martes, julio 31, 2018

DEL LENGUAJE DE LOS FILÓSOFOS


Ya, en alguna ocasión, he apuntado el paralelismo que existe entre el DICCIONARIO MITO-HERMÉTICO de Pernety y LAS FÁBULAS EGIPCIAS Y GRIEGAS, de este mismo autor, pues uno aclara muchos conceptos del otro y el otro explica el sentido del concepto aclarado y su procedencia, entre otros detalles.
Como el buscador sabe, no es un lenguaje fácil el alquímico mito-hermético, y creo que no está demás releer lo que el mismo Pernety dice al respecto en su “diccionario”, precisamente en el vocablo:

LENGUAJE[JR1] : Los Filósofos no expresan el verdadero sentido de sus pensamientos en lengua vulgar y no hay que interpretarlos según las ideas que presentan los términos en uso para expresar cosas comunes; el sentido que presenta la letra no es el suyo. Hablan a través de enigmas, metáforas, fábulas, similitudes y cada Filósofo las emplea según la manera que le conviene.
Un Adepto Químico explica sus operaciones filosóficas en términos tomados de las operaciones de la química vulgar: hablará de destilaciones, sublimaciones, calcinaciones, etc., de los hornos, de los vasos, de los fuegos en uso entre los químicos, como han hecho Geber, Paracelso, etc. Un hombre de guerra hablará de asedios, de batallas, como Zachaire. Un hombre de Iglesia hablará en términos de moral, como Basilio Valentín en su Azoth. En una palabra: han hablado tan oscuramente, en términos tan distintos y en estilos tan variados, que hay que estar al caso para entenderles e incluso un Filósofo estaría apurado con frecuencia si hubiera de explicar totalmente a otro.
Unos han variado los nombres y cambiado las operaciones; otros han comenzado sus libros por la mitad de las operaciones, otros por el final; algunos han entremezclado sofisticaciones, aquel ha omitido alguna cosa, éste ha añadido de superfluas; uno dice que toméis tal cosa, y el otro que no hay que tomar esa misma cosa. Rupescissa sostiene que el Vitriolo romano es la verdadera materia de los filósofos, pero aquellos que aceptan a Rupescissa como Adepto os recomiendan que no toméis el Vitriolo, ni romano ni ningún otro. Vamos a explicar todo esto con ejemplos:
Merlín y Denis Zachaire exponen la obra bajo la alegoría de un Rey que se arma contra sus enemigos, el primero, para combatirlos, el segundo para sostener un asedio. Merlín dice que el Rey, antes de montar a caballo, pidió beber de un agua a la que amaba mucho y que bebió tanto de ella que quedó indispuesto hasta la muerte, que una medicina le resucitó y que montó a caballo, combatió a sus enemigos y les venció. Esta agua no es otra cosa que el Mercurio de los Filósofos, que su Oro, llamado Rey, bebe con ardor porque son de la misma naturaleza y porque, como dicen los filósofos “la naturaleza ama la naturaleza, naturaleza se complace en su naturaleza y según el proverbio vulgar: “Cada cosa ama a la que es semejante”. El mercurio filosófico es un agua disolvente, la disolución es una especie de muerte, pues no se cumple perfectamente sino en la putrefacción. He aquí la muerte del Rey. Este Rey resucita porque la putrefacción es el principio de la generación. Corruptio unius est generatio alterius, cosa que queda probada en muchos textos de otros filósofos.
Bassen, en la Turba, dice: “Poned al Rey en el baño a fin de que supere (o bien, sobrenade, N. del T.) a la Naturaleza. Esta agua es la fuente del Trevisano, en la que entra sólo el Rey para purificarse, allí muere y resucita, pues la misma agua, mata y vivifica. Los Filósofos también han dado el nombre de vida y Resurrección al color blanco que sucede al negro, y han llamado muerte a este último.
Denis Zachaire se ha explicado más extensamente, pero de forma alegórica: en el asedio de la ciudad que imagina, habla de la materia bajo el nombre de aquel que soporta el asedio y el de aquellos que lo realizan, y da una idea de los colores que aparecen a esta materia sucesivamente, indicando los colores de los estandartes y banderas de unos y otros.
Otros han explicado parabólicamente. El Rey Arturo, por ejemplo, dice en la Turba: “Una gran Tesorera cayó enferma a causa de diversas enfermedades, opilación, hidropesía, parálisis… Estaba extremadamente amarilla desde lo alto de la cabeza hasta el pecho, del pecho hasta los muslos estaba blanca e hinchada y paralítica hasta abajo. Dijo a su médico que le fuera a buscar, sobre la más alta montaña entre todas, dos plantas de una propiedad y virtud superior a la de todas las demás plantas. Se las trajo, se ciñó a ellas y desde aquel momento se encontró curada de todas sus enfermedades. Ella reconoció este servicio de su médico con riquezas infinitas.”
Hermes, o alguien bajo su nombre, ha hablado de la obra con un estilo problemático y ha dicho: “He considerado al raro y admirable pájaro de los Filósofos que vuela perpetuamente en el signo de Aries. Si se le divide, si se le disuelve en muchas partes, aunque pequeño, y que su oscuridad sea dominante, permanecerá, como si fuera de temperamento y complexión terrestre. Cuando se manifiesta bajo diversos colores es llamado bronce, plomo, etc., siendo, a continuación, quemado con un fuego violento, por espacio de cuatro días como mínimo, de siete como medio y de diez como máximo, será llamado tierra de plata; ella es, en efecto, de una gran blancura y es llamada Aire, Goma de oro y Azufre. Toma una parte de aire y ponla con tres partes del oro aparente; lo pondrás todo al baño como mínimo veinte días, como medio, treinta y como máximo, cuarenta y te dará tu Bronce, verdadero fuego de los Tintoreros, reconciliando a los peregrinos, llamado fuego de oro, etc. Este excelente azufre ha de ser guardado cuidadosamente pues sirve para muchas cosas.”
Aristeo se explica con un estilo típico cuando dice: “Paseando nosotros por la orilla del mar vimos que los habitantes de las costas yacían juntos pero no engendraban;  plantaban árboles y sembraban plantas que no fructificaban; entonces les dijimos: si hubiese un filósofo entre vosotros vuestros hijos engendrarían y se multiplicarían, vuestros árboles fructificarían y no morirían, vuestros frutos se conservarían y vosotros seríais Reyes intrépidos que venceríais a todos vuestros enemigos. Nosotros demandamos al rey a su hijo Gabertín y a su hermana Beia, que era una muchacha bella y muy blanca, delicada y perfectamente amable; juntamos el hermano a la hermana y Gabertín murió casi de inmediato. El rey, al ver esto, nos encarceló y a fuerza de súplicas y oraciones, habiendo obtenido su hija Beia, estuvimos ochenta días en las tinieblas de la prisión y después de haber desecado todas las tempestades del mar, hicimos llamar al rey y le entregamos a su hijo vivo, por lo cual hicimos alabanzas a Dios.”
Todas estas maneras de explicarse conforman un lenguaje extremadamente difícil de entender, pero algunos filósofos, para velar mejor aún su obra han empleado el enigma. El Cosmopolita, entre otros, ha formulado uno de muy largo a continuación de sus Doce Tratados. Supone que, viajando del polo Ártico al polo Antártico fue proyectado a la orilla; allí, una ensoñación se apoderó de él, mientras veía las Melusinas revolotear y nadar a las Ninfas; estaba atento para ver si descubría al pez Echeneis en ese mar; en esto, se durmió y el viejo Neptuno se le apareció con su tridente. Este dios le mostró dos minas: una de oro, la otra, de acero; después le mostró dos árboles, uno solar y el otro lunar, y le dijo que el agua para regarlos y hacerlos fructificare se extraía del Sol y de la Luna por medio de un imán. Saturno tomó el lugar de Neptuno y puso en el agua el fruto del árbol solar que se fundió como el hielo en agua caliente. Esta agua –añadió-, le sirve de mujer y tiene la propiedad de perfeccionarlo, de manera que se han perfeccionado, uno y otro tienen la virtud de tornar a todos los otros semejantes a ellos mismos.
Los Antiguos empleaban comúnmente las fábulas, y aquellas de los egipcios y de los griegos no han sido inventadas sino a la revista de la Gran obra, si hemos de creer a los Filósofos, que las han citado a menudo en sus obras. Siguiendo sus ideas yo las he explicado en un tratado que he dado al público bajo el título de: Las Fábulas Egipcias y Griegas Desveladas.
Algunos Filósofos han empleado un lenguaje mudo para hablar a los ojos del espíritu; han mostrado, a través de símbolos y de jeroglíficos, a la manera de los egipcios, tanto las materias requeridas para la obra como sus preparaciones y con frecuencia hasta los signos demostrativos o los colores que aparecen en esta materia en el transcurso de las operaciones, pues es por estos signos que el artista sabe si ha operado bien o mal.
Muchos filósofos han añadido un discurso a estos jeroglíficos, pero esta aparente explicación es siempre tan difícil de entender como el mismo símbolo y con frecuencia muchos más. Tales son aquellos de Nicolás Flamel, de Senior, de Basilio Valentín, los de Michael Maier, aunque d’Espagnet dice que estos últimos son como una especie de anteojos que nos descubren muy claramente la verdad que los filósofos han ocultado.


 [JR1]He seguido la publicación del Diccionario Mito-Hermético de Pernety de la colección Indigo, 1993, traducido y anotado por Santiago Jubany.

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