sábado, noviembre 04, 2006

Hércules (la fábula)




Por la explicación de este héroe, veremos que los antiguos, ordinariamente, no entendían otra cosa de él que el artista, digo ordinariamente pues algunas veces han puesto en el cuento de Hércules o del artista los efectos u operaciones del mercurio filosófico. A menudo los filósofos herméticos se expresan en este sentido y dicen: poned esto, poned aquello, imbibid, sembrad, destilad, triturad, etc, como si en efecto el artista lo hiciera, aunque lo haga la naturaleza misma operando en el vaso por medio del mercurio, como nos lo asegura Sinesio[1] en estos términos: Notad que disolver, calcinar, teñir, blanquear, imbibir, refrescar, bañar, lavar, coagular, fijar, triturar, desecar, poner, quitar, son una misma cosa y que todas estas palabras quieren decir solamente cocer la naturaleza hasta que sea perfecta. ¿Y qué es lo que hace todo esto? Es el Mercurio filosófico o el agua mercurial, según este consejo del mismo autor: Yo te digo, hijo mío, que no tengas en cuenta otras cosas, porque son vanas, excepto esta agua que quema, blanquea, disuelve y congela. Es ella la que pudre y hace germinar. Así el artista y el Mercurio trabajan juntos en la perfección de la medicina dorada, los que lo tratan ponen indiferentemente en el cuento del uno y del otro todo lo que dicen, por similitud, por alegoría o fabulosamente, de las operaciones por las cuales la materia de esta medicina se trabaja, se purifica y se perfecciona.
La historia de Hércules ha sido fabricada en este estilo. Es por esta razón que se le da como hermano un cierto Ificlo, el cual no tenía igual por su ligereza en la carrera, ya que Hesíodo nos enseña que corría igual sobre las aguas como sobre la tierra y sobre las espigas de trigo sin doblarlas. Ificlo fue también uno de los principales héroes que acompañaron a Jasón en la conquista del toisón de oro. Todos estos rasgos de la vida de Ificlo convienen muy bien al Mercurio filosófico, o la parte volátil de la materia de la gran obra. Hércules nació en Tebas de Beocia. Esta ciudad fue construida por Cadmo y la razón por la cual la había construido, como
hemos visto en el segundo libro, es la misma que ha hecho determinar el nacimiento de Hércules en esta ciudad. Para dar alguna verosimilitud a la historia de Hércules, los poetas han figurado que Juno había concebido hacia él un odio mortal, ya desde antes de su nacimiento, y para saciar esta pasión usó una estratagema que Homero cuenta de la siguiente manera.[2] Un día Ate, hija de Júpiter, ella misma engañó a este dios, que se dice ser el más poderoso de los dioses y los hombres. Juno, aunque sea una mujer hizo otro tanto el día en que Alcmena debía de traer al mundo la fuerza herculínea en la ciudad de Tebas. Júpiter había dicho a todos los dioses, glorificándose: Escuchadme todos, dioses y diosas, os quiero hacer partícipes de un proyecto que tengo en mente. Hoy la diosa que preside los alumbramientos, Ilitia, pondrá en el mundo a un hombre que reinará sobre todos sus vecinos y este hombre será de mi sangre. Juno que estaba pensando en hacerle una broma, le dijo: No os impongáis, no tendréis lo que prometéis; juradnos, pues, que el hijo que nazca hoy, nacido de vuestra sangre, reinará sobre todos sus vecinos. Júpiter que no sospechaba nada de la superchería de Juno hizo un gran juramento, y le salió mal. Juno descendió rápidamente del Olimpo, se transportó a Argos, donde sabía que la mujer de Esténelo, hijo de Perseo, estaba embarazada de un varón y que estaba en su séptimo mes. Ella la hizo parir antes del término y retardó el parto de Alcmena, deteniendo a Ilitia. Después Juno fue a decir a Júpiter, acaba de nacer un hombre de condición, a saber, Euristeo hijo de Esténelo y nieto de Perseo que era de vuestra sangre y en consecuencia merece reinar en Argos. Esta novedad afligió mucho a Júpiter; la cólera le hizo jurar con el más gran juramento, tomando a Ate por su bella cabellera, que puesto que hacía el mal a todo el mundo no volvería jamás al Cielo estrellado. Enseguida la cogió, la hizo hacer piruetas con destreza, la precipitó desde el Cielo y fue a mezclarse en los asuntos de los humanos. He aquí la pretendida fuerza de poder que Euristeo tuvo de mandar a Hércules todos los trabajos que este héroe hizo a continuación. Juno lo persiguió desde su nacimiento pues a penas hubo nacido envió dos grandes serpientes para devorarlo. Ificlo tuvo miedo y su ligereza le fue de gran ayuda para evitar el peligro; pero
Hércules las agarró y las hizo pedazos. Eumolpo[3] dice que Juno en verdad tenía hacia Hércules un gran odio, pero que Palas la curó tan bien de esta pasión que la determinó a alimentar a Hércules de su propia leche, lo que lo volvió inmortal; como Hércules succionaba con mucha fuerza y avidez el pecho de Juno, la leche que sacó de más se derramó y formó la Vía láctea. Otros atribuyen este hecho a Mercurio, como hemos visto en su capítulo.
Alcides al hacerse grande mostró las grandes disposiciones que tenía para todo, su fuerza y su coraje se manifestaban en todas las ocasiones. Para hacer fructificar estas admirables simientes se tomó todo el cuidado posible en su educación. Aprendió de Téutaro, pastor escita, el arte de tirar al arco, otros dicen que fue de Rodamante, de Testíado y de Eurito. Lino, hijo de Apolo, lo instruyó en las letras, Eumolpo le enseñó música, Harpálico la lucha y las otras artes que están relacionadas, Anfitrión el arte de montar a caballo, Cástor la manera de combatir con armas y finalmente Quirón, el más sabio y más erudito de los hombres, en la astronomía y la medicina, lo instruyó como había hecho con Esculapio y con otros. Hércules tuvo, pues, ocho maestros para las artes y las ciencias. ¿Era esto mucho para un hombre, para la formación del cual Júpiter había requerido de todas sus fuerzas durante el tiempo de tres noches y tres días? No es sorprendente que se convirtiera en un gran hombre; era hijo de un dios, y tenía todas las disposiciones imaginables y maestros perfectos, cada uno en su especialidad.
Hércules, o Alcides si se quiere, es un personaje introducido alegóricamente, tanto en las ficciones egipcias como en las fábulas griegas, para significar al artista o el filósofo hermético que conduce las operaciones de la gran obra; las pruebas que daré seguidamente convencerán de ello al más incrédulo.

[1] . Sinesio, El Arte secreto de los Filósofos.
[2] . Homero, Ilíada, lib. 19, vers. 95.
[3] . Eumolpo, Libro de los Misterios.

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