Dárdano está considerado como el fundador del reino de Troya y no hay ninguna prueba de su existencia. A continuación se da su genealogía y se dice que desposó a la hija del rey Escamandro, de la que tuvo a Erictonio que luego sucedió a Dárdano. Tros vino después y sucedió a Erictonio; Tros tuvo por hijos a Ilo y a Laomedón. Es bajo este reinado que Apolo y Neptuno fueron exiliados del Cielo por Júpiter, por haber querido atar a este dios, en acuerdo con los otros dioses y diosas. Se retiraron hacia Laomedón y se obligaron a él, bajo promesa de una recompensa, a construir las murallas de Troya. Unos dicen que las piedras se reunían y se arreglaban solas al
son de la lira de Apolo. Otros aventuran, con Homero, que las levantó Neptuno mientras Apolo guardaba los rebaños de Laomedón. Ovidio es del primer sentimiento.
Virgilio dice que fueron edificadas por Vulcano. La fábula añade que Laomedón no quiso dar a Neptuno la recompensa que habían convenido y que habiendo respetado a Apolo como un dios, sin embargo despreció a Neptuno, éste irritado se vengó enviando un monstruo marino que arrasó todo el país. Ya hemos hecho mención de ello cuando hemos hablado de la liberación de Hesíone por Alcides.
He aquí a tres fundadores de Troya, y tres fundadores fabulosos, es decir, tres dioses, Apolo, Neptuno y Vulcano, que no han existido jamás ni como dioses ni como hombres.
Sin embargo se puede atribuir el establecimiento de la ciudad de Troya a cada uno de ellos en particular y decir al mismo tiempo que estos tres dioses han trabajado allí, puesto que se requieren los tres para la perfección de la obra hermética, según lo que hemos visto hasta el presente; Vulcano es el fuego filosófico, Neptuno es el agua mercurial volátil y Apolo es la parte
fija, o el oro de los sabios. No es sorprendente que se haya dicho que las piedras se arreglaban solas al son de la lira de Apolo. Se había dicho que Orfeo hacía mover las piedras y los árboles al son del mismo instrumento y que había conducido la nave Argo de la misma manera. Se ha debido ver antes, que las partes que componen el magisterio de los sabios se reúnen solas para arreglarse y reunirse en una masa fija llamada Apolo o Sol filosófico, porque la parte fija es como un amante que atrae las partes volátiles para fijarlas con él y hacer un todo fijo llamado piedra; es lo que forma la pretendida ciudad de Troya, que es el símbolo de ello. Por la misma razón se dice que fue edificada bajo el reinado de Laomedón y que estos dioses trabajaban para él porque el objeto de las operaciones filosóficas es el mismo Laomedón, que significa piedra que manda y que tiene un gran poder, de λάος, piedra, y de μέδω, yo mando. Este
pretendido mando y este poder han hecho dar a Laomedón el título de rey.
Si se quiere tener la genealogía de los pretendidos reyes de Troya que han precedido a Laomedón, se encontrará precisamente en sus nombres una nueva prueba de que es una pura alegoría del magisterio filosófico, puesto que Dárdano, del que se dice haber sido el primer rey y el fundador de Dardania, que después tomó el nombre de Troya, significa estar en reposo, dormir, de δαρδάνω, dormir, reposar, porque la materia, tras haber sido puesta en el vaso al comienzo de la obra, permanece largo tiempo como adormecida y sin movimiento, lo que ha llevado a los filósofos a dar el nombre de invierno al tiempo que permanece en este estado, porque la naturaleza parece entorpecida y adormecida durante esta estación. En esta primera operación, dice Filaleteo,[1] a la que llamamos invierno, la materia está como muerta, el mercurio se mortifica y se manifiesta la negrura. Pero en cuanto empieza a fermentar y a disolverse, Erictonio nace de Dárdano, pues Erictonio quiere decir disuelto, roto en pedazos, de έρείκω, deshago, rompo. La materia rota y en vías de disolución está significada por Tros, hijo y sucesor de Erictonio, pues según Eustatio, τίρώσκω viene de τειρω, abatir, triturar, y τρωσις, de τιτρώσκω, herir, trastornar, seducir. Siendo disuelta esta materia, se vuelve como el barro y el fango, entonces Ilo sucede a su padre Tros, puesto que Ι΄λύς, quiere decir cenagal, de porquería, lo que ha dado ocasión a los filósofos de llamar barro y estiércol a su materia en este estado de putrefacción. Ilo fue padre de Laomedón y es bajo su reinado que Apolo edificó las murallas de Troya, porque la materia empieza a fijarse y a convertirse en piedra de los filósofos, cuando sale de la putrefacción.
Si se quiere tener la genealogía de los pretendidos reyes de Troya que han precedido a Laomedón, se encontrará precisamente en sus nombres una nueva prueba de que es una pura alegoría del magisterio filosófico, puesto que Dárdano, del que se dice haber sido el primer rey y el fundador de Dardania, que después tomó el nombre de Troya, significa estar en reposo, dormir, de δαρδάνω, dormir, reposar, porque la materia, tras haber sido puesta en el vaso al comienzo de la obra, permanece largo tiempo como adormecida y sin movimiento, lo que ha llevado a los filósofos a dar el nombre de invierno al tiempo que permanece en este estado, porque la naturaleza parece entorpecida y adormecida durante esta estación. En esta primera operación, dice Filaleteo,[1] a la que llamamos invierno, la materia está como muerta, el mercurio se mortifica y se manifiesta la negrura. Pero en cuanto empieza a fermentar y a disolverse, Erictonio nace de Dárdano, pues Erictonio quiere decir disuelto, roto en pedazos, de έρείκω, deshago, rompo. La materia rota y en vías de disolución está significada por Tros, hijo y sucesor de Erictonio, pues según Eustatio, τίρώσκω viene de τειρω, abatir, triturar, y τρωσις, de τιτρώσκω, herir, trastornar, seducir. Siendo disuelta esta materia, se vuelve como el barro y el fango, entonces Ilo sucede a su padre Tros, puesto que Ι΄λύς, quiere decir cenagal, de porquería, lo que ha dado ocasión a los filósofos de llamar barro y estiércol a su materia en este estado de putrefacción. Ilo fue padre de Laomedón y es bajo su reinado que Apolo edificó las murallas de Troya, porque la materia empieza a fijarse y a convertirse en piedra de los filósofos, cuando sale de la putrefacción.
He aquí el verdadero origen de Troya, he aquí quienes han sido sus reyes y sus fundadores, y yo no veo en qué se basa el abad Banier para fijar la duración del reinado de Dárdano en sesenta y dos años, la de Erictonio en cuarenta y seis, la de Ilo en cuarenta y la de Laomedón en veintinueve. Lo que puede decir de verdadero, incluso adoptando su sistema, es que una tal ciudad como se nos presenta la de Troya en el tiempo de su ruina, no podía dejar de haber sido muy célebre anteriormente, sin embargo no se hace ninguna mención de ello antes del viaje que hizo allí Hércules, para liberar a Hesíone, hija de Laomedón. ¿Cómo habría podido hacerse, que una ciudad se hubiera hecho tan popular y tan célebre en tan poco tiempo y que su destrucción hubiera sucedido inmediatamente a su nacimiento? ¿se habría podido recoger suficiente gente del mundo como para resistir a todas las fuerzas reunidas de Grecia? Aún cuando se hubieran reunido allí todos los habitantes de Frigia, no habrían podido mantenerse seis meses, y con más razón diez años, contra un ejército tan formidable y tan numeroso.
Se ha de confesar que el abad Banier es un hombre que ha hecho mucho trabajo en poco tiempo. Sólo le han hecho falta treinta y cinco años para formar dos generaciones de héroes y, según su cálculo, la conquista del toisón de oro sólo habría precedido a la guerra de Troya en treinta y cinco años, puesto que Hércules dejó a los argonautas para ir a liberar a Hesíone. Después de esta expedición contra Troya, aún hizo otras, antes de morir. Liberó a Teseo de los Infiernos:[2] tras haber tomado un gran número de ciudades y ejecutar los trabajos que Euristeo le había ordenado, se enamoró de Yole, hija de Euristeo, este príncipe lo
rechazó y él subyugó la Ecalia, raptó a la princesa y mató al rey. Es después de esta expedición que Deyanira le envió la túnica de Neso y que murió al ponérsela. Su hijo Hilo era joven entonces y le dio tiempo de hacerse grande hasta el punto de poder hacer la guerra a Euristeo. Este murió en un combate. Atreo le sucedió, tuvo dos hijos, Menelao y Agamenón, estos dos hijos se hicieron grandes a su vez. Agamenón sucedió a Atreo, se casó y tuvo un hijo llamado Orestes y se puso a la cabeza de todas las tropas de Grecia, reunidas contra la ciudad de Troya, y todo esto sucedió en treinta y cinco años. ¡Cuán verdad es que toda la destreza y todas las combinaciones de los mitólogos fracasan, cuando quieren acordar la fábula con un sistema histórico que nunca estuvo en la idea de los autores de estas fábulas! Sólo habría que remontarse al tronco de donde han salido todas estas ramas de héroes, para reconocer claramente lo fabuloso. Pero vamos a examinar quienes fueron los que emprendieron la guerra de Troya y quienes defendieron esta ciudad.
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