sábado, marzo 10, 2007

Historia de Osiris (3)


Para conciliar las aparentes contradicciones de los autores sobre la genealogía de Osiris es preciso fijarse en lo que pasa en la obra hermética y los nombres que los filósofos han dado en todos los tiempos a los diferentes estados y a los diversos colores principales de la materia en el transcurso de las operaciones. Esta materia está compuesta de una cosa que contiene dos substancias, una fija y otra volátil, o agua y tierra. Han llamado al uno macho y a la otra hembra, de los dos reunidos nace un tercero, que se encuentra como su hijo, sin diferir de su padre y de su madre que encierra en él, en cuanto a la substancia radical. La segunda obra es parecida a la primera. Esta materia puesta en el vaso al fuego filosófico llamado Vulcano, o como se dice inventado por Vulcano, se disuelve, se pudre y se vuelve negra por la acción de este fuego. Es entonces el Saturno de los filósofos, o hermético, que en consecuencia se vuelve hijo de Vulcano, como lo llama Diodoro. Este color negro desaparece, el blanco y el rojo toman su lugar sucesivamente, la materia se fija y forma la piedra de fuego de Basilio Valentín,[1] la minera de fuego de Espagnet, el fuego oculto significado por Osiris. He aquí, pues, a Osiris hijo de Saturno.
No es menos fácil de explicar el sentimiento de los que le hacen hijo de Júpiter y he aquí de qué manera. Cuando el color negro se desvanece, la materia pasa por el gris antes de llegar al blanco y los filósofos han dado el nombre de Júpiter a este color gris. Si se reflexiona un poco seriamente sobre lo que acabo de decir no se encontrará nada de embarazoso ni dificultoso en concebir cómo Osiris e Isis podían ser hermano y hermana, esposo y esposa, hijos de Saturno, hijos de Vulcano, hijos de Júpiter; cómo el mismo Osiris ha podido ser padre de Isis, puesto que Osiris siendo el fuego oculto en la materia, es el que le da la forma, la consistencia y la fijeza que seguidamente adquiere. En dos palabras, los egipcios entendían por Isis y Osiris tanto la substancia volátil y la substancia fija de la materia de la obra, como el color blanco y el rojo que toma en las operaciones. Estas explicaciones, dirá alguien, no se corresponden en nada con la fábula, que hizo a Vulcano hijo de Júpiter y de Juno y que en consecuencia no podría ser padre de Saturno. Yo respondo a éste que estas contradicciones sólo son aparentes, se convencerá de ello cuando haya leído el capítulo que trata de Vulcano en particular.

No es hombre sensato quien no reconoce el relato de esta historia como una ficción. Formar el deseo de marchar a conquistar toda la tierra, reunir para ello un ejército compuesto de hombres y mujeres, sátiros, músicos, danzantes; empeñarse en enseñar a los hombres lo que ya sabían, no está muy bien concertado. Pero suponer que un rey, con un ejército de esta especie, haya recorrido África, Asia, Europa hasta sus extremos, así mismo que no haya un lugar donde no haya estado, según esta inscripción: Soy el hijo primogénito de Saturno, salido de un ilustre tronco y de una sangre generosa, primo del día, no hay lugar donde no haya estado y he extendido liberalmente mis beneficios sobre todo el género humano.[2] El hecho no es verosímil y es inútil recurrir a la expedición de Osiris para fijar el tiempo en el que se empezó a cultivar las tierras en Ática y los otros países de Asia y de Europa.
Las Santas Escrituras nos enseñan que la agricultura era conocida antes del diluvio. Sin señalar lo falso y ridículo de una tal historia tomada según la letra, es suficiente presentarla a un hombre un poco versado en la lectura de los filósofos herméticos para que se de cuenta, ya en el primer relato, que es un símbolo palpable de ello. Pero como debo de suponer que los lectores no tienen todas las operaciones de este arte suficientemente presentes, voy a pasar revista a las principales circunstancias de esta historia.
Isis y Osiris son, como ya hemos dicho, el agente y el paciente en un mismo sujeto. Osiris parte en su expedición y dirige su ruta primeramente por Etiopía para llegar al mar Rojo que rodea a Egipto, lo mismo que a Etiopía. Este no era el camino más corto pero es la ruta necesaria para las operaciones de la gran obra, donde el color negro y el color rojo son los dos extremos. La negrura se manifiesta primero al principio de las operaciones significadas por el viaje de Osiris a las Indias, pues ya sea porque Espagnet, Raimon Llull, Filaleteo, etc., hayan hecho alusión a este viaje de Osiris, o al de Baco, ya sea por otras razones, nos dicen que no se puede tener éxito en la obra si no se recorren las Indias. Es preciso, pues, pasar primeramente por Etiopía, es decir, ver el color negro puesto que es la entrada y la llave del arte hermético: Estas cosas son creadas en nuestra tierra de Etiopía –dicen [3]y Rasis[4]– blanquead vuestro cuervo, si queréis hacerlo con el Nilo de Egipto, tomará, después de haber pasado por Etiopía, un color blanquecino, después conduciéndolo por los secretos de Persia con esto y con eso, el color rojo se manifestará tal como el de la adormidera en el desierto.
Estando Osiris en Etiopía hizo levantar unos diques para preservar al país, no del desbordamiento del Nilo, sino de una inundación capaz de asolar el país, pues el agua de este río es absolutamente necesaria para volverlo fértil. Espagnet dice respecto a esto:[5] El movimiento que debe ser particularmente lento al principio de su revolución (de la circulación de los elementos que se hace durante la solución y la negrura), en este segundo círculo debe ser más ligero que el movimiento del primero, por miedo a que los pequeños cuervos se encuentren inundados y sumergidos en su nido y que el mundo naciente sea destruido por el diluvio. Este círculo debe distribuir el agua sobre el terreno con peso y medida y en proporción geométrica.[6] Es preciso, pues, levantar diques, ya sea para hacer entrar de nuevo al río en su lecho, como hizo Hércules en el territorio de Prometeo, ya sea para impedir que lo inunde, como hizo Osiris en Etiopía.
Flamel


[1] . Basilio Valentín, El carro triunfal del Antimonio.
[2] . Diodoro de Sicilia.
[3] . Flamel, Deseo deseado.
[4] . Rasis, Libro de las luces.
[5] . Espagnet, La Obra secreta de la Filosofía de Hermes, can. 88.
[6] . Este círculo es aquel que pesa el agua y examina su medida, pues la distribuye por razón y proporción geométricas. Espagnet, Ibid.

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