domingo, diciembre 03, 2006

Descenso de Eneas a los Infiernos (Introducción)



Todo el mundo sabe que aunque la Enéida[1] de Virgilio sea, sin oposición, el más bello poema latino que tenemos, es sin embargo una imitación al de Homero; no será sorpresa, pues, que yo una a la Ilíada[2] una parte de la Enéida. Virgilio ha seguido sus ideas, ha dado rienda suelta a su imaginación, pero no se ha apartado del proyecto que Homero le había suministrado, sólo se lo ha hecho propio por la manera en que lo ha tratado. No pretendo, pues, atribuir a Virgilio todos los conocimientos de la filosofía hermética; sin duda había tomado de varios lo que él dice, como había hecho con muchas otras cosas; también se podría pensar que Virgilio tenía alguna idea de ello, que sentía cuál era el objeto de la Ilíada y de la Odisea y que las consideraba como alegorías de la medicina dorada. Quizás se encontrara en el caso de otros muchos eruditos que, mediante un estudio asiduo y reflexionado de los autores herméticos, tienen ideas verdaderas, aunque indeterminadas, de la materia y de las operaciones de este arte, pero que no ponen mano a la obra por falta de algún amigo que les indique cual es precisamente esta materia, y que fije esta indeterminación para el comienzo y la continuación del trabajo requerido para tener éxito.[3]
No es sorprendente, pues, que Virgilio haya deslizado en su Enéida algunos rasgos que tienen relación con ella. Tal es en particular el del descenso de Eneas a los Infiernos. Espagnet,[4] Augurel,[5] Filaleteo,[6] y muchos otros filósofos han adoptado los propios términos de Virgilio, y han hecho aplicaciones muy afortunadas, en los tratados que han compuesto sobre la gran obra. No es sin fundamento, pues, que yo le suponga estas ideas a Virgilio y me conformaré a las aplicaciones que han hecho estos autores, en las explicaciones que daré de la narración de esta poeta.

[1] . Respecto a la Eneida y su significado oculto, recomiendo encarecidamente a los lectores interesados este libro, inspirado y actual, de Emmanuel d’Hooghvorst, titulado EL HILO DE PENÉLOPE, donde también une la ENEIDA de Virgilio a las obras de Homero, especialmente a su ODISEA. El Hilo de Penélope, Arola Editors, Tarragona 2000.[2] . Viene a propósito señalar que el término mismo de Ilias ha sido tomado por muchos autores para significar el fin, el término de una cosa. El Cosmopolita lo empleó en ese sentido. Ita etiam, dice en su primer tratado, generosa natura semperagit usque in ipsum Iliadum, hoc est, terminum ultimum, postea cessat.
[3] . Lo he explicado todo en estos doce tratados – dice el Cosmopolita en su epílogo – he aportado todas las razones y las pruebas naturales, a fin de que el lector temeroso de Dios y deseoso de este arte, pueda comprender más fácilmente todo lo que, con la ayuda de Dios, he visto y he hecho con mis propias manos sin ningún fraude ni sofisticación. Es imposible llegar al final de este arte sin un conocimiento profundo de la naturaleza, a menos que Dios, por un singular favor, se digne a revelarlo, o que un amigo de corazón declare este secreto.

[4] . Espagnet, La Obra secreta de la Filosofía de Hermes.[5] . Augurel, Crisopeya.[6] . I. Filaleteo, Entrada abierta al palacio cerrado del rey.

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