jueves, noviembre 09, 2006

Hércules y el establo de Augias


Augias, rey de Élide e hijo del Sol, tenía un establo donde se recogían tres mil bueyes. Euristeo, que no podía dejar a Hércules en reposo, le ordenó quitar todo el estiércol de este establo en un día. Hércules obedeció las órdenes de Euristeo. Fue a encontrar a Augias y convino con él que tendría la décima parte de los rebaños de este rey, si ejecutaba en un día tal empresa; la llevó a cabo y Augias rehusó cumplir su promesa. Fue durante esta obra, como lo aprendemos de Pausanias,[1] que Hércules ayudado, por Minerva, fue obligado a batirse con Plutón, que quería castigarlo porque se había llevado de los Infiernos al perro Cerbero y porque hirió a este dios. Esta nueva dificultad que tuvo que superar, vuelve la acción de Hércules aún más memorable. Combatir con un dios y limpiar un establo al mismo tiempo, son dos hechos que merecen ser aliados simultáneamente.
La razón que según Homero obligó a Plutón a ir a Élide para vengarse de Hércules, es el robo de un perro quimérico, el perro Cerbero. Hesíodo y Homero dicen positivamente que es un perro de tres cabezas y así mismo el primero dice que era hijo de Tifón y de Equidna.[2] Se dice que Augias era hijo del Sol porque Αίγή, de donde se ha hecho Augias, significa brillo, resplandor y porque el brillo y el resplandor de la luz son un efecto del Sol. Augias también era rey de Élide, de Ε˝λη, calor del Sol.. Hemos explicado en el capítulo precedente lo que se había de entender de ello.
Augias tenía tres mil bueyes en un establo y Hércules se encargó de limpiarlo en un día. Una obra como esta era muy baja y muy vil como para haber sido emprendida por un tan gran hombre; pues ¿qué héroe es comparable a Hércules? ¿Es que hay algo más bajo que limpiar un establo? Sin embargo se dice que Euristeo impuso este trabajo a Hércules y con la dura obligación de hacer en un sólo día lo que otros cien no habrían podido ejecutar, puesto que allí había todo el estiércol que tres mil bueyes habían hecho durante un largo tiempo. Este trabajo, imposible incluso para un hombre de la fuerza de Hércules, indica que es una pura alegoría.Se ha hablado de los bueyes de Apolo en más de un lugar de la fábula; este dios ha sido su pastor, y se ha visto en el capítulo de Mercurio, que este dios alado le robó algunos de ellos. Yo creería que Augias, hijo del Sol o de Apolo, tenía algunos parecidos por herencia de patrimonio. Hemos explicado extensamente lo que se había de entender por estos bueyes, tanto en los capítulos de Apolo y de Mercurio como en el de Apis; aquí se tratará, pues, solamente del estiércol de estos bueyes; en cuanto al establo, se ve claramente que se refiere al vaso hermético. Todos los filósofos hablan de la materia de la gran
obra o de la medicina dorada, como de una materia extremadamente vil, despreciada y a menudo mezclada con el estiércol; así mismo dicen que se encuentra sobre el estiércol porque tiene muchas porquerías y superfluidades de las que se habría de purgar. Entonces no es sorprendente que este trabajo haya sido impuesto por Euristeo a Hércules, que es el artista. Los testimonios de los filósofos lo prueban mejor que el razonamiento, Morien dice:[3] Los sabios predecesores nuestros dicen, que si encontráis en el estiércol la materia que buscáis debéis cogerla allí, y si no la encontráis allí, debéis tener cuidado con sacar la plata de vuestro bolsillo para comprarla, porque toda materia que se compra a un gran precio es falsa e inútil en nuestra obra. Avicena dice:[4] Encontramos en los libros que Aristote ha escrito sobre las piedras, que se encuentran dos piedras en el estiércol, una de buen olor y la otra de mal olor, las dos despreciadas y de poco valor a los ojos de los hombres; si se supieran sus virtudes, y sus propiedades, se haría gran caso de ellas, pero como se ignoran se las desprecia y se las deja sobre el estiércol en lugares hediondos; pero aquel que supiera hacer la unión encontraría el magisterio. Gratien, citado por Zachaire, dice como Morien: Si la encontráis en el estiércol y os place, tomadla. El autor del Rosario cita a Merculino, que dice: Hay allí una piedra oculta y amortajada en una fuente. Es vil y despreciada, tirada sobre el estiércol y cubierta de porquerías. Arnaldo de Vilanova dice:[5] Ella se vende a un precio vil, incluso no cuesta nada. Bernardo el Trevisano:[6] Esta materia está ante los ojos de todo el mundo y el mundo no la conoce, porque es despreciada y pisoteada con los pies. Morien:[7] Antes de su confección y su perfecta preparación, tiene un hediondo y fétido olor; pero después de que es preparada tiene un buen olor [...] su olor es malo y parecido al de los sepulcros. Calid:[8] Esta piedra es vil, negra, hedionda y no se compra. Pero para probar aún más claramente la razón que el autor de la fábula ha tenido en compararla al
estiércol y en formar su alegoría, escuchemos lo que dice Haimon:[9] Esta piedra que deseáis es aquella que se emplea en el cultivo de las tierras y sirve para volverlas fértiles.
He aquí suficiente para dar a entender lo que era este estiércol de los bueyes de Augias, que Hércules debía llevarse; pero para volver la cosa más palpable añadiremos que este estiércol debe tomarse por la materia en putrefacción, lo que conviene muy bien al estiércol. Además la cosa está indicada por Plutón, que viene a combatir con Hércules y que es herido por una flecha, pues, como hemos visto en el capítulo de Plutón, el imperio tenebroso de este dios no es otra cosa que el color negro que sobreviene a la materia en putrefacción. Se dice que se retira después de haber sido herido por una flecha porque el negro desaparece a medida que la materia se volatiliza. El trabajo del artista consiste, pues, en separar lo puro de lo impuro y en purificar la materia de sus partes heterogéneas, haciéndola pasar por la putrefacción, entonces las porquerías y el estiércol infectarán el vaso representado por el establo, y todo este trabajo se hará en un sólo día; no es que la materia permanezca sólo un día negra y podrida, pues los tres mil bueyes habían morado bastante más de un día en el establo de Augias; pero siendo la disolución perfecta y completa no precisa más de un día para que la materia empiece a manifestar el pequeño círculo blanco del que hemos hablado en el artículo del rapto de Proserpina. Cuando el blanco aparece la putrefacción cesa y en consecuencia ya no hay más estiércol allí.
Hércules había convenido con Augias que en recompensa le daría la décima parte de sus rebaños, puesto que, según el Cosmopolita,[10] es preciso que la fortuna sea bien favorable al artista para que pueda tener más de diez partes. Erant quidem multi qui partim tentabant illuc aquam fontis... Esta agua de la que habla el Cosmopolita debe de extraerse de los rayos del Sol y dichoso el artista que puede tener diez partes. Hércules también reclama a Augias la décima
parte de sus rebaños, o de los bueyes que este hijo del Sol había heredado de su padre. ¿Por qué se dice que Augias rehusó dárselas a Hércules y las guardó para él? Es porque Augias, como hemos dicho, significa esplendor, luz, lo que conviene a la materia venida al color blanco tras el negro, puesto que la materia al blanco es llamada luz, esplendor del Sol; hemos citado muchos textos de los filósofos que lo prueban. Así, cuando el color blanco, símbolo de la limpieza, aparece sobre la materia, el establo de Augias está limpio; Augias guarda para él la décima parte de sus rebaños que había prometido a Hércules, porque la operación continúa y porque aún no es tiempo de que el artista goce de sus trabajos. Hércules irritado destroza todo el país de Augias, esto es porque haciendo el elixir se precisa una nueva disolución, una fermentación. El mismo Augias es atacado por Hércules, que lo hace morir; es la putrefacción que sucede a la fermentación. Hércules consagra los despojos de Augias en la celebración de los juegos olímpicos, porque estos juegos fueron instituidos en honor a esta última operación que hace la perfección de la obra, o medicina dorada.

[1] . Pausanias, In Eliac.
[2] . Hesíodo, Teogonía.
[3] . Morien, Conversación con el rey Calid.
[4] . Avicena, De Animâ, dict. 1, cap. 2.
[5] . Arnaldo de Vilanova, Nueva Luz, cap. 1.
[6] . Bernardo el Trevisano, Op. cit.
[7] . Morien, Filosofía de los Metales.
[8] . Morien, capítulo 9.
[9] . Haimon, Epístola sobre las Piedras de los Filósofos.
[10] . El Cosmopolita, Parábola.

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