sábado, enero 27, 2007

El Secreto (del Tratado de la Obra Hermética)

La estatua de Harpócrates, que tiene una mano sobre la boca, era para los antiguos sabios el emblema del secreto, que se fortifica por el silencio pero se debilita y se desvanece por la revelación. Jesús Cristo nuestro Salvador sólo reveló nuestros misterios a sus discípulos y habló siempre al pueblo mediante alegorías y en parábolas. Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.[1]
Los sacerdotes egipcios, los magos persas, los mecubeles y los cabalistas hebreos, los brahmanes hindúes, Orfeo, Homero, Pitágoras, Platón, Porfirio entre los griegos y los druidas entre los occidentales, sólo han hablado de las ciencias secretas mediante enigmas y alegorías; si hubieran dicho cual era el verdadero objeto, no habrían habido más misterios y lo sagrado habría sido mezclado con lo profano.
[1] . Mateo, 13, 2-11; Marcos, 4, 2-11; Mateo 13, 34.

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