Cuando Aquiles nació, Tetis lo alimentó como Ceres había hecho con Triptolemo, lo ocultaba por la noche bajo el fuego y de día lo untaba de ambrosía. No repetiré aquí lo que ya he dicho en el artículo de Ceres; el lector puede encontrar allí la explicación.
Aquiles se hizo mayor, se retiró a casa de Licomedes donde se enamoró de Deidamia y tuvo un hijo llamado Pirro. El
mercurio, cuando llega el momento en que empieza a fijarse, deja, por así decirlo, la casa paterna y materna, pasando del color negro al blanco. En este estado se retira con Licomedes, porque se transforma en una especie de tierra, que los filósofos llaman oro blanco, sol blanco, piedra que manda y que reina; lo que está expresado por Licomedes, que viene de Λύκος, Sol, y de μίδω, mando, tomo cuidado. Es por esto que Licomedes es llamado padre de Deidamia, pues la parte fija en este estado tiene una virtud apropiada para fijar la parte volátil; los filósofos dicen que tiene una virtud magnética que atrae hacia ella a la parte volátil para fijarla y formar un sólo cuerpo de los dos. Todo el mundo sabe que el mercurio es volátil. El amor que Aquiles, símbolo de este mercurio, tiene por Deidamia, es esta virtud magnética y atractiva recíproca que hace que el uno y la otra se reúnan y que finalmente el volátil se vuelva fijo. No se puede expresar más acertadamente que mediante el nombre de Deidamia, puesto que significa una cosa que fija
Deidamia da un hijo a Aquiles, que fue llamado Pirro a justo título; puesto que de la unión del fijo y del volátil se form
a el azufre filosófico, que es un verdadero fuego o una piedra ígnea, a la que Espagnet llama minera del fuego celeste; Filaleteo la llama fuego de natura. Alfidio dice que cuando aquel que huye es detenido en su carrera por el que le persigue, la carrera de los dos termina, se reúnen y no son más que uno, que se vuelve rojo y fuego. Homero designa esta volatilidad del fuego mercurial, diciendo
siempre de Aquiles, que tiene el pie ligero y que es extremadamente rápido en la carrera; πόδας ώκυς ποδαρκη.
Este poeta lo insinúa aún mejor,[1] cuando dice que Aquiles le dice a Automedonte que enganche su carro para su amigo Patroclo y que ponga sus dos caballos Janto y Balio, cuya velocidad igualaba a la del viento; la arpía Podarge los había engendrado de Céfiro, cuando paseaba por la orilla del Océano, estos caballos eran inmortales.[2] Ulises convenció a Aquiles de que se uniera a los griegos y éste reunió a los mirmidones, sus súbditos, se puso a su cabeza con Menestio, hijo del río Esperquio, dios e hijo de Júpiter y de la bella Polidora,[3] con Eudoro, hijo de Mercurio, llamado en esta circunstancia άκάκήα, o el pacífico,[4] pero Eudoro al hacerse grande, fue célebre por su ligereza en la carrera. Pisandro fue el tercer jefe de los mirmidones; Homero dice[5] de él que era el más valiente de esta tropa, según Aquiles. Fénix, ya viejo, fue el cuarto y Alcimedón, hijo de Laerce, el quinto.
Una vez nacido Pirro, o el azufre filosófico perfecto, es preciso que el artista proceda a la segunda operación, a la que los filósofos llaman segunda obra, o elixir. Este elixir, o el procedimiento que se ha de usar para hacerlo, es lo que Homero ha tenido a la vista en su Ilíada. La primera fatalidad de Troya era que Aquiles, y tras él su hijo Pirro, debían encontrarse necesariamente en el campo de los griegos, para que esta ciudad fuera tomada. La razón es que el elixir no puede hacerse sin el mercurio filosófico, que es el principal agente.
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