martes, marzo 06, 2007

Los Dioses Egipcios (2)


No solamente las cosas, sino sus virtudes y propiedades físicas se volvieron dioses en el espíritu del pueblo, a medida que se esforzaba en demostrar su excelencia. San Agustín,[1] Lactancio, Eusebio y otros muchos autores cristianos y paganos nos lo dicen en diferentes lugares; Cicerón,[2] Denis de Halicarnaso,[3] piensan que la variedad y la multitud de los dioses del paganismo nacieron de las observaciones que habían hecho los sabios sobre las propiedades del Cielo, las esencias de los elementos, las influencias de los astros, las virtudes de los mixtos, etc. Imaginaron que no había una planta, un animal, un metal o una piedra especificada sobre la tierra, que no tuviera su estrella, o su genio dominante. Además, los dioses de los que hemos hablado anteriormente, que Herodoto[4] llama los grandes dioses, y que los egipcios consideraron como celestes, según Diodoro: tenían aún, –dice este autor–[5] genios, que han sido hombres, pero que, según su vida, han sobresalido en sabiduría y se han vuelto recomendables por sus beneficios hacia la humanidad. Algunos de entre ellos, dicen, han sido sus reyes y se llamaron como los dioses celestes, otros tenían los nombres que les eran propios. El Sol, Saturno, Rea, Júpiter, llamado Ammon, Juno, Vulcano, Vesta, y finalmente Mercurio. El primero se llamó Sol, lo mismo que el astro que nos ilumina. Pero muchos de sus sacerdotes sostenían que era Vulcano, el inventor del fuego, y que esta invención había obligado a los egipcios a hacerlo su rey. El mismo autor añade que tras Vulcano reinó Saturno, que desposó a su hermana Rea, que fue padre de Osiris, de Isis, de Júpiter y de Juno, que estos últimos obtuvieron el imperio del mundo por su  prudencia y su valor. Júpiter y Juno, si creemos a Plutarco,[6] engendraron a cinco dioses, siguiendo los cinco días intercalados de los egipcios, a saber, Osiris, Isis, Tifón, Apolo y Venus. A Osiris se le llamó también Denis y a Isis Ceres. Casi todos los autores convienen en que Osiris era hermano y marido de Isis, así como Júpiter era hermano y marido de Juno, pero Lactancio y Minucio Félix dicen que era hijo de Isis, Eusebio lo llama su marido, su hermano y su hijo.

Si es difícil conciliar todas esta cualidades y todos estos títulos en una misma persona, no lo es menos de explicar cómo, según los egipcios, es que Osiris e Isis contrajeron matrimonio en el vientre de su madre y que Isis salió en cinta de Arueris,[7] o el antiguo Horus, que ha pasado por ser su hijo. De cualquier manera que se pueda interpretar esta ficción, parecerá siempre extravagante a todo hombre que la vea con los ojos de los mitólogos, que querrán explicarlo históricamente, políticamente o moralmente, pero no puede convenir a ninguno de estos sistemas, en cambio el de la filosofía hermética la explica muy claramente, como veremos seguidamente.
Los egipcios, según Plutarco, contaban muchas otras historias que están marcadas por el mismo extremo de oscuridad y de puerilidad; que Rea, tras haber conocido a Saturno a escondidas, tuvo a continuación un asunto con el Sol, después con Mercurio, y que ella puso en el mundo a Osiris, que oyó en el momento de su nacimiento[8] una voz que decía: El Señor de todo ha nacido. Al día siguiente nació Arueris, o Apolo, u Horus el antiguo. El tercer día, Tifón, que no vino al mundo por las vías ordinarias, sino por un lado de su madre arrancado violentamente. Isis apareció la cuarta y Nephté la quinta.
Sea como sea, de todas estas fábulas Herodoto nos enseña que Isis y Osiris eran los dioses más los países, en lugar de muchos otros que sólo lo eran en los nomes particulares.[9] Lo que pone mucho embrollo y oscuridad sobre su historia, es que en los tiempos posteriores a aquellos que imaginaron estos dioses, y lo que se les atribuye, por parte de los eruditos, pero poco instruidos en las intenciones y las ideas de Mercurio Trismegisto, consideraron estos dioses como personas que habían gobernado en otro tiempo en Egipto con mucha sabiduría y prudencia, y otros, como a seres inmortales en su naturaleza, que habían formado el mundo y arreglado la materia en la forma que conserva hoy día.
respetables de Egipto y que eran honrados en todos
Esta variedad de sentimientos hizo perder de vista el objeto que tenía el inventor de estas ficciones, que además, las había envuelto de tal manera en la oscuridad y las tinieblas de los jeroglíficos que eran ininteligibles e inexplicables en su verdadero sentido, para todos excepto para los sacerdotes, confidentes únicos del secreto del arte sacerdotal. Por más crédulo que sea el pueblo es preciso, sin embargo, presentarle las cosas de una manera verosímil. Para ello se trata de fabricar una historia correlativa, así lo hizo, y lo que allí se mezcló aunque poco conforme a lo que pasa comúnmente en la naturaleza sólo fue para el pueblo un motivo de admiración.
Seguidamente esta historia misteriosa, o más bien esta ficción, se convirtió en fundamento de la teología egipcia que se encontraba oculta en los símbolos de estas dos Divinidades, mientras que los filósofos y los sacerdotes veían allí los más
grandes secretos de la naturaleza. Osiris era para los ignorantes el Sol o el astro del día e Isis la Luna, los sacerdotes veían los dos principios de la naturaleza y del arte hermético. Las etimologías de estos dos nombres ayudaban a despistar. Los unos, como Plutarco, pretendían que Osiris significa muy santo, otros con Diodoro, Horus-Apolo, Eusebio, Macrobio, decían que quiere decir, el que tiene muchos ojos, el que ve claro; se tomaba en consecuencia a Osiris por el Sol. Pero los filósofos veían en el nombre de este dios, el Sol terrestre, el fuego oculto de la naturaleza, el principio ígneo, fijo y radical que lo anima todo.
Isis por lo común era la antigua o la Luna, para los sacerdotes era la naturaleza misma, el principio material y pasivo de todo. Es por lo que Apuleyo[10] hace hablar así a esta diosa: Soy la naturaleza,
madre de todas las cosas, dueña de los elementos, el principio de los siglos, la soberana de los dioses, la reina de los Manes, etc. Pero Herodoto nos enseña que los egipcios tomaban también a Isis por Ceres y creían que Apolo y Diana eran sus hijos. Dice en otro lugar que Apolo y Horus, Diana, o Bubastis, y Ceres no son diferentes de Isis, prueba de que el secreto de los sacerdotes había calado un poco en el público, puesto que, a pesar de esta contradicción aparente, todo esto se ve en efecto en la obra hermética, donde la madre, los hijos, el hermano y la hermana, el esposo y la esposa están reunidos en un mismo sujeto.
Es así como los sacerdotes habían encontrado el arte de velar sus misterios, ya sea presentando a Osiris como un hombre mortal, del que reconocían su historia, ya sea diciendo que éste era, no un hombre mortal sino un astro que llenaba todo el Universo, y Egipto en particular, por tantos beneficios, por la fecundidad y abundancia que procura. Sabían así mismo, despistar a los que, sospechando alguna cosa misteriosa, penetraban allí buscando instruirse. Como los principios teóricos y prácticos del arte sacerdotal o hermético podían aplicarse al conocimiento general de la naturaleza y de sus producciones, a la que este arte se propone seguir como modelo, dieron a estas gentes curiosas lecciones de física y muchos de los filósofos griegos pusieron su filosofía en estas clases de instrucciones.

[1] . S. Agustín, La Ciudad de Dios, 4.
[2] . Cicerón, lib. 2 de la Naturaleza de los Dioses.
[3] . D. Halicarnaso, lib. 2, Antiquit. Roman.
[4] . Herodoto, lib. 2.
[5] . Diodoro de Sicilia, lib. 1, cap. 2.
[6] . Plutarco, De Isis y Osiris.
[7] . Manethon, apud Plutarco.
[8] . Diodoro de Sicilia.
[9] . Esta palabra significa las diferentes prefecturas, o los diferentes gobiernos de Egipto.
[10] . Apuleyo, Metamorfosis, o el Asno de oro, lib. 1.

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