrón, Virgilio escribe que la toma de Troya tubo lugar trescientos años antes de la fundación de Roma.[12] Pero esto no ha siodo probado por ningún autor de la edad antigua.[13] Esto no sucede en Homero puesto que este no ha anotado intervalo de tiempo cierto a partir de un punto fijo o de una era; todos los personajes que describe, ya sean dioses, diosas, ninfas, héroes o heroínas, los ha situado de manera indefinida; por lo que queda claro que todos son ficticios y que por así decirlo, flotan en un inmenso océano y que se les puede reconocer según las invariables circunstancias.

Aquellos que después de Homero hacen mención de una fecha para la caída de Troya, necesariamente tienen que alegar autores verídicos o sino ellos mismos se convertirían en inventores de esta ficción.

Así Varrón que ha ensayado llevar la teología de los paganos a una causa ya sea civil, poética (como dice san Agustín),[14] o fabulosa, o bien sea física o natural, ha tomado prestado de Homero el tiempo de la expedición troyana. Ha sido el primero en expresar, sin tener duda alguna, una cifra precisa para los años en los que se habría desarrollado. Este número lo ha inventado él mismo de su cabeza, y es, junto a la mayor parte de otros sujetos, muy sólidamente refutado por san Agustín en los lugares citados.[15] Tito Livio ha seguido a Varrón y los otros lo han seguido también, confirmando los romanos la cosa como cierta, mientras que jamás había sido real.

Además, sobre el mismo Homero, de cuando vivió, de qué región era, dónde fue enterrado, todo esto no suscita más que controversias entre los autores, y nada hay de menos seguro que todo eso, como lo anota Tomás Valois en estos términos:

En cuanto al tiempo de Homero es suficientemente poco seguro, vista la discordancia de los autores que mencionan su época. Sin embargo todos están de acuerdo en esto, y es que vivía antes de Rómulo, como así lo dice san Agustín en la Ciudad de Dios (XXII, 6), y Eusebio y Jerónimo en las Crónicas, así como Aulu-Gelle en el libro IX. Eutropo establece que Homero ha vivido en el tiempo de Agrippa Silvio, rey de los albanos, al que sucedió Arenio Silvio que reinó diez y nueve años, seguido de Aventino Silvio durante treinta y cuatro años, después del cual Procas Silvio reinó veintidós años. Este fue seguido de Amulio que reinó hasta siete años después de que naciera Rómulo. Y así, Homero ha precedido a Rómulo en ochenta y dos años.[16]

Cicerón, en el Pro Archia, indica que siete ciudades se atribuyen a Homero como conciudadano, entre las cuales cita a Esmirna, Quios, Salamina, Colofón y otras.[17]

Aulu-Gelle dice que hay quien afirma que era egipcio.[18] Aristote relata que nació en la isla de Ios.[19]

Abandonemos, pues, todas estas incertidumbres sobre Homero, incluso si algunos han utilizado verosímiles conjeturas sobre su época. Si ni Homero ni ningún otro autor más antiguo permite establecer con la más absoluta verdad cuándo pasó esta ruina de Troya tan célebre, nada impide que sea una fábula; al contrario, más bien lo prueba. Pues los tiempos deben corresponder a los tiempos, lo mismo que las cosas a las cosas y las personas a las personas, si aparece la verdad.

Los ejemplos volverán la cosa más clara: por las búsquedas históricas se conocen cuales eran los reyes que reinaban en Egipto y en qué año nació Moisés.

Así sabemos quién dominaba el mundo cuando el Cristo nació y lo que sucedió a los emperadores ya sean anteriores o posteriores a él. Sabemos bajo qué cónsules fue destruida Corinto y derrocada Cartago, así como otros muchos acontecimientos.

Entonces si Troya fue destruida, es imposible que no exista una memoria exacta del tiempo y de los personajes que también se haya transmitido a los siguientes.

Pero por lo que Homero ha escrito de Eneas,[20] que había alcanzado Italia huyendo de Troya, hace que los autores romanos estén suficientemente servidos para ampliar la autoridad de su ciudad; ellos han hecho descender a Rómulo, si place a los dioses, de los descendientes de este Eneas, al menos en lo que concierne a su madre, pues como padre le han asignado un ser mucho más noble que el hombre: el dios Marte. Y como se dice que Eneas ha nacido de Venus, con gusto se ha reconocido en Rómulo una raza maternal venusiana y una raza paternal marciana. Como es un glorioso título para una ciudad el hecho de tener un fundador que ha nacido en condiciones que sobrepasan lo ordinario de los humanos, también se le ha contado desde su nacimiento entre los dioses. Es Agustín quien lo señala, después de Cicerón, y trata a los paganos en estos términos:

En cuanto a Rómulo, se oye y se lee que él ha fundado Roma y que ha reinado allí. Esto no es porque lo que había sido profetizado anteriormente se hubiera realizado. Dicho de otra manera, el hecho de que haya sido recibido entre los dioses las letras lo tienen por creído, sin enseñar lo que ha sucedido. Ciertamente por ninguno de los signos que anuncian estos sorprendentes acontecimientos se demuestra que realmente haya sucedido. Honestamente, esta loba nodriza de los dos hermanos, historia que parece haber sido un gran milagro, ¿en qué denota de manera grandiosa a un dios?

Pues lo que es seguro es que incluso si esta loba no ha sido una madrastra, sino una bestia, el milagro habría sido común a los dos hermanos. Pues el hermano no está considerado como un dios.[21]

Y no sólo se presupone que Rómulo ha nacido de Venus y de Marte (quien buscaba renovar su antiguo concubinato, cuando Vulcano los encadenó) y haber sido alimentado por una loba por lo que habría ganado su divinidad. También sería el fruto de un abominable incesto de una virgen consagrada a Vesta que era pariente de Vulcano (y las vestales cuya pudicia era corrompida eran enterradas vivas entre los romanos, lo que resulta de las investigaciones históricas).

Rómulo empezó su reinado con un fratricidio.

Algunos escriben sin mentir y demuestran que este reino ha sido fundado y denominado por un águila o más exactamente su augurio (es decir, bajo los auspicios de Rómulo y Remo), que ha sido protegido y defendido por una oca (cuando los galos irrumpieron en el Capitolio) y que ha sido gobernado y dirigido por una gallina y sus polluelos (esta gallina había caído de las garras de un águila en el regazo de Libia y había dejado una raza de tal manera dichosa y sabia que los romanos no entraban jamás en guerra sin ir antes a consultar a los descendientes de esta gallina).

Y esto no es todo. El mismo Rómulo ennobleció su reino a penas empezado constituyendo un refugio al que acudían los hombres más audaces y lo engrandeció y lo estabilizó mediante el rapto de las mujeres sabinas.

Los paganos siempre han presentado a Marte y Venus como habiéndoles sido propicios, en tanto que dioses tutelares o como penates troyanos. Es contra ellos que Agustín discute en todos sus libros de La Ciudad de Dios, y con la más gran firmeza los refuta así como al paganismo y a los falsos dioses inventados:

Quizás se estime que ridiculizo las fábulas y que trato a la ligera una causa de tan gran peso. Por favor, no vamos a creer que Eneas sea hijo de Venus. He aquí lo que yo concedo: a condición de que Rómulo no lo sea de Marte. Por el contrario, si eso es verdad ¿por qué no lo sería esto? ¿Sería lícito que los dioses se uniesen a seres humanos hembras, e ilícito que hombres varones se mezclaran con las diosas? Dura condición, o más bien no creíble. Lo que ha sido permitido injustamente a Marte durante su concubinage con Venus ¿No estaría Venus ella misma en su propio derecho? Pero los dos casos son confirmados por la autoridad romana.[22]

E inmediatamente:

Alguien diría: ¿Y tú te crees eso? Yo no lo creo. Además, incluso uno de sus más sabios, Varrón, casi confiesa, aunque sin acabar de hacerlo, y sin confianza, que ello es falso.[23]

Y en el mismo sitio:

Pero abandonemos la cuestión de saber si Venus ha podido o no poner en el mundo a Eneas después de haberse acostado con Anquises, o si Marte ha engendrado a Rómulo acostándose con Ilia, la hija de Numitor.[24]

Así, es sorprendente que en plena luz de la fe cristiana se crea aún y se tome por una realidad la construcción de Troya de la susodicha manera, y su destrucción haciendo nacer de sus reliquias un reino romano tan importante, como un nuevo Fénix renacido de sus cenizas, mientras que todo lo que concierne a Troya es fabuloso al mismo tiempo que los dioses de las naciones más grandes.

Y a decir verdad, aquel que crea en la realidad de la existencia de Troya, pero sin una implicación de los dioses en su fundación o en su destrucción, no daría plena satisfacción a los paganos. Esto equivaldría a tratar de proteger de la furia de los vientos a una casa expuesta en el aire y construida sin columnas. Pues el fundamento de toda esta construcción y de esta destrucción de Troya, está establecido que son dichos dioses paganos. Entonces sin ellos no hay Troya; ningún autor de construcción o destrucción.

Así, están totalmente ciegos y privados de luz de razón aquellos que abrazan muy realmente la fe cristiana y al mismo tiempo presuponen o creen que Troya ha sido construida o destruida por tantos dioses.

En efecto, a partir del momento en que somos cristianos fieles, nos apoderamos tácitamente de Troya para desarraigarla. Pero si al contrario afirmamos con los paganos su existencia, también renunciamos tácitamente al cristianismo dando nuestro asentimiento a sus dioses.

5. EL LUGAR ES INEXISTENTE

El quinto argumento se toma del lugar que jamás ha existido.

Aquí es preciso saber que unos toman a Troya por la provincia en la que se encontraba la ciudad de Ilión. Otros la toman por la ciudad misma. La opinión de estos es la que ha prevalecido.

Se dice Ilión por la ciudadela, Frigia por la región, Troya por la ciudad.

En lo que concierne a la región, ya lo hemos señalado a menudo, no hay ninguna duda de ello: ha existido antiguamente y aún existe, aunque se llame con otro nombre, pero en lo que concierne a Troya hay controversia.

No negamos que quizás se pueda designar un lugar donde se presume que se erigió Troya, pero esta noción proviene de la descripción que da Homero. Él ha descrito (y otros poetas han hecho lo mismo), algunos lugares, montañas, mares, manantiales, corrientes de agua, bosque e islas; se ha mostrado como han nacido allí los dioses, qué memorables actos han llevado a cabo, sobre qué roca se han sentado, y una cantidad de cosas de este tipo que los paganos aceptaron a causa de su ceguera de espíritu.

Abrazaron estas leyendas como verídicas, sobre todo cuando se les fabricaba un dios compatriota. Ya lo hemos dicho, es el caso de los tebanos, los rodanos, los delianos, etc.

Incluso si quedan lugares, y casi monumentos y vestigios de lo que los poetas hacen mención, no se deduce de ello, por lo mismo, que lo que se atribuyó a los dioses fue verdaderamente real.

Los poetas que lo inventaban todo ellos mismos (personajes, dioses u hombres, épocas y acciones) en forma de hechos verosímiles y como sucedidos realmente, no podían ni debían inventar los lugares como si hablaran de otro mundo. Pues como los lugares son inmóviles, casi inmutables y duran siempre, el espíritu humano en busca de estas historias habría buscado los lugares donde se censaba haberse desarrollado estos acontecimientos. Al no encontrarlos en este mundo habrían reconocido inmediatamente que se trataba de leyendas.

Pero al contrario, sintiendo nombrar un lugar preciso, los paganos no se inquietaban a propósito de los personajes, de sus hazañas o de la época, puesto que estos tres elementos les parecían como mutables y por así decirlo invisibles. Ellos no negaban a los dioses tal como los poetas los habían fabricado. Bien al contrario, los aceptaban tal cual: libidinosos, adúlteros, incestuosos, conocidos por toda clase de crímenes, inducidos como estaban por una insensata persuasión, de manera que los poetas podían permitirse inventar lo que les parecía bien sobre los dioses poniéndolos así en sus espectáculos escénicos. De ninguna manera habrían podido actuar así para los hombres, lo que Agustín condena de la siguiente manera:

Los griegos piensan tener razón honrando a los hombres sobre el escenario, puesto que los maestros a los que rinden culto reclaman escenarios teatrales.

Los romanos no dejaban deshonrar por los actores ni a la tribu de la plebe ni con más razón a la curia del senado.

En este debate se resuelve lo esencial de la cuestión por un silogismo de este género:

Los griegos hacen la mayor diciendo: Si se debe rendir culto a tales dioses, ipsofacto que se ha de honrar también a tales hombres.

Los romanos dan como menor: Pues sobretodo tales hombres no deben ser honrados.

Conclusión de los cristianos: Pues sobretodo no se ha de rendir culto a tales dioses.[25]

Y en el capítulo siguiente:

Y después nos preguntaremos por qué no se considera como vulgares actores de teatro a los mismos poetas que han compuesto estas fábulas, puesto que difunden desvaríos tan vergonzosos contra los dioses, y que después de la ley de las Doce Tablas, les está prohibido ensuciar la reputación de los ciudadanos. ¿Por qué razón es justo que los actores que interpretan las ficciones poéticas y los ignominiosos dioses sean desacreditados, mientras que sus autores son honrados? Quizás más bien se debería dar la palma al griego Platón que, definiendo lo que debe ser una ciudad correcta, ha estimado que se debería echar de la ciudad a los poetas en tanto que enemigos de las ciudades. La realidad es que soportaba mal las injusticias de los dioses y no quería que las almas de los ciudadanos fuesen sofocadas y corrompidas por las ficciones.[26]

Y esto es bien verdad. Pues ¿quién sino un ser muy pagano admitiría a estos dioses y sus actos, sobre todo cuando los poetas los colocan en ciertos lugares que existen realmente?

Por otro lado, no se nos escapa que los geógrafos, tanto antiguos como modernos, atribuyen a Troya un lugar donde se presume ha existido. Según algunos testimonios los turcos que habitan en los alrededores cuentan que aún ahora se tiene la costumbre de utilizar, para adornar las casas, los mármoles que se extraían de los escombros subterráneos de Troya.

Pero sin duda alguna estos indicios son muy poco seguros y si es así ello puede dar testimonio de los edificios que se encontraron allí, pero no de la existencia particular de una Troya construida por los dioses y destruida por los griegos. Pues si Troya está situada allí ¿qué ha podido quedar bajo tierra como magnífica obra de aquella época que ha conocido más bien humildes casas y cabañas que palacios y edificios de mármol, puesto que se dice que las murallas han sido construidas por la lira de Apolo y que en la fracción tan pequeña de tiempo de la que se escribe que Troya fue levantada, no se ha podido construir otros tantos edificios que los que se cuenta en la leyenda poética?

En cuanto a la ciudad de Troas (a sus habitantes también se les llama Troyanos) de la que san Pablo hace mención en las santas Escrituras,[27] es de gran notoriedad que ha existido en este lugar alrededor de la época de Cristo. Pero ¿quién afirmará como cierto que se trata de vestigios o de una colonia de la otra Troya, de la antigua, y que los mármoles que allí se han desenterrado no provienen más bien de otra Troas más reciente que de la tan antigua? ¿Quién no deducirá más bien que es la nueva que se ha construido según lo que había escrito Homero, mucho tiempo después de su tiempo, como señalamos que ha sucedido ha cantidad de otras, de manera que Homero ha merecido el título de adivino entre los paganos? En efecto, lo que él ha imaginado ya sea que lo han tomado por hechos o bien sea que lo han realizado imitándolo, se ha cumplido.

Quieren que Frigia saque su nombre de Frixo, que según su leyenda había alcanzado Cólquide o bien por aire o por agua, con un carnero que Mercurio había hecho de oro. Ello da nombre a la región que habitaba. Tambien se menciona este carnero en Apolonio. He aquí los versos:

Como así lo pienso habrá llegado ya a vuestros oídos cómo Frixo llegó al reino y a las murallas de Aetes. Conducía un carnero que en un momento el Cilenio lo hizo de oro. Su piel ahora también está suspendida en una cadena de oro, y a veces crepita dulcemente en los aires.[28]

Así de esto destaca que Cólquide y Frigia son dos regiones muy vecinas, y que a cada una se le atribuye el nombre de la otra y viceversa. Esto no indica otra cosa que una y otra leyenda, dicho de otra manera la del toisón de oro de Frixo de donde viene el nombre de Frigia y la de la toma de Troya que sucede en Frigia según la tradición, han sido forjadas y difundidas a propósito de una sola cosa. El sentido de las dos alegorías es casi como uno solo.

Así allí están representados los mismos personajes. Por lo tanto son a la vez los hijos o los nietos de los Argonautas, y a la vez ellos mismos han participado en la guerra de Troya, puesto que se fija esta conquista del toisón de oro cien años antes de la guerra de Troya. Y esto aunque, como ya lo hemos referido más arriba, Cástor y Pólux, y Helena y Clitemnestra, nacidos cada uno de un mismo huevo, han participado en las dos.

Yo diría que sólo el carnero ya explica lo que fue toda esta guerra. Esta no ha sido como se tiene costumbre de decir a propósito de una lana de cabra, sino respecto a la piel de un carnero de oro al que Mercurio había dorado. Este carnero es el que ha dado la reputación de Frigia y la Cólquide, ya lo hemos explicado anteriormente.

Es sorprendente ver de qué manera se torturan los mitólogos para explicar lo que es preciso comprender por el carnero de Frixo. Ellos apresuran una veintena de diferentes significaciones, de las que ni una sola se acuerda con la realidad de la cosa. Y como todas son erróneas y en disonancia con la verdad ellas mismas se anulan mutuamente.

Dicen que el carnero es dorado porque los consejos de los sabios deben ser considerados de oro. Pero nada de esto viene al huso[29] puesto que igualmente esta explicación no es de plomo, ni rubrica, ni anota en tinta como para venir a los ojos y al espíritu de los sabios.

Es el mismo lugar, es decir la tierra de Frigia, que Midas volvió famosa con su ruego de oro, del que hemos hablado en el libro II a la misma vez que del toisón de oro. En las Metamorfosis Ovidio habla del Pactolo, este río que Midas ha vuelto aurífero lavándose en él. He aquí sus palabras:

El rey entra en el agua que se le había ordenado; la fuerza áurea empieza a teñir el río, y pasa del cuerpo humano a la corriente. Ahora, con la simiente recibida de una antigua vena, los campos también se ponen tiesos, palideciendo en sus terrones imbibidos de oro.[30]

Esta manera de teñir que no conviene a la naturaleza sin embargo demuestra con suficiencia lo que los Antiguos han querido insinuar, es decir, la misma cosa que han enseñado mediante el toisón de oro, la toma de Troya, el rapto de Ganímedes y etc.

Se considera que el rey Midas ha sido al más rico de su tiempo, él que por haber disputado con Tmolo (esta montaña de Frigia que tomada como árbitro, había adjudicado a Febo la victoria del canto contra Pan), había sido cubierto con grandes orejas[31] por Febo.[32]

Así, el Tmolo y el Pactolo, el carnero de Frixo y Midas dan testimonio de que Frigia ha rebosado de venas de oro y que por esta razón ha dado lugar al relato de cantidad de fábulas. Añadimos también a Ganímedes, también frigio, hijo del rey de Troya Laomedón. Él Fue llevado al cielo por Júpiter transformado en águila, para que le sirviera sus copas para beber en el lugar de Hebe. Cicerón ha olfateado que esta leyenda contenía algún secreto cuando dice:

Y no entiendo a Homero cuando dice que Ganímedes ha sido arrebatado por los dioses a causa de su belleza, para servir copas a Júpiter. No hay motivo justo para cometer tan gran injusticia hacia Laomedón. Homero ha inventado esto trasponiendo asuntos humanos a los dioses.[33]

Con estas palabras Cicerón confiesa que Homero ha inventado lo que ha escrito del rapto de Ganímedes. Y sabemos que Homero ha actuado así no solamente aquí sino en toda la obra y que lo ha dirigido todo, en general y en particular, hacia otro objetivo distinto a lo que suenan las palabras.

Hay quien intenta relacionar este acto de Júpiter con la historia: Júpiter habría sido un humano verdaderamente inmundo, un rey de Creta que a la vez abusaba de los muchachos y raptaba a las jovencitas extranjeras. Tántalo, rey de Frigia, habría arrebatado a Ganímedes, hijo de Tros, rey de los dardanios, en provecho de Júpiter para que abusara de él. Todo esto se encuentra en Oroso.[34]

Pero todos los detalles dejan ver que estas historias han sido cogidas por otros y no se apoyan en ninguna verdad. He aquí también lo que piensa Lactancio de Júpiter:

Júpiter al que en la plegaria oficial se le llama “el muy bueno, el muy grande” ¿no es desde sus primeras luces, en su primera infancia, atrapado como un verdadero parricida cuando expulsó a su padre del trono, sin atender que alcanzaba la vejez, por querer reinar? Y una vez sobre el trono paternal, obtenido por la fuerza de las armas, fue provocado a hacer la guerra contra los Titanes. Los venció y pasó el resto de su vida en el libertinaje y los adulterios. Dejemos de lado a las jóvenes que ha deshonrado, pues por costumbre ello se juzga como tolerable. No puedo dejar pasar a Anfitrión y Tíndaro de los que él ha llenado sus moradas de indecencia e infamia. Pero donde sobrepasa toda impiedad y todo crimen es cuando rapta al niño real para abusar de él. En efecto le parecería muy poca cosa si su mancha en la honra fuera el hecho de atacar el pudor de las mujeres. Le fue preciso también cometer injuria contra su propio sexo.[35]

Pero la verdad sobresale suficientemente de lo que ya se ha dicho: el real Júpiter no era ni un hombre ni un dios.

No era para nada un rey de Creta, puesto que los egipcios ya lo celebraban y una cantidad de leyendas monstruosas y alegorías sobre el personaje formaban parte de su vida durante mucho tiempo antes que los griegos conociesen lo que fuese de esta religión importada por primera vez por Orfeo.

En lo que nos concierne ya hemos probado suficientemente que no se debía poner entre el número de los dioses ni a él ni a sus padres o ancestros, ni a sus hermanos y hermanas, ni a sus hijos, ni a sus nietos, ni a sus descendientes.

Los hechos que conciernen a Ganímedes se refieren a los jeroglíficos químicos. En efecto, en estos Ganímedes se explica no por el invierno que envía las lluvias como un escanciador de Júpiter, o del aire, ni por el signo celeste de Acuario, sino más bien por lo que es llevado por el águila. Es el fijo, conducido por el volátil a la más alta dignidad.

6. LAS SEIS CONDICIONES REQUERIDAS EN LA DESTRUCCIÓN DE TROYA

El sexto argumento es el más sólido de todos. Este se deduce de las condiciones y los elementos requeridos sin los cuales Troya no podía ser tomada. En efecto, hay seis condiciones casi fatales que necesariamente debían encontrarse reunidas en todo. Los griegos las conocían bien y debían conquistarlas para poder salir victoriosos sobre los troyanos.

- La primera era lo que el adivino Calcas había pronunciado: Troya no podía ser tomada sin Aquiles y sin su hijo Neoptólemo.

- La segunda era que se había de robar el paladium[36] de Ilión.

- La tercera: uno de los huesos de Pélope debía encontrarse en Troya antes de poder vencer.

- La cuarta: las cenizas de Laomedón debían ser quitadas de la puerta.

- La quinta: eran necesarias las flechas de Hércules.

- La sexta: los caballos del rey de Tracia, Resos, debían ser cazados antes de que bebieran en el Xanto.

¡He aquí las condiciones! A primera vista ya se ve que son legendarias, si Homero no las había repetido, sí que lo hicieron los autores que han tratado de la guerra de Troya.

Pero ¿cómo se han podido reunir objetivos tan dispares y totalmente extraños a lo que se propone, como condición para la toma de una ciudad y la exterminación de una raza?

¿En qué aprovechaba a los griegos, en oposición a los troyanos, estos hechos transmitidos por la tradición, si no es quizás una cuestión de fuerza mágica o de virtud sobrenatural?

Nosotros leemos en las Escrituras santas cómo, bajo las órdenes de Dios, las murallas de Jericó fueron derribadas por el pueblo israelita que las rodeó haciendo sonar continuamente las trompetas, lo que permitió la obertura y el acceso a los israelitas victoriosos.[37] Pero no hemos de recordar que algo parecido haya sucedido a los paganos.

En un caso se considera que el hecho ha sido cumplido realmente por el Dios de los ejércitos; en el otro se trata de cosas inventadas como si hubieran pasado. Uno es transmitido por las Escrituras muy sagradas y el otro lo es por las fábulas de los poetas.[38]

Pero para que finalmente se vea mejor no solamente que estas historias son figuradas, sino también a causa de qué lo son, hemos hecho una larga investigación sobre cada una de ellas y sus circunstancias.

PRIMERA CONDICIÓN: LA PRESENCIA DE AQUILES

Primera historia: indispensable la presencia de Aquiles y su invencible fuerza contra los Troyanos.

La leyenda hace de Aquiles un hijo de Peleo y Tetis (πηλός, significa barro, y Tetis significa agua). En efecto, como ha escrito Isacio, por consejo de su padre Quirón, Peleo abrazó a Tetis que se ocultaba bajo la forma de un pez (una sepia), en Magnesia, un lugar de Tesalia.

Sus bodas tuvieron lugar sobre el monte Peleo[39] (donde se oculta nuestra magnesia, y es de allí que al salir lleva su nombre). Todos los dioses vinieron a celebrarlas excepto Discordia que furiosa lanzó en medio de todos una manzana de oro sobre la que había inscrito: “¡Que se la de a la más bella!”

Esta manzana fue el principio de todos los males de los troyanos: desde el momento en que suceden estas bodas es cuando son lanzadas dos simientes, es decir, que surgen las dos principales causas de la destrucción de Troya. Primero aparece Aquiles. Después Paris, escogido como juez árbitro y corrompido por Venus (pues le había prometido como recompensa la arrebatadora Helena), estima que Venus era la más digna de obtener la manzana. De ahí el furor de las otras diosas hacia quienes querían a los troyanos, tanto por causa de Paris como juez, como a causa de Eneas, hijo de Venus, y el rapto de Helena que siguió después.

Se escribe que Helena tuvo algunos hijos de Paris, por lo que se infiere que ella no tenía aún cincuenta años. Pero ¿cómo Pólux, que había nacido al mismo tiempo que ella y del mismo huevo, ha podido encontrarse entre los Argonautas que partieron a la conquista del toisón de oro alrededor de cien años antes?

O bien, ¿cómo Aquiles que ha nacido de estas bodas ha llevado a su hijo Pirro a Troya? Y se sigue que Aquiles ha ido a contender a Troya un mínimo de cuarenta años después de que la manzana de la Discordia fuera lanzada. Si se añade la duración del sitio así como la de la vida de Helena en el tiempo de la expedición de los Argonautas, ello hace no menos de ciento ochenta años como edad de Helena después de la toma de Troya y la recuperación de esta adúltera mujer por los griegos.

Por lo que se deduce que ¡Helena no era tan joven! Se decía que Teseo también la había raptado cuando aún era virgen, pero que había sido devuelta a sus padres. Pero creemos que es vano escudriñar esto más escrupulosamente. La cosa por ella misma muestra suficientemente que es legendaria.

Helinando cuenta que Júpiter amó a Tetis pero que habiendo recibido una advertencia, evitó engendrar de ella a aquel que lo echaría de su trono. La dio como esposa al rey del Peloponeso Peleo, hermano de Esón, tío de Jasón. Todas las diosas formaban parte de los invitados a las bodas, excepto Discordia que furiosa, lanzó en medio de las diosas la manzana de oro con la susodicha inscripción.

Fulgencio quiere que por estas tres diosas se entiendan tres vidas: por Venus la vida voluptuosa; por Juno la vida activa; por Palas la vida contemplativa.[40]

Pero en un primer plano estas explicaciones morales al asunto no son verosímiles, si se tienen en cuenta todas las circunstancias. Por el contrario, en un segundo plano no negamos que esto convenga muy bien.

Resulta pues, de lo que se ha dicho precedentemente, que Aquiles es hijo de Peleo, es decir, de un barro, o del monte Peleo, y de Tetis, diosa marina, o de un agua; y es nieto de Quirón, y biznieto de Saturno, y tataranieto del Cielo y de la Tierra. Y es preciso que sea éste el escogido por el filósofo para cumplir su obra. Sin estos antepasados difícilmente sería de un carácter generoso.

Pero escuchemos lo que ha sido su instrucción, su erudición y también su elección: Tetis había conocido que sería un héroe invencible en la guerra y desde que nació lo habituó a ser resistente empezando con tratamientos ligeros para pasar luego a más serios. Por la noche lo ocultaba bajo el fuego para que todo lo que era mortal se consumiera; y de día lo embadurnaba con ambrosías. Sus hermanos, que sufrieron el mismo tratamiento, perecieron dejándolo como único superviviente. Le pusieron de sobrenombre Pirísoo,[41] “viviente en el fuego”, y como tenía el labio quemado, se le llamó más tarde Aquiles.[42] Es Apolonio quien lo cuenta.[43] Peleo intervino en esta educación de su hijo. Esto hizo que Tetis huyera y se retirara uniéndose al número de las nereidas. Entonces se confió la educación de Aquiles a Quirón que le enseñó tanto las armas como las artes.

Pero había recibido de su madre una respuesta oracular que decía que perecería durante una guerra contra los troyanos. Entonces se ocultó disfrazado de joven doncella entre las hijas de Licómedes. Es allí donde abrazó a Deidamia para engendrar a Pirro.

Como el adivino Calcas había predicho que era necesario tener a Aquiles para destruir Troya, todos los griegos confiaron a Ulises la misión de encontrar a Aquiles fuera cual fuera su escondrijo y llevarlo a Troya. Lo que cumplió con la más gran diligencia y de manera muy astuta. Y esta es la primera y principal de las hazañas de Ulises de la que aquí tratamos.

Por Ulises entendemos al artista de prudente dictamen y distinguido por el arte. Por Aquiles comprendemos a este famoso sujeto del arte sin el cual nada se puede hacer. Estos son los dos agentes, uno exterior y el otro interior, y si no se encuentran en Troya el sitio y la toma de la ciudad no pueden llevarse a cabo con éxito.

En lo que concierne al agente exterior o artista añadiremos primero algunos breves testimonios de los filósofos.

Géber describe al artista como señalado por una doble dote: la del cuerpo, de una fuerza hercúlea, y la de un alma, o genio ulíseo. Del cuerpo ya hemos hablado en el libro V. Sobre el alma aportaremos las palabras del mismo Géber donde trata de los impedimentos que provienen del alma del artesano:

Decimos, pues, que aquel que no posea un genio natural y un alma que examine a fondo y sutilmente los principios naturales y los fundamentos de la naturaleza, así como los artificios que puedan seguir a la naturaleza en las propiedades de su acción, no encontrará la verdadera raíz de esta ciencia tan preciosa.[44]

Y después allí rechaza a aquellos que tienen la nuca rígida y vacía de genio en todo análisis, aquellos que difícilmente llegan a comprender incluso un discurso común y que también aprenden con dificultad las obras comunes del vulgo, aquellos que conciben fácilmente toda clase de fantasías, aquellos que creen haber encontrado como verdad lo que es totalmente fantástico, desviada de la razón, llena de errores y alejada de los principios naturales. Aquellos cuyo cerebro, repleto de cantidad de humos, no puede recibir la verdadera intención de las cosas naturales. Aquellos que tienen un alma inconstante, pasando de una opinión a opiniones, de una voluntad a voluntades, como las personas que luego creen esto y lo aceptan sin el fundamento de alguna razón, y poco después creen otra cosa y lo aceptan de la misma manera. Son personas de tal manera cambiantes que a penas pueden hacer un mínimo resumen de lo que oyen y que más bien lo abandonan habiéndolo disminuido. Aquellos que no pueden ver ninguna verdad en las cosas naturales, no más que las bestias o las gentes que han perdido la razón, los insensatos o los niños. Pero la ciencia misma los desprecia y los rechaza lejos del fin de esta obra muy preciosa. Aquellos que son esclavos de la plata y que incluso afirman que esta ciencia es admirable pero temen invertir sus gastos. Esto es porque aunque la buscan y la afirman según la razón, no llegan a la experiencia de la obra a causa de su avaricia de dinero.[45]

He aquí, pues, por qué esta ciencia, nuestra ciencia, no termina. Pues ¿cómo aquel que habrá sido ignorante o que habrá descuidado buscar la ciencia lo conseguiría fácilmente?[46]

Y afirma que aquellos que son oprimidos por la última pobreza incluso si tienen lo que se ha dicho hasta aquí, están obligados a causa de su falta de despensa a posponer este tan excelente magisterio. En cuanto a los otros, preocupados por diferentes intereses de este mundo y presos de la agitación, incluso poseyendo las otras cualidades, no llegarían jamás al fin del arte.[47]

Y el mismo Géber describe en forma de epílogo al verdadero artesano, es decir, a Ulises. Que se vean sus palabras en el lugar citado.[48] Por lo que Isaac dice, cuando habla de las obras necesarias para obtener el fin:

Pero el quymista que no comprende todo esto antes de empezar la obra, no producirá, ni ahora ni nunca, sea lo que sea en el arte de quymia, incluso obrando continuamente. Todo lo más, por chiripa podría llegar a un arte cualquiera, como un ciego que atrapa un gorrión con una flecha, pero de otra manera no podría llegar al arte.[49]

Así, se describe lo suficiente qué dones del alma debe poseer Ulises. Si Troya puede ser tomada es ante todo gracias a su consejo. Esto se ve en el discurso de Ulises con Áyax, en Ovidio. Todo lo que los griegos han cumplido con éxito en Troya es gracias a su actuación, sólo gracias a él.[50]

Pero ante todo su mayor mérito es haber llevado a Aquiles. Para este asunto se disfraza de mercader consiguiendo así penetrar allí donde las jóvenes doncellas están encerradas. Finalmente señala a Aquiles llevándolo a Troya, no de buen grado, al mismo tiempo que a su hijo Pirro, un joven de rojos cabellos.[51]

Pero ¿por qué? Confesamos que estas cosas son de las más secretas de entre los sujetos químicos y que Homero las transmite mediante un sorprendente artificio. En efecto, en la realidad natural hay alguna cosa sin la cual el artista filosófico no puede realizar nada. Y este sujeto debe buscarse con un ingenio ulíseo. Propiamente se llama Neoptólemo y es de cabellera ardiente, nacido de Aquiles. Es el secreto muy secreto[52] que prácticamente jamás ha sido expresado por los filósofos con palabras claras. Pero si revisáis los pasajes que concuerdan del presente tratado, lo señalaréis en Rodas cerca de Adonis y muy a menudo en otros lugares. Entre los Modernos sólo hay uno que haya transmitido este arcano muy abiertamente, y como es la clave del arte total, proferiré aquí sus palabras:

Es un mineral; es igual, continuo. No se evapora si no es excitado en exceso. Participa del azufre. Se coge de otra parte que de la materia. Lo destruye todo, disuelve, coagula, reúne, e igualmente congela que calcina. Se ha de encontrar artificialmente. Es un beneficio sin ningún gasto, o al menos uno pequeño.[53]

Que el resto se vea en su autor, que es conocido.

Pues si nuestro Ulises posee a Aquiles también adquirirá a Pirro. En efecto, es a causa del hijo que se persuade al padre.

Pero os preguntaréis ¿de dónde se hará venir este Aquiles?

Es preciso tener en cuenta a sus padres y el lugar del nacimiento de Aquiles. Su padre es Peleo y su madre Tetis. Lo reconoceréis según los nombres y los presagios.[54] Peleo saca a Tetis que se ocultaba bajo la forma de una sepia. Es bien conocido que la sepia es una especie acuática que cuando es apresada suelta tinta en el agua. El lugar se llama Magnesia. Es por eso que algunos llaman a nuestro Aquiles “magnesia”.

De donde Flamel dice después de Demócrito:

Pues la magnesia blanca no permite que los cuerpos se rompan ni que la sombra de Venus se extienda.[55]

E inmediatamente después:

¿Qué es la magnesia sino todo el compuesto?[56]

Y:

Ve las bellezas de la magnesia y admira cómo por uno solo produce una multitud.[57]

Y Dardazo en la Turba:

Por otro lado sabed que el cuerpo del bronce es regido por la magnesia.[58]

Mosio:

La plata viva, el cambar, es la magnesia.[59]

Pitágoras:

No es preciso, pues, que abandonéis esta magnesia sin plata viva. Pues cundo están puestas juntas (componuntur), la composición (compositio) es muy fuerte, que es uno de diez.[60]

Pandulfo, Belo, Astrato, Rarson y otros muchos han señalado la misma cosa. Omitimos citarlos a todos. Pero hay más; he aquí cómo el mismo Pitágoras define todo el arte:

Y se ha de saber que la ciencia de este arte no es otra cosa que vapor y sublimación de agua, conjunción de plata viva y de magnesia al cuerpo.[61]

Y poco importa si algunos piensan que se la ha dado este nombre por envidia. Lo que hace decir a Rarson:

En verdad este es nuestro muy gran arcano que los envidiosos han llamado magnesia, a causa del arcano mismo. Coced pues, diligentemente esta magnesia en su vaso hasta que todo se coagule y se contenga él mismo.[62]

Así, una vez que se posee la magnesia, es decir, Aquiles (o Pirro que ha nacido) incubado bajo el fuego por la industria de su madre y educado por su abuelo Quirón (quien ha enseñado a tantos héroes, entre los cuales Jasón, su primo hermano por parte de padre), para convertirse en un verdadero Pirísoo (salvado del fuego) o nuestra salamandra, se puede acceder a la toma de Troya.

En cuanto al sitio de Troya y su reducción a cenizas, Homero, ha querido entender místicamente y ocultamente el período y el contorno del vaso filosófico,[63] en el cual la materia del principio (Helena y Paris) está contenida, estrechamente recluida por su fuego que la rodea, vaporoso y digerente. Es la misma Helena la causa del combate, y en el seno de la cual se oculta Paris, el holgazán adúltero.

En efecto, en un solo sujeto se encuentra una fuerza doble: agente y paciente, macho y hembra, con la cual se pone Aquiles para hacerse matar por Paris durante una emboscada organizada en el templo de Apolo Trimbreo.

Así actúa este personaje, el más valeroso de los griegos, muerto por un holgazán amante de mujeres troyanas. Pero esto debe suceder así, pues nuestro fuego debe terminar por hacerse extinguir por su agua, y es el agua quien tiene el poder de actuar primero, es decir, en la disolución.

Es necesario que entonces Aquiles muera, pero después, cuando el color se convierte en uno excelente toda la ciudad de Troya es poseída gracias al arte y la ciencia de Palas. Es destruida y reducida a cenizas, pero son unas cenizas muy preciosas y no despreciables pues es de ellas que nace y revive el fénix inmortal.

Yo diría que es de estas reliquias de una colonia que son enviados hacia las riberas exteriores Eneas, Diómedes, Antenor y otros, que fundan y se apropian de nuevos reinos.

He aquí el resumen de toda la obra homérica sobre la ruina de Troya. En los pasajes que siguen dilucidaremos las circunstancias particulares.

Helena y Pólux nacen de un único huevo, un macho y una hembra. Igualmente Helena y Paris residen en un solo lecho y comprenden en un solo nombre nuestra marcasita filosófica.

Aquiles y Pirro, es nuestro latón, nuestra magnesia, nuestro fuego. Así se levanta una guerra entre la marcasita y la magnesia en el transcurso de la cual primero domina aquella y después esta. ¿Queréis ejemplos de autores? Consultad a Morien cuando dice:

Igualmente María declara: No hay nada que pueda quitar del latón su oscuridad o su color. Pero el azoc es como su envoltura, es decir, cuando está cocido. En efecto, lo colorea y lo vuelve blanco y de nuevo el latón domina al azoc y lo vuelve rojo. También hay otro filósofo que ha dicho que el azoc no puede quitar al latón substancialmente su color o cambiarlo más que en relación a la vista, pero que el latón quita del azoc su blancura substancial, pues hay en él una sorprendente fuerza que aparece por encima de todos los colores.[64]

Así, el latón es Aquiles, o bien su hijo Pirro en lugar de su difunto padre, y el azoc es Paris con Helena. El primero que sucumbe es Aquiles, como se ha dicho, puesto que el azoc recubre y devora al latón. Pero después domina Pirro de roja cabellera, quien derriba totalmente Troya y devuelve todo su color, el del latón.

Estas nociones son tan claras para aquellos que saben que el Sol no podría aparecer más claro en pleno mediodía. Pero una luz de esta clase no aprovecha ni a los topos ni a los mochuelos que sienten más placer en ser ciegos que en ver.

Aquiles tenía un escudo invulnerable, fabricado por Vulcano, y una lanza de madera: Pelias. Ovidio hace mención de ello:

Esta es la herida que Aquiles había hecho al enemigo, y la ayuda para hacerla era la lanza Pelias.[65]

Y esto no es una injusticia, pues el Pirísoo o la pyrausta[66] o salamandra, nuestro Aquiles, debe vivir en el fuego y no morir. Es por lo que es necesario que Vulcano le fabrique un escudo tan resistente permitiéndole así recibir los golpes de la llama y defenderse. En efecto, no es suficiente que Aquiles fuera educado por su madre y por su abuelo Quirón para combatir el fuego, sino que también le era necesario el escudo de Vulcano.

Primero mató a Héctor, el más fuerte de los troyanos. Éstos rescataron su cadáver por un peso en oro equivalente al suyo. Así mismo cuando a su vez Aquiles fue muerto por Paris en el templo de Apolo, se hizo lo mismo: se igualó su cadáver al oro. Pues como estos héroes son totalmente de oro y provienen prácticamente todos de dioses de oro, no es extraño que se practique esta equivalencia en oro.

Se cuenta también que sus huesos fueron escondidos en un vaso de oro que Baco había ofrecido a Tetis. Además, después de su muerte, habría desposado a Medea en los campos Elíseos.

Baco, alias Dionisos, también era un dios de oro, el que había acordado a Midas la realización de su promesa de oro. Esto resalta de lo que se ha dicho más arriba. He aquí por qué ha gratificado a Tetis con este vaso de oro. La razón por la cual ha desposado a Medea en los campos Elíseos es que una vez muerto nuestro Aquiles rejuvenece y se convierte en el curador de las enfermedades, es decir, que hace salir los cuerpos de los hombres de sus diferentes languideces y afecciones otorgándoles casi una nueva vida. Es el papel otorgado por la leyenda a Medea y a sus medicamentos, como se ha dicho anteriormente.

Pues Quirón no sólo había alimentado a Aquiles de entrañas de leones y de médulas de jabalíes y de osos, sin leche humana, sino que le había enseñado medicina además de la cítara, del uso de las plantas, de la habilidad en la caza y la jabalina, y las leyes de equidad y prudencia. Es Estáfilo quien lo escribe.[67]

Se dice que su muerte provocó los lloros de todas las Musas y de todas las ninfas. Esto no es sin razón, pues nueve águilas con una décima de la tierra negra, o las Musas con Apolo, es decir, las ninfas y las linfas han humectado su cuerpo con sus lágrimas. Pues es exactamente lo que conviene.

También se dice que cuando descendió del barco acercándose a Troya suscitó una fuente de aguas.

Su lanza poseía numerosas virtudes: se estima que estaba impregnada de hirvientes venenos. Cuando causaba una herida no podía cicatrizar si no se le aplicaba la lanza de nuevo. Esta ponía en la herida la fuerza magnética de un ungüento llamado en nuestra época “ungüento de armario”.[68]

Es de una lanza de este tipo que Llull trata alegóricamente cuando dice:

Hijo mío, toma un poco de nuestro aire y tierra, y perfórale el costado con una lanza puntiaguda totalmente caliente, y verás salir de su vientre tanta cólera negra y quemada que tendrá el poder de administrar este brebaje al mundo entero intoxicándolo.[69]

E inmediatamente describe a nuestro Pirro de la siguiente manera:

Y la naturaleza de esta cabeza roja es una substancia muy sutil y muy ligera y que es también muy cálida, seca y aguda en su complexión.[70]

Es Pirro con la cabeza roja, o Aquiles Pirísoo.

El mismo Llull y en el mismo capítulo describe muy bien a Helena y a Paris diciendo:

Después de esto añádeles dos partes de pies blancos. La naturaleza de estos pies blancos es una substancia medianamente gruesa y medianamente fría en cualidad. Y por esta propiedad ella participa de los ojos negros. Se encuentra aún en una substancia medianamente sutil por su cualidad húmeda y cálida.[71]

La negrura que sobreviene representa Paris, pues es ella que apaga la cabeza roja y es después que Helena, con Paris y los otros Troyanos, es totalmente extirpada por esta rojez, es decir por el latón o Pirro, de tal manera que la rojez domina después de haber vencido a todos los otros colores.

Esta es la auténtica explicación de la batalla de Troya, y darán testimonio de ello por mí aquellos que habrán olfateado algo del verdadero arcano, aquellos que, con Ulises, después de numerosos errores habrán reconocido a nuestro Aquiles.

Y nadie debe encontrar sorprendente que Homero haya descrito la obra filosófica a través de un combate o del sitio de una ciudadela o de una ciudad, puesto que esta alegoría y esta manera de describir convienen muy bien a esta obra.

En efecto, en nuestra obra hay dos cosas: el agente y el paciente. Entre ellos se produce una continua guerra hasta el momento en que uno subyuga al otro y hasta que los griegos con la roja cabellera dominan a los troyanos.

El Francés Denis Zachaire, quien testimonia haber escrito en 1548 o un poco después, ha hecho algo parecido: ha tomado una muy bella alegoría del emperador que sitiaba a un príncipe en cierta ciudad.[72] Para ello utilizó una historia verdadera que había sucedido así tres o cuatro años antes en Alemania. Y es así como sin saberlo había descrito en su obra una verdadera guerra de Troya. Pero para dejar de lado a todos aquellos que han utilizado la misma comparación, y que son legión, expondremos el testimonio de Basilio Valentín sobre la cuestión. En su descripción del vitriolo concluye así:

Y para la memoria he aquí lo que digo: Si Paris puede guardar a la noble Helena sin ser interpelado para que la generosa ciudad de Troya no sea destruida aún más por los griegos, y que Príamo como Menelao no tengan tanta tristeza, entonces Héctor y Aquiles se pondrán de acuerdo para obtener la sangre real sin guerra, y para ocupar la monarquía con sus pequeñuelos y todos sus descendientes ampliando su autoridad con grandes riquezas.[73]

A esto se le añade el hecho de que otros sabios han sacado igualmente sus pensamientos filosóficos de esta guerra de Troya.

Por ejemplo, estábamos en vías de publicar esta presente obra y el grabador estaba llegando al libro VI cuando un amigo, gran erudito, nos hizo saber que acababa de llegar de Alemania un tratado (cuyo objetivo era muy parecido al nuestro) intitulado Achille redivivio.[74] En este libro se lleva a Aquiles, Quirón y otros personajes a referenciarlos con la medicina.

Si bien es así, pues hasta ahora no hemos tenido la ocasión de leerlo, nos congratularemos en hacerlo, y nos entusiasmamos tanto más en poner ante los ojos del lector la resplandeciente verdad sobre la guerra de Troya.

SEGUNDA CONDICIÓN: EL PALADIUM

Segunda condición requerida para la toma de Troya: según la historia de Aquiles, era preciso robar el paladium de la ciudadela troyana.

Sobre este paladium, lo que era, como era y de donde venía, no son pocas las opiniones que ha habido. En lo que nos concierne abrazaremos la leyenda transmitida por Apolodoro.[75]

Según él Ilos fundó Ilión persiguiendo un buey multicolor. Rogó a los dioses para que se le apareciera un signo. Fue entonces cuando un paladium de tres codos descendió. Parecía marchar por sí mismo, teniendo una lanza en su diestra y en la izquierda una rueca y un huso. A continuación el oráculo en su respuesta dijo que en tanto que el paladium permaneciera inviolado la ciudad de Troya estaría intacta.

Ferícides afirma que se llamaba paladium a todas las imágenes no fabricadas por las manos sino que eran caídas del cielo sobre la tierra, como si hubiera muchas de esta clase.

Se dice que aquella de la que hablamos habría caído del cielo en Pesinonte, una ciudad de Frigia que recibió su nombre a partir de esta caída, como así lo han pensado Dion y Diodoro.[76]

Otros, para evitar esta explicación, inventan otras causas. Algunos refieren a un combate de Palas con Minerva la imaginación del temor que sería impreso en el pecho de Minerva. En los tiempos que siguieron el paladium fue transferido a los troyanos.

Ovidio cuenta que en el tiempo de Iüle, cuarto rey de los troyanos después de Dárdano (el que dio el nombre de dardanios a los troyanos) el paladium en cuestión cayó del cielo en la cima de la ciudadela de Troya. Entonces se consultó a Apolo al respecto. Este respondió que en tanto que Troya poseyera el paladium su poder sería estable. Los troyanos conservaron el paladium en la ciudadela con el más gran cuidado hasta el tiempo del rey Príamo que se ocupó de él de alguna manera un poco negligente.[77]

Es preciso sorprenderse aquí de lo que los mitólogos, al menos los cristianos, pueden contar sobre cómo cayó el paladium, por así decirlo, del cielo, lo que se produjo por el miedo impreso en el pecho de Minerva, sin añadir nada sobre las causas de su existencia o de su no existencia, como si fuera suficiente citar los misterios de los paganos sin sacarlos de su fundamento.

Sea cual sea la versión que se acepte (que haya caído del cielo o que haya nacido del temor de Minerva), nosotros decimos que el paladium es legendario y que es de la cabeza de Homero y no de otro lugar de donde ha descendido. Es de él como de un dios que todos los otros poetas han sacado sus variantes y las han llevado al cielo con méritos sorprendentes.

Por lo que no hay nada raro en que alguno haya representado a Homero vomitando una gran espuma con otros pequeños poetas instalándose cerca de él a punto de lamer su espuma. Pues es por los arroyos provenientes de este manantial que se ha sacado una superstición y una monstruosa opinión para infiltrarse en las mentalidades griegas y después romanas y en las naciones del mundo entero.

Este paladium totalmente legendario ha excitado muchas dudas. No solamente se ha titubeado sobre su origen, como se ha dicho, sino que se ha preguntado también si los griegos se habían apoderado de él o más bien si Eneas lo había traído con los otros dioses de Troya para transferirlo a Italia.

Ovidio deja planear la duda: afirma que en su tiempo el paladium se encontraba en Roma en el templo de la diosa Vesta.[78] Esto concuerda con el decir de Tito Livio a propósito de la segunda guerra púnica.[79] Se cuenta que era fatal:[80] a partir del momento en que era transferido también lo era el poder. De allí viene el nombre de “cosas sagradas fatales”, y se dice que las tres ciudades donde se encontraba lo han perdido. Estas son Troya primero, después Lavinium y finalmente Albe. Esta última, de donde provienen los albanos, tuvo como fundador a Ascaño. Se dice que fue la madre de Roma y que fue destruida por Tullo Hostilio.

Pero la noticia más común es que el paladium fue robado de la ciudadela troyana por Diómedes y Ulises y llevada a los griegos. En efecto, como lo señala Virgilio y después de él Agustín:

Una vez muertos los guardianes de la alta ciudadela, tomaron la santa imagen y osaron tocar con sus sangrantes manos las virginales cintas de la diosa.[81]

Dictis de Creta relata que el troyano Antenor, traidor a su patria, había organizado con los griegos un método para entregar su propia ciudad: persuadió a Deanes, sacerdote del templo de Minerva o Palas donde se guardaba el paladium, para que se lo entregara y así lo hizo. Después Antenor lo entregó a los griegos.

Así mismo, Cretois y Darés el frigio[82] cuentan que Eneas fue cómplice cuando se entregó la ciudad de Troya, aunque Virgilio trata de disculpar a Eneas por haber traicionado a su patria diciendo que él mismo ignoraba la trampa.

Después de la ruina de la ciudad se dice que se levantó una gran querella a propósito del paladium ente Áyax y Ulises (como también sucedió con motivo de las armas de Aquiles que había sido muerto) cada uno de ellos reclamaba el paladium haciendo valer sus méritos.

Agamenón se puso de parte de Ulises, así como Menelao, hermano de Agamenón y esposo de Helena, porque Áyax había querido matar a Helena puesto que era el origen de tantos males y Ulises la había liberado y salvado.

Por el contrario, el ejército y el resto de la muchedumbre tomaron partido por Áyax. Por tanto, fue Ulises quien obtuvo el paladium con gran perjuicio para Áyax.

Poco después, en la noche y escondido, se encontró a Áyax muerto por el hierro. Lo que después ocasionó una sedición contra Ulises entre el ejército que lo suponían autor de la muerte de Áyax.

Ulises huyó por mar y se deshizo del paladium que puso en manos de Diómedes. Y es de Diómedes que Eneas lo habría recibido en Italia, como lo relata Solino.[83]

Pero a decir verdad hay oposición entre las opiniones; estas establecen relatos siempre contradictorios y cada escribano adapta ya sea todos los hechos o bien todas las ficciones[84] a su propia mentalidad o a su propia idea buscando por lo menos el honor de su nación.

Es por lo que no podemos estar de acuerdo con ninguna y decimos que todo esto depende de Homero, del que tantos poetas han tomado prestado sus obras o sus poemas.

Decimos que es del mismo Homero que Darés el frigio y Dictis de Creta han tomado lo que han escrito aparentemente histórico sobre la guerra de Troya, buscando también ellos la gloria de su nación. Decimos que ninguno ha participado en esta guerra glorificándose así falsamente.

Pero para terminar añadiremos brevemente lo que Homero ha entendido por este paladium.

Ya hemos expuesto más arriba suficientemente lo que Palas significaba. Y cómo es de ella que el paladium saca su nombre y su forma, se ve fácilmente lo que Homero ha querido poner a la sombra: que en el artista debe haber sabiduría y la más alta sutilidad de genio a fin que, confiando en ella esté seguro en cuanto al acabamiento de su obra.

Pues es Ulises que en toda esta alegoría tiene el papel del artista. Proveído de la agudeza de la razón, puede cumplir toda clase de asuntos incluso los más arduos.

Su primer trabajo fue encontrar a Aquiles y llevarlo a Troya.

Su segundo trabajo fue descubrir, con un espíritu bastante sutil en su búsqueda, por qué método se podía apoderar de Troya, es decir, robando el paladium.

Así, es vano indagar sobre sujetos totalmente ficticios: de dónde ha venido este paladium, si es del cielo o de la imaginación de Minerva, y donde ha permanecido.

Por el contrario, es apropiado a Ulises que se distingue por su prudencia y no a Áyax que lo toma a la fuerza, porque aquí se busca la sutilidad del artista y no la grandeza del trabajo o de las fuerzas, que se han descrito cuando se trataba del personaje de Hércules.

En efecto, Ulises había protegido a Helena por su sabiduría, lo que conviene a Ulises, por miedo a que Helena pereciera por la violencia de Áyax (era una tan bella doncella que, como hemos demostrado anteriormente, totalizaba según la salida de los Argonautas, un mínimo de ciento ochenta años). En efecto, ella es nuestro personaje principal, y se dice que es la causa de toda la guerra.

En cuanto a estos paladiums, considerados como sagrados entre los romanos o entre los albanos, ellos mismos habrán visto si han caído del cielo como esos famosos ancilla[85] o si han nacido de la fantasía humana.

Nosotros como cristianos, no creemos nada de eso, sobretodo cuando se toma como realidad histórica lo que ha nacido de la ficción poética.

TERCERA CONDICIÓN: EL HUESO DE PÉLOPE

Tercera cosa requerida para la toma de Troya: un hueso de Pélope.

Las condiciones referidas hasta aquí podrían ser excusadas por alguna razón: Aquiles en razón de su singular fuerza, el paladium, por la opinión que se tiene de su santidad. He aquí lo que podía ser exigido a los griegos antes de poder derribar Troya.

Pero que un hueso de ser humano anteriormente muerto aporte alguna cosa en este sentido sobrepasa la naturaleza y el entendimiento del espíritu humano. ¿Qué es lo que un hueso de cadáver podría realizar allí donde tantos hombres, por miles, habían llevado a cabo con un poco o mucha suerte?

Por lo demás, Pélope era hijo de este famoso Tántalo al que se creía torturado en los infiernos tanto por el temor a una roca suspendida encima de él como por la imposibilidad de alimentarse, todo ello porque había sido impuro e ingrato.

Algunos dicen que Tántalo era hijo de Júpiter y de la ninfa Plota. Otros que de Júpiter y de Poluto.

Tzestzés[86] escribe que tiene por madre a Poluto, pero que como padre era Tmolo, rey de Lidia. Un día había recibido como huéspedes a los dioses y les había preparado un bonito banquete: les había ofrecido entre los manjares a su propio hijo muerto, Pélope. Según algunos era para realzar la magnificencia del banquete, tanto como para ofrecerles la cosa que más apreciaba en el mundo.

Sin embargo cuando los dioses lo supieron se abstuvieron de probar el menú. Sólo Ceres comió. El dolor por el rapto de su hija Proserpina le había hecho perder la razón profundamente y sin quererlo degustó un hombro.

Entonces los otros dioses llenos de piedad hacia el hijo en cuestión lo devolvieron al caldero y una vez vuelto a cocer lo devolvieron a la vida. Pero como le faltaba el hombro que Ceres había engullido, se dice que le hicieron uno de marfil. Es después de esta historia cuando Licofrón ha llamado a Pélope “dos veces púber”.[87] Puesto que los dioses lo habían vuelto más joven de lo que lo era antes.

Tántalo fue precipitado a los infiernos por haber contaminado el banquete de los dioses con un homicidio humano violando así el derecho de hospitalidad. Se dice que continuamente tiene delante de él una comida magníficamente preparada y aunque es torturado por el hambre no puede ni tocarla.

Otros han dicho que víctima de una perpetua sed, el agua le sube hasta el mentón y cada vez que intenta beber esta se retira.

Ovidio nos da otro motivo para este sufrimiento, su locuacidad. Pues habría divulgado entre los mortales los secretos de los dioses:

Tántalo busca las aguas en las aguas y atrapar frutos que huyen. Es su habladora lengua la que le ha ocasionado esto.[88]

Según la tradición Pélope, hijo de Tántalo, obtuvo a Hipodamia, hija de Oenómao rey de Élide y de Pisa, ganando una carrera de carros en la que muchos pretendientes habían sucumbido anteriormente. Los cráneos de los vencidos o de los muertos debían servir para construir el templo de Marte.

Pélope había ganado gracias a Mirtilo, al que acabó por masacrar, crimen que Vulcano le hizo expiar. La fábula dice que igual que fue cocido fue amado por Neptuno, como así lo dice Píndaro.[89] Habría sido enterrado en Letrina, ciudad de Élide.

A propósito de Tántalo que sirvió a su hijo como comida para los dioses, se trata de una ficción de los poetas. Esta invención tiene como objeto ya sea una injuria cometida, lo que también han hecho con Sísifo, Ixión, Busiris y otros, atribuyéndoles por ello una pena casi eterna, o bien una impiedad, o incluso el hecho de haber hablado demasiado. Y ellos alegan esta última causa más que las otras, como en el caso de Ixión por ejemplo.

Pero ¿Cuáles eran los secretos de los dioses que este personaje reveló a los mortales? Se percibe fácilmente al examinar el banquete y el menú que sirvió a los dioses y que sólo Ceres degustó.

Ya habíamos dicho que es a Ceres a quien habían sido dedicados los misterios de Eléusis cuyas fiestas eran ocultadas tanto entre los egipcios como entre los griegos. No estaba permitido revelar los arcanos a nadie. De donde se podría establecer que ello significa la manifestación de estos arcanos por este personaje.

Pero como Tántalo había sido reprendido por su incontinente lengua o por otro motivo, es indudable que en todo este relato se encuentra una fábula y una alegoría y que tiene los rasgos de estas mismas tradiciones jeroglíficas, tal como las hemos mencionado.

Pues se dice que Osiris ha sido cocido por Isis, que Baco o Dionisos ha sido cocido por las ninfas, Jasón por las nodrizas de Baco, Esón por Medea y que esto los rejuveneció. Es lo mismo para Pélope que después de la cocción volvió a encontrar, gracias a Ceres o a los dioses, a la vez su vida y su juventud.

Y puesto que ya hemos disertado lo suficiente sobre ello más arriba, se deberá comprender la misma cosa de Pélope.

Tántalo es dicho purificado de su muerte por Vulcano y se dice que es amado de Neptuno. Ya se conoce suficiente la cualidad que se ha de atribuir a estos dioses.

Juan Pico de la Mirándola menciona a este Pélope en estos términos:

Digo que, según la interpretación de algunos, es así como se ha de nombrar al cordero o el carnero de Atreo, para insinuar a los lectores el poder descrito del hacer del oro. Es el caso de Calisteno de Olinto, discípulo y consanguíneo de Aristóteles, quien ha dejado un escrito según el cual los remedios de Atreo y de Pélope provenían de los metales.[90]

Y:

Y no le falta para referir que las riquezas de Tántalo también eran tomadas de la composición química descrita sobre las pieles de cordero. De donde el reino del hijo de Pélope y los pelópidas se habría extendido a lo largo y ancho, hasta el punto que desde entonces no haya parecido absurdo que el más joven de los dos, Tieste, haya buscado el cordero de Pélope, es decir, la composición de la fabricación del oro gravada sobre la piel de un cordero, que el hermano mayor, Atreo, poseía en secreto, pero que Tieste había arrebatado gracias al adulterio con la mujer de su hermano. De allí han venido el odio y la tragedia de esta cena tan criminal. Hacen mención de ello, aunque bajo un velo oscuro, los poetas más antiguos y Cicerón, Séneca y Papirio.[91]

Pero si se examina la realidad de la cosa, y las fábulas que van unidas a cada uno de estos personajes, se verá que todas vuelven a Júpiter, que es el padre de Tántalo y él mismo padre de Pélope, que tiene por hijos a Tieste y Atreo, uno habiendo engendrado de su propia hija Pelotea a Egisto, y el otro a Agamenón y Menelao.

Atreo ha servido para su hermano a sus propios hijos para comer. Egisto asesinó a Atreo y a Agamenón y desposó a Clitemnestra. Pero Orestes mató a su madre al mismo tiempo que a Egisto, ya lo hemos contado anteriormente. Todo ello ha dado paso a fabricar las alegorías de Pélope.

Se indica que tenía un hueso de un destacado tamaño y que Ulises reclamó entre otras cosas.

Pero ¿por qué se dice que esto era útil y necesario para la toma de Troya? Sin ninguna duda porque los artistas han querido indicar con ello que para la obra era requerida cierta substancia triturada que esté casi muerta y que quedaba de un cuerpo metálico, así como el hueso queda del cuerpo humano. En efecto, igual que en el cuerpo del animal o del hombre el hueso sostiene la carne, los humores, los vasos y los espíritus como la base y fundamento de una casa, así mismo también en la obra filosófica un solo fijo retiene todas las partes volátiles o no fijas y las reúne de tal manera que se pueda decir acertadamente que allí no hay más que una sola substancia. Por lo que se ha dicho en la Aurora consurgens:

Pues la tintura se hace por la naturaleza de las cosas volátiles. Y lo que afirma y fija este espíritu es fijo, perpetuo e incombustible; se llama azufre de los filósofos o ceniza extraída de una ceniza, según lo que Senior dice: Lo que es fijo fija las cosas fugitivas.[92]

Y también después:

La tierra fija, el agua blanquea, el aire penetra, el fuego colorea.[93]

Igualmente:

Se deja la tierra en el mismo lugar, para que los otros tres elementos logren coger raíz en ella. Si ella no estuviera los elementos no tendrían fundamento sobre el que edificar una nueva casa al tesoro.[94]

Y el autor del Consejo de las bodas dice según Gratien:

El fuego en el aire deviene luz: del hueso se hace la cal. Quiere decir el desecamiento de este húmedo brillante, para que se convierta en ceniza, de la cual Azirato dice: Y cuán preciosa es esta ceniza: el aire en el huevo deviene espíritu.[95]

CUARTA CONDICIÓN: LA CENIZA DE LAOMEDÓN

La cuarta cosa requerida también proviene de allí. Se trata de la ceniza de Laomedón que era preciso arrebatar de la puerta Escea. En efecto, la ceniza se hace del hueso, dicen los autores, y como esto surge de la experiencia, el hueso y la ceniza son dos substancias necesarias en la obra filosófica.

La ceniza es nombrada en multitud de lugares. Bonelo dice en la Turba:

Esta naturaleza a la que se ha quitado la humedad, cuando se dispersa durante las noches aparece semejante a un muerto. Esta naturaleza necesita el fuego hasta que el cuerpo y su espíritu se vuelvan tierra. Entonces se hace un polvo parecido a un muerto en su tumba. Cumplido esto, Dios le devuelve el espíritu y el alma, y al haberse retirado toda inconsistencia, nuestra naturaleza es confortada y corregida. Es preciso, pues, quemar esta cosa sin temor hasta que se convierta en ceniza y que esta ceniza sea adecuada para recibir al espíritu, el alma y la tintura infusa.

Hijos de la doctrina, observad que los pintores no pueden pintar con sus colores hasta que no los han convertido en cenizas y transformado en polvo. De forma semejante, los filósofos no pueden componer las medicinas para sus enfermedades si no han sido machacadas y pulverizadas. Porque si administras la ceniza sutilmente, muchas cosas procederán de ello, puesto que el bronce, como el hombre, tiene un cuerpo y un espíritu.[96]

Custos y otros muchos, señalan lo que ya es evidente para los lectores, que sin la ceniza no se hace nada en el artificio químico. En efecto, dos cosas que son los huesos y la ceniza pueden aquí enormemente. Pero como los huesos, aquí son requeridas las cenizas de un personaje bien determinado: Laomedón.

Él es quien, como rey, habría edificado las murallas de Troya con Apolo, Neptuno o incluso Vulcano, como obreros. Ya hemos hablado de ello anteriormente.

Se cuenta que ha sido destruida por Hércules, lo que hemos expuesto a propósito del cuarto de sus trabajos.

Es así como Laomedón, fundador de Troya, es privado de la vida a causa de esta misma ciudad. En efecto, él no habría dado a los susodichos obreros el salario convenido, y de pronto, la ciudad fue asolada por un monstruo marino. La hija de Laomedón, Hesíone,[97] fue liberada de este monstruo por Hércules. Pero Laomedón no dio a Hércules los caballos prometidos y por ello fue muerto; sus cenizas se conservaron en una tal puerta Escea.

Parece que también estas cenizas eran necesarias para la destrucción de Troya. He aquí por qué Ulises las robó de allí clandestinamente.

Así, los autores repiten a menudo que el fin de la obra filosófica atestigua su principio, y en sentido inverso, que empieza con uno y se termina con uno.

QUINTA CONDICIÓN: LAS FLECHAS DE HÉRCULES

Quinta cosa requerida en Troya: las flechas de Hércules que, moribundo sobre el monte Oeta, entre Tesalia y Macedonia, las regaló a Filoctetes recomendándole bajo juramento que no indicara a nadie los restos de su cuerpo.

Sin embargo después el oráculo de Delfos advirtió a los griegos que sin las flechas de Hércules, o sin los restos de su cuerpo, Troya no podía ser tomada.

Se encontró entonces a Filoctetes y se le interrogó sobre Hércules. Él negó saber nada. Como se le forzó se murió pero mostró el lugar mediante su pié. Una vez recibidas estas flechas de Filoctetes, Ulises las llevó a los grisegos. Se dice que habían sido untadas de veneno y que Quirón manipulándolas un día y admirando su longitud, una de ellas le cayó sobre un pié provocándole una herida mortal. Pero se dice que los centauros lo curaron gracias a una planta.

No hay nadie que no reconozca en ello una ficción. Las flechas de Hércules fueron dadas a Filoctetes, como su maza a Mercurio, con esta Hércules combatió de cerca y con aquellas de lejos, contra tantos monstruos. Con esta masacró y reblandeció las cosas fijas y consistentes y con aquellas fijó e impidió la huída de las cosas fugaces y volátiles.

Son dos instrumentos o medios de operar que todo filósofo necesita, como se ha demostrado a menudo más arriba. Es lo mismo que las dos aguas que una fija a la otra y la disuelve y viceversa. Es por lo que en Troya pocas cosas pudieron ser realizadas sin las flechas de Hércules.

Pues la más gran labor está en fijar lo fugaz y volátil, clavándolo, por así decirlo, con las flechas (de donde proviene la fijación de los quymistas), lo mismo se puede ver en Apolo fijando a Pitón, Ariadna fijando a Orión, Atalanta fijando al jabalí y otras historias parecidas. Hemos tratado cada una en su lugar.

SEXTA CONDICIÓN: LOS CABALLOS DEL REY DE TRACIA

Sexta y última cosa requerida: era preciso llevar los caballos del rey de Tracia, tras haberlo matado, antes de que bebieran en el río Xanto.

Sin esta escrupulosa realización, Troya no podía ser tomada. Tendríamos razón en juzgar el hecho como ridículo, muy parecido a las fábulas que habitualmente cuentan las nodrizas a los niños, si ello no viniera de tan excelentes autores, Homero y sus sucesores.

¿Qué? ¿Un hueso, cenizas y flechas para tomar una ciudad?

¿Y qué vienen a hacer ahora unos caballos que se han de llevar antes de que hayan bebido en cierto curso de agua? Y sin embargo hemos observado que, según lo que ha sido dicho, esto no se ha inventado así sin un motivo.

El Xanto era un río de Troade cuyo célebre poder consistía en colorear de amarillo los animales que allí bebían. De hecho el Xanto indica el color amarillo.[98]

Este color en los caballos probablemente parecería más bien desagradable. Es por lo que era preciso velar para que los caballos no bebiesen del agua de este río.

Así se indica que Neptuno había llevado a las bodas de Peleo y Tetis los caballos Xanto y Balio que se creía que habían llegado hasta Aquiles por derecho hereditario.

Pero si no se tratara de una leyenda esto podría parecer miserable: asesinar a un rey a causa de tener que llevar unos caballos, y además un tracio feroz y belicoso; dejarse vencer por Ulises, ayudado tan sólo por algunos compañeros, tan fácilmente sin la menor resistencia.

¿Qué era más fácil? ¿Matar al rey de Tracia y arrancarle sus bienes por la fuerza o matar a los troyanos frigios considerados como no belicosos pero a los que no se llegó a vencer durante tantos años dedicados a ello?

Si consultamos la indagación histórica veremos que se trata de acontecimientos opuestos a la realidad y a la razón. Acechar a los halcones con palomas no es posible, sino más bien a la inversa. No cazamos perros con liebres sino al contrario.

Por el contrario, si se llevan estos hechos a su verdadero sentido jeroglífico no serán en absoluto absurdos sino más bien posibles. Y serán necesarios si se quiere tomar posesión de Troya.

Si se examina bien el decir de los filósofos veremos que advierten a los artistas que hay que velar para no adquirir la rojez antes que la blancura, o la blancura antes que la negrura, al principio de la obra.

En efecto, al comienzo el color rojizo o amarillo inferior no conviene. Es tenido como condenable entre los filósofos. Por lo que el conde Bernardo nos advierte de no adquirir el color del pavo real silvestre con un fuego excesivo antes de la negrura.[99]

Y Zachaire enseña a evitar el veneno en la primera obra, mientras que habitualmente se encuentra en la segunda.[100] Así Isaac dice que el color del ladrillo machacado es inútil al principio. Según la perfección de la obra todos repiten lo mismo, el color amarillo, púrpura, rojo y tirio.

Por ejemplo Cerus en la Turba:

Adminístralo cociendo hasta que se vuelva un croco muy excelente.[101]

Ardario:

Y he aquí que os aparecerá la piedra tiria.[102]

Boratés:

Moledlo por su agua hasta que se haga un croco parecido al color del oro.[103]

He aquí, pues, cómo otros han recordado que debía ser de color oro y xanto, al final de la obra, y no al principio, útil allí, nocivo aquí.

Y se ha de estimar lo mismo de los caballos de Resos: es preciso llevarlos a Troya antes que se vuelvan amarillos.

II. OTROS ELEMENTOS LEGENDARIOS EN RELACIÓN CON TROYA

Y he aquí estas seis memorables cosas indispensablemente requeridas para la toma de Troya y su destrucción. No está fuera de propósito añadir una séptima condición: el famoso caballo de Troya lleno de hombres armados y llevado a la ciudad a través de las destruidas murallas.

Se decía que era una invención de Palas puesto que la estratagema podría parecer haber sido pensada por un genio sutil, si no hubiera estado asociado a un peligro tan grande y si no hubiera probado el exceso de simplicidad, por no decir de estupidez, de los troyanos que debían demoler sus propios muros, mientras que el enemigo permanecía en su tierra, e introducir ellos mismos en su ciudad a aquellos por los que podían ser sometidos.

Pero eso también prueba manifiestamente la ficción en la mayor parte de detalles, incluso si otros elementos pueden poner la historia fuera de causa: en efecto, hay en nuestra época ejemplos de barcos, y hemos hecho la experiencia, que han sido introducidos con fortuna.

Ficción igualmente como la de la hija de Agamenón ofrecida en sacrificio a Diana a causa de los males que infestaban al ejército. La cosa es totalmente inventada y cercana a la fábula, igual que todo lo que hay en toda la Ilíada y la Odisea: allí se ve tanto la alegoría con explicaciones físicas y secretas de las obras de la naturaleza, como la política con variadas instrucciones destinadas a los reyes o a personas públicas o privadas.

Es así que Alejandro el Grande hacía tanto caso de Homero que por la noche se lo ponía bajo la oreja y lo llamaba “viático real”. Otros grandes hombres eruditos de todas las épocas han hecho lo mismo, hasta el punto que se diría que la cima del artificio del genio humano está expresada en la obra de Homero, si con las cosas buenas no inculcara otras tantas de malas, adulterios, robos, muertes, rapiñas y otras exacciones de los dioses.

Es probable que un hombre de tal valor haya puesto esto actos atribuidos a los dioses por licencia poética y según un modo de escribir alegórico a fin de que los sabios separen el núcleo de la corteza, el bien del mal y transformen el uso que ellos hacen. Tanto es así que atribuimos a Homero, como a Orfeo y a otros, un modo de empleo cuadruple.

El primero es jeroglífico, secreto, profundo y oculto, primario, con rasgos de las obras más secretas de la naturaleza, y del que tenemos necesidad. Y este sólo los filósofos y los que son conscientes de la verdadera quymia observan su interior y lo admiran. Los otros lo descuidan y no lo perciben bajo su sombría cubierta.[104]

El segundo es político, ético, moral, histórico, económico, secundario: instruye a los reyes, los jefes, los magistrados y a todos y cada uno en las costumbres y la vida común. En este muchos han percibido y sospechado, únicamente en este, que poseía alguna cosa divina.

El tercero lo dejamos a los poetas que abrazan únicamente sus fábulas, sus ficciones y sus tradiciones sobre los dioses, los héroes, etc.

El cuarto lo asignamos a los hombres de letras que observan la vestidura, el oropel y los encadenamientos del decir, y que lo interpretan para los otros.

De donde Homero (falsamente considerado como mendigo, mientras que era un hombre muy civilizado y más que experto en las grandes realizaciones, lo que no cuadra con un mendicante, más bien con un genio muy superior y repleto de los dones de la fortuna) tenía la reputación de alimentar de tal manera a los letrados por toda Grecia que incluso Alcibíades dio un día una bofetada a alguien por haber murmurado de Homero y le dijo con sarcasmo: “¿Es que tú llamarás mendicante o vano a aquel que alimenta y enriquece a sus traductores?”.

Así pues, por todas estas razones y todos los argumentos expuestos aquí y explicados hasta ahora, se percibe suficientemente que la expedición troyana contiene muy poco o nada de realidad histórica, sino un maximum de verdad alegórica, y que se ha producido más en vistas al intelecto secreto que para el sentido vulgar.

Sin embargo no negamos que la segunda, tercera y cuarta interpretación de las que acabamos de hablar puedan ser aplicadas. Pues nada impide mezclar en estas alegorías y ficciones alguna verdad, incluso si a la inversa no funcione: en efecto, no convendría para nada introducir ficciones en relatos verdaderos. Pues así como una minúscula porción de levadura, por ejemplo, mezclada a una simple masa de pasta la vuelve ácida y fermentada en su totalidad, así mismo los elementos falsos o ficticios, aunque sean pocos, vuelven sospechosa una historia verdadera y la vuelve totalmente indigna de fe.

En resumen, si poetas como Orfeo y Homero han mezclado probablemente un poco de realidad a sus fábulas, en cuanto a lugares, cosas o personas, no se desprende de ello que sean verdaderas o que se las haya de tomar y entender tal como suenan, como así lo han hecho la mayor parte de los paganos. En consecuencia lo que sería un reproche a dichos poetas, no volvería por ello verdaderas a sus ficciones por más que sea de manera inconsiderada.

Por cuando la misma Troya hubiera sido una ciudad en la Antigüedad y hubiera sido destruida, ello no se habría producido de la manera en que se describe. Pues lo que los poetas y los historiadores (que las han seguido en el tiempo y en la manera de escribir) han transmitido, es tal que es normal ponerlo en duda y devolverlo a su origen, es decir, a su fuente alegórica. Y esto es lo que hemos hecho.

III. EL RETORNO Y LAS ERRANCIAS DE ULISES

Ahora nos queda recorrer brevemente el retorno y las errancias de Ulises, puesto que como se ha dicho él es la máscara del artista, dotado de un genio tan grande como la fuerza de la que era dotado Hércules. Así, si se quieren considerar bien todos los detalles, todo lo que ha sucedido de ilustre a Troya se ha realizado gracias a su consejo o a su acción. El valor de Ulises no consistía solamente en la labor de sus manos. Como señala Elien, Ulises testimonia a su propio sujeto:

Creedme, otro no sería más poderoso o servidor si la cuestión es encender el fuego o cortar la leña.[105]

En efecto, en estos dominios la mayor parte de la labor de Ulises se consume en el arte filosófico. Así por ejemplo, Ulises habría fabricado una embarcación, muy rápidamente, por su labor y sin el trabajo de artesanos.

Él es quien ha obtenido las seis condiciones impuestas anteriormente por el oráculo, sin las cuales no se podía ocupar la ciudad.

Por su elocuencia y su prudencia es como se ha dirigido todo el ejército.

Tras él viene Aquiles y para reemplazarlo Neoptólemo. Después Helena con Paris. Otros personajes son añadidos para ocultar el artificio: Agamenón como general, Menelao como el que pone en acción, Áyax como el que suministra mucho de sus manos, Diómedes como compañero de Ulises, Sinón el traidor, Tersito el insultador, y así sucesivamente. Finalmente, habiendo sido Troya sometida, vencida y derribada arte y Marte, Ulises desea volver a su patria, como los otros griegos. Así habla Ovidio:

La sabiduría del héroe de Ítaca no es dudosa, pero de igual modo él desea poder ver el humo de los fuegos de su patria.[106]

Sobre la razón de su huída no añadiremos aquí nada más que lo que hemos señalado más arriba. Es así como ante todo es deportado por la tempestad sobre la orilla de los cicones, pueblo de Tracia; después entre los lotófagos en África donde sus compañeros probaron los frutos del loto que les hizo olvidar la patria. Ya no volvieron a los barcos.

De allí fue a Sicilia, al antro de Polifemo, al que cegó junto con doce compañeros.

Después fue a la isla de Eolia y los lestrigones, este pueblo tan monstruoso de Campania, después prosiguió su carrera hasta la isla de Aiaié donde la envenenadora Circe, Hija del Sol, metamorfoseó a sus compañeros en bestias. De ella tuvo como hijos a Teléfono y Ardea.

Después descendió a los infiernos consagrando una paloma a Plutón y a Proserpina, a fin de aprender allí mismo del adivino Tiresias lo que debía hacer.

Después, cuando fue transportado hasta la isla de las sirenas, tapó los oídos de sus compañeros llenándoselos de cera y les ordenó que lo ataran al mástil del navío. De allí, pasando por Escila y Caribdis, no sin la pérdida de algunos compañeros, llegó de nuevo a Sicilia donde las hijas del Sol guardaban los rebaños paternales.

Allí los compañeros masacraron a estos rebaños, lo que hizo que perecieran casi todos durante el naufragio en el que el mástil mismo del navío fue arrancado. Ulises se agarró a él y fue bamboleado durante nueve días por las olas del mar que lo deportaron hasta la isla de Ogigia donde la ninfa Calipso lo recibió como huésped. Allí permaneció siete años e también tuvo hijos de esta ninfa. Después los dioses exigieron su partida. Cerca de Reacia rompió de nuevo su barco bajo la instigación de Neptuno a causa del asunto de Polifemo. Nadó hacia el puerto de los reacios y como iba desnudo se ocultó entre las frondosidades. Pero poco después recibió vestimentas de Nausíaca, hija de Alcinoo, y fue conducido, gracias a Palas, hasta la mujer de Alcinoo, Areté que le suministró vestidos y compañeros como regalo.

Se le depositó dormido en Ítaca con sus regalos. Y volvió a casa de Penélope disfrazado de mendigo con quien se dice que aún puso en el mundo a Poliporto, tras la caída de Troya, en memoria de la virtud paternal, puesto que este nombre significa “devastador de ciudad”.

Y he aquí las errancias de Ulises durante su retorno a la patria. Parece que duraron más de diez años. Como el sitio de Troya duró otro tanto, Ulises vivió veinte años enteros fuera de su patria, implicado en muchas errancias e infortunios que sin embargo superó para obtener del hijo que le fue engendrado el nombre de “devastador de ciudad”.

Estos temas se dan a conocer suficientemente por ellos mismos como totalmente legendarios y ficticios. Son producidos por el poeta para mostrar de manera política a qué errores y a qué males está expuesta la vida humana y lo que deben soportar los artistas antes de llegar a su último objetivo. En efecto, se dice que quien no ha cometido error aún no ha comenzado.

Y Bacaser dice en la Turba:

Lo que es recto no se discierne más que por el error, y nada engendra más dolor al corazón que el error en este arte y en esta obra.[107]

Sobre estas desviaciones del arte y sobre estas dificultades existen comentarios de otras personas, y los ejemplos cotidianos dan testimonio de ello más que suficiente. No añadiremos nada aquí para demostrarlo.

Así, que Troya haya existido realmente y haya sido destruida, o que lo haya sido sólo en la ficción (que se comprende lo mismo por los trabajos de Hércules, los juegos sagrados y los asuntos de los dioses), es igual, pues para nosotros nada se siembra ni se cosecha de ello.

Pero si debemos dar nuestro acuerdo a una de las dos partes los miles de indicios nos convencen de que nada de todo esto ha existido realmente, aunque los paganos lo hayan fijado en sus libros como si hubieran existido.

Sin embargo si respecto a ello consultamos a todos los autores para saber de dónde han sacado tantas cosas de este tipo, el resultado se encontrará en los seis susodichos autores en lo que concierne a la religión (o más bien a la idolatría) pagana: Orfeo, Lino, Museo, Melampo, Homero y Hesiodo.

Pues si interrogamos a estos para saber de dónde lo han adquirido, veremos que en parte todo viene de los egipcios y en parte de su propio cerebro imitando la doctrina de los egipcios.

En cuanto a los egipcios, ellos han recibido todas sus doctrinas de Isis y esta las ha recibido de Mercurio y Vulcano.

No obstante si alguien se persuade a sí mismo afirmando que todas estas historias deben decirse y comprenderse de personajes reales y como algunos piensan que la historia está en las mismas fábulas, no pelearemos con él en absoluto, en tanto nos conceda a su vez la posibilidad de que bajo la historia real pueda ocultarse una alegoría, es decir, que las cosas muy secretas que se han de transmitir de forma figurada estén cubiertas bajo la forma velada de una enseñanza casi real.

Quien requiera un ejemplo de este fenómeno que examine los libros de este famoso médico de Amiens, Sobre la razón oculta de las cosas, y que decida si bajo esta corteza, que parece tan dura a muchísimas personas, no se oculta totalmente otro núcleo; si partiendo de teoremas y preceptos que ha acumulado a partir de autores de medicina común, no ha entremezclado las operaciones muy secretas de la naturaleza y del arte, de tal manera que sólo los más perspicaces disciernen su intención.

Así mismo los Antiguos más anteriores (en el tiempo de los cuales la quymia se extendía) y de cuyo origen se ignora el nombre, si realmente han transmitido sus enseñanzas en sus escritos, no está menos establecido que la mayor parte de cosas que han proferido han sido fabricadas, y que las han transportado desde lejos a peso sobre las reales.

¿Quién demostrará que bajo estas ficciones y alegorías no se ocultan las enseñanzas químicas que hemos desenterrado de sus tinieblas lo bastante hasta aquí para ponerlas a la vista de todos aquellos que comprenden?

Y, fuera de toda otra consideración, si en este género de escritos alguno prueba llevar todas estas historias legendarias a la realidad estimando que todos los autores han sido, como él mismo, ignorantes de la quymia, y que no han ocultado jamás en sus escritos el menor sentido químico, que este abuse de su propio juicio todo lo que quiera y donde quiera. Sin embargo deberá concedernos lo mismo según la ley del talión a fin de que ello nos sea permitido tanto como a él y a los otros.

Y ahora, de la misma manera que Natali, en su Mitología, y a propósito del Sol, da gracias a Dios en estos términos:

Explicación más abierta y más abundante de las fábulas. Ella misma ha sido reservada hasta nuestro tiempo; es por lo que doy eternas gracias a Dios, Todopoderoso y Redentor, que me ha concedido el beneficio de abrir estos insípidos ambages de los Antiguos que verdaderamente no contienen nada religioso, y de demostrar que no eran más que ficciones destinadas a explicar las cosas filosóficas.

Igualmente nosotros también, con la misma devoción de alma, con el mismo corazón y la misma boca rendimos al mismo DIOS TRIUNO todas las gracias que nuestro espíritu es capaz de concebir, por habernos hecho con tanta clemencia la largueza de haber podido devolver a su real origen estas alegorías de Egipto, Grecia y toda la Antigüedad.

Estas alegorías, estas fábulas y estos misterios, tenidos anteriormente, como aún ahora, por los secretos muy secretos[108] (no imaginados a propósito de cosas vulgares y conocidas en el mundo, sino a propósito de aquellas que, por su propio derecho, debían ser ocultadas) habían hecho brotar tales fuentes increíblemente redundantes como las idolatrías, las tinieblas y los errores de tantas naciones. Damos gracias a Dios por haberlas podido reunir, a la vez por la línea y por el punto inmóvil de la verdad, con una cierta armonía irreprensible (que es lo propio de la verdad).

Como todas estas cosas no se acuerdan a ninguna otra cosa que a la MEDICINA DEL ALMA y del CUERPO llamada verdaderamente medicina de oro, pueda este sublime MUY BUENO, MUY GRANDE y únicamente TRISMEGISTO médico del alma y del cuerpo JESÚS-CRISTO concedérnosla para utilizarla a la gloria de su nombre, para nuestra utilidad y la del prójimo.

Que nos acuerde, conforme a ella, la vía eterna, él que, como una PIEDRA arrancada de una ALTA MONTAÑA sin las manos, y piedra angular rechazada por la mayor parte del mundo, es decir, por las naciones, y apropiada a nosotros, sea bendito en los siglos, AMÉN.

FIN DE ESTE TRATADO



[1] . Nota al margen: “Las ciudades cristianas que lo afirman han tomado como fuente a los paganos con sus falsas historias. Lo que son afirmaciones inconsideradas”.

[2] . El griego κρητίζειν significa “mentir”. Hemos dejado el vocablo tal cual para resaltar el juego de palabras. Cf. Paul, Titus, I, 12. Dictis, supuesto compañero de Idomeneo de Creta (cf. Homero, Ilíada, II, 645-652) es el autor de un Diario de la guerra de Troya.

[3] . Ovidio, Heróidas, XVI, 181-182.

[4] . En latín: “moenia Vulcano fabricata manu”. Cf. Virgilio, Enéida, IX, 144-145: “moenia Neptuni fabricata manu”. Como la continuación del texto de Maier sugiere, la confusión quizás es intencionada. Cf. E. d’Hooghvorst, El Hilo de Penélope, t. I, p. 56: “Poseidón (Neptuno) el dios de las aguas, es pues, el señor de este fuego suave negado por los ignorantes… este fuego que conduce toda la Obra”.

[5] . Cf. Bernardo el Trevisano, La Filosofía natural de los metales, III; J. Mangin de Richebourg, Biblioteca de los filósofos químicos, t. I, p. 492. Cf. también El Rosario de los filósofos, pp. 79 y 103; Artis auriferae, t. II, pp. 250 y 269; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. II, pp. 96 y 99. Cf. finalmente el Consejo de las bodas, II; Theatrum chemicum, t. V, p. 479; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. II, p. 255.

[6] . Esta observación parece contradictoria, puesto que Vulcano forma parte de las condiciones requeridas para el medio y el fin. Sin embargo creemos que aquí el autor insinúa la acción de Vulcano solo, sin el mercurio o el azot.

[7] . Ovidio, Metamorfosis, XIII, 429.

[8] . Cf. Herodoto, Historias, II, 2.

[9] . Duplici iure, “justamente doble”. Si hemos comprendido bien el sentido es este: si Hécuba ha tenido realmente un sueño, ya no se trata más que de un ensueño; sino que a más se ha inventado, imaginado, soñado que Hécuba ha tenido un sueño, la cosa es dos veces irreal.

[10] . Servio, Comentarios sobre la Enéida, II, 601.

[11] . Cf. idem.

[12] . Cf. Virgilio, Enéida, I, 272-274.

[13] . Nota al margen: “Hygin contesta muchas cosas a Virgilio; esto se encuentra en Aulu-Gelle, X, 16”.

[14] . Cf. Agustín, La ciudad de Dios, VI, 2-5.

[15] . Nota al margen: “Aulu-Gelle, XVII, 21, dice según Casio, que Homero ha vivido el año 140 después de la guerra de Troya, y en el 160 antes de la fundación de Roma, y esto suponiendo que Troya ha sido destruida en el 300 antes de la fundación de Roma. Quien fue Homero y donde nació permanece desconocido. Cf. Aulu-Gelle, XVII, 21 y III, 11. La patria de Homero era desconocida.

[16] . T. Valois, Comentarios sobre La Ciudad de Dios de Agustín, III, 2.

[17] . Cf. Cicerón, Pro Archia, 19. Nota al margen: “Aulu-Gelle, III, 11, Siete ciudades se disputan la paternidad del destacable Homero: Esmirna, Rodas, Colofón, Salamina, Quios, Argos y Atenas”.

[18] . Cf. Aulu-Gelle, Noche Áticas, III, 11, 6. Cf. también Eustatio, Comentarios sobre la Odisea, prólogo: “Algunos escriben que Homero era egipcio o que habiendo frecuentado Egipto había sido instruido allí”.

[19] . Aristote citado en Pseudo-Plutarco, Vida de Homero, 3.

[20] . Cf. Homero, Ilíada, XX, 302-308.

[21] . Agustín, La Ciudad de Dios, XXII, 6.

[22] . Ibidem, III, 3.

[23] . Ibidem, III, 4.

[24] . Ibidem, III, 5.

[25] . Ibidem, II, 13.

[26] . Ibidem, II, 14.

[27] . Cf. Pablo, II Corintios, II, 12, y II Timoteo, IV, 13. Cf. también Hechos de los apóstoles, XVI, 8 y 11.

[28] . Apolonio de Rodas, Argonáuticas, II, 1143-1145a.

[29] . En latín: nihil ad rhombum. Debe de tratarse de una expresión de la que ignoramos el sentido. Rhombus significa “rombo” pero también “huso” o “rueca” de bronce que se utilizaría en los encantamientos.

[30] . Ovidio, Metamorfosis, XI, 142-145.

[31] . En latín: auritas, “dotado de orejas”. Quizás el autor aquí juega con las palabras auris, “oreja”, y aurum, “oro”.

[32] . Cf. Ovidio, Metamorfosis, XI, 150-179.

[33] . Cicerón, Tusculanes, I, 65. Si el autor insiste tanto sobre la injusticia es porque tradicionalmente Júpiter está en relación con la justicia (en latín ius).

[34] . Cf. Oroso, Historias, XII, 4-5.

[35] . Lactancio, Instituciones divinas, I, 10, 10.

[36] . Palladium: “estatua de Palas”.

[37] . Cf. Josué, VI, 1-20.

[38] . En esa época enturbiada por guerras de religión hubiera sido muy difícil para Maier identificar públicamente poesía y profecía, como ha podido hacerlo E. d’Hooghvorst, El Hilo de Penélope, t. I, p. 103. Pero no nos equivoquemos, el fondo es idéntico. ¿A qué hacen alusión las trompetas de Jericó?...

[39] . Este monte Peleo también es, pues, un barro, como el Sinaí de los Hebreos. Cf. al respecto la p. 257 del Hilo de Penélope t. I de E. d’Hooghvorst, en su destacable artículo “La Cábala”.

[40] . Cf. Fulgencio, Mitologías, II, 1.

[41] . En griego: Πυρίσσοος, “conservado (salvado) en el fuego”.

[42] . Aquiles, según los neoplatónicos, significaba ya sea ἄχος τοίς ΄Ιλιεϋσιν “dolor para los Troyanos”, o bien, ά, “no”, y χιλος, “forraje”, es decir, “sin forraje”. No es pues, bestia de comer heno. En efecto, fue únicamente alimentado con médulas por el centauro Quirón. Pero aquí se da la etilmología ᾀ, “no”, y χείλος, “labio”. Él es pues “sin labio”.

[43] . Cf. Apolonio de Rodas, Argonáuticas, IV, 869-879.

[44] . Géber, La Suma,I, 1, 3; J. Mangin de Richebourg, Biblioteca de los filósofos químicos, t. I, p. 138; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, p. 520.

[45] . Cf. Géber, La Suma, I, 1, 1-3; J. Mangin de Richebourg, Biblioteca de los filósofos químicos, t. I, pp. 137-139; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, p. 520.

[46] . Géber, idem, I, 1, 3; J. Mangin de Richebourg, idem, t. I, p. 139 ; J.-J. Manget, idem, t. I, p. 520.

[47] . Cf. Géber, idem, I, 1, 4; J. Mangin de Richebourg, idem, t. I, pp. 139-140 ; J.-J. Manget, idem, t. I, p. 520.

[48] . Cf. Géber, idem, I, 1, 5; J. Mangin de Richebourg, idem, t. I, pp. 140-143; J.-J. Manget, idem, t. I, pp. 520-521.

[49] . J. Isaac de Holanda, Obras minerales, I, 99: Theatrum chemicum, t. III, p. 373.

[50] . Cf. Ovidio, Metamorfosis, XIII, 128-381.

[51] . En griego, πυρρός significa “de un rojo de fuego”, “rojo”.

[52] . En latín: “arcanum arcanissimum”.

[53] . J. Pontano, Epístola del fuego filosófico, pp. 3-4; Theatrum chemicum, t. III, p. 735; t. VI, p. 488.

[54] . Juego de palabras entre nominibus y ominibus.

[55] . N. Flamel, Anotaciones; Theatrum chemicum, t. I, p. 784; J.-J. Manget, Bibliotheca chemical curiosa, t. II, p. 364.

[56] . Idem.

[57] . Idem.

[58] . Turba philosophorum; Artis auriferae, t. I, p. 38. Cf. Turba philosophorum (alterum exemplar), 47; Artis auriferae, t. I, p. 113; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, p. 489. Cf. también La Turba de los filósofos, « Discurso cuarenta y tres », p. 105; Theatrum chemicum, t. V, p. 33; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, p. 458.

[59] . Turba philosophorum; Artis auriferae, t. I, p. 39. Cf. Turba philosophorum (alterum exemplar), 48; Artis auriferae, t. I, p. 114; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, p. 489. Cf. también La Turba de los filósofos, « Discurso cuarenta y cuatro », p. 106; Theatrum chemicum, t. V, p. 34; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, p. 458.

[60] . Turba philosophorum; Artis auriferae, t. I, p. 42. Cf. Turba philosophorum (alterum exemplar), 52; Artis auriferae, t. I, p. 117; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, p. 490. Cf. también La Turba de los filósofos, « Discurso cuarenta y ocho », p. 110; Theatrum chemicum, t. V, p. 36; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, p. 459.

[61] . Turba philosophorum; Artis auriferae, t. I, p. 42. Cf. Turba philosophorum (alterum exemplar), 52; Artis auriferae, t. I, p. 118; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, p. 490. Cf. también La Turba de los filósofos, « Discurso cuarenta y ocho », p. 106; Theatrum chemicum, t. V, p. 36; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, p. 459.

[62] . Turba philosophorum; Artis auriferae, t. I, p. 58. Cf. Turba philosophorum (alterum exemplar), 69; Artis auriferae, t. I, p. 132; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, p. 493. Cf. también La Turba de los filósofos, « Discurso sesenta y tres », pp. 135-136; Theatrum chemicum, t. V, p. 46; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, p. 463.

[63] . En latín: “periodus et ambitio”. Se trata de dos términos difíciles de traducir. Es preciso tomarlos en sentido literal: “dar vueltas en redondo alrededor de”. Recordemos que la palabra urbs, “ciudad” designa en su origen un “círculo” (orbis).

[64] . Morien de Roma, De la composición de la alquimia; Artis auriferae, t. II, p. 32; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, pp. 514-515.

[65] . Cf. Ovidio, Remedia amoris, 47-48. Maier cita estos versos con las modificaciones que se encuentran en André de San Víctor, Exposiciones históricas sobre los libros de Salomón, “Eclesiastés”, l. 600.

[66] . Cf. supra, p. 170, n. 468.

[67] . Cf. Estáfilo, Historia de Tesalia, III.

[68] . Armarii, “de armario”. Recordamos que la palabra “armario” (“armas de nobleza”) es de la misma raíz que la palabra “arma” y proviene del verbo arcere, “descartar”.

[69] . R. Llull, Testamento, “Teoría”, 81 (82); Theatrum chemicum, t. IV, pp. 118-119; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, p. 756; M. Pereira, B. Spaggiari, Il “Testamentum” alchemico attribuito a Raimondo Lullo, p. 268.

[70] . Idem.

[71] . Idem.

[72] . Cf. Denis Zachaire, La Filosofía natural de los metales, III; J. Mangin de Richebourg, Biblioteca de los filósofos químicos, t. I, pp. 577-584; Theatrum chemicum, t. I, pp. 744-747; j.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. II, pp. 348-349.

[73] . B. Valentín, Macrocosmos o Tratado de los minerales, “Del Vitriolo”, p. 58.

[74] . “Aquiles resucitado”.

[75] . Cf. Apolodoro de Atenas, Crónicas, III.

[76] . Cf. Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica, III, 59, 7; Dion Cassius, Historia romana, XVII, 61. Pesinonte vendría de πεσεῐν, “caer”. Diodoro explica el culto de Cibeles, diosa de Pesinonte, como consecuencia de una enfermedad caída (έμπεσούσης) del cielo.

[77] . Cf. Ovidio, Fastos, VI, 419-431.

[78] . Cf. Ibidem, VI, 435-436.

[79] . Cf. Tito Livio, Historia romana, resumen del libro XIX (en realidad concerniente a la primera guerra púnica) donde había el paladium con el término sacra, “cosas sagradas”.

[80] . Cf. Virgilio, Enéida, II, 165: fatale, “ligado al fatum”, es decir al “destino divino”.

[81] . Virgilio, Enéida, II, 165-168. Cf. Agustín, La Ciudad de Dios, I, 2.

[82] . Darés el Frigio (es decir el Troyano) citado por Homero (Ilíada, V, 9 y 27), es el pretendido autor de una Historia de la ruina de Troya.

[83] . Cf. Solino, III, 2.

[84] . Juego de palabras en latín: sive facta, sive ficta.

[85] . Escudos. Bajo el reino de Numa Pompilio, un escudo había caído del cielo y este rey hizo fabricar once parecidos.

[86] . Cf. Tzestzés, (siglo XII) Historiarum variarum chiliades, 10.

[87] . Cf. Licofrón, Alexandra, 156.

[88] . Ovidio, Amores, II, 43-44.

[89] . Cf. Píndaro, Olímpicas, I, 25-27.

[90] . J. Pico de la Mirándola, Sbre el oro, II, 2; Theatrum chemicum, t. II, pp. 324-325; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. II, p. 563.

[91] . J. Pico de la Mirándola, Sbre el oro, III, 1; Theatrum chemicum, t. II, pp. 358-359; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. II, p. 577.

[92] . Tomás de Aquino, Aurora consurgens, II, 20; Artis auriferae, t. I, p. 229.

[93] . Ibidem.

[94] . Ibidem, p. 233.

[95] . Consejo de las bodas, III; Theatrum chemicum, t. V, p. 494; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. II, p. 261. Se puede leer también: “el espíritu deviene del aire en el huevo”.

[96] . Turba philosophorum; Artis auriferae, t. I, p. 26; Turba philosophorum (aletrum exemplar), 34; Artis auriferae, t. I, p. 101 ; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, pp. 486-487. Cf. también La Turba de los filósofos, « discurso treinta y dos », pp. 83-84; Theatrum chemicum, t. V, p. 25; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, pp. 454-455. Cf. finalmente supra libro III, p. 128

[97] . Para apaciguar al monstruo se había decidido ofrecerle a Hesíone atada a una roca.

[98] . El griego ξανθός, significa “amarillo”.

[99] . Cf. Bernardo el Trevisano, La Filosofía natural de los metales, III; J. Mangin de Richebourg, Biblioteca de los filósofos químicos, t. I, p. 492.

[100] . Cf. Zachaire, La Filosofía natural de los metales, II, 6; J. Mangin de Richebourg, Biblioteca de los filósofos químicos, t. I, p. 574; Theatrum chemicum, t. I, p. 741; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. II, p. 347.

[101] . Turba philosophorum; Artis auriferae, t. I, p.20. Cf. Turba philosophorum (alterum exemplar), 25; Artis auriferae, t. I, p. 95 ; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, p. 485. Cf. también La Turba de los filósofos, « Discurso veinte y tres », p. 71; Theatrum chemicum, t. V, p. 20; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, p. 453.

[102] . Turba philosophorum; Artis auriferae, t. I, p.18. Cf. Turba philosophorum (alterum exemplar), 23; Artis auriferae, t. I, p. 92 ; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, p. 485. Cf. también La Turba de los filósofos, « Discurso veintiuno », p. 67; Theatrum chemicum, t. V, p. 18; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, p. 452.

[103] . Turba philosophorum; Artis auriferae, t. I, p.21. Cf. Turba philosophorum (alterum exemplar), 26; Artis auriferae, t. I, p. 96 ; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, p. 485. Cf. también La Turba de los filósofos, « Discurso veinticuatro », p. 73; Theatrum chemicum, t. V, p. 21; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, p. 453.

[104] . Cf. Virgilio, Bucólicas, I, 1: “Patulae recubans sub tegmine fagi”.

[105] . Elien, Historia variada, VII, 5. Cf. Homero, Odisea, XV, 321-322.

[106] . Ovidio, Pónticas, I, 3, 33-34.

[107] . Turba philosophorum; Artis auriferae, t. I, p. 35. Cf. La Turba de los filósofos, “Discurso treinta y nueve”, p. 100; Theatrum chemicum, t. V, p. 31; J.-J. Manget, Bibliotheca chemica curiosa, t. I, p. 457. Cf. también supra, libro II, p. 92.

[108] . Arcana arcanissima.

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