martes, diciembre 05, 2006

Petición de Eneas a la Sibila






Eneas respondió a la sibila que había previsto todo lo que le podía suceder, que lo había reflexionado y que estaba dispuesto a todo. Pero ya que se asegura, le dijo él, que está aquí la entrada del tenebroso imperio de Plutón, desearía ardientemente ver a mi padre Anquises, al que he salvado de las llamas a través de mil flechas tiradas contra nosotros, él que, a pesar de la debilidad de su edad, tuvo el coraje de exponerse a los mismos peligros que yo y de acompañarme en todos los trabajos que he sufrido. Él mismo me recomendó venir a encontraros y pediros esta gracia. Volveos propicia a mis ruegos, pues sin duda Hécate os tiene aquí para eso. Se le concedió a Orfeo para ir a buscar a su esposa. Cástor y Pólux van y vienen alternativamente todos los dias.
Teseo ha descendido allí para raptar a Proserpina y Hércules para llevarse al Cerbero. Ellos son hijos de dioses, yo también lo soy. La sibila le respondió: Hijo de Anquises y de los dioses, es fácil descender a los Infiernos, la puerta de este oscuro lugar está abierta día y noche,[1] la dificultad está en volver de allí y subir a la morada de los vivos.[2] Hay pocos que puedan hacerlo. Se ha de ser hijo de los dioses; por una sublime virtud es preciso ser vuelto semejante a los inmortales, o al menos
merecer el afecto del siempre justo Júpiter. En medio de este lugar están los vastos bosques rodeados del negro Cocito. Pero como mostráis tan gran deseo de pasar dos veces el lago Estigio y ver dos veces la morada del tenebroso Tártaro, quiero secundar vuestros deseos. Escuchad pues, lo que tenéis que hacer para salir airoso, y retened bien lo que os voy a decir.
Un frondoso árbol oculta entre la multitud de sus ramas un flexible ramo, cuyo tallo y hojas son de oro. Está consagrado a Proserpina. No es en los bosques, ni en los bosquecillos, ni en los valles, donde se le encuentra.[3] No se podría penetrar en estos lugares subterráneos sin haber cogido este ramo que tiene los frutos de oro. Es el presente que Proserpina quiere que se le ofrezca. Siempre se le encuentra, pues a penas que se le ha arrancado crece otro del mismo metal. Ved, buscadlo con vuestros ojos y cuando lo hayáis encontrado cogedlo y arrancadlo sin pena, si el destino os es favorable, vendrá por él mismo, pero si os es contrario todos vuestros esfuerzos serán inútiles, no lo pueden conseguir ni la fuerza ni el hierro.

[1] . Virgilio, ibid. vers. 126.
[2] . La Sibila tiene razón al decir que la entrada de este lugar está abierta día y noche, puesto que los filósofos dicen que es en todo tiempo y en todo lugar que se puede hacer la obra. Pero todo no está en entrar allí, es preciso estar instruido en las operaciones, saber hacer la extracción del mercurio y adivinar de qué mercurio hablan los filósofos. Es precisamente en esto que Espagnet hace la aplicación de estas palabras de la Sibila, Pauci quos aequus, etc. Pues como dice el mismo autor (canon 36): Para impedir que se distinguiera cuál es el mercurio del que hablan los filósofos y ocultarlo en las tinieblas más obscuras, ellos han hablado como si hubieran de muchas clases, y lo han llamado mercurio en todos los estados de la obra donde se encuentra y en cada operación. Después de la primera preparación lo llaman su mercurio y mercurio sublimado
; en la segunda que ellos llaman la primera, porque los autores no mencionan esta primera, llaman a este mercurio, mercurio de los cuerpos o mercurio de los filósofos, porque entonces el Sol está allí reincrudado; todo se vuelve un caos, es su Rebis, es su todo, porque todo lo que es necesario para la obra se encuentra allí. Así mismo a veces han dado el nombre de mercurio a su elixir, o medicina tingente y absolutamente fija, aunque el nombre de Mercurio casi no conviene más que a una substancia volátil. Se ha de ser, pues, hijo de los dioses para salir de las dificultades y seguir exactamente las enseñanzas de la Sibila, si se quiere pasar dos veces por el lago Estigio y ver dos veces la morada del Tártaro, es
decir, hacer la preparación de la piedra o del azufre y después el elixir. En cada operación se ve una vez el negro Estigio y el tenebroso Tártaro, es decir, la materia al negro.
[3] . Este árbol es el mismo que aquel donde estaba suspendido el Toisón de oro, es la misma alegoría explicada en el segundo libro. Pero la dificultad está en reconocer es
ta rama; pues los filósofos, dice Espagnet (canon 15), han puesto una atención más particular en ocultar este ramo de oro que cualquier otra cosa, éste sólo lo puede arrancar, añade este mismo autor según las palabras de la Sibila: quien ... podrá reconocer los pájaros maternales hacia quienes dos palomas, viniendo del cielo, dirigirán su vuelo. No es sorprendente que los filósofos se hayan aplicado en ocultar este ramo de oro, puesto que está ante los ojos de
todo el mundo (Cosmopolita, epílogo, en Enigmas), se encuentra por todo, todo el mundo hace uso de él y todo proviene de él. Es conocido de los jóvenes y de los viejos, dice el autor del tratado que lleva por título, Gloria Mundi, se encuentra en los campos, los bosques, las montañas y los valles. Pero se le desprecia porque es muy común. Ni la fuerza ni el hierro son necesarios para arrancarl
o; es la ciencia de la obra. Este ramo es el mismo que la planta llamada Moly, que Mercurio dio a Ulises (Odisea, lib. 10, vers. 302 y ss) para librarse de las manos de Circe. Tal diciendo, el divino Argifonte (Hermes) entregome una hierba que del suelo arrancó y, a la vez, me enseñó a distinguirla; su raíz era negra, su flor de color de la leche ;Moly suelen llamarla los dioses; su arranque es penoso para un hombre mortal. Por eso se ve que Homero y Virgilio están deacuerdo, pero el primero indica más
precisamente la cosa, puesto que señala el color de la raíz y de la flor. Los antiguos autores que pensaban que Homero sólo escribía alegóricamente, no se han cuidado de buscar esta planta entre el número de las otras. Ellos han pensado que Homero sólo había querido significar con ello la erudición y la elocuencia. A este respecto se puede ver a Eustatio, fol. 397, lig. 8, y a Teócrito, Idyll. 9, vers. 35. Así mismo lo han querido probar mediante la lengua hebraica, de la que muchos piensan que este poeta estaba perfectamente instruido, lo mismo que de las ceremonias del culto de los judíos. Filóstrato favorece este pensamiento (Heroicis, fol. 637). Véase también a Focio en su Biblioteca, fol. 482. Duport, Gnomolog, Homeric, Noel el Conde (Natali Conti) (Mitología, lib. 6, cap. 6) y (Antología, fol. 103). Plino el naturalista ha creído que esta planta era el Cinocéfalo, en latín Antirrhinum, y en francés muffle de veau. (lib. 25, cap. 4, y lib. 30). Emeri en su Diccionario de las plantas, piensa que Moly es una especie de ajo, del que da la descripción bajo el nombre de Moly. Ptolem. Héphaestion, también habla de ella, lib. 4. Collat. Cum Scholiis Sycophron, vers. 679. Todavía se puede consultar sobre eso a Máximo de Tiro, cap. 9; pero ni los unos ni los otros han dado en el objetivo. En verdad Homero hablaba alegóricamente, pero hacía alusión a los colores que sobrevienen a la materia de la gran obra durante las operaciones. La raíz de esta planta es negra, porque los filósofos llaman raíz y llave de la obra al color negro, que es el primero en aparecer. El color blanco que sucede al negro son las flores de esta planta, o las rosas blancas de Abraham el judío y de Nicolás Flamel; el lis de Espagnet y de tantos otros; el narciso que recogía Proserpina cuando fue raptada por Plutón, etc. Por eso se ve el por qué la fuerza y el hierro son inútiles para arrancar esta planta.

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