jueves, noviembre 29, 2007

Don Quijote un Hermetista operativo (artículo del traductor)


He aquí una nueva muestra de lo útil e incluso imprescindible que es citar la obra de Pernety, especialmente cuando se trata de unir Mitología y Alquimia, que en este caso ensambla en un triángulo puesto que Pere Sánchez Ferré, colaborador de la revista LA PUERTA y autor de libros como el presente: EL CABALLERO DEL ORO FINO, con el subtítulo de Cábala y alquimia en el Quijote, nos presenta la obra de Cervantes, y cito sus mismas palabras: En nuestro estudio del Quijote partimos, pues, de la convicción de que el pensamiento hermético preside esta obra; por lo tanto, la interpretación que ofrecemos a la consideración de los lectores está basada en una concepción hermética del texto cervantino. Obra muy apreciada para mí, la de P. Sánchez, cuya lectura recomiendo encarecidamente a todo buscador que haya percibido cierto perfume en la obra de Cervantes donde vive aquel que nació “por el querer del cielo, en esta nuestra edad de hierro, para resucitar en ella la de oro” (Quijote, I, p. 238).[1]

[…] Don Quijote no es un especulativo, -dice P. Sánchez- sino un hermetista operativo que resucita en España el Arte Real de los Adeptos, por eso vence según el orden divino, aunque en el mundo parezca un perdedor o un vencido. Como todo héroe de verdad, para vencer desciende primero a los infiernos, lugar de los tristes y secreto del mundo, donde le será revelada la edad de Oro, como a Eneas. De ello deja estampa en su escudo de armas: por tal visita a los infiernos herméticos se llamará “caballero de la Triste Figura”.
En el libro de Daniel –citado por Cervantes como otro libro de caballería- el profeta vence a los leones con la ayuda de Dios (6, 16-22). Por eso don Quijote dejará la Triste Figura para adoptar el nombre de “caballero de los leones”. Sabemos que uno de los nombres de Cristo es León de Judá.
Como la mayoría de los mortales de ayer y de hoy, los eclesiásticos no creen en la existencia de caballeros ni en las realidades de la caballería; don Quijote responde con ajustado enojo a un cura ignorante que cada cual sigue su camino:
“Unos van por el ancho campo de la ambición soberbia; (…) yo, inclinado de mi estrella, voy por la angosta senda de la caballería andante.” (II, p. 283)
El caballero tampoco transige en lo tocante a su misión, pues ante la negativa opinión que manifiesta un canónigo sobre los libros de caballerías, don Quijote replica:
“Hallo por mi cuenta que el sin juicio y el encantado es vuestra merced.” (I, p. 579)
Las aventuras caballerescas son de “encrucijadas” (I, p.147), y Diana es la diosa de las encrucijadas, como también Mercurio, quien aconseja y guía siempre por el camino de la derecha, aunque sea estrecho y sinuoso, pues, si bien el de la izquierda es ancho y fácil, sólo lleva al Tártaro y a la perdición. Yendo por el primero –la “angosta senda de la caballería andante”- llegaremos al palacio infernal de Plutón, y de allí a los Campos Elíseos.[2] No obstante, para realizar este viaje hace falta un guía, como lo tuvo Eneas en la Sibila, Dante en Virgilio y don Quijote en su “estrella”, la misma que guió a los magos hasta el pesebre donde brillaba la luz del Salvador. Recordemos que “el lecho de don Quijote estaba primero en mitad de aquel estrellado establo” (I, p.201), y que fue también en un establo donde lo armaron caballero. Este es el lugar de “las asperezas por donde los buenos suben al asiento de la inmortalidad” (II, p. 283), pues “el cielo del estiércol sabe levantar los pobres”, según le escribe el caballero a su escudero.[3]
[Veamos el fragmento de Pernety que P. Sánchez cita a propósito de los Campos Elíseos: Estaban aún en plena conversación, cuando la sibila temiendo que se extendieran más de la cuenta, advirtió a Eneas que empezaba a aparecer la aurora y que el tiempo fijado para las operaciones iba pasando. Eneas, le dijo ella, he aquí que pasa la noche y perdemos el tiempo en llorar. Aquí el camino se divide en dos, uno lleva a los muros del palacio de Plutón y a los Campos Elíseos, el otro, que está a la izquierda, conduce al Tártaro. Eneas levantó los ojos y de pronto vio los elevados muros sobre la roca que estaba a la izquierda, estaba rodeado de un río de llamas muy rápido que se llama Flagetón y hace un gran ruido por el choque de los guijarros que arrastra. En frente había una vasta y gran puerta que tenía a los lados dos columnas de diamantes, que los mismos habitantes del cielo no podrían cortar con el hierro, una torre de hierro se elevaba en los aires, Tisífone guarda su entrada día y noche.
(En la nota explica Pernety):
El camino que conduce al Tártaro es el que toman la gente de la que acabo de hablar, el que lleva a los Campos Elíseos es el que sigue Eneas y con él los filósofos herméticos. Los primeros encuentran en la entrada a Tisífone y las Furias y no encuentran más que un aire apestado, una morada sombría y tenebrosa, con un trabajo penoso e infructuoso. Los segundos, al contrario, seguros de su hecho porque tienen a la sibila como guía, perciben desde el principio los muros y la puerta del palacio del dios de las riquezas; todo lo que tiene la naturaleza de más agradable se presenta ante sus ojos. Se puede recordar en esta ocasión lo que aporté según los filósofos, respecto a la morada de Baco en Nisa y de Proserpina en Sicilia, es una descripción de los Campo Elíseos bajo otros nombres. Es suficiente con gemir como Eneas por la desdichada suerte de aquellos que no están guiados por la sacerdotisa de Apolo, estos toman el camino del Tártaro pero no se les ha de seguir, es perder el tiempo así como distraerse contemplándoles; es mejor continuar el camino e ir a colocar el ramo de oro. Empezaba a aparecer la aurora, cuando percibieron los muros del palacio, es decir, que el color negro significado por la noche, empezaba a dar paso al color blanco, llamado luz y día por los filósofos. Caminaron, pues, y habiendo llegado a la puerta Eneas colocó allí el ramo de oro, porque la materia en este estado de blancura imperfecta empieza a fijarse y, en consecuencia a volverse oro de los filósofos. Es por lo que se dice que Eneas hundió su ramo en el umbral de la puerta, pues la puerta indica la entrada a una casa, así como este color blanco imperfecto es un signo del principio de la fijación.
(El lector puede encontrar este fragmento y el artículo completo de las Fábulas de Pernety en este blog en:
http://humanadivinitas.blogspot.com/search/label/Eneas
continuemos con el Quijote según P. Sánchez.]
[…] A los infiernos herméticos se desciende para obtener un tesoro; la tradición original lo llamó reino de Plutón y en Dante está encarnado en la figura de Dite, congelado en su parte inferior, cuyo nombre –como hemos dicho- proviene del latín dis, ‘rico’. Hay algo de muy preciado en ese fondo tenebroso: la rama dorada cortada por Eneas, llamada por los alquimistas su Mercurio,[4] que se encuentra protegida por la selva de un oscuro valle. El infierno es, pues, el reino de las riquezas congeladas, y todos los héroes han descendido a este misterioso lugar para liberar su secreto, ser divinizados y establecerse en los Campos Elíseos. Es en el infierno donde Eneas se reencuentra con su padre Anquises –con el Padre- donde éste le revelará su sagrado destino, que es la edad de Oro.[5] Dante llama “dulce padre mío” a su guía y maestro Virgilio.[6]
Don Quijote y Sancho realizan la misma hazaña que sus predecesores y para dar testimonio de la realidad de esta estancia en los infiernos, el caballero adoptará un epíteto apropiado, que revele la condición de quienes han entrado y salido del Hades para traer el siglo de Oro a este mundo, como se verá en el capítulo siguiente.
Cuando el escudero dice que el caballero tiene “la más mala figura, de poco acá, que jamás he visto” y lo llama “Caballero de la Triste Figura” (I, p. 234). Don Quijote no toma las palabras de Sancho inadecuadas o como una observación de tono peyorativo, sino todo lo contrario, piensa llamarse así a partir de ese momento, e incluso se propone hacer pintar en su escudo “una muy triste figura”.[7]
Es común que en un escudo puedan estar cifradas las cualidades y la naturaleza de la persona o linaje que representa; por eso don Quijote piensa incluir la triste figura en su escudo, así dará testimonio de que su conocimiento del infierno no es libresco, sino experimental: ha estado en el Hades y ha salido vivo de él revelándose a su criado, al que también llama hijo en varias ocasiones, por esa razón puede y debe ser llamado “Caballero de la Triste Figura”.
En alquimia, el conocimiento de los infiernos conlleva lo que se llama la “disolución”,[8]proceso de purificación que termina con la coagulación o manifestación de nuestro salvador o León de Judá, que es como pasar de la tristeza (solve) a la alegría (coagula).
El fragmento de Pernety al que se refiere Sánchez lo puede encontrar el lector pulsando la palabra Antíope, y es el siguiente:
Veamos cual puede ser el objeto de las alegorías de Antíope y de su hijo Anfión. Algunos dicen que era hija del río Asopo y muchos filósofos llaman a su materia con este mismo nombre, Asopo, otros Adrop, otros Atrop y dicen que se forma en un arroyo, una fuente, un agua, un jugo al cual dan el nombre de jugo de saturnia vegetable.(5) Este jugo se espesa, se coagula, se vuelve sólido, ¿no es entonces esta Antíope? De αντι y de πύς es decir, que no hay más jugo, que está coagulado, que no está fluido. Aquellos que dicen que es Nicteo el padre de Antíope, han tenido el mismo objetivo a la vista, es decir, la coagulación de la materia al salir de la putrefacción, durante la cual la materia se vuelve negra y es llamada noche, tinieblas; pues de νύξ, noche, ha sido hecho Niceto, por lo que se ve que Antíope tiene el mismo carácter que las otras amadas de Júpiter.
El Caballero de la Triste Figura testimonia su paso por la noche infernal de la disolución hermética, y el Caballero de los Leones es el atributo de la manifestación corporal de la aurora diurna y solar, que es la coagulación. En ello consiste la Obra del Arte Real, que Cervantes explica varias veces a lo largo de su novela.
[1] . Pere Sánchez Ferrer, EL CABALLERO DEL ORO FINO, Cábala y alquimia en el Quijote, ed. mra, Barcelona 2002, pgs. 41-43 y 123-125. La edición del Quijote que este autor ha usado para su trabajo es la realizada por L. A. Murillo, ed. Castalia, Madrid, 1991, del que cita volumen y páginas.
[2] . Véase A. J. Pernety, Les Fables Égyptiennes et Grecques dévoilées, La Tabla d’Émeraude, París, 1982, II, p. 620.
[3] . Tomado del salmo 113, 7.
[4] . Enéida VI, 137. La rama dorada es la raíz de la vida, el “húmedo radical”.
[5] . Virgilio, Enéida, VI, 712-791; E. d’Hooghvorst, El Hilo de Penélope, p. 121.
[6] . La Divina Comedia, Purgatorio, 27, 52, donde Dante llama a su maestro “dulcísimo padre; Virgilio, el cual para mi salvación, se me entregó”; véase también 30, 50 y 27, 129, donde Virgilio lo llama “hijo”.
[7] . Según sus orígenes legendarios, las armerías proceden del arcángel san Miguel y de nuestro padre Adán. Véase la obra del marqués de Avilés, Ciencia Heroyca, Madrid, 1780, I, 1-2.
[8] . Véase A. J. Pernety, Fables Égyptiennes et Grecques…, vol. II, p.231.

No hay comentarios: