viernes, mayo 04, 2007

El Retorno de los Argonautas (2)

Apolonio de Rodas e Higino[1] alababan mucho a Eufemo por su ligereza en la carrera, ya que dicen que era tal, que corriendo sobre el mar a penas mojaba sus pies. Pausanias le atribuía una gran habilidad al conducir un carro. Apolonio lo admiraba tanto que lo honra con los mismos epítetos que Homero da a Aquiles en la Ilíada; también eran hijos, el uno de Tetis, hija de Nereo y el otro de Oris, hija del río Eurotas, es decir del agua. La prueba de que estos dos poetas tenían la misma idea de estos héroes, es que Apolonio también hizo venir a Tetis para salvar a los argonautas de los escollos de Escila y Caribdis, a causa de su marido Peleo que se encontraba entre ellos.

La manera en que este poeta cuenta el acontecimiento del terrón de tierra prueba claramente a aquellos que han leído con atención las explicaciones precedentes, que es puramente una alegoría de lo que pasa en la obra después de la disolución de la materia hasta que viene a ser tierra y toma el color blanco. Los argonautas, estaban en la isla de Anaphé, una de las esporades vecina de la de Tera, y Eufemo se acordó de un sueño que había tenido la noche después del encuentro con el tritón y Eurípilo, que le había confiado el terrón de tierra, y lo contó a Jasón y a los otros argonautas. Había visto en el sueño que tenía el terrón de tierra en sus brazos y que veía manar de sus senos cantidad de gotas de leche sobre ella, que a medida que la humedecían le hacían tomar insensiblemente la forma de una joven chica muy amable. Se habría vuelto su amante en el momento que le pareció perfecta y no tenía ningún reparo en consentirle lo que quería, pero se arrepintió en el momento que empezó a creer que era incesto.
La chica lo había tranquilizado diciéndole que él no era su padre, que era hija de Tritón y de Libia y que un día sería la nodriza de sus hijos. Había añadido que permanecería en los alrededores de la isla de Anaphé y que aparecería sobre la superficie de las aguas, cuando llegara el tiempo. Para poner al lector en el caso, es suficiente recordar lo que hemos dicho antes de la isla flotante, Delos, donde Latona dio a luz a Diana.
Cuando sucede que la materia empieza a volatilizarse después de su disolución, se ve el por qué se dice que Eufemo era tan ligero en la carrera, que corriendo sobre el agua, casi no se mojaban sus pies. Se ha de señalar que el trípode que Jasón dio como presente al Tritón, era de cobre, y que lo puso en su templo. Hago esta observación para mostrar cuánto se acuerdan todas estas circunstancias con las operaciones del arte hermético, cuando son conseguidas en el punto del que hablamos, puesto que los filósofos dan también el nombre de cobre a su materia en este estado diciendo: blanquead el latón.
Las diosas del mar y los genios que Apolonio hizo aparecer a los argonautas no son, pues, los habitantes de las costas de Libia, y el caballo alado desenganchado del carro de Neptuno, un barco de Eurípilo,[2] sino las partes acuosas y volátiles que se subliman. La nave Argo al ser la materia que nada en o sobre el mar de los filósofos, es decir, su agua mercurial, no les era difícil de llevar su barco y de conformarlo al mismo tiempo a las órdenes que tenían de seguir las huellas de este caballo alado que era tan veloz como el pájaro más ligero.
Para comparar aquí las fábulas recordemos que un héroe también hizo el presente a Minerva de un vaso antiguo de cobre. Diodoro de Sicilia, que habla también del trípode, dice que llevaba una inscripción en caracteres muy antiguos. Los autores cuentan muchas otras cosas del retorno de los argonautas, pero creo que las explicaciones que he dado me dispensan de extenderme con más detalle, sería necesario, por así decirlo, hacer un comentario, con notas sobre todo lo que avanzan estos autores. Me ciño, pues, a decir dos palabras de lo que pasa tras el retorno de Jasón. Todos convienen en que Medea al llegar a la patria de su amante rejuveneció a Esón, tras cortarlo en trozos y hacerlo cocer. Esquilo dice lo mismo de las nodrizas de Baco. Se cuenta la misma cosa de Dioniso y de Osiris. Los filósofos herméticos están de acuerdo con estos autores y atribuyen a su medicina la propiedad de rejuvenecer, pero se les toma al pie de la letra y se cae en el error.
 Balgo[3] nos enseñó cuál es este anciano: Tomad –dice– el árbol blanco, edificadle una casa redonda, tenebrosa y rodeada de rocío, metedlo dentro con un viejo de cien años y habiendo cerrado la casa exactamente de manera que ni la lluvia ni el mismo viento puedan entrar, dejadles allí 80 días. ¡Os digo con verdad que este viejo no cesará de comer del fruto del árbol hasta que sea rejuvenecido. Oh, que admirable es la naturaleza que transforma el alma de este viejo en un cuerpo joven y vigoroso y que hace que el padre se convierta en hijo! Bendito sea nuestro Creador.



Estas últimas palabras explican el hecho de Medea en consideración a Pelias, relatado por Ovidio y  Pausanias[4], a saber, que Medea para engañar a las hijas de Pelias, después de haber rejuvenecido a Esón, tomó un viejo carnero que cortó en pedazos,l lo echó en una caldera, lo hizo cocerf  y lo retiró transformado en un joven cordero. Las hijas de Pelias, persuadidas de que ocurriría lo mismo con su padre, lo disecaron, lo echaron en una caldera de agua hirviendo donde fue de tal manera consumido que no quedó de él ninguna parte capaz de ser sepultada. Medea después de este golpe montó sobre su carro tirado por dos dragones alados y huyó por los aires. He aquí los dragones alados de Nicolás Flamel, es decir, las partes volátiles. Es por esto que se hace preceder esta huida por la muerte de Pelias, para señalar la disolución y la negrura, de palos (barro) o pelos (negro).


[1] . Higinio, Fab. 14.
[2] . Banier, t. 3, p. 245.
[3] . Balgo, La Turba.
[4] . Pausanias, Arcadias.

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