sábado, noviembre 25, 2006

Aquiles y Criseis o la segunda operación




Según Morien[1] esta segunda operación es una repetición de la primera, en cuanto al régimen, o lo que sucede en el vaso en relación a los colores que se suceden. Homero dice que Aquiles reunió a los mirmidones y juntó a los otros griegos. Sorprende que Homero empiece su Ilíada por la cólera de Aquiles, que el abad Banier[2] sólo considera como un accidente. Este poeta, para seguir su objetivo no podía empezar de otra manera, o hubiera invertido el orden de las cosas. Supone la primera operación perfecta, o el oro
filosófico, al que yo he llamado antes azufre.
En consecuencia entra de pronto en la disputa de Agamenón y Aquiles, que hace nacer de la demanda que Crises, sacerdote de Apolo, hace de su hija Criseida; se sabe que χρύσεος, quiere decir del oro, hecho del oro, y se introduce a Apolo para designar el oro filosófico. Se dice que Agamenón no quiere devolver a Criseida, porque dice que es virgen y la prefiere a su esposa Clitemnestra.
Los filósofos también le dan el nombre de virgen. Espagnet dice:[3] Tomad una virgen alada, limpia y pura, con las mejillas de color púrpura.[4] Sin embargo Agamenón se rinde ante las exhortaciones de Ulises y devuelve a Criseida
pero le protesta a Aquiles que para resarcirse le robara a Briseida, a la que Aquiles amaba perdidamente. Agamenón puso, pues, a Criseida en manos del sabio Ulises, es decir, del artista, para llevarla a Crises, su padre. Ulises fue constituido jefe de la diputación e hizo subir a Criseida en un barco, es decir, que la puso en el vaso. Después de que Ulises hubiera partido, Agamenón envió a coger por la fuerza a Briseida.[5] Los que fueron enviados encontraron a Aquiles sentado en su tienda y en su barco negro.
Enseguida reconoció el motivo que les traía y le dijo a su amigo Patroclo que sacara a Briseida de la tienda y que se la entregara a ellos para que la condujeran a Agamenón; viéndola partir Aquiles se puso a llorar mirando al mar negro y se quejó a su madre Tetis de la injuria que acababa de hacerle Agamenón. Ella oyó sus ruegos desde el fondo del mar blanco, donde estaba con el viejo Nereo, su padre, y enseguida subió desde el fondo como una nube. Él le contó cómo, después de haber arruinado Tebas, Agamenón había tenido a Criseida en el reparto y él a Briseida; que Agamenón estuvo obligado a devolver a Criseida a su padre, porque Apolo irritado, había enviado la peste al campo de los griegos y para vengarse (de Aquiles) se llevó por la fuerza a su querida Briseida. Tetis le respondió llorando también: Hijo mío ¿porqué os he puesto en el mundo y os he criado con tanto cuidado? Sois el más desdichado de los hombres, pues se que el destino fatal os amenaza con una muerte cercana. Sin embargo voy a encontrarme con Júpiter en el Olimpo lleno de nieve y haré todo lo posible para convencerlo de que secunde vuestros deseos. Permaneced en los barcos sin combatir, y alimentad vuestra cólera contra los griegos. Júpiter fue a Etiopía ayer, para asistir a un convite con todos los otros dioses. Después de hablar así, se fue.
Mientras tanto Ulises y Criseida llegaron a Crise, ciudad de Apolo, y habiendo echado el ancla del barco puso a Criseida en manos de Crises, su padre, el cual dirigió sus votos a Apolo, cuyo arco es de plata, a fin de que favoreciera a los griegos. Al día siguiente Ulises aparejó sus velas blancas y Apolo les envió un viento favorable y húmedo, así llegaron dichosamente al campo de los griegos.
Sólo es necesario haber leído superficialmente los libros de los filósofos herméticos para reconocer, en lo que acabo de relatar con los propios términos de Homero, las mismas maneras de expresar todo lo que sucede en el vaso después de que los ingredientes que componen el elixir, empiezan a disolverse y a caer en putrefacción, hasta que la materia haya llegado al blanco. Se puede comparar lo que acabamos de describir con Espagnet:[6] Los medios o signos demostrativos son, –dice este autor– los colores que aparecen sucesivamente, que hacen ver al artista los cambios que afectan a la materia y el progreso de la obra. Se cuentan tres principales, que son como los síntomas críticos a los que se ha de poner mucha atención; algunos han añadido
un cuarto. El primer color es el negro, se le ha dado el nombre de cabeza de cuervo a causa de su gran negrura. Cuando empieza a ennegrecer es un signo de que el fuego de natura comienza su acción, y cuando el negro es perfecto indica que los elementos están confundidos conjuntamente y que la disolución ha terminado, entonces el grano cae en putrefacción y se corrompe, para ser más apropiado a la generación. El color blanco sucede al negro, entonces el azufre blanco está en su primer grado de perfección, es una piedra que se llama bendita, es una tierra blanca foliada en la que los filósofos siembran su oro. El tercer color es el citrino, que se produce por el paso del blanco al rojo, es como un color intermedio que participa de los dos, como la aurora azafranada que nos anuncia al Sol. Finalmente el cuarto es el rojo, o color de sangre, que se saca del blanco sólo mediante el fuego. Como la blancura perfecta se altera fácilmente, pasa bastante rápido, pero el rojo oscuro del Sol dura siempre porque perfecciona la obra del azufre, que los filósofos llaman esperma masculino, fuego de la piedra, corona real e hijo del Sol.
Volvamos a la Ilíada de Homero y veamos si lo que dice es conforme a lo que aprendemos de Espagnet, al que me contenta citar, para no multiplicar las citas sin necesidad, aportaré a otros autores como prueba de las explicaciones que daré.

[1] . Morien, Conversación del rey Calid.
[2] . Banier, tomo 3, p. 389.
[3] . Espagnet, canon 58.
[4] . Es bueno señalar que Homero también dice que Criseida tenía las mejillas bellas y rojas. Ilíada, 1, 323.
[5] . Homero, ibid. vers. 324 y ss.
[6] . Espagnet, canon 64.

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