sábado, febrero 10, 2007

Signos o Principios demostrativos (2) (del Tratado de la Obra Hermética)



Como el negro y el blanco son, por así decirlo, dos extremos y como dos extremos sólo pueden unirse por un medio, al dejar la materia el color negro, no se vuelve blanca de golpe; el color gris se encuentra como intermediario, porque participa de los dos. Los filósofos le han dado el nombre de Júpiter, porque sucede al negro, al que han llamado Saturno. Es lo que ha hecho decir a Espagnet, que el aire sucede al agua después de que ha terminado sus siete revoluciones, a las que Flamel ha llamado inbibiciones. La materia –añade Espagnet– es fijada en el fondo del vaso, Júpiter, tras haber echado a Saturno, se apodera del reino y emprende su gobierno. En su desenlace se forma el hijo filosófico, se nutre en la matriz y viene finalmente al día con un bello rostro, brillante y blanco como la Luna. Esta materia al blanco es desde entonces un remedio universal para todas las enfermedades del cuerpo humano.
 En fin, el tercer color principal es el rojo; es el complemento y la perfección de la piedra. Se obtiene esta rojez sólo por la continuación de la cocción de la materia. Tras la primera obra se le llama esperma masculino, oro filosófico, fuego de la piedra, corona real, hijo del Sol, minera del fuego celeste.
Hemos dicho ya que la mayor parte de los filósofos empiezan sus tratados de la obra en la piedra al rojo. Los que lean estas obras, deberían de poner mucha atención a esto. Pues es una fuente de errores para ellos, tanto porque entonces no sabrían adivinar de qué materia hablan los filósofos, como a causa de las operaciones de las materias que están en la segunda obra, o la fabricación del elixir, pues son bien diferentes de las de la primera. Aunque Morien nos asegura que esta segunda operación no es más que una repetición de la primera, es bueno sin embargo señalar que lo que ellos llaman fuego, aire, tierra y agua en la una, no son las mismas cosas que aquellas a las que dan los mismos nombres en la otra. Su mercurio es llamado mercurio, tanto bajo la forma líquida como bajo la forma seca. Aquellos, por ejemplo, que leen a Alfidio, se imaginan, cuando llama a la materia de la obra minera roja, que es preciso buscar para el comienzo de sus operaciones, una materia roja; en consecuencia, unos trabajan sobre el cinabrio, otros sobre el minio, otros el oropimente, otros sobre el robín de hierro; porque no saben que esta minera roja es la piedra perfecta al rojo y que Alfidio no empieza su obra sino desde allí. Pero a fin de que los que lean esta obra y quieran trabajar no sean equivocados, he aquí un gran número de nombres dados a la piedra al rojo. Ácido, agudo, adam, aduma, almagra, alto o elevado, azernard, alma, carnero, oro, oro alterado, cáncer, cadmio, camereth, bilis, chibur, ceniza, ceniza de tártaro,corsufle, cuerpo, cuerpo propiamente dicho, cuerpo rojo, derecha, déhab, verano, hierro, forma, forma de hombre, hermano, fruto, gallo, fuego de natura, infinito, juventud, hebrit, piedra, piedra india, piedra indradema, piedra lalsul, piedra roja, litargio de oro, litargio rojo, luz, mañana, Marte, arteck, macho, magnesia roja, metros, minera, neusi, aceite de Marte, aceite incombustible, aceite rojo, oliva, oliva perpetua, oriente, padre, una parte, piedra estrellada, phison, río, reeson, residencia, rojez,
rubíes, sal, sal rija, simiente, sericón, sol, azufre, azufre rojo, azufre vivo, tamne, tercero, decimotercero, tierra roja, theríaco, thelima, thión, thita, toarech, vara, vena, sangre, adormidera, vino rojo, vino, virago, amarillo del huevo, vitriolo rojo, chalcitis, colchotar, cochinilla, vidrio, zaaph, zaau, zit, zumech, zumelazuli, sal de orina, etc.
 Pero todos estos nombres no le han sido dados por la misma razón; los autores en estas diferentes denominaciones sólo han tenido en consideración la manera de examinarla, a veces en relación a su color, a veces en relación a sus cualidades. Aquellos, por ejemplo, que han nombrado esta materia o piedra al rojo, ácido, adam, verano, almagra, alma, carnero, oro, cáncer, camerech, ceniza de tártaro, corsuflé, déeb, hermano, fruto, gallo, juventud, kibrit, piedra indradema, martek, macho, padre, sol, tercero, neusis, oliva, thion, vidrio, zaaph, la han nombrado así a causa de la alteración de su complexión. Los que han tenido en mira sólo su color la han llamado goma roja, aceite rojo, rubíes, sericon, azufre rojo, amarillo de huevo, vitriolo rojo, etc. En esta operación de rubificación –dice Flamel– aunque imbibas no tendrás a penas negro, sino más bien violeta, azul y del color de la cola del pavo real: pues nuestra piedra es tan triunfante en sequedad como incontinente cuando tu mercurio la toca, la naturaleza regocijándose de su naturaleza se une a ella y la bebe ávidamente y por lo tanto el negro que viene de la humedad sólo se puede mostrar un poco bajo estos colores violetas y azules, mientras que la sequedad gobierne absolutamente [...] O si sigues al comenzar la rubificación por la aplicación del mercurio anaranjado rojo, pero casi no es preciso verter más que una o dos veces según como tú veas, pues esta operación se debe de hacer mediante fuego seco, sublimación y calcinación seca. Y verdaderamente te digo aquí un secreto que raramente encontrarás escrito.

En esta operación el cuerpo fijo se volatiliza, sube y desciende circulando en el vaso, hasta que el fijo habiendo vencido al volátil lo precipita al fondo con él para hacer un sólo cuerpo de naturaleza absolutamente fija. Lo que hemos aportado de Flamel debe de entenderse del elixir del que hablaremos después; pero en cuanto a las operaciones de la primera obra, o de la manera de hacer el azufre filosófico, Espagnet la ha descrito así:[1] Escoged un dragón rojo, valeroso, que no haya perdido nada de su fuerza natural; seguidamente siete o nueve águilas vírgenes, atrevidas, a las que los rayos del Sol no sean capaces de deslumbrar sus ojos; ponedlas con el dragón en una prisión clara y transparente, bien cerrada y por debajo un baño cálido, para excitarlas al combate. No tardarán en venir las presas; el combate será largo y muy penoso hasta el cuarentaycinco o cincuenta día, que las águilas empezarán a devorar al dragón. Éste al morir infectará toda la prisión de su sangre corrompida y de un veneno muy negro, a la violencia del cual las águilas no pudiéndolo resistir, expiarán también. De la putrefacción de sus cadáveres nacerá un cuervo, que levantará poco a poco su cabeza y por el aumento del baño, desplegará sus alas y empezará a volar;L tomad, pues, cuidado de que no encuentre ninguna salida. Al fin, lavado y blanqueado por una lluvia constante, de larga duración, y un rocío celeste, se le verá metamorfosearse en cisne. El nacimiento del cuervo os indicará la muerte del dragón. Si sois curiosos en llevarlo adelante hasta el rojo, añadid el elemento del fuego que falta a la blancura, sin tocar ni remover el vaso, pero fortificando el fuego por grados, empujad sobre 
la materia hasta que lo oculto devenga manifiesto, el indicio será el color citrino. Dirigid entonces el fuego al cuarto grado, siempre por los grados requeridos, hasta que por la ayuda de Vulcano, veáis manifestarse dos rosas rojas, que se cambiarán en amaranto, color de sangre. Pero no dejéis de hacer actuar al fuego por el fuego, hasta que lo veáis todo reducido a cenizas muy rojas e impalpables.Este azufre filosófico es una tierra de una tenuidad, una ignidad y una sequedad extremas. Contiene un fuego de natura muy abundante, es por lo que se la ha nombrado fuego de la piedra. Tiene la propiedad de abrir, penetrar los cuerpos de los metales y cambiarlos en su propia naturaleza; en consecuencia se le llama padre y simiente masculina. Los tres colores negro, blanco y rojo, necesariamente deben sucederse en el orden que los hemos descrito, pero no son los únicos que se manifiestan. Ellos indican los cambios esenciales que sobrevienen a la materia; en lugar de los otros colores, que casi infinitos y parecidos a los del arco iris, no son más que pasajeros y de una duración corta. Estos son especies de vapores que afectan más bien al aire que a la tierra, se cazan unos a otros y se disipan para dar lugar a los tres principales de los que hemos hablado. Sin embargo estos colores extranjeros son de alguna manera los signos de un mal régimen y de una operación mal conducida, la negrura repetida es una señal cierta de ello, pues los pequeños cuervos, dice Espagnet,[2] no deben de volver al nido después de haberse ido. La rojez prematura se encuentra entre este número; pues sólo debe de aparecer al fin, como prueba de la madurez del grano y del tiempo de la cosecha.


[1] . Espagnet, Lum. 109.
[2] . Espagnet, La Obra secreta de la Filosofía de Hermes, can. 66.

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