Hasta aquí Hércules sólo había mostrado fuerza, coraje y destreza, es preciso que se arme aquí de un poco de inhumanidad. Euristeo lo envió a Tracia para que se aprovechara de Diomedes, que era rey, y se le llevara los caballos. Este rey que era más inhumano que sus caballos que eran feroces, los alimentaba con la carne de los extranjeros que llegaban a su país. Hércules no tuvo ningún respeto por el hijo de Marte. Cogió a Diomedes e hizo que se lo comieran sus propios caballos, después mató a algunos de ellos y llevó los otros a Euristeo. Según me parece, Hércules debería haberle tenido alguna consideración por el dios al que representaba. Su coraje, su fuerza, su intrepidez y sus otras cualidades guerreras lo convertían en un segundo Marte, pero Hércules no consideraba estas cualidades en él. Además, Diomedes era nieto de Juno y esta diosa había perseguido a Hércules. Este héroe sólo tenía obligación con Palas, que lo ayudaba con sus consejos, con Vulcano, que le suministraba las armas que usaba y con Mercurio, cuyo hijo le había dado lecciones; Marte no tenía ningún derecho sobre él; también levantó un altar a Palas, que lo tenía en común con Vulcano, y consagró su maza a Mercurio. Así por venganza, o más bien por obedecer las órdenes de Euristeo, Hércules mostró inhumanidad.
Diomedes era hijo de Marte y en consecuencia pertenecía a la genealogía dorada de los dioses. Tenía unos furiosos caballos; Hércules se hizo de él e hizo que se lo comieran.
Los filósofos han dado a su materia todos los nombres imaginables, porque ella es el principio de todo. Consecuentemente han podido darle el nombre de caballo en esta alegoría, puesto que Rasis[1] lo ha empleado también. La manta del caballo, dice este autor, es nuestro manto blanco, y nuestro caballo es un león fuerte y furioso, cubierto con este manto. Este caballo o león es nuestra materia; el manto es el color blanco que le sobreviene. He aquí los feroces caballos de Diomedes, hijo de Marte, es decir, de la piedra llegada al rojo del pavo real, porque este color sigue inmediatamente al color de la herrumbre, llamado Marte por los filósofos. Hércules o el artista cogió a Diomedes e hizo que se lo comieran sus propios caballos, es la operación del elixir, donde es preciso que la materia vuelva a pasar por la putrefacción y la disolución; entonces
Hércules mata una parte de estos caballos y lleva el resto a Euristeo, porque una parte de la materia volátil queda volátil y la otra es conducida a Euristeo, es decir, que es fijada. La ferocidad y el ardor de estos caballos indican la actividad y la penetración del mercurio; Diomedes comido por estos animales es la disolución del cuerpo fijo de los filósofos. La fábula dice que fue devorado por sus propios caballos, porque el disolvente y el cuerpo disoluble son de la misma naturaleza y nacen de la misma raíz, Pues como dice Filaleteo:[2] Ninguna agua puede disolver las especies metálicas, a no ser que sea de su misma naturaleza y que sea susceptible de la misma materia y de la misma forma. Es por lo que el agua que no es de la misma especie que el cuerpo que debe disolver, no las disuelve en una disolución real y natural. Es preciso pues, que el agua les sea parecida para poderlas abrir, disolverlas, exaltarlas y multiplicarlas.
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