martes, noviembre 14, 2006

Hércules combate con Aquelaoo




La fábula nos presenta a Aqueloo bajo muchos puntos de vista diferentes; primero como un rey de Etolia, según Alceo, hijo del Océano y de la Tierra, y como un río que lleva sus aguas hasta el mar, cerca de las islas Equínadas. Unos dicen que es hijo del Sol y de la Tierra, otros de Tetis y de la Tierra. Sea como sea Aqueloo había pedido en matrimonio a Deyanira y Hércules también la quería tener. La disputa se acaloró entre ellos y Aqueloo creyó que lo mejor que podía hacer para defenderse contra el vigor y la fuerza de Hércules era adoptar la forma de toro y abatirse sobre él con impetuosidad. Así lo hizo; Hércules, lejos de intimidarse, lo cogió por los cuernos y
se los arrancó. Aqueloo cedió, pero como quería recuperar sus cuernos se los pidió a Hércules a cambio del cuerno de Amaltea.
Los antiguos comparan bastante comúnmente los ríos, las riberas, el mar y toda clase de masas de agua, con los toros, ya sea a causa de su impetuosidad o a causa del ruido que hacen las aguas cuando se derraman con rapidez, porque este ruido tiene alguna semejanza con los mugidos del toro.
Ovidio hablando de Proteo, dice de Aqueloo[1] que tan pronto es un león, como un jabalí, después una serpiente, un toro, una piedra, un árbol y finalmente un río y fuego. Es preciso pues considerar a Aqueloo como a Proteo, tanto el uno como el otro tenían el poder de cambiar de forma cuando querían.
Esta fábula es de las más simples de explicar para quien recuerde la manera tan natural con la que he explicado el procedimiento. Aqueloo era un río, en consecuencia de agua. Algunos lo han llamado rey de Etolia, pero este título no le cambia en nada la naturaleza, que a causa de su propiedad volátil y disolvente, hace que sea llamada águila por los filósofos. Él quiere tener a Deyanira, hija de Eneo, rey del mismo país, ella le estaba prometida y ya era su novia. He aquí a dos reyes de Etolia al mismo tiempo y parece ser que en buen acuerdo, puesto que uno promete a su hija en matrimonio al otro. ¿Cómo acordar esto históricamente? Con mi sistema no se encuentra ninguna dificultad. Aqueloo es el agua mercurial simple del comienzo de la obra, Eneo es el agua mercurial de la segunda operación, es lo que hace darle el nombre de Eneo, de οίνος, vino. Es el mismo que Raimon Llull llama vino en casi todas sus obras y Ripley ha seguido su ejemplo en más de un lugar. Aqueloo quiere tener a su hija en matrimonio y la hace su novia,
porque en la operación del elixir se une la hija de Eneo con el agua mercurial. Hércules se presenta y se la quiere arrebatar, es el artista que quiere obtener el resultado de la obra.
En consecuencia, se supone un combate entre el mercurio y el artista; Aqueloo, viendo que no podía resistir a Hércules se transforma en serpiente, pero Hércules que había vencido a la hidra de Lerna, que en el fondo no difiere en nada de Aqueloo transformado en serpiente, pronto la vence, y con las mismas armas. Entonces Aqueloo se transforma en toro, un furioso toro como aquel de Creta, Hércules lucha con él y le arranca los cuernos, es decir, aquello que le sirve de defensa. ¿cuál es la defensa del mercurio filosófico? Es su volatilidad y se la arranca fijándolo. También es lo que Ovidio ha querido designar cuando ha dicho que Hércules, habiendo arrancado los cuernos de Aqueloo, lo derriba. Aqueloo no puede soportar la vergüenza de haber sido vencido. Se precipita en el agua para ocultarse y las náyades llenan su cuerno de toda clase de flores y de frutos, de manera que se convierte en el cuerno de la abundancia. Ya he dicho más de una vez que al ser fijada la materia se precipita hasta el fondo del vaso. Ya se sabe lo que significan las náyades y nadie ignora que el elixir perfecto o la piedra filosofal es el verdadero cuerno de Amaltea, o la fuente de todos los bienes.

[1] . El famoso Proteo, morador del océano, y a quien se le ha visto varias veces bajo la forma de un hombre, otras de león, de jabalí, de serpiente, de toro, de piedra o de mármol. Cuando quería se convertía en fuego, y si se le antojaba se transformaba en agua. Ovidio, Metamorfosis, lib. 8.

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