miércoles, febrero 14, 2007

Los Pesos en la Obra (del Tratado de la Obra Hermética)

  
Nada más embrollado que los pesos y proporciones requeridos en la obra filosófica. Todos los autores hablan de ello y ninguno lo explica claramente. Uno dice que es preciso medir su fuego clibánicamente,[1] otro geométricamente.[2] Aquel siguiendo el calor del Sol después de la primavera hasta el otoño; éste que es preciso un calor febril etc. Pero el Trevisano nos aconseja dar un fuego lento y débil antes que fuerte, puesto que entonces sólo se arriesga a terminar la obra más tarde, en cambio forzando el fuego se corre el peligro evidente de perderlo todo.
El compuesto de los mixtos y su vida sólo subsisten por la medida y el peso de los elementos combinados y proporcionados de manera que uno no domine sobre los otros como un tirano. Si hay mucho fuego el germen se quema, si mucha agua el espíritu seminal y radical se encuentra sofocado, y si mucho aire y tierra, el compuesto tendrá o mucha o poca consistencia y cada elemento no actuará libremente.
Sin embargo esta dificultad no es tan grande como parece en la primera lectura de los filósofos; algunos nos advierten[3] que la naturaleza siempre tiene la balanza en la mano para pesar estos elementos y hacer sus mezclas proporcionadas de tal manera, que siempre resultan de ello los mixtos que se propone hacer, a menos que sea impedida en sus operaciones por defecto de la matriz donde hace sus operaciones, o por el de las semillas que se le suministran o, en fin, por otros accidentes. Así mismo vemos en la química vulgar que dos cuerpos heterogéneos no se mezclan, o no pueden estar mucho tiempo unidos; como cuando el agua ha disuelto una cierta cantidad de sal, no se disuelve más; cuanta más afinidad tienen los cuerpos juntos, más parecen buscarse y así mismo rechazan a los que tienen menos para reunirse con los que tienen más. Estas experiencias son conocidas particularmente entre los minerales y los metales.
 El artista de la obra se propone tener a la naturaleza por modelo; es preciso pues, que estudie esta naturaleza para poderla imitar. Pero ¿cómo encontrar sus pesos y sus combinaciones? Cuando ella quiere un mixto no nos llama para que le demos consejo, ni para sus operaciones, lo mismo para ver sus materias constituyentes así como para su trabajo y el empleo que de ellas hace. Los filósofos herméticos no dejan de recomendar seguir la naturaleza; sin duda que ellos la conocen, puesto que se halagan de ser sus discípulos. Será pues en sus obras que se podrá aprender a imitarla. Pero el uno[4] dice: que sólo se necesita una sola cosa para hacer la obra, que no hay más que una piedra, una medicina, un vaso, un régimen y una sola disposición o manera para hacer sucesivamente el blanco y el rojo. Así que cuando decimos, –añade el mismo autor– pon esto, pon aquello, no entendemos que se haya de tomar más de una cosa; ponedla una sola vez en el vaso y cerradlo seguidamente hasta que la obra sea perfecta y completa [...] el artista no tiene otra cosa que hacer que preparar exteriormente la materia, porque ella misma hace interiormente todo lo que es necesario para volverse perfecta [...] así prepara y dispón solamente la materia y la naturaleza hará todo el resto.

 Raimon Llull nos advierte que esta cosa única no es una sola cosa tomada individualmente, sino dos cosas de la misma naturaleza, de las que se hace una sola; si hay dos o más cosas a mezclar, es preciso hacerlo con proporción, peso y medida. Hemos hablado de ello en el artículo de los signos demostrativos, bajo los nombres de águila y dragón; y también hemos dado las proporciones de las materias requeridas para la multiplicación. Por ello se debe ver que las proporciones de las materias no son las mismas en la primera y la segunda obra.

[1]. Flamel.
[2]. Espagnet y Artefio.
[3]. El Trevisano.
[4]. Artefio.

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