domingo, octubre 22, 2006

El Parnaso




Pegaso golpeó con el pie el doble monte del Parnaso e hizo surgir una fuente que fue llamada Hipocrene, donde Apolo, las musas, los poetas y las gentes de letras van a beber. Esta agua despierta y enardece su imaginación; sin duda es ésta la que hace estar tan alerta a las musas, según la descripción que de ello hace Hesíodo.[1] Todas las ficciones de los poetas son extraídas de la fuente del Parnaso; ésta viene de Pegaso, Pegaso de la sangre de Medusa, Medusa de un monstruo marino; ésta fue muerta por Perseo; Perseo era hijo de Júpiter, Júpiter hijo de Saturno y Saturno tuvo por padre al Cielo y por madre a la Tierra. Es lo mismo para Crisaor, padre de Gerión, cuyos bueyes de color púrpura fueron robados por Hércules. Así todas las fábulas acaban en Saturno, como su principio, porque este primero entre los dioses, principio de los otros, es también el principio de las operaciones y de la materia de los filósofos herméticos.
Podría haber puesto en el capítulo de Osiris el retrato que Hesíodo hace de las musas y ello serviría como prueba de la explicación que he dado de estos dioses y habría convencido de que está perfectamente conforme a la idea que de ello tenían los antiguos; pero como las musas, bajo este nombre, han sido más célebres en Grecia que en Egipto, parecía más oportuno reservarlas para el artículo del Parnaso, y lo que se le relaciona. ¿Podría un filósofo hermético haber imaginado una ficción más circunstanciada y más propia para expresar alegóricamente lo que sucede en el transcurso de las operaciones de la gran obra? ¿No es el monte Helicón la materia filosófica de la que habla María en su epístola a Aros, cuando dice: coged la hierba que crece sobre las pequeñas montañas? Y Flamel en su sumario: No es que yo diga sin embargo, que a los tres[2] los filósofos los unen bien juntos para hacer su mercurio, y para perfeccionarlo, como hacen un montón de alquimistas, que en este saber no están muy puestos [...] pero jamás lo lograrán ni encontrarán allí ningún bien, si no van arriba de la montaña de los siete, donde no hay ninguna querella, [...] Y por encima de la más alta montaña, conozcan sin falta la hierba triunfante, real, la que se llama mineral.
Nuestro mercurio nace entre dos montañas, dice Arnaldo de Vilanova, estas son las dos cimas del Parnaso, o doble monte. Nuestro Rebis se forma entre dos montañas, como el hermafrodita
de la fábula, dice Michael Maier, que ha compuesto de ello su emblema 38; y tantos otros que sería demasiado largo relacionar y que insinúan claramente, aunque alegóricamente, que su polvo aurífico o solar se toma y se forma sobre esta montaña. Así mismo es de creer que el monte Helicón ha tomado su nombre de allí, es decir, Η˝λιος, Sol, y Κόνις, polvo, que también estaba consagrado a Apolo. Aquellos que dicen que viene de Ε΄λικός, negro, reafirman igualmente mi sistema y más particularmente la circunstancia de la obra donde se trata de las musas o las partes volátiles que se manifiestan en el tiempo en que la materia se reduce a polvo negro, lo que Hesíodo no ha
olvidado, como veremos después.
El Júpiter que allí tiene emplazado un altar ¿no es el hijo de
Saturno, el Júpiter filosófico, del que hemos hablado tan a menudo? La fuente azulada en torno a la cual danzan las musas, no es otra cosa que el agua mercurial, de la que Raimon Llull dice[3] que él le da el nombre de agua celeste a causa del color del cielo; es el mismo mercurio al que Filaleteo llama cielo y que debe de ser sublimado –añade este autor[4]– hasta que haya adquirido un color celeste, lo que los idiotas –dice– entienden del mercurio vulgar. El color azulado –dice Flamel[5]– indica que la disolución aún no es perfecta, o que el color negro da paso al gris. Es en esta fuente del Trevisano donde las musas bañan sus tiernos y
delicados cuerpos y donde danzan en torno a ella, pues las partes volátiles que entonces suben y descienden sin cesar en el vaso, recaen en la fuente para lavarse allí y salen de nuevo revoloteando y danzando, por así decirlo, lo que Hesíodo expresa en estos términos: Forman bellos y deliciosos coros (en la cumbre del Helicón) y se cimbrean vivamente sobre sus pies. Y para indicar que esto sucede en el espacio vacío del vaso añade: envueltas en densa niebla; así mismo designa el momento de la operación donde la materia llega al negro, marchan al abrigo de la noche. También Ovidio figura que uno llamado Pirineo invita a las musas a entrar en él, porque llueve, y que habiéndose prendado de su belleza, concibe el deseo de violentarlas y las encierra para ello, pero los dioses escuchando sus ruegos les otorgan alas, por medio de las cuales se escapan de sus manos. Felizmente con las alas de su fuerza (de los dioses) nos libramos de su crueldad, (de Pirineo). Viendo cómo nos elevábamos sobre los aires subióse a lo alto de una torre gritando que nos seguiría por la misma ruta. Creyó poder volar como nosotras y se cayó contra el suelo rompiéndose los huesos de la cara. (Metamorfosis, lib. 5).
Museo y muchos antiguos decían que las musas eran hermanas de Saturno e hijas del Cielo, sin duda porque la materia de la obra se vuelve negra, es el Saturno de los filósofos; y si Hesíodo dice que son hijas de Júpiter y de Mnemósine, es porque las partes volátiles revolotean en el vaso
cuando el Júpiter de los filósofos o el color gris sucede al negro, expresado por Mnemósine, de μνήμα sepulcro, tumba. Filaleteo y Nicolás Flamel, entre otros, han empleado la alegoría de las tumbas para indicar este color: Pues esta negrura enseña claramente que en este comienzo la materia empieza a pudrirse y a disolverse en polvo más menudo que los átomos del Sol, los cuales se transforman en agua permanente; y esta disolución es llamada por los filósofos muerte, destrucción, perdición, porque las naturalezas cambian de forma. De ello sacan tantas alegorias sobre muertos,tumbas y sepulcros.[6] Basilio Valentín las emplea en su cuarta y octava llaves y en la primera operación de su Azoth. ¿Podrían los antiguos, pues, dispensarse de hacer presidir a Apolo en el coro de las Musas? Ya que el sol filosófico, es la parte fija, ígnea, principio de fermentación, de generación y la principal de la obra, hacia la cual tienden las partes volátiles, reuniéndose allí finalmente como en su centro.

[1] . Las Musas Heliconíadas, que habitan la montaña grande y divina del Helicón. Con sus pies delicados danzan en torno a una fuente de violáceos reflejos y al altar del muy poderoso Cronión. Después de lavar su piel suave en las aguas del Permiso, en la Fuente del Caballo o en el divino Olmeo, forman bellos y deliciosos coros en la cumbre del Helicón y se cimbrean vivamente sobre sus pies. Hesíodo, Teog. 2-9.
[2] . Flamel, el oro, la plata y el mercurio vulgares.
[3] . Raimon Llull, Libro secreto.
[4] . I.Filaleteo, Enarrat. Method.
[5] . Flamel, Explicación de las figuras jeroglíficas.
[6] . Flamel, Ibid.

No hay comentarios: