Diodoro[1] hace nacer a Tifón de los titanes. Plutarco[2] lo llama hermano de Osiris y de Isis, otros enuncian que nació de la Tierra, cuando la irritada Juno la hirió en el pié; explican cómo el temor que tuvo de Júpiter le hizo huir a Egipto, donde no pudiendo soportar el calor del clima se precipitó a un lago donde pereció. Hesíodo nos hace de ello una de las descripciones más horrendas,[3] la cual parece haber copiado Apolodoro. La Tierra, dicen, ofendida de furor porque Júpiter había fulminado a los titanes, se unió con el Tártaro y haciendo un último esfuerzo engendró a Tifón. Este espantoso monstruo tenía un tamaño y una fuerza superior a todos los otros juntos. Su altura era tan enorme que sobrepasaba en mucho a las más altas montañas y su cabeza penetraba hasta los astros. Sus brazos extendidos tocaban desde el oriente al occidente y de sus manos salían cien dragones
que lanzaban sin cesar su lengua de tres puntas. Innumerables víboras salían de sus piernas y de sus nalgas y se enroscaban en diferentes circunvoluciones extendiéndose a todo lo largo de su cuerpo con silbidos tan horribles que espantaban a los más intrépidos. Su boca exhalaba llamas, sus ojos eran carbones ardientes, con una voz más terrible que el trueno, unas veces mugía como un toro, otras rugía como un león y a veces ladraba como un perro. Toda la parte superior de su cuerpo estaba cubierta de plumas y la parte inferior estaba cubierta de escamas. Tal era este Tifón, temible para los mismos dioses, pues osó lanzar contra el Cielo rocas y montañas produciendo horrorosos aullidos, los dioses fueron espantados de tal manera que no creyéndose a salvo en el Cielo, huyeron a Egipto y se pusieron a resguardo de las persecuciones de este monstruo ocultándose bajo la forma de diversos animales.
Se ha buscado explicar moralmente, históricamente y físicamente lo que los antiguos autores han dicho de Tifón. Las aplicaciones que se han hecho algunas veces han sido bastante acertadas, pero a los mitólogos jamás les ha sido posible explicar completamente la fábula mediante el mismo sistema. Su matrimonio con Equidna le hizo padre de diversos monstruos dignos de su origen, tales como la Gorgona, el Cerbero, la Hidra de Lerna, la Esfinge, el águila que desdichadamente devoraba a Prometeo, los dragones guardianes del Toisón de oro y del jardín de las Hespérides, etc. Los mitólogos para superar la dificultad en que les ponía esta fábula, que se les presentaba como uno de los misterios más oscuros de la mitología, [4] se cuidaban de decir que los griegos y los latinos ignorantes del origen de esta fábula sólo la oscurecieron durante mucho tiempo, al querer transportarla, según su costumbre, desde la historia de Egipto a la suya. Basados en las tradiciones que habían tomado mediante su comercio con los egipcios, hicieron de Tifón un monstruo tan horrible como raro, que la celosa Juno había hecho salir de la Tierra para vengarse de Latona, su rival.
Los poetas nos han conservado, mejor que los historiadores, el verdadero fondo de las fábulas y, propiamente hablando, las han desfigurado menos que ellos, puesto que se contentaron en relatarlas, embelleciéndolas en verdad algunas veces, pero sin embrollarse en discutir por qué ni cómo y en qué tiempo podían haberse hecho estas cosas, al contrario de los historiadores que buscaban acomodarlas a la historia suprimiendo algunos rasgos y mezclando conjeturas propias y algunas veces substituyendo nombres, etc. Pero finalmente ¿qué concluir de tan diferentes sentimientos? ... que es preciso buscar lo que debemos pensar de Tifón en los rasgos en los que los historiadores, los poetas y los mitólogos están de acuerdo o que difieren poco. Todos los poetas y los mitólogos dicen en concierto que Tifón fue precipitado bajo el monte Etna y los antiguos que no han emplazado allí su tumba, han escogido para esta lugares sulfurosos y conocidos por sus fuegos subterráneos, como la Campanie o cerca del monte Besubio, como lo pretende Diodoro[5] o en los campos Flegeos, como lo cuenta Estrabón[6] o en un lugar de Asia donde sale de la tierra y algunas veces del agua, otras del fuego, según Pausanias.[7] En una palabra, en todas las montañas y todos los lugares donde habían exhalaciones sulfurosas. Los egipcios contaban que había sido fulminado y que había perecido dentro de un torbellino de fuego.
Comparemos todo esto con algunas circunstancias de la vida de Tifón y, a menos que queramos obstinadamente cerrar los ojos a la luz, estaremos obligados a convenir en que toda la historia de este pretendido monstruo sólo es una alegoría que forma parte de la que los sacerdotes egipcios, o el mismo Hermes, habían inventado para velar el arte sacerdotal, puesto que según el mismo abad Banier,[8] los poetas y los historiadores griegos y latinos nos han conservado entre sus fábulas más absurdas las tradiciones de Egipto, es a estas tradiciones primitivas que debemos de atenernos. Ellas nos enseñan que Tifón era hermano de Osiris, que le persiguió hasta hacerle morir de la manera que ya hemos dicho, que seguidamente fue vencido por Isis ayudada por Horus y que pereció finalmente en el fuego.[9]
[1] . Diodoro de Sicilia, lib. 1, cap. 2.
[2] . Plutarco, Isis y Osiris.
[3] . Hesíodo, Teogonía.
[4] . Banier, Mitología, t. 1, p. 468.
[5] . Diodoro, lib. 4.
[6] . Estrabón, lib. 5.
[7] . Pausanias, Arcadia.
[8] . Banier, Mitología, T.1, p. 478.
[9] . Respecto a la Fábula de Set véase la interesante explicación que nos ofrece Emmanuel d’Hooghvorst en el Hilo de Penélope, en el capítulo Sobre el Asno Filosófico, Arola Editors, Tarragona 2000, p. 309. N. del T.
que lanzaban sin cesar su lengua de tres puntas. Innumerables víboras salían de sus piernas y de sus nalgas y se enroscaban en diferentes circunvoluciones extendiéndose a todo lo largo de su cuerpo con silbidos tan horribles que espantaban a los más intrépidos. Su boca exhalaba llamas, sus ojos eran carbones ardientes, con una voz más terrible que el trueno, unas veces mugía como un toro, otras rugía como un león y a veces ladraba como un perro. Toda la parte superior de su cuerpo estaba cubierta de plumas y la parte inferior estaba cubierta de escamas. Tal era este Tifón, temible para los mismos dioses, pues osó lanzar contra el Cielo rocas y montañas produciendo horrorosos aullidos, los dioses fueron espantados de tal manera que no creyéndose a salvo en el Cielo, huyeron a Egipto y se pusieron a resguardo de las persecuciones de este monstruo ocultándose bajo la forma de diversos animales.
Se ha buscado explicar moralmente, históricamente y físicamente lo que los antiguos autores han dicho de Tifón. Las aplicaciones que se han hecho algunas veces han sido bastante acertadas, pero a los mitólogos jamás les ha sido posible explicar completamente la fábula mediante el mismo sistema. Su matrimonio con Equidna le hizo padre de diversos monstruos dignos de su origen, tales como la Gorgona, el Cerbero, la Hidra de Lerna, la Esfinge, el águila que desdichadamente devoraba a Prometeo, los dragones guardianes del Toisón de oro y del jardín de las Hespérides, etc. Los mitólogos para superar la dificultad en que les ponía esta fábula, que se les presentaba como uno de los misterios más oscuros de la mitología, [4] se cuidaban de decir que los griegos y los latinos ignorantes del origen de esta fábula sólo la oscurecieron durante mucho tiempo, al querer transportarla, según su costumbre, desde la historia de Egipto a la suya. Basados en las tradiciones que habían tomado mediante su comercio con los egipcios, hicieron de Tifón un monstruo tan horrible como raro, que la celosa Juno había hecho salir de la Tierra para vengarse de Latona, su rival.
Los poetas nos han conservado, mejor que los historiadores, el verdadero fondo de las fábulas y, propiamente hablando, las han desfigurado menos que ellos, puesto que se contentaron en relatarlas, embelleciéndolas en verdad algunas veces, pero sin embrollarse en discutir por qué ni cómo y en qué tiempo podían haberse hecho estas cosas, al contrario de los historiadores que buscaban acomodarlas a la historia suprimiendo algunos rasgos y mezclando conjeturas propias y algunas veces substituyendo nombres, etc. Pero finalmente ¿qué concluir de tan diferentes sentimientos? ... que es preciso buscar lo que debemos pensar de Tifón en los rasgos en los que los historiadores, los poetas y los mitólogos están de acuerdo o que difieren poco. Todos los poetas y los mitólogos dicen en concierto que Tifón fue precipitado bajo el monte Etna y los antiguos que no han emplazado allí su tumba, han escogido para esta lugares sulfurosos y conocidos por sus fuegos subterráneos, como la Campanie o cerca del monte Besubio, como lo pretende Diodoro[5] o en los campos Flegeos, como lo cuenta Estrabón[6] o en un lugar de Asia donde sale de la tierra y algunas veces del agua, otras del fuego, según Pausanias.[7] En una palabra, en todas las montañas y todos los lugares donde habían exhalaciones sulfurosas. Los egipcios contaban que había sido fulminado y que había perecido dentro de un torbellino de fuego.
Comparemos todo esto con algunas circunstancias de la vida de Tifón y, a menos que queramos obstinadamente cerrar los ojos a la luz, estaremos obligados a convenir en que toda la historia de este pretendido monstruo sólo es una alegoría que forma parte de la que los sacerdotes egipcios, o el mismo Hermes, habían inventado para velar el arte sacerdotal, puesto que según el mismo abad Banier,[8] los poetas y los historiadores griegos y latinos nos han conservado entre sus fábulas más absurdas las tradiciones de Egipto, es a estas tradiciones primitivas que debemos de atenernos. Ellas nos enseñan que Tifón era hermano de Osiris, que le persiguió hasta hacerle morir de la manera que ya hemos dicho, que seguidamente fue vencido por Isis ayudada por Horus y que pereció finalmente en el fuego.[9]
[1] . Diodoro de Sicilia, lib. 1, cap. 2.
[2] . Plutarco, Isis y Osiris.
[3] . Hesíodo, Teogonía.
[4] . Banier, Mitología, t. 1, p. 468.
[5] . Diodoro, lib. 4.
[6] . Estrabón, lib. 5.
[7] . Pausanias, Arcadia.
[8] . Banier, Mitología, T.1, p. 478.
[9] . Respecto a la Fábula de Set véase la interesante explicación que nos ofrece Emmanuel d’Hooghvorst en el Hilo de Penélope, en el capítulo Sobre el Asno Filosófico, Arola Editors, Tarragona 2000, p. 309. N. del T.
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