sábado, diciembre 19, 2020

PSYCHE (La Fábula)

 

Me ha parecido interesante incluir aquí la historia de Psyque explicada por Pernety en su DICCIONARIO MITO-HERMÉTICO[1], puesto que en “LAS FÁBULAS” sólo se la menciona en la explicación de Cupido o de su madre Venus, entre otras,  y es una fábula digna de ser explicada, como las demás, mediante la “obra hermética”.


Aunque la fábula de psique no pertenezca al número de ficciones egipcias, encierra, sin embargo, los mismos principios y aquel que la imaginó los tenía a la vista; es demasiado bella para pasarla silencio; citaremos la versión de Apuleyo:

Un Rey y una Reina tuvieron tres hijas de las que, la más joven, era la más bella: la naturaleza, al crearla le había prodigado tales cuidados que parecía haberse superado a sí misma. La gente venía de todas partes a la corte del Rey para ver esa belleza singular; de la admiración se pasaba al amor más apasionado.

Venus, celosa al ver que Cnido, Pafos y Citera quedaban abandonados y desiertos por la prodigiosa concurrencia que atraía Psique, ordenó a Cupido que la hiriese con una de sus flechas haciendo que se enamorara de un objeto indigno de sus encantos. Cupido quiso ejecutar las órdenes de su madre, pero Psique obró sobre él la misma impresión que obraba sobre las demás gentes y quedó perdidamente enamorado. Las hermanas de Psique se casaron con Soberanos, pero ninguna persona osó aspirar a su posesión.

El oráculo de Apolo fue consultado sobre el destino de esta joven beldad, respondiendo que jamás tendría a un mortal por esposo, sino a un dios temible a los dioses y al mismo infierno; añadió que era necesario exponer a Psique sobre una alta montaña, al borde de un precipicio, ataviada con ornamentos que anunciasen duelo y tristeza. El oráculo fue obedecido y apenas fue al lugar indicado, un dulce Céfiro la llevó al medio de un bosque, a un palacio soberbio, brillante de oro y plata, del que cada losa era una piedra preciosa.

Este palacio le pareció deshabitado, pero unas voces le invitaron a permanecer en él. No le faltaba de nada: a las comidas, abundantes y delicadas le sucedían conciertos admirables, todos los placeres se seguían unos a otros, sin que Psique percibiese quien se los procuraba. Cuando la noche llegaba el esposo que le estaba destinado se aproximaba a ella, dejándola cuando llegaba el día, y esto sucedió durante muchas noches seguidas.

El Amor, informado de que las hermanas de Psique la buscaban primero le prohibió verlas, pero después, al verla triste y soñadora, le permitió que hablara con ellas, a condición de que no siguiera sus consejos. Aquel mismo Céfiro que la había conducido a ese lugar encantado transportó a sus hermanas. Psique, después de haberlas informado de su dicha, las despidió, cargándolas de regalos. Las dos princesas, celosas, resolvieron perderla y puesto que Psique les había dicho que su marido todavía no se había mostrado a ella, pero que la amaba perdidamente, encontraron la ocasión, en otra entrevista, de recordarle que el Oráculo de Apolo había hablado confusamente de yo no sé qué monstruo y le dijeron que su esposo era una serpiente que la mataría.

Psique asustada por este discurso, comenzó a sospechar sobre el porqué su marido no quería manifestarse a ella y les dijo que seguiría su consejo si le indicaban los medios de liberarse de tal inquietud. Ellas le aconsejaron que se escondiera una lámpara encendida y una navaja y que, cuando el monstruo estuviese dormido se sirviera de la lámpara para verle y de la navaja para degollarlo.

Psique siguió su consejo, salió de la cama, tomó la lámpara y el cuchillo, pero, en lugar de un monstruo encontró al Amor adormecido: su tez rojiza, su juventud, sus alas desplegadas su cabellera rubia y fluctuante le permitieron reconocerlo. Presa del asombro y al borde de la desesperanza por haber cometido una tal afrenta a tan amable esposo a punto estuvo de emplear contra sí misma el hierro con el que iba a degollar a su marido, pero una gota de aceite cayó de la lámpara sobre la espalda de Amor, despertándole. Sus encantos la atrajeron de nuevo, apaciguando su cólera: examinando el arco de Cupido y su carcaj se había herido en el dedo, comprobando la punta de una de sus flechas, la herida demasiado ligera como para sustraerla a los encantos del Amor no impidió que viera a Cupido alzar el vuelo; Psique quiso detenerle por el pie, pero Cupido la eleva, se la lleva y finalmente la deja caer.

Él se detuvo sobre un ciprés, reprochándole amargamente la poca confianza que merecieron sus consejos y desapareció. Psique, desesperada se precipitó a un río, pero las Ninfas, las Náyades, respetaron a la esposa del Amor y la llevaron a la orilla. Allí encontró al dios Pan, que le aconsejó que apaciguara a Amor. Erraba por el mundo buscando los medios de conseguirlo cuando reencontró a una de sus hermanas a la que comentó su aventura, diciéndole que Amor, para vengarse mejor, había resuelto casarse con una de sus hermanas. Henchida de esperanza la hermana escapó de su palacio hasta aquel lugar en que el Céfiro ja había elevado la primera vez e imaginando que todavía la transportaría se lanzó, dejándose caer para perecer miserablemente. Psique tendió la misma trampa a su otra hermana, que cometió la temeridad de dejarse engañar, pereciendo también.

Mientras tanto, Venus fue informada de los dolores que sufría Cupido y decidió buscar a Psique para castigarla. Esta esposa afligida siempre estaba buscando a su marido y habiendo llegado cerca de un templo, ofreció a Ceres una gavilla de espigas que había recogido rogándole que la tomara bajo su protección, pero la diosa le hizo saber que no podía hacer otra cosa que protegerla de su enemiga. Juno, a la que también encontró le dio poco más o menos, la misma respuesta; por tanto, Psique decidió ir a buscar al Amor cerca de Venus, su madre. Pero esta diosa, celosa, sin prestar atención a Psique, subió al Olimpo y rogó a Júpiter que ordenara a Mercurio i r a buscar a esa infortunada y que la trajera, Uno de los sirvientes de Venus la condujo hasta ella; la diosa, irritada, le arrancó los cabellos, desgarró sus vestidos, la maltrató con golpes y a continuación le ordenó que separara, durante el día, todos los distintos granos de guisantes, trigo, cebada, mijo, de adormidera, lenteja y habas que había hecho apilar, expresamente en un montón; Psique permanecía desconcertada e inmóvil, pero las laboriosas hormigas se encargaron del trabajo, evitándole el esfuerzo. A continuación, Venus le encargó que fuese al otro lado de un río muy profundo, que esquilara a unos corderos de lana dorada y le trajera la lana; cuando estaba a punto de precipitarse al río, una voz que salió de un rosal le enseñó un fácil medio de procurarse la lana, que llevó a la diosa.

Una mujer irritada no se calma tan fácilmente y tampoco Venus se calmó con tan pronta obediencia, por ello le ordenó que fuera a buscar una urna llena de un agua negra que surgía de una fuente, guardada por dragones. Un águila apareció, tomó la urna, la llenó de esa agua y se la puso en las manos para que se la diera a Venus; la diosa aún imaginó otro trabajo, todavía más difícil: Venus se quejaba de haber perdido una parte de su atractivo curando la herida de su hijo y ordenó a Psique que descendiera al reino de Plutón y demandara a Proserpina una caja en la que estaban guardados algunos de sus encantos.

Psique, no creyendo que fuera posible descender a la morada de los muertos sin morir estuvo a punto de precipitarse desde lo alto de una torre, pero una voz le indicó el camino de los infiernos, diciéndole que fuera al Ténaro, donde encontraría el camino que lleva a la morada de Proserpina, pero que no fuera allí  sin proveerse de un pastelillo en cada mano y de dos monedas que llevaría en la boca, de las que Caronte tomaría una después de haberla llevado en su barca y que encontrando al perro Cerbero, que guarda la entrada al palacio de Proserpina, le arrojara uno de los pastelillos y que, en fin, Proserpina la acogería favorablemente, que la invitaría a participar de un gran festín, pero que ella había de rechazar las ofrendas, sentarse en el suelo y no comer sino pan moreno, y entonces, Proserpina le entregaría la caja, que se guardaría muy mucho de abrir.

Psique aprovechó todos estos consejos y recibió la caja, tan deseada, pero apenas hubo salido de los infiernos abrió la caja con la idea de tomar para ella alguno de los atractivos que contenía. No encontró allí sino un vapor infernal y somnífero que al instante se apoderó de ella, haciéndola caer, dormida, al suelo.


Cupido, curado de su herida, y siempre apasionado por su querida Psique, escapó por una de las ventanas del palacio de Venus y, encontrando a su querida esposa dormida, la despertó con la punta de una de sus flechas, puso el vapor en la caja y le dijo que se la llevara a su madre.



Cupido, entonces, fue a encontrar a Júpiter, que convocó a los dioses, declarando ellos que el dios del Amor conservaría a Psique, sin que Venus pudiera oponerse a si unión. Al mismo tiempo ordenó a Mercurio que elevara a Psique hasta el cielo, donde tomó de la ambrosía en compañía de los dioses y se tornó inmortal. Cuando se celebraron las bodas se preparó un festín; todos los dioses participaron y hasta la misma Venus bailó en ellas.

 



[1] . He utilizado la traducción al castellano de Santiago Jubany, publicada por Ediciones Indigo, 1993, p. 427.

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