martes, noviembre 28, 2006

Tercera Fatalidad, es necesario robar el Paladión





Propiamente no se sabe a qué atenerse respecto a este Paladión; según Apolodoro,[1] se dice comúnmente que era una estatua de Minerva, de tres codos de altura con un arma en la mano derecha, y una rueca y un huso en la mano izquierda; que era una especie de autómata que se movía por sí misma; cuando Ilo hubo construido Ilión en el lugar donde se detuvo un buey de diferentes colores al que había seguido, rogó a los dioses para que le dieran alguna señal que le hiciera conocer si esta ciudad les era agradable; entonces esta estatua cayó del cielo cerca de él, y habiendo consultado al oráculo sobre ello, le respondió que la ciudad de Troya jamás sería destruida mientras conservara esta estatua. El pensamiento más común es que fue robada por Ulises entrando por la noche en la ciudadela mediante un artificio, o mediante alguna astucia que, según Corion,[2] fue concertada con Heleno, hijo de Príamo. Pero este autor pretende que fue Diomedes quien la robó, lo que no está conforme con lo que Ovidio hace decir a Ulises en la arenga a los griegos, de la que ya hemos hecho mención anteriormente. Ovidio dice también[3] que esta estatua cayó del cielo sobre el fuerte de Ilión y que consultando a Apolo respondió que el reino de Troya duraría mientras este Paladión fuera
conservado. Los troyanos tenían, pues, una atención particular en conservar esta preciosa prenda y los griegos hicieron todo lo posible por robársela. He aquí la idea que nos dan de ella los antiguos autores paganos e incluso los cristianos, puesto que Arnobo,[4] San Clemente de Alejandría,[5] y Julio Firmico[6] hablan de este Paladión como si hubiera sido hecho de los huesos de Pélope. Es sorprendente que se hayan adoptado cosas tan absurdas y que se hayan afligido por ello, no sólo por el hecho de que una tal figura haya podido caer del cielo, sino por el hecho de que ni siquiera haya existido. Los mitólogos de nuestros días, que parecen haberse vuelto pirronianos respecto a muchas cosas, al menos verosímiles, y que quieren que se les considere como personas incapaces de admitir nada que no haya pasado por el tribunal de la crítica más severa ¿cómo es que no dudan de otras tantas que tienen visiblemente el carácter de pura fábula? ¿Es suficiente que una cosa sea referida por los autores antiguos para que no se pueda dudar de ella, o por lo menos tener el espíritu de examinar el hecho? Sea lo que sea este Paladión, parece ser que el cielo de donde ha caído no es otro que el cerebro de Homero; según Elien,[7] es de él que todos los poetas han tomado prestado todo lo que dicen, y es con razón que un pintor llamado Galaron representara una vez a Homero vomitando en medio de un gran número de poetas, que sacaban lo que podían de este caudal de Homero.
Propiamente él es la fuente que ha formado todos estos arroyos de fábulas y de supersticiones que a continuación han inundado Grecia y las otras naciones. Se debe pensar, pues, de este Paladión como de otras tantas cosas cuya no existencia es la causa de las diferentes opiniones que los autores han tenido al respecto. Una cosa que jamás ha existido no deja de dar ocasión a muchos pensamientos diferentes, cuando se trata de constatar su existencia, la manera de ser, el lugar donde estuvo y lo que representaba. También hay autores[8] que aseguran que este Paladión no fue robado por los griegos; que habiéndolo cogido Eneas lo llevó a Italia con sus dioses penates y que los griegos sólo habían robado una copia hecha a semejanza de la original. Ovidio[9] no quiere decidir sobre este hecho, pero dice que este Paladión en su tiempo estaba conservado en Roma, en el templo de Vesta.
Tito Livio[10] dice lo mismo. Respecto a este Paladión se pensaba en Roma lo que pensaron los troyanos en relación con su ciudad. Se han contado hasta tres, el primero fue el de Ilión, el segundo el de Lavinión y el tercero el de Albe, cuyo fundador se decía que fue Ascanio. Tulo Hostilio arruinó esta última ciudad a la que se le llamaba la madre de Roma. Virgilio no es del pensamiento de Denis de Halicarnaso, puesto que dice en estos propios términos que los griegos robaron el Paladión. Después de haber dado muerte a los guardias del sumo alcázar, arrebataron la sacra efigie, y con ensangrentadas manos osaron tocar las virginales ínfulas de la deidad. (Enéida, lib. 2, 34) Solino[11] parece haber querido acordar estas diferentes opiniones diciendo que Diomedes llevó este Paladión a Italia donde lo entregó como presente a Eneas.
¿Qué pensar, pues, de esta pretendida estatua y qué decidir en medio de tantas contradicciones? Que cada uno ha ajustado el hecho de la manera que estuviera más conforme a sus ideas y al objetivo que tenía en vistas; y que Homero dio lugar a todas estas opiniones y es de él que debemos tomar la verdadera idea del asunto. Pero ¿qué pensaba él? Se puede juzgar por las explicaciones que hemos dado del resto. El Paladión era una representación de Palas y se sabe
que esta diosa representaba el genio, el juicio y los conocimientos de las ciencias y las artes. Se puede decir, pues, sin temor a equivocarse, que Homero ha querido decir que sin la ciencia, el genio y los conocimientos de la naturaleza, un artista no puede llegar al final de la obra; es por esto que se figura que Ulises la robó, porque Ulises es el símbolo del artista.
En toda la alegoría de la toma de Troya, él está representado como con un espíritu fino, un extendido genio, prudente y capaz de llevar a cabo todo lo que emprende. Según Geber[12] es preciso que el artista tenga todas las cualidades de Ulises, que conoce la naturaleza, que sabe desvelar sus procedimientos y los materiales que emplea y que no piensa en tener éxito si primero no consigue que Minerva le sea favorable. En vano se disertaría sobre la existencia de esta imagen de Palas, y aún más sobre el hecho de si había caído del cielo o si era obra de los hombres. Es cierto que la sabiduría y el conocimiento de las ciencias y las artes son un don del Padre de las luces, de quien procede todo bien, en consecuencia, es con razón que Homero y los otros dijeron que el Paladión había descendido del cielo.


[1] . Apolodoro, lib. 3.
[2] . Corión, Nar. 3.
[3] . Ovidio, Fastos, lib. 6.
[4] . Arnobo, Adv. Gent. Lib. 4.
[5] . Clemente de Alejandría, Estromatas, lib. 6.
[6] . Julio Firmico, De error. Prof. Relig.
[7] . Elien, lib. 13. Cap. 22.
[8] . Denis de Halicarnaso, Antigüedad romana, lib. 2.
[9] . Ovidio, Fastos, lib. 6.
[10] . Tito Livio, De sec. Bello Punico.
[11] . Solino, lib. 3, cap. 2.
[12] . Geber, La suma de la perfección, part. 1, cap. 5 y 7.

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