martes, enero 30, 2007

Los Nombres que los antiguos Filósofos han dado a la Piedra (del Tratado de la Obra Hermética)


Los antiguos filósofos ocultaban el verdadero nombre de la materia de la gran obra con tanto cuidado como así lo hacen también los modernos. Sólo han hablado mediante alegorías y símbolos. Los egipcios la representaron en sus jeroglíficos bajo la forma de un buey, que era al mismo tiempo símbolo de Osiris y de Isis, que se suponían haber sido hermano y hermana y esposo y esposa, el uno y la otra nietos del Cielo y de la Tierra. Otros le han dado el nombre de Venus. También la han llamado Andrógino, Andrómeda, mujer de Saturno, hija del dios Neptuno; Latona, Maya, Semele, Leda, Ceres, y Homero la ha honrado más de una vez con el título de madre de los dioses. También era conocida bajo el nombre de Rea, tierra fluyente, fusible, en fin, con una infinidad de otros nombres de mujeres, según las diferentes circunstancias en las que ella se encuentra en las diversas y sucesivas operaciones de la obra. Ellos la personificaban y cada circunstancia les sugería un motivo para yo no se cuantas fábulas alegóricas que inventaban como bien les parecía; se verán la pruebas de ello en el transcurso de esta obra.
El filósofo hermético quiere que el Latón (nombre que les ha complacido dar también a su materia) sea compuesto de un oro y de una plata que están crudos, volátiles, inmersos y llenos de negrura durante la putrefacción que es llamada vientre de Saturno, del que Venus fue engendrada. Es por lo que ella es considerada como nacida del mar filosófico. La sal que se produjo era representada por Cupido, hijo de Venus y de Mercurio, la plata viva, o el mercurio filosófico.

Nicolás Flamel ha representado la primera materia en sus figuras jeroglíficas bajo la figura de dos dragones, uno alado y el otro sin alas para significar, dice él:[1] ... el principio fijo, el macho o el azufre y por el que tiene alas el principio volátil, la humedad, la hembra o la plata viva. Estos son –añade– el Sol y la Luna de fuente mercurial. Son estas serpientes y dragones que los antiguos egipcios han pintado en círculo, la cabeza mordiéndose la cola para decir que habían salido de una misma cosa, que es suficiente a ella misma y que se perfecciona en su contorneo y circulación. Estos son los dragones que los antiguos filósofos poetas han puesto a guardar sin dormir a las manzanas de oro de los jardines de las vírgenes Hespérides. Estos son sobre los cuales Jasón, en la aventura del Toisón de oro, derramó la pócima preparada por la bella Medea; de los discursos de los cuales los libros de los filósofos están tan llenos, y no hay ningún filósofo que no haya escrito sobre ellos después del verídico Hermes Trismegisto, Orfeo, Pitágoras, Artefio, Morien y los siguientes hasta mí. Son las dos serpientes enviadas por Juno, que es la naturaleza metálica, que el fuerte Hércules, es decir el sabio, debe estrangular en su cuna, quiero decir vencer y matar para hacerlas pudrir, corromper y engendrar al comienzo de su obra. Son las dos serpientes atadas alrededor del caduceo de Mercurio, con las cuales ejerce su gran poder y se transforma y se cambia como le place.
La tortuga era también en los antiguos el símbolo de la materia, porque lleva sobre su concha una especie de representación de esta figura de Saturno ђ. Es por lo que Venus era a veces representada[2] sentada sobre un chivo, cuya cabeza como la del carnero presenta poco más o menos esta figura de Mercurio y el pie derecho apoyado sobre la tortuga. Se ve también en un emblema filosófico un artista haciendo una salsa con uvas en una tortuga.
En los aborígenes la figura ђ de Saturno tenía gran veneración, la ponían en sus medallas, sobre sus columnas, obeliscos, etc. Representaban a Saturno bajo la figura de un anciano, teniendo sin embargo un aire masculino y vigoroso que dejaba brotar su orina en forma de chorro de agua, era en esta agua en la que consistían la mayor parte de su medicina y de sus riquezas. Otros añaden allí la planta llamada Molydnos, o planta Saturnina, de la que dicen que la raíz era de plomo, el tallo de plata y las flores de oro. Es la misma de la que se hace mención en Homero,[3] bajo el nombre de Moly. Hablaremos de ella más extensamente en las explicaciones que daremos en el descenso de Eneas a los infiernos, al final de esta obra. Los griegos también inventaron una infinidad de fábulas respecto a esto y en consecuencia formaron el nombre de Mercurio de Μαρός inguin (ingle) y de κũρος puer (niño), porque el Mercurio filosófico es una agua que muchos autores, y particularmente Raimon Llull[4] han llamado orina de niño. De allí también la fábula de Orión engendrado de la orina de Júpiter, de Neptuno y de Mercurio.

[1] . Flamel. Explicaciones de las Figuras jeroglíficas, cap. 4.
[2] . Plutarco in praeceptis connub.
[3] . Homero, Odisea, 10, 302 y ss.
[4] . Raimon Llull, Lib. Secretorum & alibi.

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