sábado, enero 13, 2007

Las Operaciones de la Naturaleza (del Tratado de Física)

La sublimación, el descenso y la cocción son tres instrumentos o maneras de operar que la naturaleza emplea para perfeccionar sus obras. Mediante la primera evacua la humedad superflua, que sofocaría al fuego e impediría su acción en la tierra, su matriz. Por el descenso devuelve a la tierra la humedad de la que los vegetales o el calor la han privado. La sublimación se hace por la elevación de los vapores en el aire, donde estos se condensan en nubes. La segunda se hace por la lluvia o como rocío. El buen tiempo sucede a la lluvia y la lluvia al buen tiempo alternativamente; una lluvia continua lo inundaría todo y un perpetuo buen tiempo lo desecaría todo. La lluvia cae gota a gota, porque vertida en mucha abundancia lo arruinaría todo, como un jardinero que regara sus simientes a cubos llenos. Es así como la naturaleza distribuye sus beneficios con peso, medida y proporción. La cocción es una digestión del humor crudo destilado en el seno de la tierra, una maduración y una conversión de este humor en alimento mediante su fuego secreto.
Estas tres operaciones están realmente juntas y ligadas, ya que el fin de la una es el comienzo de la otra. La sublimación tiene por objeto convertir una cosa pesada en una ligera, una exhalación en vapores, atenuar el cuerpo craso e impuro y despojarlo de sus heces, hacer tomar a estos vapores las virtudes y propiedades de las cosas superiores, y finalmente, desembarazar la tierra del humor superfluo que impediría sus producciones. A penas son sublimados, estos vapores, se condensan en lluvia y de espirituosos e invisibles que eran se convierten, un instante después, en un cuerpo denso y acuoso, para recaer sobre la tierra e imbibirla del néctar celeste del cual ha sido impregnado durante su estancia en los aires. Tan pronto como la tierra lo ha recibido, la naturaleza trabaja para digerirlo y cocerlo.
Cada animal, el más vil gusano, es un pequeño mundo donde todas estas cosas se hacen. Si el hombre busca el mundo fuera de sí mismo lo encontrará por todo. El Creador ha fabricado una infinidad de esta misma materia, sólo la forma es diferente. La humildad, pues, conviene perfectamente al hombre y la gloria sólo a Dios.
El agua contiene un fermento, un espíritu vivificante, que derrama las naturalezas superiores sobre las inferiores, de las que ella es impregnada al errar en los aires y que deposita seguidamente en el seno de la tierra. Este fermento es una simiente de vida, sin la cual el hombre, los animales y los vegetales no vivirían y no engendrarían nada. Todo respira en la naturaleza y el hombre no vive sólo de pan sino de este espíritu aéreo que aspira sin cesar.
Sólo Dios y la naturaleza, su ministro, saben hacerse obedecer por los elementos materiales, principio de los cuerpos. El arte sabría alcanzarlo allí; pero los tres que resultan de ello, se vuelven sensibles en la resolución de los mixtos. Los químicos los nombran: azufre, sal y mercurio, que son los elementos principiados. El mercurio se forma por la mezcla del agua y de la tierra, el azufre de la tierra y del aire y la sal de la condensación del aire y del agua. El fuego de la naturaleza se une allí como principio formal. El mercurio está compuesto de una tierra grasa viscosa y de un agua límpida. El azufre de una tierra muy seca, muy sutil, mezclada con la humedad del aire. La sal, de un agua crasa, póntica y de un aire crudo que se encuentra embarazado. Véase la Física subterránea de Becher.
Demócrito ha dicho que todos los mixtos estaban compuestos por átomos, este sentimiento no parece nada alejado de la verdad, cuando se pone atención a lo que la razón nos dicta y a lo que la experiencia nos demuestra. Este filósofo ha querido, como los otros, bajo esta manera obscura, explicar la verdadera mezcla de los elementos, que, por ser conformes a las operaciones de la naturaleza, debe de hacerse íntimamente o como se dice: per minima & actu indivisibila corpuscula. Sin ésta las partes no serían un todo continuo. Los mixtos se resuelven en un vapor muy sutil mediante la destilación artificial y ¿no es la naturaleza una obrera más hábil que el hombre más experimentado? Esto es todo lo que Demócrito ha querido decir.



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