
Todos los mixtos perfectos que tienen vida tienen un alma o espíritu y un cuerpo. El cuerpo está compuesto del limo o de tierra y de agua, el alma que da la forma al mixto es una chispa del fuego de la naturaleza o un rayo imperceptible de luz, que obra en los mixtos siguiendo la disposición actual de la materia y la perfección de los órganos especificados en cada uno de ellos. Si las bestias tienen un alma, sólo difiere de su espíritu en lo más o en lo menos. Las formas específicas de los mixtos, o si se quiere su alma, conserva un cierto conocimiento de su origen.


La luz es el principio de la vida y las tinieblas son el de la muerte. Las almas de los mixtos son los rayos de la luz y sus cuerpos son de los abismos tenebrosos. Todo vive por la luz y todo lo que muere es privado de ella. Es de este principio, al cual se pone tan poca atención, que se dice comúnmente de un hombre muerto que ha perdido el día, la luz y como dice San Juan[1]: la luz es la vida de los hombres.

Los vegetales tienen también una facultad vital y una manera de conocer y de prever. Las facultades vitales son en ellos el cuidado de engendrar sus semejantes, las virtudes multiplicativas, nutritivas, aumentativas, sensitivas y otras. Su noción se manifiesta en el presagio del tiempo y el conocimiento de la temperatura que les es favorable para germinar y sacar sus tallos. Sus observaciones estrictas de los cambios, como leyes de la naturaleza en la elección del aspecto del cielo que les es propia, en la manera de hundir sus raíces, de elevar sus tallos, de extender sus ramas, de desarrollar sus hojas, de configurar y de colorear sus frutos, de transmutar los elementos en alimento, de infundir en sus simientes una virtud prolífica.
¿Por qué ciertas plantas sólo brotan en ciertas estaciones, aunque se siembren ellas mismas por la caída natural de sus granos, o aunque se les siembre tan pronto como han madurado? Ellas tienen desde entonces su principio vegetativo y sin embargo sólo lo desarrollan en un tiempo señalado, a menos que el arte les otorgue lo que encontrarían en la estación que les es propia. ¿Por qué una planta sembrada en una mala tierra contigua a una buena pondrá sus raíces del lado de esta última? ¿Qué es lo que enseña a una cebolla puesta en tierra, con el germen (la punta) hacia abajo a dirigirla hacia el aire? ¿Cómo la hiedra y otras plantas de tal especie, dirigen sus débiles ramas hacia los árboles que pueden sostenerlas? ¿Por qué la calabaza alarga su fruto todo lo posible hacia un vaso lleno de agua puesto al lado? ¿Qué es lo que enseña a las plantas en las cuales se observan los dos sexos a colocarse comúnmente el macho junto a la hembra y así mismo ponerse a menudo inclinados el uno hacia el otro? Declaramos que todo esto sobre pasa nuestro entendimiento, que la naturaleza no es ciega y que está gobernada por la sabiduría misma.
[1] . Evangelio de San Juan, cap. 1.
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