sábado, octubre 28, 2006

El rapto de Proserpina

Los eleusinos y los sicilianos consideraban como una historia verdadera lo que sólo era una alegoría fabulosa, puesto que la Isis de Egipto, que es la misma que Ceres, no fue jamás a Eleusis ni a Sicilia, no tuvo ninguna hija con el nombre de Proserpina, y en fin, se diga lo que se diga su rapto sólo es una alegoría, no del cultivo de las tierras ordinarias, sino del cultivo del campo filosófico.
Sin entrar en una disertación muy larga al respecto, veamos solamente lo que era Plutón, el raptor de Proserpina, esta misma y Ceres, su madre. Esta última tenía su morada normalmente en un delicioso lugar de Sicilia llamado Enna, o fuente agradable, donde había bellas praderas regadas por fuentes de agua viva; las violetas y otras flores crecían allí en gran cantidad.
Se podría comparar este país con el de Nisa, donde sus praderas esmaltadas de bellas flores alegraban la vista y el olfato, donde los frutos crecían en abundancia, porque el terreno es regado por agradables fuentes de agua viva.He aquí la descripción que hace el Cosmopolita de la isla de los filósofos: Esta isla está situada hacia el sur, es encantadora y proporciona al hombre todo lo necesario, útil y agradable. Los Campos Elíseos de Virgilio a penas se le pueden comparar. Todas las riveras de esta isla están cubiertas de mirtos, cipreses y romeros. Las praderas verdes y cubiertas de olorosas flores de todos los colores presentan una primera vista muy graciosa y hacen respirar un aire de lo más suave. Las colinas están decoradas con viñas, olivares y cedros. Los bosques se componen de naranjos y limoneros. Los caminos públicos, bordeados de laureles y granados, ofrecen a los viajeros la dulzura de su sombra para resguardarse de los ardientes rayos del Sol. En fin, allí
se encuentra todo lo que se puede desear. En la entrada del jardín de los filósofos se presenta una fuente de agua viva, muy clara, que se esparce por todas partes y lo riega todo, dice Espagnet.[1] Muy cerca se encuentran las violetas, que regadas abundantemente por las aguas doradas de un río, toman el color del más bello de los zafiros. Después se ven allí los lises y los amarantos. Es en estos admirables lugares donde Proserpina, paseándose con sus compañeras, cogía una flor de narciso cuando Plutón la raptó para hacerla su esposa y partir con ella hacia el imperio de los Infiernos. ¿Qué idea se nos presenta de Plutón? Todos los nombres que se le han dado inspiran el horror, la tristeza; todos significan algo de negro y sombrío; en una palabra, se le representa como al rey del imperio tenebroso de la muerte y no obstante como el dios de las riquezas.
¿Cómo se expresan los filósofos respecto a su Plutón, después de esta bella descripción del país filosófico? Ellos dicen que es preciso raptar a una virgen bella y pura de coloradas mejillas,[2] y desposarla. Juntad a la bella B
eya con Gabertin; después de su unión descenderán al imperio de la muerte. Allí sólo se verán horror y tinieblas; el vestido tenebroso se manifestará y el hombre y la mujer serán sepultados en las sombras de la noche. Esta negrura es la señal de la disolución, y esta disolución[3] es llamada por los filósofos, muerte, pérdida, destrucción y perdición.
Todas las circunstancias de este rapto indican las mismas de la disolución de los filósofos. Proserpina coge flores con las chicas de su séquito. Plutón la ve, la rapta y parte al momento sobre su carro tirado por caballos negros. Encuentra un lago cerca del cual estaba la ninfa Ciánea, que quiere detener su carro, pero Plutón de un golpe de cetro se abre un camino que les conduce a los Infiernos. La ninfa desolada y deshecha en lágrimas es transformada en agua. Ceres es la tierra de los filósofos, o su materia; Proserpina, su hija, es la misma materia aún volátil, pero llegada al blanco, lo que nos enseña su nombre Feréfata, del griego φέρω yo llevo, y de φάω yo brillo, o φαός, luz; como si se dijera: yo llevo la luz; porque el color blanco indica la luz y este sucede al color negro, símbolo de la noche.
Esta Feréfata filosófica puesta en el vaso con su madre, para hacer el elixir, se volatiliza y produce diferentes colores. Estas partes que se volatilizan con ellas, son las hijas del séquito; la
fábula dice que cogía narcisos, porque el narciso es una flor blanca y como esta blancura desaparece, el narciso es recogido. Plutón la rapta en este momento y toma el camino del Infierno. Antes de que el color negro aparezca en esta segunda operación, se suceden otros varios colores, el celeste o azulado se manifiesta, después se hacen más obscuros y parecen un camino que conduce al negro; es por lo que la fábula dice que Plutón llegó a las cercanías de un lago y allí encontró a la ninfa Ciánea, del griego Κιανος, azulado. ¿No es el agua mercurial, encerrada en el vaso, un verdadero lago? El raptor de Proserpina no ha tenido consideración a los ruegos de la ninfa Ciánea y de un golpe de cetro abrió un camino a los Infiernos, ¿no es lo que le pasa a la
materia vuelta azulada, que continúa tomando un color más oscuro hasta que le sucede el negro? Entonces la ninfa se deshace en lágrimas y se encuentra transformada en agua, es decir, que la disolución de la materia en agua es perfecta y la ninfa Ciánea desaparece con el color azul. He aquí pues, a Proserpina llegada al imperio tenebroso de Plutón. Allí reina con él y no volverá a ver a su madre hasta que hayan pasado seis meses.
Ceres, informada del rapto de su hija, la busca por mar y por tierra. Finalmente llega cerca del lago de la ninfa Ciánea, pero la ninfa deshecha en lloros y transformada en agua, no puede decirle nada. Encuentra el velo de su hija flotando sobre el agua y se da cuenta de que por allí ha pasado el raptor. Aretusa, ninfa de una fuente con el mismo nombre, cuyas aguas se derraman en los vecinos lugares del Estigio, confirma a Ceres su pensamiento e intenta consolar a esta afligida madre diciéndole que su hija se había convertido en esposa del dios de los Infiernos. Al recibir esta noticia Ceres sube a su carro, atraviesa el aire y va al encuentro de Júpiter y le reclama a su hija, que también era la suya. Júpiter consiente en que le sea devuelta, a condición de que no haya comido de los frutos que nacen en el Infierno. Pero Ascálafo, el único que la había visto coger una granada de la que comió tres granos, sin ninguna discreción la delató. Entonces Júpiter ordenó que Proserpina permaneciera seis meses con su marido y seis meses con su madre. Ceres, satisfecha por el juicio de Júpiter, partió hacia Eleusis. Cuando llegó cerca de la ciudad se sentó sobre una piedra para reposar de sus fatigas, después fue a encontrar a Eleusis, padre de
Triptolemo al que amamantó y le enseñó el arte de sembrar y recoger los granos.
Hemos visto a Ceres encerrada en el vaso con su hija Feréfata; la madre la busca por mar y tierra, porque en el vaso está el agua y la tierra. Esta agua forma el lago Ciánea, sobre el que Ceres vio flotar el velo de su hija, es decir, una pequeña blancura que empieza a aparecer a medida que el color negro se esclarece. He hecho pintar un campo azulado y azul –dice Flamel[4]para mostrar que no hace más que empezar a salir de la negrura muy negra; pues el azulado y azul es uno de los primeros colores que nos deja ver a la obscura mujer, es decir, la humedad cediendo un poco al calor y a la sequedad [...] la mujer tiene un círculo blanco, en forma de rollo de papel, entorno a su cuerpo, para mostrarte que nuestro rebis empieza a blanquearse de esta manera,
blanqueando primeramente las extremidades, todo el entorno de este círculo blanco. He aquí el lago Ciánea con el velo de Proserpina que flota sobre sus aguas. Ceres juzga que el raptor se ha escapado por este lago y la ninfa Aretusa le anuncia que su hija es la esposa del dios de los Infiernos.
Ceres, tras estas noticias, sube a su carro, atraviesa los aires y va a encontrar a Júpiter; es esta volatilización de la materia que entonces empieza a subir al espacio del vaso ocupado por el aire. Reclama su hija a Júpiter, o este color gris que sucede al negro. Al gris sucede el blanco, que hemos dicho que era Proserpina o Feréfata, lo que ha hecho decir que era hija de Ceres y de Júpiter. Este dios consiente a su retorno, a condición de que haya guardado una exacta abstinencia mientras estaba en los Infiernos, pero Ascálafo dice que ella ha comido tres granos de granada. Júpiter tenía razón y Ascálafo era el único que podía acusar a Proserpina, pues desde que el color rojo, indicado por los tres granos de granada, empieza a manifestarse sobre el blanco, éste sólo puede retrogradarse, y el rojo se fortificará más y más. ¿Por qué Ascálafo es el acusador? Es porque el principio del rojo es anaranjado y Ascálafo es hijo de Marte, según lo que dice Homero, y el Marte de los filósofos es el principio del color rojo: al frente de quienes iban Ascálafo y Yálmeno, hijos de Ares, a quienes había dado a luz Astíoque en casa de Áctor Azida. (Ilíada, lib. 2, vers. 512) Estos dos versos prueban perfectamente lo que acabamos de decir, pues Astíoque era hija de Falanto, de φαλός, claro, blanco, roca que aparecía en el mar.
Ceres está contenta y parte hacia Eleusis y reposa de sus fatigas sobre una piedra llamada agelaste. Es la tierra filosófica, que tras ser elevada a lo alto del vaso, volatilizándose, recae al fondo donde se fija y se recoge en un todo, significado por agelaste, de Α˝γελαζω, reunir. Después Ceres va a encontrar a Eleusis.
En cuanto a la piedra que se le muestra cerca de Calícore, en testimonio de la venida de Ceres a Ática, se sabrá de una vez por todas, que tales piedras son siempre los signos jeroglíficos de la fijeza de la materia. Tal es aquella que Saturno devora y vomita y que fue depositada sobre el monte Helicón; aquella con la que Mercurio mató a Argos; aquella que Cadmo echó en medio de los hombres armados nacidos de los dientes del dragón que él había sembrado; aquella donde Pirítoo se apoyó en su descenso a los Infiernos; aquella que Sísifo empujaba sin cesar, y etc. [1] . Espagnet, Canon, 52 - 53. [2] . Espagnet, canon 58; Sinesio, Artefio, la Turba, etc. [3] . Flamel, Explicación de las Figuras Jeroglíficas. [4] . Flamel, Ob. cit.

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