martes, mayo 01, 2007

El Toisón de Oro, su explicación (4)


Hemos explicado extensamente el primero (de los trabajos) para dar una idea de los otros; es por lo que seremos más breves en los dos siguientes. Una infinidad de obstáculos y de peligros salen al paso de Jasón. Un dragón grande como un navío de cincuenta remos es el guardián del jardín donde está el Toisón de oro, es preciso que lo venza pero ¿quién osaría intentarlo sin la protección de Palas y el arte de Medea? Este es el dragón del que tanto hablan los filósofos, de los cuales es suficiente aportar solamente algunos textos. Es preciso –dice Raimon Llull–[1] extraer de estas tres cosas el gran dragón, que es el comienzo radical y principal de la alteración permanente. Y más abajo (cap. 10), Por esta razón es preciso decir alegóricamente que este gran dragón sale de los cuatro elementos (cap. 9). El gran dragón es rectificado en este licor (cap. 52). El dragón habita en todas las cosas, es decir, el fuego en el cual está nuestra piedra aérea. Esta propiedad se encuentra en todos los individuos del mundo (cap. 54). El fuego contra natura está encerrado en el menstruo fétido que transmuta nuestra piedra en cierto dragón venenoso, vigoroso y voraz que pone en cinta a su propia madre.

Son pocos los filósofos que no empleen la alegoría del dragón, se encontrarán pruebas de ello más que suficientes en toda esta obra. Este dragón, al ser un fuego, según la expresión de Raimon Llull, no es sorprendente que se haya figurado que el del Toisón de oro arrojara fuego por la boca y las narices. Sólo se puede conseguir matarlo echándole en la gola una composición narcótica y somnífera, es decir, que sólo se puede llegar a la putrefacción de la materia fija con la ayuda y la acción del agua mercurial, que parece apagarlo disolviéndola. Y sólo es por este medio que se le pueden arrancar los dientes, es decir, la simiente del oro filosófico, que debe ser sembrada seguidamente. Cada operación es una repetición de la que le precede, en cuanto a lo que se manifiesta en el progreso, es fácil de explicar la una cuando se tiene la inteligencia de la otra. Ésta comienza pues, como la precedente, por la putrefacción; el género de muerte de este dragón y los accidentes que le acompañan están expresados en el testamento de Arnau de Vilanova.[2] Espagnet dice[3] también que sólo se puede vencer al dragón bañándolo en el agua. Es esta agua límpida que Medea le da a Jasón.
 Pero no es suficiente haber matado al dragón; los toros se presentan también vomitando fuego, es preciso domarlos por el mismo medio y ponerlos bajo el yugo. Ya he explicado suficientemente en el capítulo de Apis lo que se debe entender por los toros, es decir, la verdadera materia primordial de la obra; es con estos animales que se ha de labrar el campo filosófico y echar la semilla preparada que le conviene. Jasón usa la misma estratagema para vencer al dragón y a los toros, pero el principal medio que empleó fue el de proveerse de la medalla del Sol y de la Luna.
Con este pentáculo, se está seguro de lograrlo. Se le encuentra en las operaciones precedentes, y no hay nada que los filósofos mencionen más que estas dos luminarias.
A penas que los dientes del dragón están en tierra, salen hombres armados que se matan entre ellos. Es decir que en el momento en que la semilla aurífica es puesta sobre la tierra, las naturalezas fijas y volátiles actúan la una sobre la otra; se produce una fermentación ocasionada por la materia fijada en piedra, el combate se induce, los vapores suben y descienden, hasta que todo se precipita y resulta una substancia fija y permanente, la posesión de ésta procura la del Toisón de oro. Virgilio habla de estos toros[4] en estos términos:
Este país no ha visto a toros soplando fuego por las narices, ligándolos para sembrar allí los dientes de una monstruosa hidra, ni una siega de cascos y abundantes lanzas de guerreros erizar sus campos. Unos dicen que este Toisón era blanco, otros que de color púrpura, pero la fábula nos enseña que había sido dorado por Mercurio, antes de que fuera suspendido en la selva de Marte. En consecuencia, había pasado del color blanco al amarillo, después al color de la herrumbre y al fin al color púrpura. Mercurio lo había dorado, puesto que el color citrino que se encuentra intermedio entre el blanco y el de la herrumbre es un efecto del mercurio.
Viene a propósito señalar, con Apolonio[5] que Medea y Ariadna, tanto la una como la otra nietas del Sol, suministraron a Teseo y a Jasón los medios de vencer a los monstruos contra los cuales querían combatir. El parecido que se encuentra entre las expediciones de estos dos príncipes prueba claramente que estas dos ficciones fueron imaginadas a la vista del mismo objeto. Embarcaron los dos con algunos compañeros, cuando llegó Teseo encontró un monstruo con el que combatir, el Minotauro; Jasón también tuvo que vencer a los toros. Teseo para llegar al Minotauro es obligado a pasar por todas las revueltas de un laberinto siempre en peligro de perecer; Jasón tiene que hacer una ruta no menos difícil a través de los escollos y de los enemigos. Ariadna se prenda de amor por Teseo y contra los intereses de su propio padre otorga a su amante los medios de salir victorioso de los peligros a los que debía de exponerse; Medea se encuentra en el mismo caso y en una circunstancia parecida procura a Jasón todo lo que necesita para vencer;
Ariadna deja a su padre, su patria y se va con Teseo, que seguidamente la abandona en la isla de Naxo, para desposar a Fedra de la cual tuvo a Hipólito y Demofón, tras haber tenido, según algunos autores, a Oenopion y Estáfilo de Ariadna. Medea también se salva con Jasón, que después de tener dos hijos la deja para tomar a Creusa. Los hijos de unos y de otros perecieron miserablemente como las madres; Teseo murió precipitado desde lo alto de una roca al mar; Jasón pereció bajo las ruinas de la nave Argo. Medea abandonada por Jasón se casó con Egeo, Ariadna con Baco. En fin, es visible que estas dos ficciones sólo son una misma cosa explicada mediante dos alegorías, de las que han querido variar las circunstancias para hacer dos historias diferentes.
Si los mitólogos quisieran tomarse la molestia de reflexionar sobre esta semejanza, ¿podrían impedir que se les abriera los ojos a su error? y ¿se tomarían tanto esfuerzo para acercar a la historia, lo que evidentemente sólo es una ficción? Estas no son las únicas fábulas que tienen una similitud inmediata, la de Cadmo también se asemeja a la de Jasón. Un mismo dragón que hace perecer, los mismos dientes que ha de sembrar, los mismos hombres que nacen y se matan entre ellos, allí es un toro que Cadmo sigue, aquí los toros que combate Jasón. En fin, si se quisieran acercar todas las fábulas antiguas, se vería sin esfuerzo que tengo razón al reducirlas todas a un mismo principio, porque tienen un mismo objeto.

[1] . Raimon Llull, Teoría, cap. 6.
[2] . Arnau de Vilanova, Testamento.
[3] . Espagnet, La Obra secreta de la Filosofía de Hermes, can. 50.
[4] . Virgilio, Geórgicas, 2, 140
[5] . Apolonio, Argonautas, lib.3, vers. 996.

No hay comentarios: