viernes, octubre 27, 2006

Dionisíacas




Las fiestas que Orfeo introdujo en Grecia en honor a Baco, generalmente, son conocidas con el nombre de Dionisíacas, a causa del nombre de Dioniso o Denis. La principal entre estas fiestas se celebraba cada tres años y en consecuencia se llamaba trieteria.
Los egipcios también celebraban una en honor a Osiris cada tres años y por la misma razón, es decir, por el retorno de las Indias tanto del uno como del otro. Esta fiesta era celebrada por las

mujeres y las doncellas, como los otros misterios de Baco. Las vírgenes llevaban tirsos y corrían alocadas en grupos como poseídas de entusiasmo, las mujeres iban despeinadas y al danzar se contorsionaban horriblemente. Se las llamaba bacantes. Orfeo había instituido esta fiesta
basándose en el modelo que presentaba la de Osiris. Pero ¿por qué los institutores de ésta eligieron a las mujeres y las doncellas para celebrarla? Es por el hecho de que las musas habían acompañado a Osiris en su viaje. Ya hemos explicado este viaje en el primer libro y se ha visto en el tercero lo que se ha de entender por las musas y sus danzas.
Estas fiestas en honor de Baco se llamaron comúnmente orgías. Antes de que, por su uso, se multiplicaran estas fiestas, se contentaban con llevar en procesión un cántaro de vino, una rama de sarmiento, una canasta rodeada de serpientes, llamada canasta misteriosa y los que llevaban
el Phallus (falo) venían a continuación. La procesión era cerrada por las bacantes cuyos cabellos llevaban entrelazados con serpientes. Se dice que las canastas vacías, puestas en el templo de Baco mientras duraban estas fiestas, al final se encontraban llenas de buen vino. Para entender cuál fue la intención del institutor de estas fiestas es preciso acordarse de que Osiris y Baco eran la misma persona, todo el mundo está de acuerdo en ello. Las orgías, pues, tienen su origen en Egipto y no deben su institución a Isis, que sólo es un personaje simbólico, lo mismo que Osiris, sino a Hermes Trismegisto o a cualquier otro filósofo egipcio que atribuyó la institución a la pretendida Isis, para dar más peso y autoridad a su ficción.
Plutarco dice[1] que en Sais en el templo de Minerva, que él cree que es la misma que Isis, se puede leer: Soy todo lo que ha sido, lo que es y lo que será, nadie entre los mortales ha levantado aún mi velo.[2] Lo
que conviene perfectamente con lo que dice Apuleyo, que hace hablar así a esta diosa: Soy la naturaleza, madre de todas las cosas, dueña de los elementos, principio de los siglos, soberana de los dioses, reina de los manes [...] Mi divinidad uniforme en ella misma, es honrada bajo diferentes nombres y por diferentes ceremonias; los frigios me llaman Pesinunciana, madre de los dioses; los atenienses, Minerva Cecropina; los de Chipre, Venus; los de Creta, Diana Dictina; los sicilianos, Proserpina; los Eleusinos, antigua Ceres, otros Juno, Bellona, Hécate, Ramnusia; finalmente los egipcios y sus vecinos, Isis, que es mi verdadero nombre.
Además los mitólogos aseguran que Isis y Osiris encierran bajo diferentes nombres a casi todos los dioses del paganismo, puesto que, según ellos, la Tierra, Ceres, Venus, Diana, Juno, la Luna, Cibeles, Minerva y en una palabra toda la naturaleza, son una misma cosa que Isis, por lo que ha sido llamada Miriónima, es decir, que tiene mil nombres. Osiris, Baco o Dioniso, Apolo, el Sol, Serapis, Plutón, Júpiter, Ammon, Pan, Apis, Adonis, también son lo mismo.
En consecuencia Osiris, Isis y Tifón sólo serán personajes tomados para explicar mediante ficción las operaciones de la naturaleza o de un arte que emplea los mismos principios y que imita sus operaciones para llegar al mismo objetivo.
Volvamos pues, a nuestras orgías. Las mujeres eran las principales actrices, puesto que habían acompañado a Osiris en sus viajes; ellas danzaban, saltaban y hacían contorsiones para señalar la agitación de la parte acuosa volátil en el vaso, indicada por las mujeres; porque el sexo femenino ha sido considerado en todos los tiempos de temperamento húmedo, ligero, voluble e inconstante. Al contrario del hombre al que se le supone un temperamento más seco, más caliente, más fijo, lo que ha dado ocasión a los filósofos para designar mediante el hombre a la materia fija de la gran obra, y mediante la mujer a la materia volátil. Las mujeres llevaban también el Phallus (falo), es decir, la representación de la parte del cuerpo de Osiris que Isis no pudo reunir con los otros miembros tras la dispersión que Tifón había hecho de ellos. Este Phallus (falo) era el símbolo de las partes heterogéneas, terrestres, sulfurosas y combustibles, que no podían reunirse perfectamente con las partes puras, homogéneas e incombustibles, que deben coagularse en un todo, por medio del agua mercurial, significada por Isis. El cántaro lleno de vino indicaba el vino filosófico, o el mercurio llegado al color rojo, principal agente de la obra. La rama de sarmiento significaba la materia de la que este mercurio es sacado. La misteriosa canasta era el vaso en el que se hacen las operaciones de la gran obra; se le llamó misteriosa porque los filósofos siempre han hecho y siempre harán un misterio de la materia de la gran obra y de la manera de proceder en sus operaciones.
La canasta estaba cubierta para indicar que el vaso debe de ser sellado herméticamente; y lo que ella contiene estaba indicado solamente por las serpientes que la rodeaban; ya se ha visto que las serpientes siempre han sido tomadas como jeroglífico de la materia llevada a la putrefacción.
La mayor parte de las orgías se celebraban de noche y se llevaban entorchas encendidas. Los que las llevaban eran llamados daduches[3] y su función era de las más honorables. La de llevar la misteriosa canasta no lo era menos.
Estas fiestas primeramente habían sido instituidas en Egipto en honor a Osiris, el mismo que Dioniso, que se encuentra como principal en la genealogía dorada, y esta institución servía únicamente para conservar, para la posteridad, la memoria del secreto de la medicina dorada, que Dios les había otorgado. El vino que se llevaba allí como símbolo del vino filosófico, hizo que el pueblo considerara a Dioniso como el inventor de la manera de hacer el vino común. Esta falsa interpretación fue recibida por todas partes y de ahí vienen tantas fiestas instituidas en honor a Baco.

[1] . Plutarco, De Isis y Osiris.
[2] . Citado en el Mensaje Reencontrado de Louis Cattiaux, Ed. Sirio, Málaga, 1996, epígrafes del libro XII. N. del T.
[3] . Del griego δαδοΰχος, portador de la antorcha, [sacerdote de Deméter en Eleusis]. N. del T.

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