miércoles, febrero 07, 2007

Principios operativos (del Tratado de la Obra Hermética)



La preparación está compuesta de cuatro partes. La primera es la solución de la materia en agua mercurial; la segunda es la preparación del mercurio de los filósofos; la tercera es la corrupción; la cuarta es la generación y la creación del azufre filosófico. La primera se hace por la simiente mineral de la tierra; la segunda volatiliza y espermatiliza los cuerpos; la tercera hace la separación de las substancias y su rectificación; la cuarta las une y las fija, lo que es la creación de la piedra. Los filósofos han comparado la preparación a la creación del mundo, que primero fue una masa, un caos, una tierra vacía, informe y tenebrosa que no era nada en particular, pero todo en general; la segunda es una forma de agua ponderosa y viscosa, llena del espíritu oculto de su azufre; y la tercera es la figura de la tierra que aparece árida tras la separación de las aguas. Dios dijo: hágase la luz; ella salió del limbo
y se emplazó en la región más elevada. Entonces las tinieblas desaparecieron ante ella, el caos y la confusión tomaron lugar en el orden, la noche en el día, y por así decirlo, la nada en el ser. Dios habló una segunda vez; los elementos confusos se separaron, los más ligeros se alojaron arriba y los más pesados abajo, entonces la tierra libre de sus húmedos abismos apareció y apareció capaz de producirlo todo.
Esta separación del agua de la tierra, donde se encuentra el aire y el fuego se expande, sólo es un cambio sucesivo de la materia bajo esta doble forma, lo que ha hecho decir a los filósofos que el agua es todo el fundamento de la obra, sin la cual la tierra no podría ser disuelta, podrida, preparada, y que la tierra es el cuerpo donde los elementos húmedos se terminan, se coagulan y se sepultan de alguna manera, para retomar una vida más noble. Se produce entonces una circulación, cuyo primer movimiento sublima la materia un movimiento interno, una cocción insensible de la materia.
rarificándola, el segundo la baja congelándola, y todo termina al fin en una especie de reposo, o más bien en

La primera rueda de esta rotación de elementos, como la llama Espagnet, consiste en la reducción de la materia en agua, donde la generación empieza; seguidamente se produce el eclipse del Sol y de la Luna. La segunda es una evacuación de la humedad superflua y una coagulación de la materia bajo la forma de una tierra viscosa y metálica; la tercera rueda opera la separación y la rectificación de las substancias, las aguas se separan de las aguas. Todo se espiritualiza o se volatiliza; el Sol y la Luna retoman su claridad y la luz empieza a aparecer sobre la tierra. La cuarta es la creación del azufre. Por la primera digestión –dice el autor que acabo de citar[1]el cuerpo se disuelve; se produce la conjunción del macho y de la hembra y la mezcla de sus simientes; le sucede la putrefacción y los elementos se resuelven en un agua homogénea. El Sol y la Luna se eclipsan en la cabeza del dragón y, finalmente, todo el mundo retorna y reentra en el
antiguo caos y en el abismo tenebroso. Esta primera digestión se hace como la del estómago, por un calor cocedor y debilitante, más propio a la corrupción que a la generación.
En la segunda digestión, el Espíritu de Dios es llevado sobre las aguas, la luz empieza a aparecer y las aguas se separan de las aguas; la Luna y el Sol reaparecen; los elementos resurgen del caos para constituir un nuevo mundo, un nuevo cielo y una tierra nueva. Los pequeños cuervos cambian sus plumas y se convierten en palomas; el águila y el león se reúnen mediante un nudo indisoluble. Esta regeneración se hace por el espíritu ígneo, que desciende bajo la forma de agua para lavar la materia de su pecado original y traer allí la simiente aurífica, pues el agua de los filósofos es un fuego. Pero poned toda vuestra atención para que la separación de las aguas se haga por peso y medida, por temor a que aquellas que están bajo el cielo inunden la tierra, o que se eleven en muy gran cantidad, pues entonces dejan la tierra muy seca y muy árida.
La tercera digestión suministra a la tierra naciente una leche cálida e infun
de allí todas las virtudes espirituales de una quintaesencia que liga el alma con el cuerpo mediante el espíritu. La tierra entonces oculta un gran tesoro en su seno, primeramente se vuelve semejante a la Luna y después al Sol. La primera se llama tierra de la Luna, la segunda tierra del Sol y son nacidas para ser ligadas por un matrimonio indisoluble, pues la una y la otra no temen más a los ataques del fuego.
La cuarta digestión acaba todos los misterios del mundo; la tierra se vuelve un fermento precioso, que lo fermenta todo en cuerpos perfectos, así como la levadura cambia toda la pasta en su naturaleza, ella ha adquirido esta propiedad volviéndose quintaesencia celeste. Su virtud emanada del espíritu universal del mundo, es una panacea o medicina universal para todas las enfermedades de las criaturas que pueden ser curadas. El horno secreto de los filósofos os dará este milagro del arte y de la naturaleza, repitiendo las operaciones de la primera obra.
Todo el procedimiento filosófico consiste en la disolución del cuerpo y la coagulación del espíritu, y e mezclan íntimamente, pero esto no puede hacerse si el fijo no es previamente volatilizado. El uno y el otro se abrazan al fin, y mediante la reducción se vuelven absolutamente fijos. Los principios operativos, que se llaman también las llaves de la obra, o el régimen, son, pues, en número de cuatro: el primero es la solución o licuefacción; el segundo la ablución; el tercero la reducción; y el cuarto la fijación. Por la solución, los cuerpos retornan a su primera materia y se reincrudan mediante la cocción. Entonces sucede el m
Durante estas dos últimas operaciones -dice Espagnet- el dragón descendido del cielo, se vuelve furioso contra él mismo, devora su cola y se engulle poco a poco hasta que, al fin, se metamorfosea en piedra. Tal fue el dragón del que habla Homero[2] el cual es la verdadera imagen o el verdadero símbolo de estas dos operaciones: Mientras estábamos reunidos bajo un viejo plátano, dijo Ulises a los griegos, donde estábamos para hacer las hecatombes, tras una fuente que surgía de este árbol apareció un prodigio maravilloso.


Un horrible dragón cuyo lomo estaba manchado, enviado por el mismo Júpiter, salió del fondo del altar y corrió al plátano. En lo alto de este árbol había ocho pequeños gorriones con su madre que revoloteaba alrededor de ellos. El dragón los tomó con furor y también a la madre, que lloraba la pérdida de sus pequeños. Tras esta acción el mismo dios que lo había enviado lo volvió bello, brillante y lo convirtió en piedra ante nuestros asombrados ojos. Dejo al lector hacer la aplicación de este texto.

[1] . Espagnet, La Obra secreta de la Filosofía de Hermes, can. 68 y ss.
[2] . Homero, Ilíada, lib. 2, vers. 306 y ss.

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