viernes, octubre 20, 2006

Mercurio






Mercurio nació de Júpiter y Maya, hija de Atlas, sobre el monte Cilene.[1]
Desde que Mercurio nació, Juno le dio el pecho, al salirle la leche con mucha abundancia, Mercurio dejó caer alguna leche y ésta se extendió formando la vía láctea. Mercurio siempre ha sido considerado como el más vigilante de los dioses. No duerme ni de día ni de noche, y si creemos a Homero, el mismo día de su nacimiento tocó la lira y en la tarde de ese mismo día robó los bueyes de Apolo.
Pero si este padre de la poesía (Homero) no deliraba, sin duda tenía como objetivo de estas ficciones alguna verdad que ocultó bajo el
velo de la alegoría y de la fábula. Se trata, pues, de buscar qué verdad puede ser ésta. Yo la encuentro explicada en los libros de los filósofos herméticos. Veo allí que la materia de su arte es llamada

Mercurio y lo que dicen de sus operaciones es como la historia de la vida de Mercurio.
Maya, hija de Atlas y una de las pléyades, fue madre de Mercurio y lo puso en el mundo sobre una montaña porque el mercurio filosófico nace siempre en las alturas. Pero es preciso observar que Maya también era uno de los nombres de Cibeles o la Tierra y que este nombre significa madre, nodriza, o abuela. No es sorprendente, pues, que fuera madre de Mercurio, o así mismo su nodriza, como dice Hermes:[2] la tierra es su nodriza. Cibeles también era considerada abuela de los dioses, puesto que Maya es madre del mercurio filosófico y porque de este mercurio nacen todos los dioses herméticos. Después de su nacimiento Mercurio fue lavado en una agua sacada de tres fuentes, y el mercurio filosófico debe ser purgado y lavado tres veces en su propia agua, compuesta también de tres, lo que ha hecho decir a Maier según un antiguo:[3] id a encontrar la mujer que lava la ropa y haced como ella. Esta colada –añade el mismo autor– no debe hacerse

con agua común, sino con aquella que se transforma en hielo y en nieve bajo el signo de Acuario. Es por esto que Virgilio ha dicho,[4] que la montaña Cilene estaba helada, gélido culmine (cumbre helada).
En esta alegoría se ven las tres abluciones: la primera introduciendo la colada, la segunda lavando la ropa en el agua, para quitar la mugre que la colada ha desprendido, y la tercera en agua limpia y bien clara, para obtener la ropa
blanca y sin manchas. El mercurio de los filósofos –dice Espagnet[5]– nace con dos manchas originales; la primera es una tierra inmunda y sucia que ha adquirido en su generación y que se ha mezclado con él
en el momento de su congelación; la otra tiene mucho de hidropesía. Es un agua cruda e impura que está metida entre piel y carne, el menor calor la hace evaporar. Pero es preciso liberarla de esta lepra terrestre mediante un baño húmedo y una ablución natural. Después Juno da su leche a Mercurio, pues al ser purgado el mercurio de sus manchas, se forma encima una agua lechosa, que recae sobre el mercurio como para alimentarlo. Incluso los mitólogos consideran a Juno como la humedad del aire.
Se representa a Mercurio como un hombre joven y bello, de rostro alegre y vivos ojos, llevando alas en la cabeza y en los pies, algunas veces lleva una cadena de oro, con el extremo atado a las
orejas de los hombres, a los que conduce por donde quiere. Comúnmente lleva un caduceo entorno al cual se enrollan dos serpientes, una macho y la otra hembra. Apolo se lo dio a cambio de su lira. Los egipcios daban a Mercurio una cara en parte negra y en parte dorada.
El mercurio hermético tiene alas en la cabeza y en los pies ya que es volátil, así como la plata viva vulgar, que según el Cosmopolita, no es más que su hermana bastarda. Esta volatilidad ha llevado a los filósofos a comparar a este mercurio tanto con un dragón alado como con los pájaros,
pero más comúnmente a los que viven de rapiña, tales como el águila, el buitre, etc, para indicar al mismo tiempo su propiedad resolutiva; y si la han llamado plata viva o mercurio es por alusión al mercurio vulgar.

[1] . Musa, canto a Hermes, hijo de Maya y de Zeus, que reina sobre Cilene y la Arcadia, abundante en rebaños, muy útil mensajero de los inmortales, que lo dio a luz Maya, la venerable ninfa de bellos cabellos, tras haber sido unida en amor a Zeus. Homero, Himno a Mercurio.
[2] . Hermes, La Tabla Esmeralda.
[3] . ¿No ves acaso a la mujer limpiar los paños de manchas, como suele, añadiéndoles agua caliente? Imítala y así no trabajarás en vano en tu arte, pues la onda se lleva la suciedad del cuerpo negro. Michel Maier, Atalanta fugiens, emblema 3.
[4] . Virgilio, Op. cit.
[5] . Espagnet, canon, 50.

No hay comentarios: