martes, enero 09, 2007

Aire (del Tratado de Física)



El aire es ligero y no es visible, pero contiene una materia que se corporifica, que se vuelve fija. Es de una naturaleza medianera entre lo que está por encima y por debajo de él, es por lo que toma fácilmente las cualidades de sus vecinos. De ahí vienen los cambios que nosotros experimentamos en la región baja, tanto el frío como el calor. El aire es el receptáculo de las simientes de todo, la criba de la naturaleza por la cual las virtudes y las influencias de los otros cuerpos se nos transmiten. Lo penetra todo. Es un humo muy sutil, el sujeto propio de la luz y de las tinieblas, del día y la noche; un cuerpo siempre lleno, diáfano y el más susceptible de las cualidades ajenas, así como el más fácil para abandonarlas. Los filósofos lo llaman espíritu cuando tratan de la gran obra. Contiene los espíritus vitales de todos los cuerpos y es alimento del fuego, de los vegetales y de los animales, que mueren cuando se les sustrae. Nada nacería en el mundo sin su fuerza penetrante y alterante y nada puede resistir a su rarefacción.
La región superior del aire, vecina de la Luna, es pura sin ser ígnea, como se ha enseñado durante  mucho tiempo en las escuelas, sobre la opinión de los antiguos. Su pureza no está ensuciada por ninguno de los vapores que se elevan desde la base. El medio recibe las exhalaciones sulfurosas más sutiles, desembarazadas de los vapores groseros. Estas exhalaciones yerran allí y se inflaman de cuando en cuando por sus movimientos y a causa de los diferentes choques que se producen entre ellas. Estos son los meteoros que nosotros percibimos.

En la región baja se elevan y se reúnen los vapores de la tierra. Se condensan por el frío y recaen por su propio peso. La naturaleza rectifica así el agua y la purifica para volverla apropiada para sus generaciones. Es por lo que se distinguen las aguas en superiores y en inferiores. Estas están contenidas en la tierra y están apoyadas como su base, y no forman más que un globo con ella. Las superiores ocupan la región baja del aire donde son elevadas en forma de vapores y de nubes y donde yerran a voluntad de los vientos. El aire está lleno siempre de ellas, pero sólo se manifiestan a nuestra vista en parte, cuando se condensan en nubes.
Es una consecuencia de la creación. Dios separó las aguas del firmamento de las que estaban debajo. No debe de sorprender que todas estas aguas reunidas hayan podido cubrir la faz de la tierra y formado un diluvio universal puesto que la cubrían antes de que Dios las hubiera separado.[1] Estas masas húmedas que vuelan sobre nuestras cabezas, son como viajeros que van a recoger riquezas de todos los países, y vuelven a gratificar a su patria.


[1] . Génesis, 5.







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