domingo, octubre 22, 2006

Perseo







Acrisio, que sólo tenía una hija llamada Dánae, había oído del oráculo que un día su nieto le robaría la corona y la vida; hizo construir una torre de bronce en su palacio y encerró allí a Dánae con su nodriza, bajo vigilancia. Era muy bella y Júpiter, sensible a sus atractivos, pensó en una nueva oportunidad, se coló en la torre en forma de lluvia de oro, se hizo conocer y convirtió a Dánae en madre de Perseo. Dánae, siempre encerrada, parió y alimentó a su hijo durante tres años sin que Acrisio tuviera conocimiento de ello; pero habiéndolo descubierto finalmente, hizo conducir a su hija al altar de Júpiter, donde ella
declaró que había concebido por el comercio que tuvo con
este dios. Acrisio, poco crédulo, hizo matar a la nodriza y expuso a Dánae con el pequeño Perseo sobre el mar, encerrados en un cofre de madera en forma de pequeña barca, que tras haber sido el juguete de los vientos y de las olas, fue arrastrada a la orilla de
una pequeña isla llamada Sérifos, una de las Cíclades; Dictis, hermano del rey de aquel país, estaba pescando y sacó el cofre con su hilo de pescar. Dánae le suplicó que abriera su prisión y le explicó quien era y Dictis llevó consigo a la madre y al hijo. Polidectes, rey de la isla y nieto de Neptuno, quiso violentar a Dánae,
pero la presencia de Perseo era un obstáculo y lo obligó a ir a buscar la cabeza de Medusa, con el pretexto de que quería darla como dote a Hipodamia, hija de Enómao. Perseo se comprometió a cumplir las órdenes de Polidectes; Palas le dio como presente un espejo, Mercurio le dio una cimitarra, Plutón un casco y un saco y las ninfas un calzado alado; con todos estos arreos Perseo voló tan veloz y tan ligero como el
pensamiento.[1]Medusa era hija de Forcis y la más joven de las gorgonas, que mataban y petrificaban a los hombres con sólo mirarlas; sus cabellos estaban erizados de serpientes; tenían los dientes cruzados como las defensas del jabalí, las garras de hierro y las alas de oro. Estos monstruos tenían su morada en los confines de Iberia, a poca distancia del jardín de las hespérides. Forcis tuvo otras hijas, hermanas mayores de
las gorgonas; sólo tenían un ojo y un diente que usaban por turnos, se las llamó grayas. Perseo empezó su expedición por ellas; les arrebató el diente y el ojo y los guardó hasta que le hubieron indicado las ninfas de los zapatos alados.
De allí llegó hasta Medusa; cuando se acercó a ella se cubrió
con el escudo de espejo que había recibido de Palas, también se puso el casco de Plutón y, habiendo visto en su espejo la situación de Medea, le cortó la cabeza de un sólo golpe y la presentó a Palas que le había guiado el brazo. De la sangre que salía de la herida nació Pegaso sobre el que montó Perseo y volando a través de la vasta extensión de los aires, tuvo ocasión de probar la virtud de la cabeza de Medusa, antes de su retorno a Polidectes. Andrómeda, hija de Cefeo y Casiopea, había sido atada a una roca y expuesta a orillas del mar de Etiopía, para ser devorada por un monstruo marino en castigo porque su madre tuvo la temeridad de decir que su hija podía disputar en belleza con las nereidas. Perseo, conmovido de compasión y preso de amor, liberó a Andrómeda y después la desposó. Este héroe fue después a Mauritania donde transformó a Atlas, que lo había recibido mal,[2] en la montaña que después ha llevado su nombre. Atlas tuvo una hija llamada Mera, de
la que habla Homero en el primer libro de su Odisea.[3] La fábula dice que Atlas comandaba a las hespérides y que interrogando a Temis le respondió que uno de los hijos de Júpiter le robaría las manzanas de oro.[4]
Esta alegoría no presenta más dificultad que las otras; la torre donde Dánae es encerrada es el vaso; Dánae es la materia; Júpiter como lluvia de oro es el rocío aurífico de los filósofos, o la parte fija solar que se volatiliza mientras que la materia pasa del color negro al gris y recae en forma de lluvia sobre la materia que queda en el fondo. Perseo nace
de esta conjunción, pues como dice el autor del Rosario: el matrimonio y la concepción se producen en la podredumbre en el fondo del vaso y el parto se hace en el aire, es decir en la cima. Es por lo que Acrises es llamado abuelo de Perseo, de α˝γρεις, cima, colmo. En consecuencia Senior dice: Como vemos, dos rayos de sol llueven sobre la ceniza muerta, que revive de la misma manera que una tierra árida parece renacer cuando es regada. Eso es el hermano y la hermana que se hacen esposos por la destreza de la preparación, y después de que la hermana ha concebido se elevan y suben hacia lo alto de las casas de las montañas; he aquí el rey del que hemos hablado, que ha sido engendrado en el aire y concebido en la tierra.
Arnaldo de Vilanova nos enseña cuál debe de ser la educación de Perseo: Hay un tiempo determinado para que Dánae conciba, de a luz y nutra a su hijo. Así, cuando la tierra áurea conciba atended con paciencia al parto. Cuando el hijo (Perseo) haya nacido nutridle de manera que se haga vigoroso y suficientemente fuerte para combatir a los monstruos y que pueda exponerse al fuego sin temer sus ataques. Es en este estado que se encuentra armado con la cimitarra de Mercurio, el escudo de Palas y el casco de Plutón. Podrá exponerse al ataque de Medusa y
hará nacer a Crisaor de la sangre que saldrá de la herida, es decir, que habiéndose vuelto polvo de proyección vencerá a los azufres impuros y arsenicales que infectan a los metales imperfectos y los transmutará en oro, pues Crisaor viene de χρυσός, oro. Los símbolos de estos azufres malignos, venenosos y mortales, son las gorgonas, que también se las representa bajo figuras monstruosas, los cabellos entrelazados de serpientes, con alas doradas y teniendo su morada al lado del jardín de las hespérides.



[1] . Allí estaba el hijo de Dánae de hermosos cabellos, el jinete Perseo, sin tocar el escudo con los pies ni fuera de él, gran maravilla entenderlo; pues no estaba apoyado en ningún sitio. Así le labró con sus manos el ilustre Vulcano, de oro. En sus pies tenía aladas sandalias y de sus hombros pendía una espada guarnecida en negro, de un tahalí de bronce. Aquél volaba igual que el pensamiento; y por toda la espalda tenía la cabeza de un terrible monstruo, la gorgona. A sus costados corrían alforjas, maravilla verlas, de plata; brillantes flecos flotaban, de oro. Cubría las sienes del héroe el terrible casco de Hades con la tenebrosa oscuridad de la noche. Aquél, el danaida Perseo, estaba en tensión como quien corre y es presa del miedo. Hesíodo. Escudo de Hércules, vers. 216.
[2] . Porque tu soberbia es mucha -replica Perseo- y presumes de tu poder físico, te daré el premio a que eres acreedor. Diciendo esto le presentó la cabeza de Medusa. En el momento de mirarla espantado, quedó Atlas convertido en una enorme montaña. Ovidio, Metamorfosis, lib. 4.
[3] . En sus frondas habita la diosa nacida de Atalante, el astuto malvado que intuye los senos marinos. Homero, Odisea, lib. 1, 52.
[4] . Atlas tenía en la memoria un antiguo horóscopo que le aseguró que un hijo de Jove sería encargado de robarle los frutos áureos de sus árboles. Ovidio, Metamorfosis, lib. 4.


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