Los dos dragones que ha tomado como símbolo jeroglífico de la materia, son, dice:[1] las dos serpientes enviadas por Juno, que es la naturaleza metálica, y que el fuerte Hércules, es decir, el sabio, debe estrangular en su cuna, quiero decir vencer y matar para hacerlas pudrirse, corromperse y engendrar al principio de su obra. He aquí la clave de la obra o la disolución anunciada; las serpientes, los dragones, la Quimera, la Esfinge, las harpías y los otros monstruos de la fábula, que se deben matar; y cómo la putrefacción sucede a la muerte, Flamel dice que: es preciso hacerlas pudrirse y corromperse. Estando pues, puestas juntamente en el vaso del sepulcro, se muerden las dos cruelmente y por su gran veneno y furiosa rabia no se dejan jamás desde el momento en que son tomadas y entrelazadas (si el frío no se lo impide), hasta que las dos con su baboso veneno y mortales heridas, no estén ensangrentadas en todas las partes de su cuerpo, y que finalmente, matándose la una a la otra, se asfixien en su propio veneno, que las convierta tras su muerte en agua viva y permanente. Esta agua es propiamente el mercurio de los filósofos. Estos son –añade– los dos espermas masculino y femenino descritos al principio de mi sumario filosófico, que son engendrados (dicen Rasis, Avicena y Abraham el Judío) en los riñones, entrañas y operaciones de los cuatro elementos. Son el húmedo radical de los metales, azufre y plata viva, no los vulgares que son vendidos por mercaderes y boticarios; sino los que nos dan los dos bellos y queridos cuerpos que tanto amamos. Estos dos espermas, decía Demócrito, no se encuentran sobre la tierra de los vivos. Lo mismo afirma Avicena, pero, añade, se recogen del estiércol, basura y podredumbre del Sol y de la Luna.
La putrefacción es declarada mediante los términos siguientes: La causa por la que he pintado estos dos espermas en forma de dragones, es porque su pestilencia es muy grande, como lo es la de los dragones, y las exhalaciones que suben en el matraz son oscuras, negras, azules y amarillentas,... el filósofo no siente jamás esta pestilencia, si no aparta sus vasos, pero la juzga así sólo por la vista y los cambios de colores procedentes de la putrefacción de sus confecciones. Que los químicos o sopladores que buscan la piedra filosofal en sus calcinaciones y sus crisoles, juzguen de estas palabras de Flamel si sus operaciones son conformes a las suyas, y si tienen razón al exponerse a respirar los vapores de las materias hediondas y arsenicales sobre las cuales operan.
La putrefacción de la materia en el vaso es, pues, el principio y la causa de los colores que se manifiestan, y el primero un poco permanente, o de cierta duración, que debe aparecer es el color negro, que ellos llaman simplemente el negro y con una infinidad de otros nombres que se verán aquí durante el curso de esta obra, o en el Diccionario Mito-Hermético de los términos propios de la filosofía hermética, que le sigue inmediatamente.[2]
Este color significa la putrefacción y la generación que le sigue y que nos es proporcionada por la disolución de nuestros cuerpos perfectos. Estas últimas palabras indican que Flamel habla de la segunda operación y no de la primera. Esta disolución procede del calor externo que ayuda y de la ignidad póntica y admirable virtud agria del veneno de nuestro mercurio, que convierte y descompone en puro polvo, e incluso en partículas impalpables, lo que se le resiste. De esta forma la acción del calor sobre y contra la humedad radical metálica, viscosa y oleaginosa, engendra sobre el sujeto la negrura. Ella es esta vela negra con la que el navío de Teseo volvió victorioso de Creta y que fue la causa de la muerte de su padre. Así mismo es necesario que el padre muera para que de las cenizas del Fénix renazca otro, y que el hijo sea rey.La verdadera clave de la obra es esta negrura al comienzo de sus operaciones, y si aparece otro color rojo o blanco antes que ella, es una prueba de que no se ha conseguido, o como dice nuestro autor: En verdad quien no vea esta negrura en el inicio de sus operaciones, durante los días de la piedra, aunque vea cualquier otro color, falla por completo en el magisterio, y no podrá terminarlo con ese caos [...] Y ciertamente, te digo nuevamente, que aún cuando tú mismo trabajes sobre las verdaderas materias, si al principio, tras haber puesto las confecciones en el huevo filosófico, es decir, algún tiempo después de que el fuego las haya irritado, no ves la cabeza de cuervo negro, de un negro muy negro, tendrás que volver a empezar, pues esta falta es irreparable. Sobre todo se debe de temer un color anaranjado o medio rojo, porque si en un principio lo ves en tu huevo, sin duda quemas o has quemado el verdor y la vivacidad de la piedra.El color azulado y amarillento indica que la putrefacción y la disolución no están aún acabadas. La negrura es el verdadero signo de una perfecta solución. Entonces la materia se disuelve en polvo más menudo, por así decirlo, como los átomos revolotean a los rayos del Sol y estos átomos se cambian en agua permanente. Los filósofos han dado a esta disolución los nombres de muerte, destrucción y perdición, infierno, tártaro, tinieblas, noche, vestido tenebroso, sepulcro, tumba, agua venenosa, carbón, estiércol, tierra negra, velo negro, tierra sulfurosa, melancolía, magnesia negra, barro, menstruo hediondo, humo, fuego venenoso, nubarrón, plomo, plomo negro, plomo de los filósofos, Saturno, polvo negro, cosa despreciable, cosa vil, sello de Hermes, espíritu hediondo, espíritu sublimado, sol eclipsado, o eclipse del Sol y de la Luna, estiércol de caballo, corrupción, corteza negra, espuma del mar, cobertura del vaso, capitel del alambique, nafta, inmundicia de muerto, cadáver, aceite de Saturno, negro más negro que el mismo negro. En fin, lo han designado mediante todos los nombres que pueden expresar o designar la corrupción, la disolución y la negrura. Es ella que ha facilitado a los filósofos la materia para tantas alegorías sobre muertos y tumbas. Algunos la han nombrado calcinación, denudación, separación, asación, a causa de la reducción de las materias en polvo muy menudo. Otros: reducción en primera materia, molificación, extracción, conmixtión, licuefacción, conversión de los elementos, sutilización, división, humación, empastación (argamasa) y destilación. Otros, sombras cimerianas, remolino, generación, ingresión, sumergimiento, complexión, conjunción, impregnación. Cuando el calor actúa sobre estas materias, se cambian primeramente en polvo y agua grasa y viscosa, que sube en vapor hasta lo alto del vaso, y recae en rocío o lluvia al fondo del vaso,[3] donde se vuelve al poco como un caldo negro un poco graso. Es por lo que se le ha llamado sublimación y volatilización, ascensión y descensión. El agua, al coagularse seguidamente, se vuelve como pez negra, lo que hace que se la nombre tierra fétida y hedionda. Da un olor de relente, de sepulcros y de tumbas. Hermes la llama la tierra de las hojas. Más su verdadero nombre –dice Flamel– es el de Latón o Letón, que se ha de blanquear. Los antiguos sabios –añade– la han descrito bajo la historia de la serpiente de Marte, que había devorado a los compañeros de Cadmo, el cual la mató horadándola con su lanza contra un roble hueco. Poned atención en este hueco. Pero para llegar a esta putrefacción es preciso un agente o disolvente análogo al cuerpo que debe disolver. Este es el cuerpo disoluble llamado simiente masculina; el otro es el espíritu disolvente, llamado simiente femenina. Cuando están reunidos en el vaso, los filósofos les dan el nombre de Rebis; es por lo que Merlín ha dicho: Res rebis est bina conjuncta, sed tamen una.
Filaleteo[4] se expresa así respecto a este disolvente: Esta simiente femenina es uno de los principios de nuestro magisterio; es preciso, pues, meditar profundamente sobre ella como una materia sin la cual no se puede tener éxito, puesto que si bien es plata viva, no es en efecto una plata viva natural en su propia naturaleza, sino otro cierto mercurio propio a una nueva generación y que además, su pureza, requiere una larga y admirable preparación, que le deja su cualidad mineral, homogénea, sana y salva. Pues si se le quita a este espíritu disolvente su fluidez y su mercurialidad, se vuelve inútil para la obra filosófica, puesto que ha perdido su naturaleza disolvente; y si fuera cambiada en polvo, de cualquier especie que pueda ser, si no es de naturaleza de cuerpo disoluble, se pierde, no tiene más relación ni proporción con él, y debe ser rechazada de nuestra obra. Piensan locamente y falsamente los que alteran la plata viva, antes de que sea unida con las especies metálicas. Pues esta plata viva, que no es la vulgar, es la materia de todos los metales y como su agua, a causa de su homogeneidad con ellos. Se reviste de su naturaleza en su mezcla con ellos y toma todas sus cualidades, porque se asemeja al mercurio celeste, que se vuelve parecido a las cualidades de los planetas con los cuales está en conjunción.Ninguna agua puede disolver radicalmente y naturalmente las especies metálicas si no es de su naturaleza y si no puede ser congelada con ellas. Es preciso que pase a los metales como un alimento que se incorpora con ellos y se hace una misma substancia. Aquel que separe pues de la plata viva su humedad con las sales, los vitriolos u otras cosas corrosivas, obra con insensatez. No se equivocan menos aquellos que se imaginan extraer del mercurio natural un agua límpida y transparente, con la cual pueden hacer cosas admirables. Aunque consiguieran hacer una tal agua, no valdría nada para la obra.
[1] . Flamel, Op. cit.
[2] . Hay una traducción al castellano de este Diccionario Mito-Hermético, de Pernety, en Ed. Indigo, Barcelona, 1993. N. del T.
[3] . Artefio.
[4] . I. Filaleteo, Verdadera confección de la piedra Filosofal, p.13, y ss.
La putrefacción es declarada mediante los términos siguientes: La causa por la que he pintado estos dos espermas en forma de dragones, es porque su pestilencia es muy grande, como lo es la de los dragones, y las exhalaciones que suben en el matraz son oscuras, negras, azules y amarillentas,... el filósofo no siente jamás esta pestilencia, si no aparta sus vasos, pero la juzga así sólo por la vista y los cambios de colores procedentes de la putrefacción de sus confecciones. Que los químicos o sopladores que buscan la piedra filosofal en sus calcinaciones y sus crisoles, juzguen de estas palabras de Flamel si sus operaciones son conformes a las suyas, y si tienen razón al exponerse a respirar los vapores de las materias hediondas y arsenicales sobre las cuales operan.
La putrefacción de la materia en el vaso es, pues, el principio y la causa de los colores que se manifiestan, y el primero un poco permanente, o de cierta duración, que debe aparecer es el color negro, que ellos llaman simplemente el negro y con una infinidad de otros nombres que se verán aquí durante el curso de esta obra, o en el Diccionario Mito-Hermético de los términos propios de la filosofía hermética, que le sigue inmediatamente.[2]
Este color significa la putrefacción y la generación que le sigue y que nos es proporcionada por la disolución de nuestros cuerpos perfectos. Estas últimas palabras indican que Flamel habla de la segunda operación y no de la primera. Esta disolución procede del calor externo que ayuda y de la ignidad póntica y admirable virtud agria del veneno de nuestro mercurio, que convierte y descompone en puro polvo, e incluso en partículas impalpables, lo que se le resiste. De esta forma la acción del calor sobre y contra la humedad radical metálica, viscosa y oleaginosa, engendra sobre el sujeto la negrura. Ella es esta vela negra con la que el navío de Teseo volvió victorioso de Creta y que fue la causa de la muerte de su padre. Así mismo es necesario que el padre muera para que de las cenizas del Fénix renazca otro, y que el hijo sea rey.La verdadera clave de la obra es esta negrura al comienzo de sus operaciones, y si aparece otro color rojo o blanco antes que ella, es una prueba de que no se ha conseguido, o como dice nuestro autor: En verdad quien no vea esta negrura en el inicio de sus operaciones, durante los días de la piedra, aunque vea cualquier otro color, falla por completo en el magisterio, y no podrá terminarlo con ese caos [...] Y ciertamente, te digo nuevamente, que aún cuando tú mismo trabajes sobre las verdaderas materias, si al principio, tras haber puesto las confecciones en el huevo filosófico, es decir, algún tiempo después de que el fuego las haya irritado, no ves la cabeza de cuervo negro, de un negro muy negro, tendrás que volver a empezar, pues esta falta es irreparable. Sobre todo se debe de temer un color anaranjado o medio rojo, porque si en un principio lo ves en tu huevo, sin duda quemas o has quemado el verdor y la vivacidad de la piedra.El color azulado y amarillento indica que la putrefacción y la disolución no están aún acabadas. La negrura es el verdadero signo de una perfecta solución. Entonces la materia se disuelve en polvo más menudo, por así decirlo, como los átomos revolotean a los rayos del Sol y estos átomos se cambian en agua permanente. Los filósofos han dado a esta disolución los nombres de muerte, destrucción y perdición, infierno, tártaro, tinieblas, noche, vestido tenebroso, sepulcro, tumba, agua venenosa, carbón, estiércol, tierra negra, velo negro, tierra sulfurosa, melancolía, magnesia negra, barro, menstruo hediondo, humo, fuego venenoso, nubarrón, plomo, plomo negro, plomo de los filósofos, Saturno, polvo negro, cosa despreciable, cosa vil, sello de Hermes, espíritu hediondo, espíritu sublimado, sol eclipsado, o eclipse del Sol y de la Luna, estiércol de caballo, corrupción, corteza negra, espuma del mar, cobertura del vaso, capitel del alambique, nafta, inmundicia de muerto, cadáver, aceite de Saturno, negro más negro que el mismo negro. En fin, lo han designado mediante todos los nombres que pueden expresar o designar la corrupción, la disolución y la negrura. Es ella que ha facilitado a los filósofos la materia para tantas alegorías sobre muertos y tumbas. Algunos la han nombrado calcinación, denudación, separación, asación, a causa de la reducción de las materias en polvo muy menudo. Otros: reducción en primera materia, molificación, extracción, conmixtión, licuefacción, conversión de los elementos, sutilización, división, humación, empastación (argamasa) y destilación. Otros, sombras cimerianas, remolino, generación, ingresión, sumergimiento, complexión, conjunción, impregnación. Cuando el calor actúa sobre estas materias, se cambian primeramente en polvo y agua grasa y viscosa, que sube en vapor hasta lo alto del vaso, y recae en rocío o lluvia al fondo del vaso,[3] donde se vuelve al poco como un caldo negro un poco graso. Es por lo que se le ha llamado sublimación y volatilización, ascensión y descensión. El agua, al coagularse seguidamente, se vuelve como pez negra, lo que hace que se la nombre tierra fétida y hedionda. Da un olor de relente, de sepulcros y de tumbas. Hermes la llama la tierra de las hojas. Más su verdadero nombre –dice Flamel– es el de Latón o Letón, que se ha de blanquear. Los antiguos sabios –añade– la han descrito bajo la historia de la serpiente de Marte, que había devorado a los compañeros de Cadmo, el cual la mató horadándola con su lanza contra un roble hueco. Poned atención en este hueco. Pero para llegar a esta putrefacción es preciso un agente o disolvente análogo al cuerpo que debe disolver. Este es el cuerpo disoluble llamado simiente masculina; el otro es el espíritu disolvente, llamado simiente femenina. Cuando están reunidos en el vaso, los filósofos les dan el nombre de Rebis; es por lo que Merlín ha dicho: Res rebis est bina conjuncta, sed tamen una.
Filaleteo[4] se expresa así respecto a este disolvente: Esta simiente femenina es uno de los principios de nuestro magisterio; es preciso, pues, meditar profundamente sobre ella como una materia sin la cual no se puede tener éxito, puesto que si bien es plata viva, no es en efecto una plata viva natural en su propia naturaleza, sino otro cierto mercurio propio a una nueva generación y que además, su pureza, requiere una larga y admirable preparación, que le deja su cualidad mineral, homogénea, sana y salva. Pues si se le quita a este espíritu disolvente su fluidez y su mercurialidad, se vuelve inútil para la obra filosófica, puesto que ha perdido su naturaleza disolvente; y si fuera cambiada en polvo, de cualquier especie que pueda ser, si no es de naturaleza de cuerpo disoluble, se pierde, no tiene más relación ni proporción con él, y debe ser rechazada de nuestra obra. Piensan locamente y falsamente los que alteran la plata viva, antes de que sea unida con las especies metálicas. Pues esta plata viva, que no es la vulgar, es la materia de todos los metales y como su agua, a causa de su homogeneidad con ellos. Se reviste de su naturaleza en su mezcla con ellos y toma todas sus cualidades, porque se asemeja al mercurio celeste, que se vuelve parecido a las cualidades de los planetas con los cuales está en conjunción.Ninguna agua puede disolver radicalmente y naturalmente las especies metálicas si no es de su naturaleza y si no puede ser congelada con ellas. Es preciso que pase a los metales como un alimento que se incorpora con ellos y se hace una misma substancia. Aquel que separe pues de la plata viva su humedad con las sales, los vitriolos u otras cosas corrosivas, obra con insensatez. No se equivocan menos aquellos que se imaginan extraer del mercurio natural un agua límpida y transparente, con la cual pueden hacer cosas admirables. Aunque consiguieran hacer una tal agua, no valdría nada para la obra.
[1] . Flamel, Op. cit.
[2] . Hay una traducción al castellano de este Diccionario Mito-Hermético, de Pernety, en Ed. Indigo, Barcelona, 1993. N. del T.
[3] . Artefio.
[4] . I. Filaleteo, Verdadera confección de la piedra Filosofal, p.13, y ss.
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