domingo, diciembre 31, 2006

La Naturaleza (del Tratado de Física)




A este primer motor o principio de generación y de alteración se le juntó un segundo corporificado al que damos el nombre de naturaleza. El ojo de Dios siempre atento a su obra, es propiamente la naturaleza misma y las leyes que Él ha puesto para su conservación son las causas de todo lo que se opera en el Universo. La naturaleza que acabamos de llamar “segundo motor corporificado” es una naturaleza secundaria, un servidor fiel que obedece exactamente las órdenes de su amo,[1] o un instrumento conducido por la mano de un obrero incapaz de equivocarse. Esta naturaleza o causa segunda es un espíritu universal, que tiene la propiedad vivificante y fecundante de la luz creada en el principio y comunicada a todas las partes del macrocosmos. Zoroastro con Heráclito la han llamado espíritu ígneo, fuego invisible y alma del mundo. Es de él que habla Virgilio cuando dice:[2] Desde el principio un cierto espíritu ígneo fue infundido en el cielo, la tierra, el mar, la luna y los astros titanes o terrestres.[3] Este espíritu les da la vida y los conserva. Alma expandida en todos los cuerpos, da el movimiento a toda la masa y a cada una de sus partes. De ahí vienen todas las especies de seres vivientes, cuadrúpedos, aves, peces. Este espíritu ígneo es el principio de su vigor; su origen es celeste y les es comunicado por la simiente que los produce.
El orden que reina en el Universo sólo es un desarrollado conjunto de las leyes eternas. Todos los movimientos de las diferentes partes de su masa dependen de ello. La naturaleza forma, altera y corrompe sin cesar; y su moderador, presente por todo, repara continuamente las alteraciones de la obra.
Se puede dividir el mundo en tres regiones, la superior, la mediana y la inferior. Los filósofos herméticos dan a la primera el nombre de inteligible y dicen que es espiritual, inmortal o inalterable; es la más perfecta. La mediana es llamada celeste. Ella encierra los cuerpos menos imperfectos y una cantidad de espíritus.[4] Esta región está en medio y participa de la superior y de la inferior. Sirve como medio para reunir estos dos extremos, y como canal por donde se comunican sin cesar en la inferior los espíritus vivificantes que animan todas las partes. Está sujeta a cambios periódicos. La inferior o elementaria comprende todos los cuerpos sublunares. 
Ella sólo recibe, de las otras dos, los espíritus vivificantes para luego devolvérselos. Es por esto que allí todo se altera, todo se corrompe, todo muere; no se hace ninguna generación que no proceda de la corrupción, y ningún nacimiento que no le siga la muerte. Cada región es sumisa y depende de la que le es superior, pero actúan en acuerdo. Sólo el Creador tiene el poder de destruir a los seres, como sólo él tiene el poder de sacarlos de la nada. Las leyes de la naturaleza no permiten que lo que tenga carácter de ser o de substancia esté sujeto al aniquilamiento. Lo que hace decir a Hermes[5] que nada muere en este mundo, sino que todo pasa de una manera de ser a otra. Todo mixto está compuesto de elementos, y finalmente se resuelve en estos mismos elementos, por una rotación continua de la naturaleza.
Hay, pues, desde el comienzo dos principios, uno luminoso acercándose mucho a la naturaleza espiritual y el otro todo corporal y tenebroso. El primero para ser el principio de la luz, del movimiento y del calor, el segundo como principio de tinieblas,
 entorpecimiento y de frío.[6] Uno activo y masculino y el otro pasivo y femenino. Del primero viene el movimiento para la generación en nuestro mundo elemental y por parte del segundo procede la alteración, de donde la muerte ha tomado principio. Todo movimiento se hace por rarificación y condensación.[7] El calor, efecto de la luz sensible o insensible, es la causa de la rarificación y el frío produce el estrechamiento o la condensación. Todas las generaciones, vegetaciones y desarrollos sólo se hacen por estos dos medios, puesto que son las dos primeras disposiciones de las que los cuerpos han sido afectados. La luz sólo es expandida por la rarefacción; la condensación, que produce la densidad de los cuerpos, sólo detiene el progreso de la luz conservando así las tinieblas.
Cuando Moisés dice que Dios creó el cielo y la tierra parece haber querido hablar de estos dos principios formal y material, o activo y pasivo como hemos explicado, él no parece haber entendido por la tierra esta masa árida que aparece tras la separación de las aguas. De lo que habla Moisés es del principio material de todo lo que existe y comprende el globo tierra-agua-aire. 
La otra ha tomado propiamente su nombre de la sequedad y para distinguirla del conjunto de las aguas, y llamó Dios a los seco tierra y a la reunión de las aguas llamó mares[8] El aire el agua y la tierra son una misma materia más o menos tenue y sutil, según esté más o menos rarificada. El aire como el más cercano al principio de rarefacción, es el más sutil, el agua le sigue y después la tierra. Como el objetivo que me propongo dando estos principios, compendios de física, es solamente el de instruir sobre lo que puede aclarar a los aprendices de la filosofía hermética, no entraré en detalle sobre la formación de los astros y sus movimientos.

[1] . Cosmopolita, Tratado, 2.
[2] . Virgilio, Enéida, lib. 6.
[3] . Es decir, los minerales y los metales a los que se les han dado los nombres de los planetas.
[4] . Es preciso señalar que los filósofos no entienden por estos espíritus, los espíritus inmateriales o espíritus angélicos, sino solamente los espíritus físicos, tales como el espíritu ígneo expandido en el Universo. Tal es también la espiritualidad de su región superior.
[5] . Hermes, Poimandrés.
[6] . Cosmopolita, Tratado, 1.
[7] . Beccher, Física Sutil.
[8] . Génesis, 1.









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