Hemos visto en el primer libro que Osiris, habiendo de partir hacia las Indias, dio el gobierno de Fenicia y de las costas marítimas de sus estados a Busiris, y el de Etiopía y Libia a Anteo. La fábula nos enseña que este mismo Anteo fue ahogado por Hércules de la manera que acabamos de ver; también nos dice que después de esto Busiris expiró bajo los golpes de nuestro héroe y que para esto, Alcides fue desde Libia a Egipto para castigar a Busiris por su inhumanidad.
Se dice que este Busiris era hijo de Neptuno y de Lisianase. Su crueldad lo empujaba a sorprender a todos los extranjeros que llegaban a su país, y cuando se apoderaba de ellos los inmolaba a Júpiter. Hércules, queriendo vengar la inhumanidad de un enemigo tan temible se volvió a Egipto. Busiris le tendió emboscadas pero Hércules las evitó, sorprendió al mismo Busiris con su hijo Amfidamas, ministro de su misma crueldad, y los sacrificó en honor a Júpiter sobre el altar donde ellos acostumbraban a sacrificar a los otros.
He aquí la fábula en su simplicidad, no hay en ella ninguna cuestión de Atlas, ni de hespérides, ni de manzanas de oro dadas a Hércules como recompensa por haber cazado a unos corsarios y matado a Busiris. No obstante es de esta última manera que el abad Banier la disfraza. La historia del jardín de las hespérides es totalmente ajena a la de Busiris, al menos tomada como historia, aunque por otra parte en realidad son dos alegorías de la misma cosa, una con más circunstancias que la otra. La de Busiris sólo considera el comienzo de la obra, hasta que el color gris, llamado Júpiter, aparece; en cambio la del jardín de las hespérides encierra alegóricamente la obra hasta el fin, como se puede ver en el segundo libro donde he explicado en un artículo en particular todo lo que se considera en la historia del robo de las manzanas de oro del jardín que guardaban las hijas de Atlas o Héspero.
Busiris era hijo de Neptuno y en consecuencia hermano de Anteo, es decir, salido o nacido del agua. Por esta razón se ha dicho que Osiris lo había constituido como gobernador de las costas marítimas de sus estados. En cuanto a su crueldad se ha de explicar de la misma manera y en el mismo sentido que la de Diomedes, de Anteo y la ferocidad de las bestias de las que hemos hablado. La diferencia que la fábula introduce es que Diomedes hacía que sus caballos se comieran a los extranjeros que caían en sus manos y Busiris los sacrificaba a Júpiter. El fondo es el mismo, puesto que los efectos y las consecuencias de esta pretendida crueldad siempre son la
muerte de los extranjeros, es decir, la putrefacción o la disolución de la materia; se dice que Busiris los inmolaba para Júpiter, porque el color gris, llamado Júpiter por los filósofos, sigue inmediatamente al color negro que se manifiesta durante la putrefacción. Hércules hizo sufrir la misma suerte a Busiris y a su hijo; esto es que el agua mercurial o disolvente filosófico, significado por este hijo y este nieto de Neptuno, se pudren también con la materia que ellos disuelven y pasan juntos del color negro al color gris. Una prueba bien convincente de que mi explicación es conforme a la intención del autor de esta fábula es que dice que Busiris es hijo de Lisianase, o de la disolución, de λύσις, y de άνά, pues es de estas dos mismas palabras que se ha compuesto la de análisis, que significa la misma cosa. Ya hemos hablado de Busiris en el primer libro, es por lo que no diré nada más. Isócrates lo ha alabado mucho y Virgilio dice que no merece serlo. ¿Quien no conoce al cruel Euristeo o los altares del execrable Busiris? (Geórgicas, lib. 3, 4). Estrabón[1] dice que no fue ni un rey ni un tirano.
[1] . Estrabón, Geórgicas, lib. 17.
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