

No es preciso, pues, creer a Diodoro, ni a la tradición popular de Egipto, según la cual dice que Isis inventó no sólo muchos de los remedios para curar las enfermedades, sino que contribuyó infinitamente en la perfección de la medicina y que ella misma encontró un remedio capaz de procurar la inmortalidad del que usó con su hijo Horus, cuando fue muerto por los Titanes y, en efecto, lo volvió inmortal. Se convendrá conmigo que todo esto debe de explicarse alegóricamente y que, según la explicación que nos ofrece el arte hermético, Isis contribuyó mucho en la perfección de la medicina, puesto que ella misma es la materia de la que se hace el más excelente remedio que se ha hecho jamás en la naturaleza. Pero eso no sería así si Isis estuviera sola, necesariamente es preciso que ella se case con Osiris, porque los dos principios deben estar reunidos en un todo, así como desde el principio de la obra ellos sólo forman un mismo objeto, en el cual están contenidas dos substancias, una macho y la otra hembra.
El viaje de Isis a Fenicia para ir a buscar el cuerpo de su marido, los lloros que ella vertió antes de encontrarlo, el árbol bajo el cual estaba ocultado, todo está señalado en el arte sacerdotal. En efecto, tras estar muerto Osiris es echado al mar, es decir, sumergido en el agua mercurial o mar de los filósofos; se dice que Isis vierte lágrimas porque la materia siendo aún volátil, representada por Isis, sube en forma de vapores, se condensa y recae en forma de gotas. Esta tierna esposa busca a su marido con inquietud, con llantos y gemidos y sólo lo puede encontrar bajo un tamarindo, esto es porque la parte volátil sólo se reúne con la fija cuando sobreviene la blancura; entonces la rojez u Osiris es ocultado bajo el tamarindo, porque las flores de este árbol son blancas y las raíces rojas. Este último color está indicado más precisamente por el nombre de Fenicia, que viene de φοΐνιξ, rojo, color púrpura.
Isis revivió a su marido y, tras haber reinado gloriosamente, fue puesta entre el número de los dioses. Mercurio determinó su culto, como lo había hecho con el de Osiris, porque en la segunda operación llamada segunda obra, o segunda disposición por Morien,[3] la Luna de los filósofos, o su Diana, o la materia al blanco, significada también por Isis, aparece aún tras la solución o la muerte de Osiris, por eso se encuentra puesta en el rango de los dioses, pero de los dioses filosóficos, puesto que ella es su Diana o la Luna, una de las principales diosas de Egipto, en ello se ve claramente el por qué se atribuye esta deificación a Mercurio.
[1] . Lo que digo aquí de los atributos de Isis se prueba por los monumentos antiguos citados en la Antiguedad explicada de D. Bernard de Montfaucon.
[2] . Hermes, Asclepio.
[3] . Morien, Conversación con el Rey Calid.
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