sábado, abril 21, 2007

Las Colonias Egipcias (1)




 La filosofía hermética no estuvo siempre encerrada en los límites de Egipto, donde parece que Hermes la había hecho florecer. Al multiplicarse los habitantes de aquel país, algunos tomaron la decisión de salir de allí para establecerse, primero en las inmediaciones y después en países más alejados. Muchos jefes de familia condujeron sus colonias y llevaron consigo a sacerdotes instruidos. Belus que fijó su residencia cerca del Eufrates se estableció en Babilonia y fueron llamados caldeos. Se volvieron célebres por los conocimientos que adquirieron observando los astros a la manera de Egipto.
Los eruditos creían que el sabismo o esta fuerte idolatría que tiene por objeto de su culto a los astros y los planetas, empezó en Caldea, donde se habían fijado estos filósofos egipcios, pero es más verosímil decir que la llevaron allí desde Egipto, de donde salieron y donde el Sol y la Luna eran adorados bajo el nombre de Osiris y de Isis, puesto que Herodoto dice que la astrología nació en Egipto donde se conviene en que era cultivada desde los tiempos más remotos.
El nombre de ciencia caldea que llevó después durante largo tiempo, prueba además que los astrólogos de Caldea se volvieron más célebres que los de otras naciones.
Babilonia, capital del país, aunque la más idólatra de todas las ciudades del mundo, según la idea que nos da el profeta Jeremías[1] llamándola tierra de ídolos, terra sculptilium, parecía haber sacado sus dioses de Egipto, de la que había conservado hasta los monstruos, in portentis gloriantur. Los sacerdotes instruidos en las mismas ciencias que aquellos de los que se acababan de separar, sin duda sabían también a qué atenerse respecto al culto de estos ídolos, pero obligados al mismo secreto que los de Egipto, se impusieron sucesivamente el deber de no divulgarlo. Los nombres de Saturno y de Júpiter dados a Belus prueban claramente que en Caldea se conocía la genealogía de los dioses herméticos de los egipcios.
Danao intentó también establecerse fuera de su país. Marchó de Egipto, su patria, y partió con cincuenta hijas que había tenido de muchas mujeres, con toda su servidumbre y algunos egipcios que quisieron seguirle. Se dice que arribó primeramente a Rodas, donde, tras haber consagrado una estatua a Minerva, una de las grandes divinidades de Egipto, se embarcó y llegó a Grecia donde, si creemos a Diodoro, hizo construir la ciudad de Argos y en Lidia la de Chipre, en la cual hizo levantar un templo a Minerva y estableció allí a los sacerdotes para el servicio del mismo culto que se rendía en Egipto a esta diosa. El nombre de Beleides dado a las hijas de Danao, prueba que tenía alguna afinidad con Belus, y algunos autores han considerado a este Belus como padre de Danao. Las alegorías que los poetas han hecho sobre el suplicio de las Danaides y sobre la masacre de sus esposos, es una nueva prueba de que fueron imitaciones de Egipto, donde Diodoro cuenta[2] que 360 sacerdotes de Achante tenían costumbre de sacar agua con un vaso horadado. Explicaremos estas alegorías en los libros siguientes.
Cecrops, que vino de Egipto, se estableció en Ática. Llevó junto con las leyes de su país el culto de los dioses que allí adoraban, y sobre todo el de Minerva, honrada en Sais su patria, el de Júpiter y los otros dioses de Egipto, este hecho es atestiguado por toda la antigüedad. Eusebio[3] dice que éste fue el primero que dio el nombre de dios a Júpiter, le levantó un altar y erigió una estatua en honor a Minerva. San Epifanio repite lo mismo y Pausanias lo había dicho antes que ellos, pero este último[4] remarca que sólo ofrecía en sus sacrificios cosas inanimadas. Atenas, triunfo de las artes y de las ciencias, tallo de la urbanidad y la erudición, debe sus comienzos a Egipto. Sea como fuere esta historia, los atenienses convienen en ello y se glorían de ser descendientes de los saitas; algunos dicen que Dipetas, padre de Mnesteo, rey de Atenas, fue egipcio, lo mismo que Ericteo, que el primero les aportó los granos de Egipto y la manera de cultivarlos, lo que hizo que lo establecieran rey.
Les enseñó también las ceremonias de Ceres Eleusina, siguiendo las que observaban los egipcios, es por lo que los atenienses pensaban que este rey era contemporáneo de Ceres. Diodoro, al relatar esto, ignoraba sin duda que Ceres e Isis eran una misma divinidad. Debería haberse acordado de que había contado la misma cosa de Triptolemo. Hablaremos de la naturaleza de estos granos y de toda esta historia en el cuarto libro.
Los habitantes de la Cólquide eran también una colonia de Egipto, según Diodoro y Herodoto[5] que aporta como prueba de ello muchas razones, entre otras, que hacían circuncidar a sus hijos, y que este uso lo habían traído de Egipto. Sin duda ignoraba la Escritura santa que nos señala tan positivamente el origen de la circuncisión. Diodoro concluye, por la misma razón, que los judíos, habitantes entre Arabia y Siria habían venido de Egipto, pero habla de estos judíos sólo después de su servidumbre en este país y esto es lo que ocasiona su error. Este seguimiento de los judíos es remarcable por todos los acontecimientos que le precedieron y le siguieron, lo que tiene más relación con nuestro sujeto es la cantidad prodigiosa de oro y de plata que se encontraba entonces entre los egipcios. Moisés notificó a los judíos que tomaran de sus huéspedes todos los vasos de oro y de plata que pudieran obtener. Y ¿quiénes eran estos huéspedes? la gente común; ¿a quién daban estos vasos? a los judíos esclavos, despreciados y sin recursos, gente que no se podía ignorar que tenían el deseo de salir del país y de huir para sustraerse de la servidumbre; y si el pueblo estaba tan bien provisto ¿cuánto debían de tener el rey y los sacerdotes que, como nos lo enseña Herodoto, hacían construir edificios para conservarlo?


[1] . Jeremías, cap. 50.
[2] . Diodoro de Sicilia, lib. 2, cap. 6.
[3] . Eusebio, Prep. Evang. Lib. 1, cap. 9.
[4] . Pausanias, In. Attic. Lib. 8.
[5] . Herodoto, lib. 2, cap. 104 y ss.

No hay comentarios: