Obra digna de estudio, poesía profunda, de Raimon Arola. Hemos utilizado el principio de su prefacio, pues, nos parece lo suficiente interesante como para atraer la atención. (pero el resto no tiene desperdicio).
Principio del Prefacio
Blog dedicado a la traducción y síntesis del texto hermético de las Fábulas Egipcias y Griegas desveladas y reducidas al mismo principio, con una explicación de los Jeroglíficos y de la Guerra de Troya, de Dom Antoine Joseph Pernety (1716–1796), traducción y selección de José Romero. (véase la presentación, 1 – 2 – y 3). jorosan@gmail.com
Obra digna de estudio, poesía profunda, de Raimon Arola. Hemos utilizado el principio de su prefacio, pues, nos parece lo suficiente interesante como para atraer la atención. (pero el resto no tiene desperdicio).
Más allá del estudio de la mitología griega y egipcia, y de la corrección
sistemática de las afirmaciones del Abbé Banier sobre el tema; en Las
Fábulas Egipcias y Griegas desveladas y reducidas a un mismo
principio sigue el método de la filosofía hermética en su búsqueda de
la verdad y el conocimiento. Una filosofía que establece relaciones secretas y
simbólicas entre todas las cosas, y que es la base misma de la alquimia. Así
pues, bajo la apariencia de mitografía, esta obra es en realidad un verdadero tratado
de alquimia y filosofía hermética. Para el autor, la mitología y los textos
griegos y egipcios constituyen la base del hermetismo.
Antoine Joseph Pernéty descubrió el hermetismo en 1757, en la biblioteca de
Saint-Germain-les Prés; fue una revelación. Este benedictino de la Congregación
de Saint Maur, capellán en uno de los viajes de Bougainville a las islas
Malvinas y bibliotecario de Federico II de Prusia, partió él mismo en busca de
la Piedra Filosofal; fascinado por la obra de Swedenborg, fundó la secta de los
Iluminados de Berlín y más tarde de los iluminados de Avignon.
Para componer sus Fábulas Egipcias y Griegas desveladas y reducidas
a un mismo principio, Pernety se inspiró en gran medida en la obra de
Michael Maier, hasta el punto de conservar el esquema de seis libros de su
Arcana Arcanissima, con los mismos títulos, que tradujo textualmente al
francés. Como explica el propio Pernety: «He leído atentamente varios tratados
de Michael Maier, y me han sido de tanta ayuda que el titulado Arcana
Arcanissima me ha servido de marco para mi trabajo».
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En breve estará en las tiendas, los dos tomos está incluidos en uno. Es una gran alegría que este trabajo salga en formato de libro, así queda completo, pues en el blog se accede a los nombres en forma de diccionario, donde se puede buscar determinado mito o comentario.
A parte de los artículos, reseñas bibliográficas i otras traducciones, como la de Michael Maier, Arcana Arcanísima, inspirador para Pernety.
Pero tener el libro en las manos y leerlo en su orden es impresionante, además de entrañable.
El libro se compone de: Un discurso preliminar; un tratado de física; un tratado de la Obra hermética; Las Fábulas y jeroglíficos egipcios; las fábulas que más se acercan al Arte Hermético (Jasón y los argonautas en busca del Toisón de oro); las Fábulas griegas; una explicación de la guerra de Troya; y el descenso de Eneas a los infiernos. Cada uno de los apartados con todos los mitos y personajes pertenecientes al mismo.
Muy sinceramente espero, entusiasta lector, que te sea de gran utilidad en tu búsqueda y paso por este mundo.
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1-
Presentación
Dom Antoine Joseph Pernety nació en Ruán,
el 13 de febrero de 1716. Al terminar los estudios primarios ingresó en la
congregación benedictina de Saint-Maur y posteriormente fue destinado a la
Abadía de Saint–Germain–des–Pres, a fin de ampliar sus estudios, en cuya
biblioteca encontró valiosos textos alquímicos que despertaron en él un
especial interés, que mantendría a lo largo de su vida. En 1758 compuso sus dos
obras magnas: Las Fábulas egipcias y
griegas, desveladas y reducidas al mismo principio y el Diccionario mito-hermético.[3]
En 1764 abandona los hábitos y se instala
en Avignon, donde participa activamente en la Masonería de Rito Escocés,
Antiguo y Aceptado, allí funda el grado de Caballero
del Sol y el de Príncipe Adepto. En esta misma época crea su propia orden
iniciática, El Rito Hermético. En 1767 acepta el cargo de Conservador de la
Biblioteca Real de Berlín, propuesto por Federico II el Grande, y se instala en
Prusia donde permanecerá dieciséis años.
Estudioso de la obra de Swedemborg, tradujo
al francés la más importante de sus obras Las
maravillas del cielo y el infierno. En 1770 compuso un pequeño manual de
uso interno del Rito Hermético: el Ritual
alquímico secreto,[4]
y en 1776 un tratado que dedicará a Federico II: Del conocimiento del hombre moral por el hombre físico.
En 1783 una entidad con la que decía estar
en contacto, La Santa Palabra, le
conmina a abandonar Prusia y a instalarse de nuevo en Avignon. Reorganizó su
orden bajo el nombre de “Rito de los iluminados”, de orientación claramente
alquímica, en la que participaron alquimistas como el Abad Buyton de Moreau
«Brumore», el polaco Grabianka, La Richardière y, muy posiblemente, el filósofo
Saint Baque de Bufor.[5]
En 1786 sus obras fueron reeditadas; la Orden
contaba con un centenar de miembros y era conocida en el mundo del esoterismo con
el nombre de los “Iluminados de Avignon”. Pernety falleció en Avignon, el 16 de
octubre de 1796.
Lo que ha quedado de este erudito
hermetista para la posteridad es, básicamente, la interpretación de los dioses
de la antigüedad clásica, y en este sentido,
escribe Raimon Arola:
La explicación de los
secretos de la naturaleza se consideraba como el sentido más medular, más
importante incluso que la comprensión de las fábulas bajo una óptica teológica o moral. Tal dimensión de la
naturaleza sólo se puede entender desde un punto de vista hermético, en
particular alquímico; esto es, el
arte y la ciencia de la regeneración física y completa del hombre y de la
naturaleza por medio de la Piedra Filosofal.[6]
Hemos
escogido algunos fragmentos de esta magnífica obra, siguiendo las explicaciones
que da respecto a Júpiter, al que presenta como el fuego celeste o calor vital. Desde la antigüedad este Dios ha sido
considerado el alma del mundo, según
lo explica Ficino (1433-1499):
Los platónicos denominaban
repetidas veces a Júpiter como alma del mundo entero, que es la que alimenta
interiormente al cielo, las tierras, las llanuras líquidas, la esfera brillante
de la luna y las constelaciones de los Titanes y, derramándose por los
miembros, pone en movimiento toda la máquina y se mezcla con el gran cuerpo.[7]
Pernety parece estar de acuerdo con esta
idea cuando habla de la creación:
El espíritu de Dios que
planeaba sobre las aguas,[8]
fue el instrumento del que el supremo Arquitecto del mundo, se sirvió para dar
forma al Universo. Propagó al instante la luz, volvió de potencia en acto las
simientes de las cosas antes confusas en el caos y por una alteración constante
de coagulaciones y resoluciones hizo a todos los individuos. Repartido en toda
la masa, animó cada parte y por una continua y secreta operación dio movimiento
a cada individuo según el género y la especie que había determinado. Es
propiamente el alma del mundo y quien lo ignora o lo niega ignora las leyes del
Universo.[9]
Este dios es denominado Eter (αίθήρ), portador de ese fuego creador de la luz.[10]
Pernety dice refiriéndose a esta Luz:
Su origen nos demuestra su
naturaleza espiritual. Antes que la materia recibiera la forma, Dios formó la Luz
que se expandió enseguida en la materia y le sirvió como de mecha para
sobrevivir. La manifestación de la luz viene a ser como el primer acto que Dios
hizo sobre la materia; el primer casamiento del creador con la criatura y del
espíritu con el cuerpo.
Extendida por todas partes,
la luz pareció concentrarse en el Sol; […]; la luz del Sol es un espíritu
luminoso unido inseparablemente a este Astro, cuyos rayos se revisten con parte
del Eter para volverse sensibles a nuestros ojos. […] Pero no se ha de
confundir la luz con el rayo de luz, […] pues la luz es la causa y la claridad
es el efecto.
[…] La luz es para nosotros
una viva imagen de la Divinidad. El amor Divino no pudiendo contenerse en sí
mismo, se expande fuera de Él y se multiplica en la creación. […] Este espíritu
ígneo llevado por los rayos de luz […] penetra incluso en los cuerpos más densos.
El movimiento en tanto que
movimiento no produce la luz, pero la manifiesta. Ella no se muestra más que en
los cuerpos móviles, es decir, en una materia extremadamente sutil, fina y
propia al movimiento. El Sol pone en movimiento estas materias extremadamente
sutiles. He aquí un vehículo de la luz, vehículo que no difiere del Eter.[11]
EH, siguiendo las teorías del Timeo de Platón, comenta refiriéndose a
este éter (αίθήρ):
El éter era un aire
extremadamente sutil, mezclado con fuego, y era divino: para los griegos era el
mismo Dios. Este éter estaba animado continuamente por un movimiento circular y
era inteligente. El éter –que es el alma del mundo, lo que los hombres llaman
Dios- mantenía continuamente las esferas en su movimiento circular. De ahí
viene la palabra universo, del latín uni-versus, ‘que gira siempre en el
mismo sentido’.
Este éter está animado sobre
todo por la necesidad y el deseo de corporificarse. Una vez encuentra un cuerpo
muy puro, que de alguna manera es de su naturaleza, se une a él y produce la
luz.[12]
En el tomo segundo de su obra, Pernety reproduce
la fábula de Júpiter, seguida de una explicación alquímica de las operaciones
necesarias para fijar este volátil. Éste es el texto que presentamos, y que
trataremos de poner en concordancia con algunas de las explicaciones que nuestro
autor da en el tomo primero, en el capítulo Principios
generales de la Física, siguiendo la obra hermética, del que ya hemos
extraído algunas citas. Quisiéramos concluir esta introducción citando unas
palabras de EH, a modo de síntesis de nuestra intención, al presentar este
texto de Dom Antoine Joseph Pernety:
Ciertamente, el alma del
mundo no es otra cosa que el famoso disolvente quymico que tantos buscadores se
empeñan vanamente en inventar. Es la sustancia misma del oro, que se ha hecho
palpable en el eléctrum; éste es el famoso secreto ancestral, el
fundamento de la obra, que disuelve el oro vil tan simple y suavemente como el
hielo se funde poco a poco en agua templada. ¿Quién podría creer que una sencilla
moneda de oro pueda ser disuelta por el alma del mundo? Sin embargo, éste es el
primer secreto de la filosofía, una locura para la mayoría y una maravillosa
revelación para algunos en el transcurso de los siglos.[13]
2-
La fábula de Júpiter contada por Dom Pernety[14]
Según casi todos los autores de la Antigüedad,
era hijo de Saturno y Rea y nieto del Cielo y la Tierra. Titán hizo un trato
con Saturno, por el cual el primero cedía el imperio al otro, a condición de
que hiciera perecer todos los hijos varones que tuviera de Rea; Saturno los
devoraba a medida que nacían. Rea, indignada por haber perdido ya algunos,
pensó en salvar a Júpiter, del que estaba en cinta, y cuando dio a luz, engañó
a su marido presentándole, en lugar de Júpiter, un guijarro envuelto en
pañales. Hizo llevar a Júpiter a la isla de Creta y lo confió a los Dáctilos
para que lo alimentaran y lo educaran.
Las Ninfas que lo cuidaron se llamaban Ida
y Adrestea: se les llamaba también las Melisas. Algunos dicen que lo amamantó
una cabra y que las abejas fueron también sus nodrizas, pero, aunque los
autores varían bastante sobre ello, casi todo se reduce a decir que fue educado
por los Coribantes de Creta,[15]
quienes, fingiendo sacrificios que tenían por costumbre hacer al son de varios
instrumentos o, como algunos pretenden, danzando y golpeando sus escudos con
sus lanzas, hacían un gran estruendo para que no se oyeran los llantos del
pequeño Júpiter.
Cuando se
hizo grande, Titán fue advertido de ello y creyendo que Saturno había querido engañarle
al criar hijos varones, violando así las condiciones de la tregua, reunió a su
gente y declaró la guerra a Saturno [...]. Júpiter se hizo cargo de la defensa
de su padre y atacó a los Titanes, los venció y puso a Saturno en libertad.
Éste, poco agradecido, tendió trampas a Júpiter que, por consejo de Metis, dio
a beber a su padre un brebaje que le hizo vomitar primeramente la piedra que
había engullido y seguidamente todos los hijos que había devorado. Plutón y
Neptuno se unieron a Júpiter, que declaró la guerra a Saturno, y apresándolo lo
trató precisamente de la misma manera que él mismo había tratado a su padre
Urano, y lo mutiló con la misma guadaña. Seguidamente lo precipitó con los
Titanes al fondo del Tártaro, arrojó la guadaña en la isla de Depranum y las
partes mutiladas en el mar, de las que nació Venus.
Los demás
dioses acompañaron a Júpiter en la guerra que sostuvo con los Titanes y
Saturno. Plutón, Neptuno, Hércules, Vulcano, Diana, Apolo, Minerva y el mismo
Baco le ayudaron a obtener una victoria completa. Baco fue tan maltratado allí
que fue hecho pedazos. Dichosamente, Palas lo encontró en este estado y
hallándole aún el corazón palpitante lo llevó a Júpiter, que lo curó.
Apolo, vestido con una tela de color
púrpura, cantó esta victoria con su lira. Júpiter, lleno de reconocimiento
hacia Vesta, que le había procurado el Imperio, le propuso que le pidiera todo cuanto
quisiera. Vesta eligió la virginidad y las primicias de los sacrificios.
Los
Gigantes declararon seguidamente la guerra a Júpiter y quisieron destronarle;
pero ayudado aún por los dioses, les venció, los fulminó y sepultó a los más
temibles bajo el Monte Etna. Es preciso señalar que Mercurio no se encontraba
en la guerra contra los Titanes y que fue uno de los que combatieron con más
ardor contra los Gigantes.
3-
Explicación de la fábula[16]
Toda la Antigüedad está de acuerdo en decir
que Júpiter era hijo de Saturno y de Rea; y lo que tiene de extraordinario es
que la mayor parte de los mitólogos hacen a Saturno hijo del Cielo y de Vesta,
que es la Tierra según ellos; así como Cibeles, Ops, Rea y Ceres; Rea sería, en
consecuencia, su propia madre y su propia hija; también sería madre, mujer y
hermana de Saturno. Ceres, que tuvo a Proserpina de Júpiter, se habría convertido
en su mujer al mismo tiempo que su madre y su hermana. Sería muy difícil poner de
acuerdo todo esto si no se explicara alegóricamente; y ¿qué alegoría se
encontrará que le pueda convenir, a no ser que se haga según la explicación de
la Química Hermética, donde el padre, la madre, el hijo, la hija, el esposo y
la esposa, el hermano y la hermana no son, en efecto, más que la misma cosa
tomada bajo diferentes puntos de vista?
[…] Los
Filósofos Herméticos han hecho una cantidad prodigiosa de libros en este
sentido. Todas sus alegorías tienen como objeto las mismas operaciones de la
gran obra.
[…] Así nos es presentado Júpiter, llamado
en consecuencia, Padre de los Dioses y de
los Hombres, el Todopoderoso. Hesíodo, casi todas las veces que lo nombra,
añade el sobrenombre de Largitor bonorum,[17]
pues es la fuente y el distribuidor de los bienes y de las riquezas. No se ha
de imaginar, como hacen algunos mitólogos, que la pretendida crueldad de Saturno
hacia sus hijos le ha hecho perder la cualidad de padre de los Dioses, mientras
que su mujer Rea o Cibeles ha sido llamada la madre de los Dioses y la abuela y
era honrada como tal en todo el Paganismo. La verdadera razón que ha hecho
conservar este título a Cibeles es que la Tierra filosófica, de donde Saturno y
los otros Dioses han salido, es propiamente la base y la sustancia de estos
Dioses.[18]
Así mismo es bueno señalar que, aunque se
haya confundido a menudo, y sea una misma cosa, Rea y Cibeles, no se ha dado
jamás el nombre de madre de los Dioses a Rea, como Rea, sino solamente como
Cibeles, pues parece que el nombre de Cibeles procede de Kubh, caput [cabeza, origen, causa] y de laaV, lapis [piedra], como si se le llamara la primera, la principal o la
más antigua y madre piedra.[19]
[…] Así, en tanto que tierra primera o
materia de la obra, puesta en el vaso al comenzar la obra, fue nombrada Tierra,
Cibeles, madre de los Dioses y esposa del Cielo, puesto que, entonces, no
aparece en el vaso más que esta tierra con el aire[20]
que allí está encerrado.
Cuando esta tierra se disuelve, toma el
nombre de Rea, mujer de Saturno, de rew, fluo [gotear] y de esta negrura llamada Saturno que se manifiesta
durante la disolución. Luego se la nombró Ceres y se la llamó hija de Saturno y
hermana de Júpiter, puesto que esta tierra disuelta en agua, vuelve a ser
tierra en el tiempo que el color gris o Júpiter aparece, y como esta misma
tierra o Ceres se vuelve blanca, se ha fingido que Júpiter y Ceres habían engendrado
a Proserpina.
[…] Por Ceres se entendía la tierra, y esta
idea es muy conforme a ésta que tienen los Filósofos Herméticos, puesto que su
agua, volviéndose tierra, es ésta que llaman tierra de las hojas[21]
en la cual se ha de, dicen ellos, sembrar el grano filosófico, es decir su oro.
[…] Cuando el color gris o el Júpiter
filosófico aparece,[22]
las partes volátiles de la materia se subliman,[23]
suben en abundancia a lo alto del vaso en forma de vapor donde se condensan
como en la destilación de la química vulgar, y tras haber circulado, vuelven a
caer sobre esta tierra gris que sobrenada en el agua mercurial.
La fábula no podría presentarnos esta
operación por una alegoría más palpable y mejor caracterizada que por esta
fingida educación de Júpiter. Las dos Ninfas expresan con sus mismos nombres aquella
materia acuosa, volátil, puesto que Ida viene de IdoV, sudor, y Adrestea de a, partícula completiva y de draw, huir. Si se les denomina hijas de las Melisas o abejas ¿no es porque
estas partes volátiles revolotean por encima del Júpiter de los Filósofos, como
un enjambre de abejas en torno a un panal? Estas partes volátiles nutren, pues,
esta tierra gris, volviendo a caer encima como un rocío o una lluvia que
humecta la tierra y la nutre embibiéndola.
Tales son también las nubes[24]
que Júpiter excita sobre el monte Ida o el monte del sudor, tales son la lluvia
y el rocío que allí caen; tales son también aquellas partes volátiles que
circulan subiendo y descendiendo e imitando a las abejas, parecen ir a buscar con
qué alimentar al pequeño Júpiter en la cuna. Tal es también la leche de
Amaltea, aquella con la que Juno nutrió a Mercurio, la que menciona Platón en
la Turba y que los Filósofos llaman leche
de Virgen; en fin, aquella de la que d’Espagnet habla en estos términos:
«La ablución nos enseña a blanquear el cuervo
y a hacer nacer a Júpiter de Saturno; lo que se hace por la volatilización del
cuerpo o la metamorfosis del cuerpo en espíritu. La reducción o la caída en
lluvia del cuerpo volatilizado devuelve a la piedra su alma, y la nutre de una
leche de rocío espiritual, hasta que haya adquirido una fuerza perfecta.» Dice
seguidamente: «Después que el agua ha hecho siete revoluciones o circulado por
siete círculos, el aire le sucede y hace otras tantas circulaciones y revoluciones,
hasta que sea fijado en la parte inferior, y después de haber echado a Saturno
del trono, Júpiter toma las riendas del Imperio. El hijo filosófico se forma y
se nutre con su advenimiento; aparece, por fin, a la luz con un rostro blanco y
bello como el de la Luna.»[25]
[…] Júpiter,
antes de destronar a su padre, se hizo cargo de su defensa contra los Titanes y
les venció, en fin, viendo que Saturno había derrotado a sus hermanos y que le
tendía trampas a él mismo, le dio a beber un brebaje que hizo que los vomitara.
Entonces Plutón y Neptuno se unieron a Júpiter contra su padre; aquél,
habiéndolo destronado lo mutiló y lo precipitó al Tártaro con los Titanes que
habían tomado su partido.
[…] D’Espagnet previamente había dicho,
hablando de las partes que Júpiter mutiló bajo el nombre de accidentes heterogéneos:
«Las cosas superfluas son los accidentes externos que velan al deslumbrante
Júpiter con la sombría esfera de Saturno. Quita, pues, esta corteza lívida de
Saturno hasta que el astro púrpura de Júpiter brille ante tus ojos.»[26]
Es pues por la separación de estas partes
que han servido a la generación de Júpiter[27]
que este hijo de Saturno sube al Trono; y éstas son aquellas mismas de Osiris
que Isis no recogió. Es preciso entender por los Titanes, lo mismo que por
Tifón y sus compañeros, que Horus, hijo de Osiris,[28]
venció. Es inútil repetir aquí la explicación de esto; basta con ponerlo en
paralelo, para convencerse que significan lo mismo. Osiris, padre de Horus, fue
perseguido por Tifón, su hermano, que le quería destronar para reinar en su
lugar. Saturno fue atacado por Titán, su hermano, por la misma razón. Tifón con
sus conjurados se apoderaron de Osiris y lo encerraron en un cofre. Saturno fue
encarcelado por los Titanes. Horus combatió a Tifón y le hizo perecer con sus
cómplices. Júpiter se hizo cargo también de la defensa de Saturno y después de
haber vencido a los Titanes, los precipitó al Tártaro. Tifón, el más temible de
los Gigantes, quiso también destronar a Horus; fue fulminado y sepultado bajo
el Monte Vesubio o Etna.
[…] La fábula nos enseña que Apolo canta
esta victoria con su lira, vestido de color púrpura. Si este rasgo no es
alegórico, no concibo qué razón han podido tener al tratar de señalar precisamente
el color de esta vestimenta de Apolo. No se puede ver en ello la intención de
indicar el Sol celeste, puesto que no es de color púrpura. El autor de esta
ficción aludía, pues, a otro Apolo, y yo no conozco ninguno otro vestido de
este color, más que Apolo o el Sol, o el oro de los Filósofos Herméticos. Era
muy natural fingir que él cantara esta victoria, puesto que, siendo el fin de
la obra y el resultado de los trabajos Herméticos, anuncia que todas las
dificultades, que se oponían a la perfección de la obra están superadas, fue él
sólo que cantó esta victoria, aunque todos los demás Dioses estuvieran
presentes. Los principales fueron: Hércules o el Artista, Mercurio o el
Mercurio de los Filósofos, Vulcano y Vesta o el fuego, Palas o la prudencia y
la ciencia para conducir las operaciones, Diana, hermana de Apolo, o el color
blanco, que debe aparecer antes que el rojo y que ha hecho decir que ella había
servido de partera a Latona, su madre, para traer a Apolo al mundo, por último,
el Dios Marte o el color de la herrumbre del hierro, que se encuentra en medio
y que sirve de paso del color blanco al púrpura.[29]
Al no ser Vesta otra cosa que el fuego y como
el logro de la obra depende del régimen del fuego filosófico[30],
se ha fingido con razón, que esta diosa procura la corona a Júpiter y si ella
escoge la virginidad por recompensa, es que el fuego está sin mancha y es la
cosa más pura que pueda haber en el mundo.[31]
[1]. Les Fables égyptiennes et greques, dévoilées
& reduites au méme principe. Delalain L’Ainé, París, 1786.
[2]. Louis
Cattiaux, El Mensaje Reencontrado, VIII,
41’.
[3].
Estas dos obras, de carácter alquímico, están muy ligadas entre sí, puesto que
en el Diccionario mito-hermético se
explican los vocablos de este particular lenguaje y se remite constantemente a las Fábulas egipcias y griegas, donde se
desarrollan alquímicamente dichas fábulas. No existe traducción al español de Las Fábulas..., pero podemos encontrar
una traducción del Diccionario
mito-hermético en Indigo, Barcelona, 1993.
[4]. Rituel Alchimique Secret, du Grade de Vrai
Maçon Académicien, ed. Rebis, Millán, 1981.
[5]. Supuesto
autor de la Concordancia Mito-físico-cábalo-hermética,
ed. Obelisco, Barcelona, 1986.
[6]. Tradición
Latina, colección LA PUERTA, Tradición Latina, Obelisco, Barcelona, 1995,
p. 129.
[7]. Sobre el furor divino y otros textos, ed. Anthropos, Madrid, 1993, p. 2.
[8]. Génesis, I, 2.
[9]. Les Fables…, cit. t. I, pp.56-57.
[10]. En
este sentido el Mensaje Reencontrado,
de L. Cattiaux, es muy explícito: «Lo cálido y lo seco animaron adentro la
joven luz de Dios, y lo frío y lo húmedo lo manifestaron afuera; siete veces el
fuego interior dividió al Único y las estrellas aparecieron en su orden.» IV,
26’. También el IV, 48: Dios es como un fuego fijo y seco, oculto en un fuego
movedizo y húmedo. Quien lo descubre posee el dominio de la vida.
[11] . Les Fables… cit. T. I, 108-113.
[12]. Astrología
y Tradición, colección LA PUERTA, Arola ed. Tarragona, 1999, pp. 19-20.
[13]. El Hilo de Penélope, Arola ed.
Tarragona, 2000, p. 84.
[14]. Op. cit. T. II,
pp. 44-45.
[15]. Sacerdotes
de Cibeles, a menudo identificados con los Curetes o los Dáctilos. Celebraban
el culto de la diosa con gran tumulto: danzas en trance al son de tambores y
címbalos, y cantos en alta voz. Véase Diccionario
de Mitología Grecorromana, ed. Abril, Brasil, 1974.
[16]. Idem.
pp. 50-75.
[17]. Generosamente bueno.
[18].
Dice Pernety respecto de la Tierra: «El Autor de la Naturaleza quiso que la
tierra fuera la matriz de los mixtos, y la calentó en consecuencia
continuamente con el calor de los fuegos celeste y central y le añadió la naturaleza
húmeda del agua a fin de que, ayudada por los principios de la generación, lo
caliente y lo húmedo,[la tierra] no sea estéril y se vuelva el vaso donde se
hacen todas las generaciones.» Op. cit. T.
I, p. 80.
[19]. En
el Diccionario mito-hermético,
Pernety dice en la voz “Madre de la
piedra”: «...ese nombre conviene al agua mercurial, ya que es de ella que
se forma la materia de la piedra.
[20]. El
autor de la Concordancia
Mito-físico-cábalo-hermética, dice: «El aire está compuesto por tres
substancias cuyas cualidades son distintas. La primera es el fluido luminoso
que debe considerarse como su alma. Es el Júpiter mitológico. La segunda es el
húmedo radical o mercurio primitivo, que debe mirarse como su espíritu. Es la
Juno de la Mitología. La tercera substancia primitiva es la sal o nitro del
aire que está representada por el Mercurio de los Filósofos.» ob. cit.p.
233.
[21].
Tierra de las hojas, tierra foliada o tierra laminada son nombres dados a la
materia en este punto de la obra; el mismo Pernety en el Diccionario... dice de tierra
de hojas: «Hermes ha dado este nombre a la materia de la obra en
putrefacción, pero su nombre propio, dice Flamel es el Latón, o Letón que se ha
de blanquear.» (Véase Nicolás Flamel en el Libro
de las Figuras jeroglíficas, ed. Obelisco, Barcelona, 1996, p. 51). Esta
tierra, donde dice Pernety que se ha de encerrar el grano filosófico, es la que
él mismo llama tierra foliada:
«Simplemente dicha. Es la materia al negro.» Y cuando es blanqueada se le llama
tierra laminada, como se puede
apreciar en el tratado La Gloria del
Mundo: «En efecto, posee en abundancia lo que necesita, y puede tomarse el
agua, llamada por los filósofos ‘tierra blanca y laminada’, y unirla con el
Mercurio vivo, de lo que resulta una transmutación en buena y fija plata.»
Véase este tratado presentado por Carlos del Tilo en Astrología y Tradición,
colección LA PUERTA, Arola Editors, Tarragona, 1999, p.109.
[22]. En
el capítulo dedicado a Saturno Pernety dice: «[…] La mayor parte de los
Antiguos admitían, con los Filósofos Herméticos, al agua como primer principio,
o el caos, que consideraban como un
barro y un limo del cual todo fue sacado. [...] El agua sería el Océano y el
limo Saturno; lo que sería designado por el nombre de IloV
(Ilos), los Filósofos Herméticos siempre han tenido esta idea de su Saturno,
puesto que han dado este nombre a su caos o materia disuelta y reducida a barro
negro, que han llamado plomo de los Sabios. [...] El rocío y la lluvia abrevan
la tierra, entonces Saturno devolverá el guijarro que había engullido; la
materia de los Filósofos, que era tierra antes de ser reducida a agua por su
disolución, volverá a aparecer, tan pronto como el color gris empiece a
manifestarse. Júpiter no es otro que este color gris […], que destronará a su
padre, es decir, que el color gris sucederá al negro. En este momento aparecen
los cuatro hijos de Saturno y de Rea: Júpiter es el color gris; Juno es el
vapor o humedad del aire encerrado en el vaso; Neptuno es el agua mercurial o
el mar filosófico venido de la putrefacción; Plutón, o el Dios de las riquezas,
es la tierra misma que se encuentra en el fondo del vaso.» Op. cit. T. II, pp. 32 y ss.
[23].
Pernety escribe: «Sublimación, descensión y cocción. Por la primera evacua la humedad
superflua que sofocaría el fuego e impediría su acción en la tierra, su matriz.
Por la descensión vuelve a la tierra la humedad. La sublimación se hace por la
elevación de los vapores en el aire, donde se condensan en nubes; la descensión
se hace mediante la lluvia o el rocío. La cocción es una digestión del humor
crudo instalado en el seno de la tierra, una maduración y una conversión de
este humor en alimento mediante el fuego secreto.» Idem, T. I, p.95
[24].
Pernety, hablando de la primera materia de la creación dice: «En su principio
esta agua era volátil, como una niebla; la condensación hizo de ella una
materia más o menos fija. Pero, sea cual fuere esta materia, primer principio
de las cosas, fue creada en unas tinieblas demasiado espesas y oscuras para que
el espíritu humano pueda ver en ella claramente. Sólo el Autor de la Naturaleza
la conoce. La Escritura Santa nombra esta masa informe unas veces tierra vacía
y otras agua, aunque no sean ni lo uno ni lo otro sino, solamente en potencia.
Se puede conjeturar pues, que podría ser como un humo espeso y tenebroso,
estúpido y sin movimiento, adormecido por una especie de frío y sin acción;
hasta que esta misma palabra que creó este vapor insufló en él un espíritu
vivificante, que se volvió como visible y palpable por los efectos que allí
produjo.» Idem. T. I, pp. 52-53.
[25].
Jean d’Espagnet, La Obra secreta de la
Filosofía de Hermes. Existe una traducción al castellano en ed. Indigo,
Barcelona, 1995, can. 63 y can. 78.
[26]. Idem. can. 51: Cuando se unen el Cielo y
la Tierra se manifiesta el color púrpura. Véase S. d’Hooghvorst, La Velada de Venus: «Cuando se unen
Venus celeste y Venus vulgar nace Victoria o Citérea Coronada de violetas, el
color púrpura o violeta.» En La Tradición Latina, colección LA PUERTA, ed.
Obelisco, Barcelona, 1995, p. 96.
[27].
Respecto a la generación y corrupción dice Pernety: «Este espíritu vivificante
no se separa de la materia durante la putrefacción generativa porque no es una
corrupción entera y perfecta, como la que produce la destrucción del mixto. Es
una corrupción combinada y causada por el mismo espíritu para dar a la materia
la forma que conviene al individuo que debe animar.» Op. cit. T. I, p. 105.
[28]. La
única parte de su cuerpo que Isis no pudo encontrar fue el miembro viril. Véase
al respecto Carlos del Tilo, Los
Misterios Egipcios según el tratado de Isis y Osiris de Plutarco: «...esta
narración significa que la potencia fecundadora y reproductora de Dios encontró
su primer elemento en lo húmedo por medio de lo cual se comunica a todo lo que
es por naturaleza capaz de engendrar.» En Egipto, madre de la tradición, colección
LA PUERTA, ed. Obelisco,
Barcelona, 1990, p. 57.
[29].
Este color púrpura es también llamado amatista (el nombre de la piedra de este
color viene del griego amethuein, άμεθύειν,
no estar ebrio). Emmanuel
d’Hooghvorst, hablando del signo Aries, en primavera, lo expresa así: «En
griego, carnero, kriόV,
también es el nombre de una constelación, de un signo astrológico al que los
alquymistas prestan especial atención. Es el signo de Marte o el aire, cuya
unión con el cuerpo, Venus, forma el primer mercurio, el tan buscado
disolvente, el comienzo de la obra. Sin este mercurio también llamado amatista,
el oro jamás podría separarse de la ganga que lo encierra y sepulta como en una
tumba.» El Hilo de Penélope, Reflexiones
sobre la Odisea III, LA PUERTA, La
Tradición Griega, Obelisco, Barcelona, 1992, p. 37.
También Pernety, en su Diccionario..., nos dice respecto del
color púrpura: «...significa el color
rojo purpúreo que aparece en la materia cuando está perfectamente fijada.»
[30].
Pernety dice en su Diccionario... a
la voz “fuego filosófico”: «Las propiedades de este fuego son
tales que es con él que los Sabios lavan su materia, lo cual dicen por
similitud, pues este fuego purifica su mercurio. Lo hace todo y lo destruye
todo. Congela la mezcla de la Piedra. Corrige el frío de la tierra y del agua,
dándoles una mejor complexión. Lava las impurezas del agua y suprime la humedad
superflua de la materia. Él sólo cambia la naturaleza y el color del agua y de
la tierra. Vivifica e ilumina los cuerpos cuando se mezclan con él. Este fuego
putrifica y hace, a continuación, germinar cosas nuevas y distintas. Cierra los
poros del mercurio, le otorga un peso y lo fija. Su virtud aguda y penetrante
es tan activa que nada la iguala cuando se trata de purificar los cuerpos.
Conduce a todo el compuesto a la madurez, lo sutiliza y lo rubifica. Expulsa
todo el veneno y todo el hedor de la materia. Cambia la cualidad de la piedra y
la aumenta en cantidad. Es, en fin, como un juez que discierne y separa lo
bueno de lo malo.»
[31].
Véase el Mensaje Reencontrado, IV,
48: «Dios es como un fuego fijo y seco oculto en un fuego movedizo y húmedo.
Quien lo descubre posee el dominio de la vida.»