Volvamos a nuestras tesmoforias. Luis Vives[1] añade las imágenes de los dioses a las cosas que eran llevadas en las
solemnidades por las vírgenes y las mujeres. El gran hierof
ante llevaba la representación del Creador; el portador de las antorchas tenía la del Sol; el ministro del altar la de la Luna; y el que estaba encargado de anunciar la solemnidad al pueblo, llevaba la de Mercurio. Examinemos el todo por partes. El cuarto día de la fiesta los bueyes arrastraban por las calles un carro, cuyas ruedas estaban hechas como de tambores. ¿Por qué por bueyes? Esto es porque el buey o el toro era el jeroglífico de la materia del Arte entre los egipcios, y porque esta materia reducida a mercurio, conduce toda la obra. Las ruedas estaban hechas como de tambor, porque representaban la forma del matraz filosófico, que Flamel compara a una escribanía. Este vaso de tierra –dice[2]– tiene forma de hornillo y es llamado por los filósofos triple vaso, pues
en su centro hay un estante sobre el cual hay una escudilla llena de cenizas tibias en las cuales se pone el huevo filosófico, que es un matraz de vidrio, que tu ves pintado en forma de escribanía y que está lleno de confecciones del Arte. Así
mismo estas ruedas representan el horno que debe tener forma de torre. O bien un tambor de pie sobre su plato parecido a una torre. No se dice qué había sobre este carro cubierto, pero lo que llevaban a continuación las mujeres lo indica suficientemente. Eran pasteles de lana blanca, de granadas y de adormidera. El carro estaba cubierto pero no para ocultar lo que llevaba dentro, sino para indicar que el vaso debe de ser sellado herméticamente y para significar la oscuridad o el color negro que le llega a la materia,
por eso la luz del día no entra por ninguna abertura. Detrás iban estas mujeres, y no dentro, porque llevaban los pasteles de harina y de lana blanca, para indicar que el color negro había precedido al blanco, que ellas mostraban en sus canastas de oro. Las granadas venían después, para significar la granada filosófica que había comido Proserpina. Finalmente aparecía la adormidera, último color que sobreviene a la materia, como así lo dice Pitágoras:[3] Se toman tres partes de Kuhul negro,[4] después leche blanca, sal florida, mármol blanco, estaño, luna, y cuatro partes se toman de bronce, herrumbre de hierro, azafrán, granada, sangre y adormidera. –Y la Turba– Sabed que nuestra obra tiene muchos nombres, según sus diferentes estados, los cuales queremos describir: magnesia, kuhul, azufre, goma, leche, mármol, azafrán, herrumbre, sangre, adormidera y oro sublimado, vivificado y multiplicado, tintura viva, elixir y medicina, etc. Brimellus (ibid.) dice: Tomad la materia que cada uno conoce y quitadle su negrura y después fortificadle su fuego en tiempos, aparecerán diversos colores; el primero es luz azafrán, el segundo como la herrumbre, el tercero como la adormidera del desierto, el cuarto como la sangre muy quemada; entonces tenéis todo el secreto. Se prohibía a todo profano mirar a este carro y a su séquito, porque allí estaba toda la obra indicada jeroglíficamente y se temía que algún profano la adivinara.
El quinto día se marchaba durante toda la noche por las calles; esto es porque después de haber enseñado, por así decirlo, en la procesión de la vigilia, la teoría de la obra, se venía al día siguiente para instruir en la práctica. Esta procesión nocturna indicaba más claramente el carro cubierto, lo que sucede mientras el color negro ocupa a la materia y, como ya hemos dicho, el tiempo durante el cual Ceres buscaba a Proserpina. El sexto se llevaba desde Eleusis a Atenas la estatua de un gran hombre joven coronado de mirto que llevaba en la mano derecha una antorcha. Se le llamaba Iacchos. Se le acompañaba con grandes gritos de alegría y con danzas. Este hombre joven era el hijo filosófico, el hijo de Semele, el mismo Baco,
que según Herodoto,[5] gobierna los Infiernos conjuntamente con Ceres, porque uno es la parte fija ígnea de la materia y la otra la parte húmeda y volátil: En la vigilia, todo se hacía en la oscuridad de la noche; al día siguiente Baco parecía nacer; se le había considerado casi como perdido en las cenizas de su madre; todo el mundo estaba triste, pero desde que aparece con las señales de la victoria que acaba de conseguir sobre los horrores de la tumba y llevando la corona de mirto, extiende la alegría en todos los corazones; cada uno se empeña en demostrarlo gritando Iacchos, Iacchos, he aquí a Baco, he aquí a Baco. La antorcha que lleva en la mano significa que ha echado a las tinieblas. Las danzas que se le hacen a continuación son la circulación de las partes volátiles antes de su fijación. Nicolás Flamel ha seguido la idea de estas procesiones para formar sus figuras jeroglíficas del Carnero de los Santos Inocentes de París, donde para indicar la continuación de las operaciones y la sucesión de los colores, ha hecho tomar parte a hombres y mujeres en una procesión, vestidos de diferentes colores, con esta inscripción: Mucho complace a Dios la procesión, si está hecha con devoción.
Finalmente las representaciones del Creador que llevaba el gran hierofante, indican que Dios era el autor de todo, que él mismo había puesto en la materia de la gran obra o medicina dorada las propiedades que tiene, que es su autor y puesto que se ha dignado dar el conocimiento de esta materia y de la manera de trabajarla, es sólo a él a quien se ha de dar gracias y no al Sol, a la Luna y a Mercurio, que sólo son nombres dados a los diferentes ingredientes que componen esta
medicina. Ya hemos visto que Osiris o el Sol era entre los egipcios el jeroglífico de la parte fija; Isis o la Luna el de la parte volátil y que Mercurio había sido supuesto por ellos como consejero de Isis, puesto que el mercurio filosófico lo hace todo y sin él no se puede hacer nada. El Sol es su padre y la Luna su madre y el mercurio contiene al uno y a la otra, dicen los filósofos.
Los poetas han añadido a la fábula de Proserpina que había tenido un hijo que tenía la forma de un toro, y que Júpiter, para tener relación con ella, se había metamorfoseado en dragón; también dicen que el toro
era padre de este dragón, de manera que eran padre el uno del otro, lo que desde luego parecía una paradoja de lo más exagerado. En efecto ¿cómo el hijo puede ser padre de supropio padre? Es una cosa que sucede en la gran obra, y nada es tan común en los tratados de los verdaderos filósofos como estas aparentes paradojas.
Como Ceres tuvo a Feréfata de Júpiter, su padre fue su abuelo, no hay en ello nada contra la naturaleza; como Júpiter tuvo un hijo de Proserpina, su nieta, aún nada de extraordinario; estos son dos de los incestos atribuidos a Júpiter, también se le han supuesto otros. Pero que para gozar de Proserpina tome la forma de un dragón y que de su relación nazca un toro, padre de este mismo dragón, yo no veo otros medios de acordar todo esto que decir con Hermes:[6] Vosotros que queréis completar el arte, juntad al hijo del agua, que es Júpiter, a Buba y tendréis el secreto oculto. Elautor del Rosario dice: No se puede hacer nada mejor en el mundo que casarme con mi hijo. Juntadme, pues, con mi madre, atadme a su seno, guardaos de mezclar con nosotros alguna cosa extranjera y continuad la obra; pues nada se une mejor que las cosas de una misma naturaleza. Flamel dice: Volved a poner al niño en el vientre de su madre que lo ha engendrado, entonces se convertirá en su propio padre. Raimon Llull dice:[7] Es preciso inhumar a la madre en el vientre del hijo que ha engendrado a
fin de que a su vez él la engendre.Ya se ha visto lo que se ha de entender por los dragones y los toros. Toda la explicación de este parentesco consiste, consecuentemente, en saber que hay una única materia del magisterio, sin embargo compuesta del volátil y del fijo. El dragón alado y la mujer indican el volátil y el dragón sin alas con el toro son los símbolos del fijo. El mercurio filosófico o disolvente de los filósofos se compone de esta materia, que los filósofos dicen que es el princip
io del oro. El oro de los sabios nace de esta materia, en consecuencia ella es su madre; en las operaciones de la obra se ha de mezclar al hijo con la madre, entonces el hijo, que era fijo y designado por el dragón sin alas, fija también a su madre y de esta unión nace un
tercer fijo, o el toro. He aquí al dragón padre del toro. Que se rehaga la mezcla de este nuevo nacido con la mujer, o la parte volátil de la que ha sido sacado y entonces resultará de ello el dragón sin alas, que se convertirá en hijo de aquel que él mismo ha engendrado, puesto que la materia cruda es llamada dragón antes de su preparación y en el tiempo de cada disposición u operación de la obra. Lo que ha hecho decir a Artefio:[8] La piedra es una madre que concibe a su hijo y lo mata y lo mete en su vientre [...] después él mata a su madre y la mete en su vientre y la alimenta [...] Esto es uno de los más grandes milagros de los que se haya oído hablar, pues la madre engendra al hijo y el hijo engendra a
su madre y la mata. Es decir, que el oro se disuelve en el disolvente volátil de los filósofos, del que es sacado; entonces es la madre que mata a su hijo. Este oro, fijándose, fija a su madre con él; he aquí al hijo que engendra a su madre y al mismo tiempo la mata, porque de volátil que era la ha engendrado en fijeza y fijar al volátil es matarlo. He aquí todo el misterio de esta paradoja al descubierto.
[1] . Luis Vives, en el libro 7, cap. 20. Sobre San Agustín, en la Ciudad de Dios.
[2] . Flamel, Explicación de las figuras jeroglíficas.
[3] . Pitágoras, La Turba.
[4] . Plomo de los filósofos. Latón que es necesario blanquear. Materia de la obra en putrefacción y llevada al negro muy negro. Pernety, Diccionario Mito-Hermético, ed. Indigo. Barcelona 1993, voz Kuhul (N. del T.)
[5] . Herodoto, Euterpe, cap. 123.
[6] . Hermes, Los Siete Capítulos, cap. 4.
[7] . Raimon Llull, Codicilio, cap. 14.
[8] . Artefio, En la Turba.
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