Basilio Valentín[1] dice que aquel que tiene la harina hará pronto la masa y que aquel que tiene la masa encontrará pronto un horno para cocerla. Es como si dijera que el artista que tenga la verdadera materia filosófica no tendrá dificultad para ponerla en obra; es verdad, si se cree a los filósofos, que la confección de la obra es una cosa muy fácil y que es preciso más tiempo y paciencia que gastos; pero sin duda esto sólo debe entenderse de ciertas circunstancias de la obra y cuando se ha llegado a un cierto punto. Flamel[2] dice que: la preparación de los agentes es una cosa más difícil que todo lo otro en el mundo. Espagnet no tiene dificultad en decir que allí hay mucha obra que hacer:[3] En la sublimación filosófica del mercurio, o la primera preparación, es necesario un trabajo de Hércules, pues sin él Jasón jamás habría osado emprender la conquista del Toisón de oro.
Sin embargo no se ha imaginar que esta sublimación se hace a la manera de las sublimaciones químicas, pues también tiene el cuidado de llamarla filosófica. Es preciso entender, por lo que dice después, que consiste en la disolución y la putrefacción de la materia, porque esta sublimación no es otra cosa que la separación de lo puro de lo impuro, o una purificación de la materia y que su naturaleza sólo puede ser sublimada por la putrefacción. En consecuencia Espagnet cita las siguientes palabras de Virgilio: El poeta –dice– parece haber tocado alguna cosa de la naturaleza, de la cualidad y del cultivo de la tierra filosófica mediante estos términos: En la nueva primavera cuando se funde el hielo sobre los blancos montes y la ablandada gleba se esteriliza al dulce Céfiro, quiero desde entonces ver al toro empezar a gemir bajo el peso del arado y a la reja resplandecer en el surco que cava.y porque la segunda obra sólo es, según su decir, un juego de niños y una diversión de mujeres. Pues no se ha de confundir las operaciones de la segunda obra con las de la primera, aunque Morien[4] nos asegura que la segunda obra, que él llama disposición, sólo es una repetición de la primera. Sin embargo se ha de creer que esto no es una cosa tan penosa y tan difícil puesto que ellos no dicen palabra, o sólo hablan para ocultarla. Sea lo que sea esta preparación, es cierto que debe de empezar por la disolución de la materia, aunque muchos le hayan dado el nombre de calcinación o de sublimación, y puesto que no han querido hablar claramente de ello, al menos se pueden extraer de las operaciones de la segunda disposición, las introducciones para aclararnos sobre las operaciones de la primera.
(Geórgicas, I.) La solución es pues, la llave de la obra. Todos los filósofos convienen en ello y todos hablan de la misma manera al respecto. Pero hay dos trabajos en la obra, uno para hacer la piedra y el otro para hacer el elixir. Primero se han de preparar los agentes; y es de esta preparación que los filósofos no han hablado nada, porque todo depende de ella
Primero se trata de hacer el mercurio filosófico o el disolvente con una materia que encierre en ella dos cualidades y que sea en parte volátil y en parte fija. Lo que prueba que se hace una disolución, es como lo que el Cosmopolita nos dice que hay que buscar una materia de la cual podamos hacer un agua que disuelva el oro naturalmente y sin violencia. Según eso, una materia sólo se puede reducir a agua por la disolución, aunque no se emplee la destilación de la química vulgar, que está excluida de la obra.
Es bueno remarcar aquí que todos los términos de la química vulgar, que los filósofos emplean en sus libros, no deben de ser tomados en el sentido ordinario, sino en el sentido filosófico. Es por lo que Filaleteo nos advierte[5] que los términos de destilación, sublimación, calcinación, asación, reverberación, disolución, descensión, coagulación, son una misma operación, hecha en un mismo vaso, es decir, una cocción de la materia; haremos ver las diferencias en lo que sigue, cuando hablemos de cada una en particular.
Es preciso aún, remarcar que los signos demostrativos de la obra, de los cuales los filósofos hacen
mención, consideran particularmente la segunda obra. Se observará también que la mayor parte de autores herméticos empiezan sus tratados en esta segunda operación y que suponen su mercurio y su azufre ya hechos; así como las descripciones que hacen en sus enigmas, sus alegorías, sus fábulas, etc, están casi todas sacadas de lo que pasa en esta segunda disposición de Morien; y que de allí vienen las aparentes contradicciones que se encuentran en sus obras, donde uno dice que se necesitan dos materias, otro dice que una solamente, otro que tres, otro cuatro y etc.
Así, para expresarse conforme a las ideas de los filósofos, es preciso, pues, seguirles paso a paso; y como no quiero alejarme en nada de sus principios, ni de su manera de exponerlos, los copiaré palabra por palabra, a fin de que el lector no considere las explicaciones que daré de las fábulas como una pura producción de mi imaginación. Basilio Valentín es uno de los que dan más explicaciones de ello, en su tratado de las Doce Llaves, pero las emplea para formar sus alegorías y no para hacer ver cual era la intención de sus autores. Flamel, al contrario cita de tanto en tanto algunas en el sentido de sus autores; es por lo que yo lo citaré aquí más a menudo que a los otros y la mayor parte de este tratado estará compuesto de sus propias palabras.
Sin embargo no se ha imaginar que esta sublimación se hace a la manera de las sublimaciones químicas, pues también tiene el cuidado de llamarla filosófica. Es preciso entender, por lo que dice después, que consiste en la disolución y la putrefacción de la materia, porque esta sublimación no es otra cosa que la separación de lo puro de lo impuro, o una purificación de la materia y que su naturaleza sólo puede ser sublimada por la putrefacción. En consecuencia Espagnet cita las siguientes palabras de Virgilio: El poeta –dice– parece haber tocado alguna cosa de la naturaleza, de la cualidad y del cultivo de la tierra filosófica mediante estos términos: En la nueva primavera cuando se funde el hielo sobre los blancos montes y la ablandada gleba se esteriliza al dulce Céfiro, quiero desde entonces ver al toro empezar a gemir bajo el peso del arado y a la reja resplandecer en el surco que cava.y porque la segunda obra sólo es, según su decir, un juego de niños y una diversión de mujeres. Pues no se ha de confundir las operaciones de la segunda obra con las de la primera, aunque Morien[4] nos asegura que la segunda obra, que él llama disposición, sólo es una repetición de la primera. Sin embargo se ha de creer que esto no es una cosa tan penosa y tan difícil puesto que ellos no dicen palabra, o sólo hablan para ocultarla. Sea lo que sea esta preparación, es cierto que debe de empezar por la disolución de la materia, aunque muchos le hayan dado el nombre de calcinación o de sublimación, y puesto que no han querido hablar claramente de ello, al menos se pueden extraer de las operaciones de la segunda disposición, las introducciones para aclararnos sobre las operaciones de la primera.
(Geórgicas, I.) La solución es pues, la llave de la obra. Todos los filósofos convienen en ello y todos hablan de la misma manera al respecto. Pero hay dos trabajos en la obra, uno para hacer la piedra y el otro para hacer el elixir. Primero se han de preparar los agentes; y es de esta preparación que los filósofos no han hablado nada, porque todo depende de ella
Primero se trata de hacer el mercurio filosófico o el disolvente con una materia que encierre en ella dos cualidades y que sea en parte volátil y en parte fija. Lo que prueba que se hace una disolución, es como lo que el Cosmopolita nos dice que hay que buscar una materia de la cual podamos hacer un agua que disuelva el oro naturalmente y sin violencia. Según eso, una materia sólo se puede reducir a agua por la disolución, aunque no se emplee la destilación de la química vulgar, que está excluida de la obra.
Es bueno remarcar aquí que todos los términos de la química vulgar, que los filósofos emplean en sus libros, no deben de ser tomados en el sentido ordinario, sino en el sentido filosófico. Es por lo que Filaleteo nos advierte[5] que los términos de destilación, sublimación, calcinación, asación, reverberación, disolución, descensión, coagulación, son una misma operación, hecha en un mismo vaso, es decir, una cocción de la materia; haremos ver las diferencias en lo que sigue, cuando hablemos de cada una en particular.
Es preciso aún, remarcar que los signos demostrativos de la obra, de los cuales los filósofos hacen
Así, para expresarse conforme a las ideas de los filósofos, es preciso, pues, seguirles paso a paso; y como no quiero alejarme en nada de sus principios, ni de su manera de exponerlos, los copiaré palabra por palabra, a fin de que el lector no considere las explicaciones que daré de las fábulas como una pura producción de mi imaginación. Basilio Valentín es uno de los que dan más explicaciones de ello, en su tratado de las Doce Llaves, pero las emplea para formar sus alegorías y no para hacer ver cual era la intención de sus autores. Flamel, al contrario cita de tanto en tanto algunas en el sentido de sus autores; es por lo que yo lo citaré aquí más a menudo que a los otros y la mayor parte de este tratado estará compuesto de sus propias palabras.
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